Chile/ el voto por la indiferencia [Horacio R Brum]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Nov 22 15:24:31 UYST 2013


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boletín solidario de información
Correspondencia de Prensa
22 de noviembre 2013
Colectivo Militante - Agenda Radical
Montevideo - Uruguay
redacción y suscripciones: germain5 en chasque.net

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Chile
 
¿Segundas partes serán buenas?


Chile votó por la indiferencia 


Horacio R Brum, desde Santiago 
Brecha, Montevideo, 22-11-2013
http://brecha.com.uy/

 
Domingo 17 de noviembre; mesa de votación 159 M, en el liceo Tajamar, del barrio de Providencia, en Santiago de Chile. La M es por "masculina": por primera vez en su vida, transcurrida entre Uruguay, Argentina, Inglaterra y Chile, este corresponsal vota con segregación sexual, porque aquí las mujeres y los hombres van separados a las urnas, aunque ya hayan tenido una mujer presidenta y los dos candidatos principales en estas votaciones sean mujeres. La novedad son las mesas "mixtas", que sólo comenzaron a aparecer en las elecciones municipales de 2009, y todavía sorprenden a más de un votante.

Después de todo, este es un país donde aún hay liceos y escuelas públicas "de niñas" y "de varones"; donde el marido es el administrador de los bienes del matrimonio y la esposa necesita su aprobación para vender una propiedad personal; donde las mujeres, en igual función, ganan entre 30 y 40 por ciento menos que los hombres, y donde el divorcio es posible solamente desde 2004, con tantas trabas que el trámite puede demorar hasta tres años. En Chile también se obliga a una mujer a mantener hasta el parto natural un feto sin cerebro y totalmente inviable, porque el aborto es un crimen bajo cualquier circunstancia; los preservativos y los anticonceptivos cuestan dos y tres veces más que en los países vecinos -como muchos otros medicamentos-, y el levonorgestrel, o píldora del día después anticonceptiva de emergencia, solamente se pudo poner a la venta después de largos procesos judiciales, que llegaron hasta la Corte Suprema, iniciados por los grupos conservadores católicos que lo consideraban abortivo.

Aquí se paga el precio más alto de América Latina por la electricidad, y en verano el metro cúbico de agua potable cuesta el doble; las aguas de los ríos, lagos y arroyos pueden ser de propiedad privada, bajo unas leyes que impuso la dictadura de Pinochet, el mismo gobierno que creó un código minero que permite a una empresa explotar un yacimiento subterráneo sin el consentimiento del propietario de los terrenos que están en la superficie, y que tiene preeminencia sobre la legislación que protege el ambiente. Pinochet sabía que a la industria minera había que favorecerla, porque la empresa nacional del cobre está obligada por ley a entregar todos los años a las fuerzas armadas el 10 por ciento de sus utilidades. De todos modos, buena parte del negocio, que representa casi el 60 por ciento de las exportaciones, está en manos de compañías extranjeras, beneficiadas por varios tipos de reducciones y exenciones tributarias.

No solamente para las mineras es esta la tierra de los buenos negocios; los bancos suelen tener las mayores ganancias del continente, y cualquier establecimiento comercial grande, desde los supermercados hasta las tiendas de departamentos, puede prestar dinero a tasas que rozan la usura (del 50 por ciento anual y más). Por otra parte, se permite a las empresas cambiar unilateralmente y sin aviso las condiciones de financiación de un crédito o las comisiones por operar con tarjetas de débito. Si de créditos se trata, ya sea que estudien en el sistema público o en el privado, enviar a los hijos a la universidad implica que, una vez recibidos, los nuevos profesionales estarán pagando durante diez o veinte años los préstamos con que financiaron sus carreras. Con pagos de matrículas, incluso en las universidades del Estado, que pueden superar los mil dólares por mes, no es raro que las familias deban decidir cuál hijo puede aspirar a un título profesional. Eso siempre y cuando el ingreso alcance, porque el salario promedio nacional es inferior a la matrícula mensual de muchas carreras.
 
Bajo la piel del tigre

Los grupos de poder chilenos, incluidos los que han compartido el gobierno desde el fin de la dictadura, han logrado proyectar al exterior la imagen de un país estable, que goza del éxito económico. Sin embargo, más que construir una democracia política y social, construyeron una democracia del consumo, en la que la solidez de la economía sirve para que el endeudamiento personal y familiar permita el acceso a todos los productos de la tecnología y las modas modernas, pero sin alterar la distribución del ingreso, que se clasifica entre las peores de América Latina. La pobreza indicada por las cifras oficiales oscila en el 15 por ciento; sin embargo, si los cálculos se hicieran tomando en cuenta el derecho a la educación universitaria, a una atención de salud de calidad, al acceso a los bienes culturales y a todo aquello que conforma un nivel de vida satisfactorio, más allá del techo y la comida, el índice de pobres aumentaría considerablemente. Esto, por ejemplo, se puede deducir del hecho de que en el sistema nacional de salud, Fonasa, 8.138.000 personas deben ser atendidas gratuitamente, por estar en la indigencia o tener ingresos irregulares; comparando esa cifra con la población total, casi la mitad de los chilenos son pobres.

La precariedad del trabajo es otra característica del "modelo chileno". Durante las últimas semanas de la campaña para la primera vuelta de las elecciones, los empleados municipales y de la administración central estuvieron en huelga, y entre sus reclamos se incluyó el problema de la tercerización, debido a que es común que las oficinas e instituciones tengan más empleados tercerizados que de planta. Con tal sistema, que va en aumento en todos los ámbitos laborales, se está generalizando la desprotección de los trabajadores, que tienen una muy baja tasa de sindicalización. La cantidad de miembros de los sindicatos, que llegó al 15 por ciento de la masa laboral en los comienzos de la democracia (1991), hoy no supera el 12, un porcentaje ínfimo para la realidad latinoamericana.

El voto de la desilusión

Desde 2006, cuando los estudiantes consiguieron poner en la calle sus críticas a la calidad y costo de la educación, se ha ido extendiendo en la sociedad chilena la sensación de que el país no funciona tan bien como lo predican los políticos y los principales medios de comunicación. Las protestas públicas por las más diversas causas se multiplican y es general la idea de que "hay que hacer algo".

Según la encuesta Latinobarómetro, que mide en toda la región índices de la vida en democracia, apenas 38 por ciento de los habitantes de Chile manifiesta su satisfacción con el funcionamiento de este sistema de gobierno en su país, cifra que dista mucho del 82 que se registra en Uruguay, por ejemplo. A por lo menos 26 por ciento de los ciudadanos chilenos les da lo mismo la democracia que el autoritarismo, y no más del 55 expresa un compromiso firme con el sistema democrático. Por otra parte, la confianza en los políticos y los partidos tradicionales no alcanza ni a la quinta parte de la población y una gran mayoría cree poco probable que el gobierno, de cualquier signo político, resuelva los principales problemas nacionales en los próximos cinco años.

Con ese estado de ánimo, no es de extrañar que a partir de 2009, cuando se eliminó la obligatoriedad de votar y la inscripción para hacerlo se hizo automática, la concurrencia a las urnas esté reduciéndose. Ya en las elecciones municipales de ese año, las primeras con voto voluntario, la abstención estuvo cerca del 60 por ciento. Este domingo 17 de noviembre votó menos de la mitad de los inscriptos. Candidatos no faltaron, porque hubo el mayor número de aspirantes a la presidencia de los últimos 75 años, con orientaciones ideológicas para todos los gustos, desde el ecologismo new age con toques esotéricos, hasta una izquierda cercana al anarquismo. Por otra parte, la ex presidenta Michelle Bachelet rebautizó Nueva Mayoría a la vieja y gastada Concertación y se la jugó por la vuelta al poder ofreciendo hacer lo que no hizo en su anterior gobierno, como dar pasos firmes hacia la derogación de la Constitución heredada de Pinochet y al establecimiento de un sistema de educación pública genuinamente gratuita.

"Aquí no hay ninguna duda: hemos ganado esta elección", dijo Bachelet en una de sus múltiples declaraciones para justificar el paso a una segunda vuelta, aunque su equipo había dado por sentado que ganaría la presidencia en la primera votación. Su rival de la derecha no se achicó, pese a que está a diez puntos porcentuales de distancia: "Pasar a la segunda vuelta es sin duda un triunfo", manifestó Evelyn Matthei, la candidata de la Alianza gobernante. La Nueva Mayoría se congratula también por haber obtenido un número de parlamentarios que le permitirá impulsar algunas de las reformas prometidas, pero una nueva Constitución solamente podrá salir de un proceso de negociaciones con la derecha.

Sea cual fuere el futuro de los cabildeos políticos, los supuestos ganadores de esta primera vuelta parecen ignorar el mensaje de la abstención, equivalente al fracaso del voto voluntario y, por ende, la inexistencia de un voto masivo de confianza en el sistema político en su forma actual. Eloísa González, otrora una de las principales figuras del movimiento de los estudiantes secundarios, sostiene que la abstención refleja que hay una mayoría de la población que "no siente que sus demandas y problemas vayan a ser resueltos por la vía institucional", por lo cual será necesario encontrar caminos hacia soluciones más inmediatas.

Algunos de los líderes más conocidos del movimiento estudiantil optaron por seguir las reglas del orden establecido, y en las elecciones parlamentarias que se realizaron simultáneamente con la primera vuelta de las presidenciales consiguieron ubicarse en la Cámara baja. Camila Vallejos, antes aclamada por los medios internacionales como la "Juana de Arco chilena", es ahora la diputada Vallejos, del Partido Comunista que integra la Nueva Mayoría. En sus primeras declaraciones como diputada electa, Vallejos afirmó que el eventual gobierno de Bachelet no debe ser un "nuevo gobierno de la Concertación; el nuevo gobierno debe darse con nuevas lógicas". Sea como fuere, la novel parlamentaria ya no es para los medios extranjeros una Juana de Arco, sino una madonna, una virgen de cuadro...

Con los dirigentes sociales más significativos absorbidos por el sistema y la gran distancia en votos que separa a Bachelet y Matthei de los candidatos que no integran la gran maquinaria política, la abstención también arroja dudas sobre la representatividad y la legitimidad del próximo gobierno. Según el catedrático y analista de ciencias políticas Mauricio Morales, "las comunas más ricas siguen votando más que las más pobres, y así el fracaso del voto voluntario ha transformado las desigualdades económicas en desigualdades políticas". Si se ponen los 6.576.000 votos del domingo en el contexto de todo el registro electoral, que tiene 13,4 millones de posibles votantes, Michelle Bachelet ha pasado a la segunda vuelta con el respaldo de apenas el 22,5 por ciento de la ciudadanía, un fenómeno que en tiempos recientes puede compararse con el 22,24 con que Néstor Kirchner llegó a la Casa Rosada, por la deserción de Menem en primera vuelta. La gran interrogante es qué margen tiene Bachelet para construir una base de poder a partir de tan poco, como hicieron los Kirchner, y contener la marea de reclamos sociales que crece lenta pero inexorable en las costas chilenas. Si no lo logra, bien podrían hacerse realidad las palabras del sociólogo Felipe Portales, entrevistado recientemente por Brecha: "Su gobierno se enfrentará a los reclamos sociales, e incluso podría llegar a la represión, no va a tener otra salida". 
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Tampoco es lo mismo

 
"Se ha agotado el ciclo de los pequeños ajustes a un modelo que presenta muchas falencias", advirtió Bachelet de regreso a su patria, el pasado invierno. Los resultados electorales, sin embargo, auguran continuidades importantes.

En Chile aún rige la Constitución de 1980, plebiscitada durante la dictadura. Para transformarla se precisan los dos tercios de cada Cámara, cosa que significa contar con 80 diputados y 25 senadores. La Nueva Mayoría distó de alcanzarlos: logró 68 lugares en la Cámara baja y 21 en la alta.

Hay cuatro escaños en disputa en la Cámara de Representantes y dos en la de Senadores, pero aunque éstos se sumaran a la voluntad reformista de Bachelet, que persigue constituir al menos un Estado laico, los números son insuficientes.

Para transformar un sistema electoral que premia a "los dos grandes" en detrimento de la proporcionalidad, intención también anunciada por la candidata socialista, ésta necesitaría tres quintos de la Cámara alta, es decir 23 senadores. No es seguro que los obtenga, pero la derecha chilena está temiendo que lo logre.

Para hacer gratuita la enseñanza Bachelet necesita cuatro séptimos de cada Cámara. Le alcanzaría un diputado más (propio o aliado a este fin) para sortear la primera etapa. También necesitaría que uno de esos dos senadores en disputa se volcase hacia su propuesta. Esto es bien posible entonces.

Las reformas tributaria (5 por ciento de aumento a lo que pagan las empresas), laboral (fortalecer la negociación colectiva y, por lo tanto, legitimar a los sindicatos como portavoces de los intereses de los trabajadores) y del sistema de pensiones (crear una administradora estatal en competencia con las privadas) no enfrentarían este tipo de obstáculos pues la agrupación de Bachelet superó con creces la mayoría simple.

Falta saber si el elevadísimo índice de abstención (44 por ciento, el más alto desde que terminó la dictadura) expresa descreimiento en que el sistema político sea capaz de mejorar las condiciones de vida de la gente o es una forma radical de exigir que éste asuma su tarea.

La alternativa anfibia, socialista y liberal a la vez, encarnada en Marco Enríquez Ominami, cayó del 20 al 11 por ciento de los votos y anda buscando inventar un nuevo partido. Una nueva derecha, que llaman "populista", la del empresario Franco Parisi, alcanzó el 10 por ciento. Camila Vallejo (25 años) y Karol Cariola (26), las dos comunistas, y dirigentes estudiantiles de filiación más "difícil", como Giorgio Jackson (25) y Gabriel Boric (26), ya son diputados. También lo es el pescador del sur Iván Fuentes (50). Sumando a estos últimos podría predecirse que la Nueva Mayoría sentirá lo que don Emilio Furgoni llamó "la picana".

"Lo quiero como a un hermano", dijo el lunes la derrotada Evelyn Mattei refiriéndose a Joaquín Lavin, quien comandó su campaña. Elegante manera de mandarlo a su casa. El 15 de diciembre, en segunda vuelta, la candidata de la Alianza deberá demostrar cuán reaccionaria sigue siendo la sociedad chilena 
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