Brasil/ ¿la Copa por la culata? [Mario Osava]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Jun 6 22:51:27 UYT 2014


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 6 de junio 2014

germain5 en chasque.net

A l’encontre – La Breche

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Brasil

¿La Copa por la culata?

“Era un buen negocio” cuando se tomó la decisión, pero la situación cambió.
La explicación para la compra de una refinería estadounidense en 2006, uno
de los escándalos petroleros que atormentan el gobierno de Brasil, sirve
también para la Copa Mundial de la FIFA.

Mario Osava

IPS, Río de Janeiro, 6-6-2014

http://www.ipsnoticias.net/

En 2007, la elección de Brasil como sede de la Copa 2014 de la FIFA
(Federación Internacional de Fútbol Asociado) generó euforia nacional. El
megaevento coronaría el ascenso económico de esta potencia emergente que ha
sido más veces campeón mundial de fútbol, con cinco triunfos en sus 18
ediciones.

Ahora, en lugar de fiestas de bienvenida al torneo que se desarrollará entre
el día 12 de este mes y el 13 de julio, pululan protestas que paralizan
metrópolis, huelgas por aumentos de salarios, denuncias de corrupción y de
derechos violados en las obras para el Mundial.

En Río de Janeiro, escasas calles adornadas de verde y amarillo, los colores
de la selección nacional, contrastan con las masivas movilizaciones de otros
mundiales. El entusiasmo bajó justo cuando Brasil es anfitrión del mayor
acontecimiento deportivo del mundo.

La indignación de los brasileños irrumpió en junio de 2013, con sorpresivas
y violentas protestas contra los malos servicios de salud y educación, el
caos urbano, la corrupción y los gastos de la Copa.

Temiendo nuevos actos callejeros, el gobierno ordenó el despliegue de
157.000 militares y policías, para la seguridad de los partidos que se
desarrollarán en 12 ciudades de este país de dimensiones continentales y
casi 200 millones de personas.

Pero la desafección futbolística “es una tendencia que viene de las tres
últimas Copas”, observó Paulo Santos, peluquero desde hace 40 años en un
barrio tradicional de Rio de Janeiro, que escucha la opinión de centenares
de clientes, en una encuesta informal permanente.

La Copa en casa debía reavivar la pasión de los aficionados. “Hacen la
fiesta con dinero ajeno, el nuestro”, resumió Santos, corroborando la
percepción generalizada de corrupción, despilfarro de recursos públicos y
codicia de la FIFA.

Los sondeos también captaron la desmovilización. En febrero, solo 52 por
ciento de los entrevistados por el instituto Datafolha eran favorables a
organizar la Copa, frente a 79 por ciento en 2008.

La encuesta más reciente, limitada a la sureña ciudad de São Paulo, apuntó
45 por ciento de los entrevistados a favor y 43 por ciento en contra. El
resto se dijo indiferente. Peor es que una abrumadora mayoría, 76 por
ciento, consideró al país no preparado para acoger el maratón de 64 partidos
entre 32 selecciones nacionales.

Muchos de los proyectos previstos, especialmente de movilidad urbana, no se
cumplieron o quedaron incompletos. Algunos de los 12 estadios tuvieron su
construcción o reforma concluida a última hora, sin algunos acabados y sin
pruebas. La mitad carece de conexión inalámbrica a Internet.

Atrasar obras es una tradición en Brasil. Ocurrió igual en la primera Copa
Mundial disputada en Brasi en 1950. El principal estadio, el carioca de
Maracanã, se inauguró días antes, entre el fango y los desechos de la obra.

Era el mayor estadio del mundo. Diseñado para 155.250 espectadores, se
estima que acogió a más de 200.000 en el partido final. Ahora, reformado y
lujoso, puede recibir solo 74.689 personas.

La megalomanía actual es distinta. Brasil está enredado desde la década
pasada en la construcción de numerosas hidroeléctricas, ferrocarriles,
puertos y carreteras, en un intento de superar el déficit de infraestructura
acumulado en las dos décadas perdidas precedentes.

La mayoría de los grandes proyectos lleva años de atraso. El principal
ferrocarril, un eje norte-sur de 4.155 kilómetros, está en construcción hace
27 años, con un tercio de rieles instalados.

A ese rezago se sumaron las obras de la Copa en 12 ciudades y de los Juegos
Olímpicos de 2016 en Rio de Janeiro, que no admiten aplazamientos.

La presión del plazo pudo ser un factor de los accidentes, que causaron la
muerte de nueve obreros en los estadios de la Copa, siete de ellos empleados
de empresas subcontratadas.

La multiplicación y la concentración de trabajadores en grandes obras
diseminadas por el país empoderó a los obreros de la construcción. Tras
numerosas huelgas, obtuvieron aumentos salariales y beneficios como visitas
familiares más frecuentes para los alejados del hogar.

Pero las condiciones de seguridad siguen precarias y los accidentes se
repiten, casi siempre por falta de medidas de protección colectiva, como las
ambientales y andamiajes seguros, señaló Vitor Filgueiras, economista que
investiga el tema en su postdoctorado.

La tercerización, “una forma de transferir riesgos”, agrava el cuadro de
trabajo inseguro e incluso análogo al de la esclavitud, arguyó.

La Copa fue foco común de todas las protestas y huelgas recientes, de
estudiantes, profesores y conductores de autobuses. Pero el apoyo popular a
las marchas y batallas callejeras decayó notablemente, según las encuestas,
para suerte del gobierno de Dilma Rousseff.

Hace un año, 54 por ciento de los entrevistados por el Instituto Vox Populi
aprobaban las protestas, ahora solo 18 por ciento. Eso disminuye el riesgo
de actos masivos, pero grupos de decenas de activistas paralizan actualmente
ciudades, en una especie de guerrilla favorecida por la congestión urbana
permanente.

Además las elecciones presidenciales y legislativas de octubre politizan el
fútbol. La Copa y el gobierno están vinculados para la opinión pública. Un
fracaso brasileño, en los estadios o en la organización, fabricaría votos
opositores.

La presidenta sigue como favorita a la reelección, pero el fútbol ganó peso
electoral, sumándose a otras iniciativas gubernamentales que también
parecían buenas cuando se adoptaron, y ahora ya no.

Por ejemplo, la compra de la refinería de Pasadena, en Estados Unidos,
impulsaría la expansión internacional de la petrolera estatal Petrobras y le
permitiría refinar su crudo pesado.

Pero la adquisición costó el triple del contrato inicial de 360 millones de
dólares y perdió importancia porque Brasil aumentó su producción de petróleo
liviano. El caso está bajo investigación de órganos de control y amplificó
otros escándalos de Petrobras.

Medidas para abaratar la electricidad en 2012 y beneficiar a la industria y
a la población, también se revelaron un desastre. Estimuló el consumo cuando
una prolongada sequía redujo la generación hidroeléctrica, desencadenando
una crisis energética, con amenaza de apagones.

El descontento, fomentado asimismo por inflación elevada y bajo dinamismo
económico, contagió la Copa, ya afectada por factores propios. Las
exigencias de la FIFA crearon “un estado de excepción”, escribió Lygia
Cavalcanti, una jueza del Trabajo, en la revista de la Asociación Jueces
para la Democracia.

Brasil aceptó “la suspensión temporal” de su ordenamiento jurídico para
acoger el Mundial, explicó.

Se prohibió el comercio en dos kilómetros alrededor de los estadios, se
desplazaron residentes y se recurre al trabajo de 18.000 voluntarios, cuando
la ley solo admite el voluntariado para instituciones culturales, cívicas o
asistenciales, sin fines de lucro.

Además, la FIFA logró registrar excepcionalmente como sus marcas exclusivas,
durante este año, cerca de 200 palabras, expresiones y símbolos de uso
común. Muchos nombres con el número de este año, como “Brasil 2014” o “Natal
2014”, solo pueden emplearse comercialmente pagando derechos a la FIFA.

La excesiva mercantilización llevó a la FIFA a cobrar 28.000 reales (12.500
dólares) de la Asociación Recreativa y Cultural del Alzirão, que desde 1978
promueve una fiesta callejera en Rio de Janeiro, exhibiendo en una
gigantesca pantalla los partidos de la selección brasileña en la Copa.

Alzirão debería pagar por derechos de imagen, ya que su evento se convirtió
en un espectáculo con más de 30.000 personas diarias. Un pedido del alcalde
Eduardo Paes convenció a la FIFA de eximir la celebración sin fines
lucrativos, informó Ricardo Ferreira, presidente de la Asociación.

La movilización para la Copa “estuvo tibia, pero empieza a calentarse”,
evaluó Ferreira en vísperas del comienzo del torneo. Un triunfo de Brasil en
el partido inaugural en el Arena Corinthians de São Paulo podrá alentar la
población y restablecer la alegría del fútbol, sostuvo.

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