EEUU/Irak/ suprema hipocrecía de Obama [Robert Fisk]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Ago 9 23:58:50 UYT 2014


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 10 de agosto 2014

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A l’encontre – La Breche

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Estados Unidos/Irak

Suprema hipocresía

Robert Fisk 

The Independent, Gran Bretaña

Página/12, Buenos Aires, 9-7-2014

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Traducción de Celita Doyhambéhère

No quiso bombardear el califato sangriento de Abu Bakr al Baghdadi, cuando
estaba masacrando a la mayoría musulmana de chiítas de Irak. Pero Barack
Obama va al rescate de los refugiados cristianos –y los yazidis– debido a
“un posible acto de genocidio”. A bombardear. Y menos mal que los refugiados
en cuestión no son palestinos.

Esta hipocresía casi nos deja sin aliento, sobre todo porque el presidente
de Estados Unidos está todavía demasiado asustado –por temor a disgustar a
los turcos– para usar la palabra “G” sobre el genocidio de 1915 de Turquía
de un millón y medio de cristianos armenios, una masacre masiva a una escala
que incluso los matones de Abu Bakr aún no han intentado. Vamos a tener que
esperar otro año para ver cómo Obama se maneja con las conmemoraciones del
100º aniversario de esa particular masacre musulmana de los cristianos.

Pero, por ahora, “Estados Unidos está llegando a ayudar” en Irak con los
ataques aéreos sobre los “convoys” de combatientes del Estado Islámico.
Pero, ¿acaso no es eso lo que los estadounidenses protagonizaron contra los
talibán en Afganistán, a menudo confundiendo bodas inocentes por “convoys”
islamistas? Dejar caer paquetes de alimentos a la minoría de refugiados por
el temor que le causan sus vidas en las laderas de las montañas desnudas del
norte de Irak es exactamente la misma operación que las fuerzas
estadounidenses llevaron a cabo para los kurdos casi un cuarto de siglo
atrás; y al final tuvieron que poner soldados estadounidenses y británicos
en el terreno para crear un “refugio seguro” para los kurdos.

Tampoco Obama dijo nada acerca de su amigable aliado, Arabia Saudita, cuyos
salafistas son la inspiración y la recaudación de fondos para las milicias
sunnitas de Irak y Siria, al igual que lo fueron para los talibán en
Afganistán. El muro entre los saudíes y los monstruos que crean –y que
Estados Unidos ahora bombardea– se debe mantener tan alto como invisible.
Esa es la medida de disimulo estadounidense en este último acto de
duplicidad. Obama está bombardeando a los amigos de sus aliados saudíes –y
enemigos del régimen de Al Assad en Siria, por cierto–, pero no lo dirá. Y
sólo por si acaso, él cree que Estados Unidos debe actuar en defensa de su
consulado en Erbil y la embajada en Bagdad.

Esa es la misma excusa que Estados Unidos utilizó cuando disparó sus cañones
navales a las montañas Chouf del Líbano hace treinta años: que los jefes
militares pro sirios del Líbano estaban poniendo en peligro la embajada
estadounidense en Beirut. Que es tan poco probable que los islamistas tomen
Erbil como que capturen Bagdad. Obama dice que tiene un “mandato” para
bombardear del gobierno iraquí de Nouri al Maliki, el elegido pero
dictatorial chiíta que ahora dirige a Irak como un Estado quebrado y
sectario. La manera en que a los occidentales les encantan los “mandatos”
desde el Tratado de Versalles de 1919, que atrajo a las fronteras de Oriente
Medio para nuestros “mandatos”, las mismas fronteras que ahora el califato
de Abu Bakr juró destruir. No hay muchas dudas acerca de la terrible e
igualmente sectaria Isis que Abu Bakr está creando.

Su amenaza a los cristianos de Irak –conviértanse, paguen impuestos o
mueran– ahora se ha vuelto contra los yazidis, la pequeña secta inofensiva
cuyas raíces persas-asirias, rituales cristianos-islámicos y perdonando a
Dios los han condenado como a los cristianos. Los kurdos étnicos, los pobres
viejos yazidis creen que Dios, cuyos siete ángeles supuestamente gobiernan
la Tierra, perdonó a Satanás: así que, inevitablemente, este antiguo pueblo
llegó a ser considerado como adoradores del diablo. De ahí que sus 130 mil
refugiados –al menos 40 mil de los cuales viven en las rocas de la montaña
en por lo menos nueve lugares alrededor del Monte Sinjar– cuentan historias
de violación, asesinato y matanza de niños a manos de los hombres de Abu
Bakr. Por desgracia, todo puede ser verdad.

Los yazidis probablemente son descendientes de los partidarios del segundo
califa omeya Yazid el Primero; su represión de Hussein, el hijo de Ali
–cuyos seguidores son ahora los chiítas de Medio Oriente–, podrían
teóricamente haber encomendado los yazidis al ejército musulmán sunnita de
Abu Bakr. Pero sus rituales mezclados y su negación del mal nunca iban a
encontrar el favor de un grupo que –como Arabia Saudita y los talibán– cree
“en la supresión del vicio y en la propagación de la virtud”. En las fallas
geológicas que se encuentran en el antiguo Kurdistán, Armenia y lo que era
la Mesopotamia, la historia les dio a los yazidis una mala mano.

Pero por ellos, y los nestorianos y otros grupos cristianos, Obama ha ido a
la guerra. Los franceses, con sus viejos espíritus de cruzados revividos, le
pidieron al Consejo de Seguridad que reflexione sobre este pogrom cristiano.
Pero la pregunta persiste: ¿Estados Unidos habría hecho lo mismo si los
refugiados pertenecientes a minorías miserables del norte de Irak hubieran
sido palestinos? ¿O la última campaña de bombardeos de Obama simplemente
proporcionará una bienvenida distracción de los campos de exterminio de
Gaza?

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