China/ un imperialismo en construcción [Pierre Rousset]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Jul 16 00:30:20 UYT 2014


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 16 de julio 2014

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A l’encontre – La Breche

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China

Un imperialismo en construcción

China no es un “país emergente”, sino una potencia emergida. No es un
“subimperialismo” que vela por el orden en su región, sino un imperialismo
“en proceso de constitución”. La nueva burguesía china quiere jugar en la
cancha de los más grandes. El éxito de su proyecto todavía no está
asegurado, ni mucho menos, pero esa ambición es la que dicta su política
internacional y regional, económica y militar.

Pierre Rousset

http://www.europe-solidaire.org/

Traducción de Viento Sur

Las nuevas “potencias emergentes” suelen agruparse bajo las siglas BRICS,
que se refieren a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Efectivamente,
estos países intentan formar un bloque en el marco internacional,
organizando “cumbres” (la 5ª tuvo lugar en Durban en 2013 y la siguiente
tiene lugar estos días en Fortaleza). Han anunciado la creación de un banco
internacional de desarrollo controlado por ellos, alternativo al Banco
Mundial. Compiten con los países imperialistas tradicionales en el acceso a
las riquezas, en especial en el continente africano. El balance de este
proyecto es de momento bastante mediocre, pero queda la tentación de
formular un “análisis crítico común” de los BRICS con el fin, en particular,
de reforzar la capacidad de “resistencia Sur-Sur y de solidaridad”
populares, oponiendo los “brics de abajo” a los “BRICS de arriba”/1.

Patrick Bond, militante destacado del movimiento altermundialista y profesor
comprometido sudafricano/2, desarrolla su análisis en un reciente artículo
publicado en Pambazuka/3. Si para los defensores “más radicales” del bloque
de los BRICS, este comprende un “potencial antiimperialista”, también
encierra “peligros mucho más importantes”: que esos Estados desempeñen
“funciones de ‘subimperialismo’, contribuyendo al mantenimiento del régimen
neoliberal”. El análisis de Bond es matizado y diferencia la situación de
los diversos países en cuestión, planteando incluso la posibilidad de que
algunos de ellos participen en conflictos “interimperialistas”, como está
haciendo Rusia en Ucrania/Crimea. Sin embargo, en todo caso aplica el
concepto de “subimperialismo” a todos los componentes del “bloque”, China
incluida.

Como señala Bond, la noción de Estados subimperialistas se remonta a muchos
años atrás: evocada en 1965 por Ruy Mauro Marini para describir el papel de
la dictadura brasileña en el hemisferio occidental, se “empleó repetidamente
en la década de 1970”. Ahí es donde la cosa empieza a no encajar: es cierto
que hoy en día siguen existiendo “subimperialismos”, pero las condiciones de
ascenso de la potencia china son tan distintas de las de los Estados de los
que se hablaba entonces que es dudoso que el mismo término permita
comprender la especificidad del caso chino. No cabe duda de que el régimen
chino actual ha contribuido a ampliar (¡y cómo!) la esfera de acumulación
del capital internacional, que se ha integrado en la globalización y la
financiarización de la economía, que ha legitimado el orden dominante
adhiriéndose a la OMC combatida por todos los movimientos sociales
progresistas y que ha entregado a las multinacionales una mano de obra
carente de derechos y explotable a voluntad (los migrantes del interior);
todo esto forma parte de la función que tienen asignada tradicionalmente los
subimperialismos. Al hacerlo, China podría haberse convertido de nuevo en un
país dominado como los demás por las potencias imperialistas tradicionales.
Esta posibilidad parecía materializarse en la década de 2000, pero la
dirección del Partido Comunista Chino (PCC) y el nuevo capitalismo
burocrático chino tomaron una decisión distinta. Contaban con la baza de la
herencia de la revolución maoísta, que había roto los lazos de dependencia
del imperialismo, cosa que no se puede decir de ningún otro miembro del
BRICS aparte de Rusia; además, a diferencia de esta última, el partido en el
poder ha sabido pilotar el proceso de transición capitalista sin solución de
continuidad, cambiando profundamente la estructura de clase de la sociedad
china/4.

Esto no significa que los demás Estados más o menos calificables de
subimperialistas (de Brasil a Arabia Saudita, pasando por Sudáfrica e
Israel) sean simples títeres en manos de Washington; pero la lógica que
sigue la política internacional de Pekín es cualitativamente diferente.
Cuando Brasil envía tropas a Haití, o India a Sri Lanka, cumplen el papel de
gendarmes regionales en defensa del orden mundial. En Asia oriental, China
ha emprendido un pulso con Japón –cosa muy distinta– y con ello desafía a EE
UU: puesto que ya es miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas y posee oficialmente el arma nuclear, reclama el pleno reconocimiento
como potencia.

Economía y estrategia

Para impulsar estas nuevas ambiciones, Pekín cuenta con una base económica
muy superior a la de Rusia, que depende en mucha mayor medida de su
capacidad militar. El peso de China en la economía global ha crecido de
forma rápida e impresionante. ¿Hasta dónde le llevará este ascenso como
potencia? Para Bruno Jetin, en este terreno sigue habiendo una gran
incertidumbre/5. En términos absolutos, China posee desde 2010 el segundo
producto interior bruto mayor del mundo, por detrás del de EE UU, pero
superando a los de Japón y Alemania. Si se mantiene la tendencia actual,
podría llegar a ocupar el primer puesto dentro de pocos años/6. Lo
importante en este terreno no es la precisión de los cálculos o pronósticos,
sino la tendencia.

China también es el segundo mercado, uno de los principales prestamistas y
la primera “fábrica” del mundo; una posición que la competencia de otros
países asiáticos de mano de obra muy barata no puede disputarle fácilmente,
pues el país posee además numerosas ventajas extrasalariales. Más difícil es
calibrar las posibilidades de la economía china de avanzar
significativamente en el ámbito de la innovación tecnológica. Gracias, una
vez más, a su independencia con respecto a los imperialismos tradicionales,
el régimen está en condiciones de negociar importantes transferencias de
tecnología, pero todavía no ha dado un salto adelante en materia de
innovaciones autóctonas radicales/7. Un escollo que la dirección del PCC
pretende superar próximamente (incluso mediante la adquisición de empresas
occidentales). China acaba de afirmar su peso en un nuevo terreno,
interviniendo en calidad de “gendarme internacional” de la competencia para
bloquear una operación multinacional (a la sazón europea) que no afectaba
directamente a ninguna de sus propias empresas: la alianza entre las líderes
mundiales del transporte marítimo Maersk (danesa), MSC (italo-suiza) y
CMA-CGM (francesa), pese a que ya contaba con el visto bueno de Bruselas y
Washington/8. La elección del sector –el transporte marítimo – para esta
intervención sorpresa no se debe al azar: China es el primer país exportador
del planeta.

La cuestión de fondo es esta: ¿es sostenible el “modelo chino” de desarrollo
capitalista? No está claro que sea capaz de resistir a la explosión de
burbujas especulativas (como en el sector inmobiliario) o a una fuerte
crisis social, a una nueva recesión mundial, al estallido de un conflicto en
Asia oriental o a graves tensiones con el capital chino multinacional. Este
modelo ha configurado una sociedad marcada por grandes desigualdades,
similar a las de numerosos países latinoamericanos y distinta de las de los
países occidentales (aunque en EE UU impera asimismo una gran desigualdad y
hay países europeos en proceso de “tercermundialización”). La corrupción
gangrena el país hasta el punto de que pone en peligro la aplicación de las
orientaciones económicas. Cada vez más familias muy ricas –incluidas las que
forman parte de las altas esferas del régimen– se lanzan a la especulación y
utilizan los paraísos fiscales para evitar los controles oficiales. La
coherencia del “capitalismo burocrático” está siendo cuestionada por el
ascenso de capitalistas privados y minada desde dentro por el individualismo
de los “príncipes rojos”, hijos de los jerarcas del partido. Ahora bien, es
justamente este núcleo central de la clase dominante actual el que pilota el
proyecto estratégico de constitución del nuevo imperialismo, el que le da su
fuerza; si se quiebra, ¿cómo se llevará a cabo la reconversión?

Dicho esto, hoy por hoy la política económica internacional china no solo
persigue obtener beneficios, sino también sentar las bases que requiere una
superpotencia. En lo tocante a las materias primas, China carece de casi
todo, o carecerá en el futuro; compra masivamente tierras agrícolas y
yacimientos (petróleo, gas, metales raros…) en todo el mundo y adquiere el
control de empresas multinacionales/9; se asegura la capacidad de intervenir
directamente en la producción de esas empresas mediante el nombramiento de
sus gerentes, aunque también exportando mano de obra china (África…) o
reclutando preferentemente a nacionales del país que hablan chino
(Vietnam…). Paralelamente, intenta asegurar las vías de comunicación
intercontinentales adquiriendo puertos/10 o aeropuertos, invirtiendo en la
marina mercante y desplegando progresivamente su flota militar con motivo,
en particular, de operaciones contra la piratería en alta mar.

Adquisición de deudas soberanas o de entidades bancarias, diversificación de
sus reservas de cambio, creación de cajas de compensación en yuanes en
Londres, Fráncfort y Singapur, y próximamente en París… China refuerza su
posición en las finanzas internacionales después de hacer un uso eficaz de
Hongkong con el mismo fin. En octubre de 2013, el yuan chino sustituyó al
euro como segunda divisa en la financiación del comercio internacional a
pesar de no ser todavía completamente convertible/11. Es verdad que en el
conjunto de las transacciones financieras internacionales el yuan aún no es
más que la séptima moneda del mundo en importancia (situándose muy por
detrás del euro) y que la supremacía del dólar no está en entredicho, pero
Pekín puede beneficiarse de las inquietudes provocadas por la manera en que
EE UU exige un derecho de inspección de las cuentas en dólares en el mundo
entero e impone su normativa fuera de sus fronteras con respecto a cualquier
transacción comercial pagadera en su moneda, como ilustra el asunto BNP
Paribas, literalmente colocado bajo tutela/12. En estas condiciones está
claro que se reforzará la búsqueda de divisas alternativas.

China también gana puntos en otro sector dominado por los imperialismos
tradicionales. Según el último informe del Sipri (Instituto Internacional de
Investigación sobre la Paz de Estocolmo), por primera vez desde el final de
la guerra fría, China se sitúa entre los cinco mayores países exportadores
de armas, un quinteto que hasta ahora no incluía más que a EE UU y países
europeos/13. Con el 6 % de las ventas, alcanza el cuarto puesto, justo por
detrás de Alemania (7 %), superando a Francia (5 %) y al Reino Unido (4 %),
que queda relegado al sexto puesto/14.

El conflicto marítimo en Asia oriental

Es en Asia oriental donde las tensiones entre China, los países vecinos y EE
UU son más agudas. Esto no es nuevo: Washington desplegó en la región
fuertes dispositivos para contener la ola de revoluciones iniciada en la
época de la segunda guerra mundial. Tras la conquista del poder por las
fuerzas maoístas en 1949, tejieron toda una red de bases militares alrededor
de China, desde Corea del Sur hasta Tailandia, pasando por Japón (Okinawa) y
Filipinas. El estallido del conflicto chino-soviético, cuando Moscú firmó un
acuerdo nuclear con Washington a espaldas de China, reforzó el síndrome de
asedio en Pekín. Lo que ha cambiado, en revancha, es la naturaleza social
del Estado chino y, al mismo tiempo, la política que aplica para romper la
amenaza de aislamiento físico que cree que se cierne sobre el país/15.

Esta política tiene actualmente una vertiente económica asociada a la
exportación masiva de capital, que es uno de los marcadores de la aparición
de un nuevo capitalismo chino arrasador, y a la proliferación de relaciones
comerciales. Pekín crea una doble dependencia en países de la región: por la
importancia del mercado chino para sus economías y por el crecimiento de sus
inversiones en un buen número de países vecinos. Así, el PCC ya no se lo
piensa dos veces a la hora de pasar por encima del régimen norcoreano para
reforzar directamente sus relaciones con Corea del Sur. Pekín seduce con la
oferta de una pax sinica que permitiría sancionar esas relaciones de
dependencia económica, si bien esta política también suscita crecientes
resistencias sociales y nacionales en los lugares en que las poblaciones son
víctimas del dumping comercial y del comercio transfronterizo desigual
(Tailandia…), se sienten amenazadas por gigantescas obras de infraestructura
como las grandes presas (proyecto abortado en Vietnam, suspendido en
Birmania…), sufren unas condiciones laborales excesivamente draconianas en
empresas de capital chino (Vietnam…) o son expulsadas de sus tierras
adquiridas por China (Filipinas…).

La implosión de la URSS y el fin del llamado periodo de guerra fría entre
bloques ha desestabilizado en gran medida la situación geopolítica de Asia
oriental, donde existen numerosos “puntos calientes”, es decir, crisis no
resueltas que supuran desde hace décadas. En este contexto, Pekín pretende
imponerse como un agente imprescindible en las maniobras diplomáticas
internacionales. Este fue el caso, evidentemente, de la península coreana,
pero ahora China también está presente en el tablero afgano. Esta resuelta
política regional cuenta asimismo con una vertiente militar y territorial
muy agresiva, que subraya hasta qué punto la pax sinica se caracterizaría
por una gran desigualdad. Para nutrir un nacionalismo de gran potencia capaz
de llenar el vacío ideológico que dejó la crisis del maoísmo, para dar
legitimidad al régimen, para apropiarse de las riquezas marinas y también
para asegurarse el acceso de su flota al océano Pacífico y a los estrechos
del sudeste asiático, Pekín ha declarado suya casi la totalidad del mar de
China (nombre que evidentemente rechazan los demás países ribereños). Se
arroga derechos que en principio solo son aplicables a un mar interior y no
a un eje de la navegación internacional. Impone de hecho sus
reivindicaciones construyendo diversas estructuras militares en
archipiélagos deshabitados, islotes, peñones y arrecifes que reclaman o
poseen otros países de la región; anima a sus pescadores a faenar en todas
partes bajo la protección de sus guardacostas y emprende sondeos petroleros
con la instalación, el pasado 2 de mayo, de una plataforma de perforación
ante la costa vietnamita.

En contra de la opinión de Vietnam, Malasia, Brunei y Filipinas, Taiwán y
Japón, Pekín toma posesión o reivindica la totalidad de las islas Paracelso
y Spratley, del atolón de Scarborough y de las islas Senkaku/Diaoyu, y
extiende sus propias aguas territoriales de tal manera que a los demás
países del sudeste asiático no les queda más que una parte diminuta. Han
surgido puntos de fricción militar en el oeste con Vietnam y en el este con
Japón. Si en el primer caso se han producido incidentes muy violentos, en el
segundo una escalada “controlada” está haciendo sonar todas las alarmas
desde que Tokio “nacionalizara”, en septiembre de 2012, las islas
Senkaku/Diaoyu/16, hasta el punto de que el pasado mes de noviembre China
proclamó una zona de identificación aérea que engloba este pequeño
archipiélago.

Ninguna potencia quiere iniciar actualmente una guerra abierta en Asia
oriental, pero de provocación en contraprovocación no cabe descartar
posibles resbalones. No olvidemos que se trata de la región más nuclearizada
del planeta, donde se encuentran cara a cara, como ilustra la crisis
coreana, China, Rusia, EE UU y Japón, y de una región marcada asimismo por
el ascenso de nacionalismos xenófobos y la militarización marítima (donde
maniobran la primera, la tercera y la cuarta flota del mundo). EE UU no cesa
de anunciar su gran retorno a Asia y la derecha nipona quiere anular las
cláusulas pacifistas de su constitución: a pesar de la oposición de la
mayoría de la población, el parlamento japonés acaba de adoptar una nueva
“interpretación” de esta constitución para facilitar la participación de su
ejército en operaciones exteriores…/17.

El fin de los bloques provocado por el hundimiento de la URSS y
globalización capitalista han creado una situación de gran inestabilidad y
no solo de interdependencia (EE UU depende de los capitales chinos y China
del mercado estadounidense). Washington no puede cumplir a solas el papel de
gendarme del mundo y unos cuantos “subimperialismos” regionales no bastan
para ayudarle: le harían falta imperialismos aliados, aunque fueran
“secundarios”; sin embargo, la Unión Europea brilla por su impotencia y
Japón todavía no está en condiciones de levantar el vuelo por sí solo. Pekín
aprovecha hoy por hoy este vacío, tanto en el plano militar como económico.
No obstante, si prosigue la constitución del nuevo imperialismo chino (cosa
que no está asegurada) sin que se produzca una crisis importante del
régimen, no cabe duda de que vendrá acompañada de un aumento de las
tensiones geopolíticas.

Está claro que Asia oriental no es la única región del mundo marcada por la
inestabilidad y la proliferación de conflictos armados: Oriente Medio sigue
siendo desde este punto de vista la región de lejos más “caliente”. Sin
embargo, en Asia la confrontación entre todas las grandes potencias es más
directa.

Notas

1/ Patrick Bond, Which way forward for the BRICS in Africa, a year after the
Durban summit?, Pambazuka n° 673: http://pambazuka.org/en/category/fe...

2/ Universidad de KwaZulu-Natal.

3/ Patrick Bond, BRICS and the tendency to sub-imperialism, Pambazuka n°
673: http://pambazuka.org/en/category/fe...

4/ Véase sobre este proceso Pierre Rousset, D’où surgit le nouveau
capitalisme chinois ? “Bourgeoisification” de la bureaucratie et
mondialisation, ESSF (artículo 31179):
http://www.europe-solidaire.org/spi...

5/ Véase Bruno Jetin, China: unavoidable rise or possible decline? en: Au
Loong Yu, China’s Rise : Strength and Fragility, Merlin Press: Reino Unido
2013. Gran parte de los datos que siguen están sacados de este capítulo.
Para una crónica del ascenso del capitalismo chino en la arena
internacional, véase asimismo, en la misma obra, el capítulo de Au Loong Yu,
China Going Global.

6/ Según los cálculos del FMI, basados en datos de fiabilidad discutible,
como los tipos de cambio.

7/ En el sector del automóvil… http://www.autoactu.com/les-dangers...

8/ Denis Cosnard, Le Monde, 19 de junio de 2014.

9/ Es el caso, por ejemplo, del sector lácteo desde 2010, con adquisiciones
de capital por parte de gigantes agroalimentarios controlados por el
gobierno chino como Brigth Food: Nueva Zelanda fue el primer objetivo (no en
vano este país es el primer exportador mundial de productos lácteos), y
ofensivas en EE UU o en Europa y, últimamente, en Israel. Se trata tanto de
asegurar la importación de productos, ingredientes o tecnologías en un
sector muy sensible tras los repetidos escándalos sanitarios que afectaron
en particular a la leche en polvo para bebés. En el sector cárnico está en
marcha un proceso similar, con la compra por parte de WH Group, en 2013, de
la empresa procesadora de porcino Smithfield; este es el grupo
estadounidense más grande adquirido hasta la fecha por el capital chino.

10/ No hace mucho, el primer ministro chino acudió a Atenas para negociar,
en particular, la ampliación de su participación en el puerto de Pireo, que
el gobierno griego ha puesto en venta.

11/ Isabelle Chaperon, Le Monde, 29-30 de junio de 2014.

12/ El gran banco francés BNP Paribas ha sido condenado a una multa récord
de 9.000 millones de dólares (entre otras sanciones) por haber comerciado en
la divisa estadounidense con países sometidos al embargo de EE UU, pese a
que tales operaciones se llevaron a cabo en Suiza. El caso es que toda
transacción en dólares debe quedar registrada en un banco situado en EE UU,
lo que permite la fiscalización por parte de la justicia estadounidense.

13/ http://www.sipri.org/yearbook/2013/...

14/ http://books.sipri.org/product_info... Los dos principales países
exportadores son, claro está, EE UU (29 %) y Rusia (27 %).

15/ En este marco no es posible entrar en detalles sobre la historia de la
compleja política asiática de Pekín en la época maoísta.

16/ Pierre Rousset, ESSF (article 26587), Asie du Nord-Est: bruits de bottes
pour une poignée d’îlots inhabités.

17/ Este artículo se centra en el ascenso de la potencia china. Para tratar
la situación geopolítica en Asia oriental habría que desarrollar el papel
propio de los imperialismos “tradicionales”, EE UU y Japón.

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