Irak/ los costos de una guerra preventiva [Jorge Bañales]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Mar 23 12:14:13 UYT 2013


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boletín solidario de información
Correspondencia de Prensa
23 de marzo 2013
Colectivo Militante - Agenda Radical
Montevideo - Uruguay
redacción y suscripciones: germain5 en chasque.net

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Irak

Una guerra preventiva 
 


Jorge Bañales, desde Washington 
Brecha, Montevideo, 22-3-2013
http://www.brecha.com.uy/


Hace diez años Estados Unidos invadió Irak en una guerra innecesaria y sin financiación, en busca de armas que no existían, para derrocar a un ex aliado. Se optó por una estrategia de campaña demoledora y rápida, que no hizo previsiones para el empantanamiento. Ahora quedan décadas por delante para lidiar con las consecuencias.

El entonces jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, describió como "estremecedora y pavorosa" (shock and awe) la apertura de la invasión estadounidense en Irak: un aluvión sin precedentes de bombas inteligentes, bombas de las tontas, misiles guiados y metralla a granel. La mayor potencia mundial del planeta y la historia descerrajando su poderío y su tecnología sobre un país donde por una década dos tercios del espacio aéreo estuvo bajo control de los ahora invasores, y en que el embargo económico había causado miseria y muerte.

En apenas 23 días las tropas de Estados Unidos y sus pocos aliados marcharon desde Kuwait hasta Bagdad, en una campaña brillante mientras las fuerzas militares de Saddam Hussein se disolvían con poca espuma que justificara las terribles descripciones hechas por Estados Unidos antes de la invasión.

La razón principal que citó el gobierno del presidente George W Bush para lanzar la primera guerra de Estados Unidos en la cual ese país no había sido atacado primero, fue que Saddam contaba con un temible arsenal químico y biológico que, combinado con misiles, convertía a Irak en una amenaza para el mundo, y en particular para su vecino cercano, Israel. La propaganda oficial también enganchó de manera oportunista y confusa al régimen de Saddam con Al Qaeda, la red terrorista que en setiembre de 2011 mató o hirió a más de 3 mil personas en ataques en Estados Unidos.

Rumsfeld y sus generales prepararon con cuidado la invasión y la condujeron con éxito a lo que hubiese sido una victoria en una guerra del siglo xix: captura de la capital enemiga, derrocamiento del dictador balandro y desbande de sus fuerzas armadas. Tras ello, los autores intelectuales de la invasión a Irak esperaban la pronta instalación de un gobierno democrático, tras lo cual las tropas de Estados Unidos saldrían en medio de desfiles de agradecimiento, y retornarían a casa para desfiles de celebración.

Pero, desmantelado el régimen que por décadas contuvo bajo su puño de hierro a las facciones centrípetas de un Estado creado con fronteras artificiales, Irak se sumió en un conflicto de tribus, sectas religiosas y yihadistas todos contra todos, y todos ellos contra los infieles invasores.
 
Costos

Un análisis del Instituto Watson para Estudios Internacionales, en la Universidad Brown (Rhode Island), llegó a la conclusión de que la guerra en Irak costó 1,7 billones de dólares. Pero tras la guerra queda la secuela de los beneficios que hay que pagar a los soldados que participaron en la campaña: asistencia médica y psicológica, jubilaciones, compensaciones. Esto ya ha costado unos 490.000 millones de dólares, y en el cálculo del Instituto Watson, a lo largo de las próximas cuatro décadas la cifra subirá a 6 billones de dólares.

El impacto sobre la economía de Estados Unidos es más amplio por la sencilla razón de que la guerra de Afganistán -iniciada en octubre de 2001 como respuesta directa a los ataques de Al Qaeda- y la de Irak -iniciada con razones que los historiadores discutirán por décadas- coincidieron con el retorno a la Casa Blanca de la ortodoxia militante conservadora a tono de la cual el presidente Bush promulgó dos reducciones de los impuestos.

Sin recaudaciones de impuestos las guerras se financian de una sola manera: endeudándose. Cuando Bush llegó a la Casa Blanca en enero de 2001 el gobierno tenía en su haber tres años de superávit fiscal. Cuando Bush se fue en enero de 2009, el déficit y la deuda habían crecido a niveles casi sin precedentes.

El otro costo resultó de la doctrina Rumsfeld sobre la guerra según la cual Estados Unidos gana usando una fuerza liviana, ágil, contundente y respaldada por la tremenda ventaja tecnológica relativa que disfruta el país frente a cualquiera de sus adversarios. Así entrar es fácil: ¿quién los para?

El problema viene después, cuando hay que controlar el territorio y los indígenas se ponen díscolos. La fuerza de choque no tiene la instrucción ni el equipo para la vigilancia policial, el patrullaje de las calles y los barrios entreverados. Durante la preparación de la invasión, el entonces jefe del Estado Mayor del Ejército, general Eric Shinseki, calculó que se precisarían unos 300 mil soldados para controlar Irak. Rumsfeld insistió en que unos 120 mil eran más que suficientes.

Cuando la realidad probó que se precisaba más personal y más fusiles, muy al tono también con el dogma conservador y privatizador, el Pentágono recurrió a los "contratistas privados".

Estos contratistas proporcionaron todo tipo de servicios, desde la atención en las cantinas militares al mantenimiento de sistemas de computadoras, la protección de funcionarios civiles y de oficinas empresariales, y todo ello a un costo mayor que el de los soldados regulares. Hacia 2008 Estados Unidos tenía en Irak 152.300 soldados y el Pentágono empleaba 155.800 contratistas privados. Muchos de estos contratistas privados, que operaron fuera de la estructura de mandos y disciplina militar, cometieron abusos y crímenes. Otros, empleados como intérpretes o interrogadores por los militares o la Agencia Central de Inteligencia, estuvieron involucrados en torturas como las perpetradas en Abu Gjraib, el nombre de una prisión iraquí que manchó de infamia toda la intervención en Irak.

Si todo ello abultó la factura de la guerra en Irak y ha dejado al país endeudado, poco importa bajo el dogma conservador y privatizador.

El diario The Los Angeles Times calculó que con los 6 billones de dólares del costo de la guerra en Irak se podría financiar la cobertura de asistencia médica para ancianos (Medicare) por una década, el programa de subsidios médicos para los pobres (Medicaid) por dos décadas, y la Agencia de Protección Ambiental por más de 600 años.
El inspector general para la reconstrucción de Irak, Stuart Bowen, informó en junio de 2011 que 6.600 millones de dólares asignados a la tarea de reconstrucción del país invadido se habían perdido. Así nomás. "Éste ha sido el robo más grande de fondos públicos en la historia del país", según el funcionario.
    
Soldados

En Irak murieron por lo menos 4.487 soldados estadounidenses. El 98 por ciento de los muertos fueron hombres, 91 por ciento soldados de tropa, 74 por ciento blancos, 11 por ciento latinos, y 9 por ciento negros. El 54 por ciento de los soldados muertos tenía menos de 25 años de edad. Y 72 por ciento fueron soldados del Ejército.

Más de 32.200 soldados sufrieron heridas de las cuales el 20 por ciento corresponden a lesiones graves en el cerebro o la columna vertebral. El 30 por ciento de los soldados estadounidenses ha salido de la guerra con problemas graves de salud mental, que en su mayoría aparecen en los tres o cuatro primeros meses de su retorno a casa.

Casi 5 millones de hombres y mujeres han prestado servicio en las fuerzas armadas desde el comienzo de la "guerra contra el terrorismo" en octubre de 2001. No todos ellos, por supuesto, han servido en Afganistán o Irak, pero el hecho de que es personal voluntario y bajo contrato ha resultado en asignaciones a las áreas de combate de un año o menos.

Para cubrir las necesidades de la guerra sin recurrir al servicio militar obligatorio -algo que es políticamente imposible en Estados Unidos desde la guerra de Vietnam-, el Pentágono ha asignado las unidades una y otra y otra vez a las zonas de guerra. Algunos soldados han cumplido tres, cuatro y hasta cinco turnos en Irak o Afganistán, con un efecto devastador sobre las familias.

Las necesidades de la guerra y el empuje de las mujeres por la igualdad resultaron en una presencia mayor de las soldados en situaciones de combate: al menos 140 mujeres murieron en la guerra de Irak, un puñado de mujeres fueron capturadas por el enemigo, y miles sufrieron violaciones y acoso sexual de sus propios camaradas. El Pentágono indica que cada año recibe denuncias de unas 19 mil violaciones en las fuerzas armadas. Alrededor de 3 por ciento de las víctimas de violencia sexual son hombres. Y esto sólo cuenta los casos denunciados: decenas de mujeres que han sido víctimas de abuso sexual entre los militares señalan que, tras el abuso, han encontrado dificultades para denunciar el crimen, indiferencia de sus superiores para investigarlo y resistencia de los mandos para castigarlo.

El retorno a casa no ha sido fácil para los cientos de miles de soldados -hombres y mujeres- que encuentran un país mayormente indiferente a las campañas al otro lado de las fronteras de la cristiandad. El hecho mismo de que no haya servicio militar obligatorio resulta en una separación entre la sociedad civil y los soldados voluntarios y profesionales.

Un año y medio después de que Estados Unidos concluyó su campaña militar en Irak, la tasa de desempleo entre los veteranos de guerra ha sido y sigue siendo, pertinazmente, más alta que entre una población civil que ha sobrellevado la recesión más profunda y prolongada en casi ocho décadas. Los soldados han aprendido en años de guerra destrezas y oficios que pueden tener, o no, utilidad en una economía cambiante, y lidian con sus propios fantasmas y cierta suspicacia de los potenciales empleadores hacia individuos que han estado en la guerra.
España también maltrata

El diario madrileño El País reveló hace unos días un video que muestra escenas de maltratos de dos prisioneros iraquíes por varios soldados españoles nueve años atrás, en la base que el ejército ibérico mantiene en la localidad iraquí de Diwanka. En el video, de unos 40 segundos, aparecen militares españoles golpeando y humillando a prisioneros, al estilo de lo sucedido en la cárcel estadounidense de Abu Gjraib por los mismos tiempos. El ejército español dice haber abierto una investigación, reconoció como verosímiles los videos, pero "lamentó" que los culpables no puedan ser identificados porque sus caras aparecen "intencionalmente veladas" en la grabación. El Ministerio de Defensa dijo a su vez que si se comprobaran los hechos serían absolutamente "excepcionales": en más de 20 años de presencia española en Irak (Madrid fue de los primeros aliados de Estados Unidos y Gran Bretaña cuando el inicio del ataque a Bagdad, en 1991), desfilaron por el país asiático más de 120 mil soldados ibéricos que sobre todo "destacaron por su colaboración con la población local".

"Gente responsable, aunque de uniforme, se esfuerza por reconstruir puentes, enterrar cadáveres ajenos, evitar que Caín y Abel la emprendiesen a mamporros en cualquier rincón del planeta, auxiliar damnificados, o arropar con mantas a la inmigración aterida en las playas de este Primer Mundo que empieza a dejar de serlo. Esa viene siendo la imagen al uso de nuestras fuerzas armadas, de nuestros cuerpos de seguridad", ironiza el columnista Juan José Téllez en el diario digital español publico.es "A pesar de que altos representantes del Estado, desde sus más o menos cómodos despachos, les enviasen a ojos del huracán y a tormentas perfectas, a guerras remotas o a dramas cercanos, siempre teníamos el consuelo de que eran de ley los hombres y mujeres que izaban la bandera española en bases del quinto pino o hablaban nuestro idioma sobre las embarcaciones y plazas fuertes que vigilaban el supuesto paraíso comunitario. Que nuestros soldados o nuestros agentes venían a ser una especie de scouts con licencia para morir, pero para matar poquito", agrega. Sin embargo, apunta, "algunos informes delataban contradicciones en tan perfecto retrato. Los de Amnistía Internacional y los de las asociaciones de derechos humanos vienen denunciando desde hace años que buena parte de la España oficial se pasó ya hace mucho al lado oscuro de la fuerza: palabra contra palabra, las denuncias por malos tratos y torturas se multiplican sin que prácticamente nunca los tribunales de nuestro país hayan dado la razón a quienes ponen en solfa que sea necesariamente unánime el comportamiento por lo común abnegado de nuestros policías, guardias civiles o funcionarios de prisiones".

Por otro lado, el fotógrafo y periodista Gervasio Sánchez, que cubrió la guerra de Irak desde 2003, acusó a El País de "oportunismo". Sánchez sostiene que hechos como los revelados ahora por el video no son tan excepcionales y que denuncias similares formuladas anteriormente fueron enterradas por los medios españoles, entre ellos El País, que no les dieron difusión alguna. El periodista recordó en su blog ("Los desastres de la guerra", http://blogs.heraldo.es/gervasiosanchez) el caso de Flayeh al Mayali, un intérprete iraquí que trabajó para al menos seis enviados de El País y que fue falsamente acusado por los servicios de inteligencia españoles de colaborar en un atentado contra fuerzas de la coalición. Al Mayali estuvo detenido casi un año y sometido a malos tratos. Sánchez dice haber aportado a El País pruebas de la inocencia del iraquí que el diario ignoró, prefiriendo atenerse a las versiones de los servicios de inteligencia españoles. "Creo sinceramente que el ciudadano tiene derecho a conocer cómo los temas se ajustan a agendas preconcebidas que nada tienen que ver con el periodismo tal como yo lo siento diariamente desde que empecé en este oficio hace ya casi treinta años", escribe Sánchez en una nota que tituló "El honor perdido de Flayeh al Mayali".

Una carta

En el décimo aniversario de la invasión a Irak, el ex soldado de Ejército Thomas Young, de 33 años, escribió una carta abierta al ex presidente George W Bush y al ex vicepresidente Dick Cheney. Young fue herido durante un ataque insurgente en Ciudad Sadr en 2004, cinco días después de llegar a Irak. Como resultado de las heridas Young quedó paralizado, y ahora está desahuciado en una residencia médica en Kansas City, Missouri.

"Les escribo esta carta, mi última carta, a ustedes señor Bush y señor Cheney. Les escribo no porque crea que ustedes comprendan las terribles consecuencias humanas y morales de sus mentiras, su manipulación y su ansia de riqueza y poder. Les escribo porque, antes de mi muerte, quiero dejar en claro que yo y cientos de miles de mis camaradas ex combatientes, junto con millones de mis compatriotas, junto con cientos de millones más en Irak y Oriente Medio, sabemos con plenitud quiénes son ustedes y lo que han hecho. Ustedes pueden evadir la justicia pero a nuestros ojos cada uno de ustedes es culpable de graves crímenes de guerra, de saqueo y finalmente de homicidio, incluidas las muertes de jóvenes estadounidenses, mis camaradas ex combatientes, cuyo futuro ustedes robaron.

Me uní al Ejército dos días después de los ataques de setiembre de 2001. Me uní al Ejército porque nuestro país había sido atacado. Quería combatir a quienes habían matado a 3 mil compatriotas. No me uní al Ejército para ir a Irak, un país que nada tuvo que ver con los ataques de setiembre de 2001 y no era una amenaza para sus vecinos y, mucho menos, para Estados Unidos. No me uní al Ejército para 'liberar' a Irak o para destruir las míticas instalaciones de armamento de destrucción masiva, o para implantar lo que ustedes, de manera cínica, llaman 'democracia'.

No les escribiría esta carta si hubiese sido herido combatiendo en Afganistán contra las fuerzas que nos atacaron en setiembre de 2001. Si me hubieran herido allá, igual estaría sufriendo por mi deterioro físico y muerte inminente, pero al menos tendría el consuelo de saber que mis heridas fueron consecuencia de mi propia decisión de defender el país que amo. No tendría que yacer en mi cama, con el cuerpo saturado de analgésicos mientras se me escapa la vida, sabiendo que cientos de miles de seres humanos, incluidos niños, fueron sacrificados por poco más que la avaricia de las compañías petroleras y vuestra alianza con los jeques petroleros de Arabia Saudí y vuestras locas visiones de imperio." 
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