Vaticano/ la ecuación Bergoglio: conservadurismo doctrinal y "progresismo social" [Daniel Gatti]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Mar 15 11:09:22 UYT 2013


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Correspondencia de Prensa
15 de marzo 2013
Colectivo Militante - Agenda Radical
Montevideo - Uruguay
redacción y suscripciones: germain5 en chasque.net

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Vaticano


Los embroglios del papa chabón 



Daniel Gatti 
Brecha, Montevideo, 15-3-2013
http://www.brecha.com.uy/


"Tiene mucho poder pero no le gustan sus símbolos, es de origen humilde, va en colectivo al trabajo, habla directo, le gusta el tango y toma mate. ¿Quién es? ¿El Pepe? No, el papa. ¡Y es nuestro!" El chiste lo contó un oyente de una radio argentina en la mañana de ayer jueves, y resume lo que ha sido el comentario más escuchado por estos lares y por estas horas luego de que se conociera el nombramiento del cardenal argentino Jorge Bergoglio como nuevo jefe de la Iglesia Católica, el miércoles: la llegada al papado de un cura popular, simple, honesto y "bien de acá". Hasta tercermundista, se llegó a decir. Podrá ser malo, pero es nuestro, ironizó otro argentino en la misma radio.

Jorge Bergoglio es, según las minibiografías que se pusieron rápidamente en circulación, un poco de todo eso. O casi. Nacido en el barrio de clase media media porteña de Flores hace 76 años en familia de inmigrantes tanos, educado en una escuela de la zona donde lo recuerdan como "un diablillo" ("los santos son así, empiezan como diablillos", dijo una de sus maestras), futbolero (hincha de los "santos" de San Lorenzo si los hay), frecuentador de milongas, Bergoglio fue luego conocido como un "misionero", un "pastor propagador de la palabra de Cristo entre el pobrerío", en las villas miseria, entre los pobres de la Argentina toda. Esa reputación nunca la desmintió, y hay quienes lo recuerdan, ya arzobispo de Buenos Aires, pateando los cantegriles e instando a otros sacerdotes a hacer lo propio. Un cura de base de una villa porteña dijo estar dispuesto a "hacerse matar" por Bergoglio. "Después de arzobispos que eran 'príncipes de la Iglesia" como Caggiano, Aramburu o Quarracino, algunos de sus predecesores, Bergoglio está dispuesto a acercarse a la gente: ha lavado los pies de enfermos de sida, de embarazadas en la maternidad Sarriá, bendijo a cartoneros. Son cosas positivas, luego de un papa tan lejano como Benedicto XVI, que no vio un pobre en su vida", comentó Eduardo de la Serna, uno de los principales de Curas en Opción por los Pobres en Argentina. 

La "simpleza", la "humildad", la "austeridad" que Francisco "ya mostró el mismo día que asumió -en la vestimenta que eligió, el estilo con el que habló, el hecho de que haya pedido él 'al pueblo' reunido en la plaza San Pedro que lo bendijera"-, según comentara un teólogo italiano, y su propia "latinidad" fueron motivo también para que Bergoglio recibiera el paradójico apoyo de la plana mayor sobreviviente de los teólogos de la liberación, perseguidos hasta la excomunión y algo más en las últimas tres décadas por la jerarquía vaticana y por quienes, que se sepa, Bergoglio nada hizo. El jesuita (Francisco es, también, el primero de esa orden, otrora tan progre, en ser nombrado papa) podría, dijo el brasileño Leonardo Boff, "revivificar" a una Iglesia necesitada de exorcizar demonios como la corrupción, los abusos sexuales, la connivencia con "los poderosos". Poca importancia dieron Boff y sus compadres Frei Betto y Gustavo Gutiérrez al conservadurismo doctrinal de Jorge Bergoglio. El argentino fue punta de lanza en su país de las activísimas campañas-cruzadas de la Iglesia contra la despenalización del aborto, el matrimonio igualitario, la legalización de la eutanasia, que inscribió en un enfrentamiento directo con el poder kirchnerista en Argentina. Pero los tres teólogos latinoamericanos dicen que si lo hizo fue porque más allá de sus convicciones Bergoglio estaba "preso" de las estructuras conservadoras de una Iglesia "oficial" que todo cercenaba y de la que ahora Francisco podrá liberarse porque será él quien comandará "el barco de Pedro". Boff, como Gutiérrez y Frei Betto, prefiere quedarse con el "progresismo social" de Bergoglio, con sus invectivas contra el neoliberalismo y en favor de una redistribución de la riqueza. Piensan, los tres, que hay con qué apostar a un próximo "acercamiento" de la Iglesia a "los desposeídos", y por qué no a una liberalización progresiva en lo doctrinal. 

No hay contradicción entre los dos términos de la ecuación Bergoglio: conservadurismo doctrinal y "progresismo social", o como pueda llamarse una crítica compasiva del capitalismo más extremo, convivieron también en predecesores del argentino como el propio Juan Pablo II (quien designó al actual Francisco como cardenal), el "papa polaco" llegado para confrontar con el enemigo comunista, o Pío XII, de recordada actuación durante la época de auge del nazismo. Lo machaca el periodista argentino Horacio Verbitsky: "su biografía es la de un populista conservador como lo fueron Pío XII y Juan Pablo II: inflexibles en cuestiones doctrinarias pero con una apertura hacia el mundo, y sobre todo hacia las masas desposeídas". El argentino les agrega su humildad y su despojo franciscanos.

Verbitsky ha sido, precisamente, uno de quienes más han resaltado otro (acaso el peor) de los aspectos negros de la biografía de Bergoglio: su complicidad de hecho con la última dictadura militar en su país, en particular en el secuestro y torturas a dos sacerdotes de su propia orden, Orlando Yorio (que murió exilado en Uruguay hace 13 años) y el húngaro Francisco Jalics, hoy residente en Alemania. Las investigaciones de Verbitsky, basadas en testimonios y documentación que reunió en notas y en libros, tienden a probar que Bergoglio, si no entregó, facilitó la captura de Yorio y Jalics, a quienes expulsó de la orden luego de que ambos se negaran a cesar su trabajo social en las villas. Dejarlos sin protección en plena dictadura, que ya los buscaba por "rojos", equivalía a entregarlos, sostiene Verbitsky. Lo que también prueba, por otra parte, el conocimiento que Bergoglio tenía (y que hasta hace muy poco negaba) de la apropiación de hijos de de-saparecidos nacidos en cautiverio. 

Hay quienes niegan, en el propio campo de los defensores de los derechos humanos, el fundamento de estas denuncias. Son los menos, pero entre ellos hay "pesados", como el ex sacerdote argentino Alfredo Pérez Esquivel, también preso y torturado por la dictadura. Y Boff, que se remite a su amigo Pérez Esquivel. Quedan dudas respecto a este pasado de Bergoglio, admite el brasileño. Pero a pesar de ellas, a pesar de la prédica conservadora del argentino y de su propia supervivencia en el seno de una estructura eclesial internacional que mientras él ascendía también se iba "derechizando", Boff insiste en el factor "novedad". Y a él se aferra como esperanza de pobre. 
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