China/ Tiananmen 1989: la represión del "Movimiento del 4 de Junio" [Pierre Rousset]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Jun 10 13:23:26 UYT 2014


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 10 de junio 2014

germain5 en chasque.net

A l’encontre – La Breche

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China

25 años de Tiananmen

La represión del “Movimiento del 4 de Junio” de 1989

Pierre Rousset

Europe Solidaire

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Traducción de Viento Sur

El 4 de junio de 1989, el ejército sofocó a sangre y fuego el movimiento de
contestación más importante que conociera China tras el inicio de las
reformas posmaoístas una década antes. La represión de este movimiento –en
Pekín y en provincias–, que comenzó con la ocupación de la plaza
Tiananmen/1, asestó un golpe tremendo a las resistencias sociales y
democráticas, despejando la vía a una verdadera contrarrevolución burguesa.
Así, en 1992, el hombre fuerte del Partido Comunista Chino (PCC)/2, Deng
Xiaoping, con motivo de un viaje al sur del país, pudo pronunciar un
discurso que se haría famoso en el que marcó el rumbo de una transición
acelerada a un nuevo capitalismo (denominado “socialismo de mercado con
características chinas”).

En 1989, la amplitud y el radicalismo de las protestas y la importancia
política de las luchas simbolizadas por la ocupación de la plaza Tiananmen
eran evidentes, y la represión sangrienta que se abatió sobre sus
protagonistas provocaron una profunda onda de choque a nivel internacional.
En cambio, no ocurrió lo mismo en lo concerniente a su significado
histórico: la burocracia china pretendía dar a luz a una nueva burguesía, un
nuevo capitalismo, y esta transformación solo podía tener lugar bajo un
régimen autoritario, ya que implicaba una verdadera explosión de las
desigualdades sociales. Sin embargo, el retorno al poder de Deng Xiaoping,
una decena de años antes, había alimentado grandes expectativas
democráticas. No en vano él mismo había sido uno de los principales
dirigentes del PCC que fueron víctimas del régimen hiperburocrático
instaurado tras la Revolución Cultural de 1966-1969. Había anunciado la
“modernización” del país y emprendido reformas que en muchos casos fueron
acogidas favorablemente, particularmente entre los campesinos y los
intelectuales.

Sin embargo, cuando Deng Xiaoping promovió las “cuatro modernizaciones”
(agricultura, industria, defensa nacional, ciencias y técnicas), dejó en el
tintero la “quinta modernización”: la democracia, incluido el derecho a
crear otros partidos al margen del PCC. Y eso que ya la había reclamado en
1978-1979 el disidente Wei Jingsheng –ex guardia rojo de la Revolución
Cultural– en un mural colocado en el Muro de la Democracia en Pekín. Por
tanto, la ocupación de la plaza Tiananmen en 1989 no fue un acto caído del
cielo, sino el fruto de toda una sucesión de luchas. Tras la primera
Primavera de Pekín (1978-1979), en 1983, 1985 y 1986-1987 hubo importantes
movilizaciones estudiantiles (y sociales), que denunciaron en particular la
inseguridad reinante en los campus, la falta de salidas profesionales y el
favoritismo del que se beneficiaban los jóvenes cuyos padres eran miembros
del PCC. Hubo peticiones reclamando la puesta en libertad de los presos
políticos. Además de las reformas políticas, esos movimientos reivindicaban
la libertad de asociación (en particular la creación de sindicatos
estudiantiles independientes) y la transparencia, en particular con respecto
al tren de vida de los dirigentes y sus familias.

A medida que pasaron los años, Deng aparece cada vez menos renovador,
especialmente en el ámbito de la apertura política. Otros dirigentes del
PCC, considerados más reformistas, son apartados del poder, como en el caso
de Hu Yaobang en 1987, sospechoso de haber apoyado las reivindicaciones
democráticas de los estudiantes. Su muerte (natural) el 15 de abril de 1989
será el detonador de una inmensa movilización de protesta. Ese día, y más
tarde, el 16 y el 17 de junio, se producen manifestaciones en la plaza
Tiananmen. El día 18, varios miles de estudiantes organizan una sentada
delante del Gran Palacio del Pueblo (donde se reúne el parlamento nacional).
La ocupación se ha puesto en marcha y en los campus aparecen carteles con
críticas virulentas a Deng Xiaoping. El movimiento se extiende. Se trata de
un movimiento de composición social diversa y que incluye a estudiantes,
profesores universitarios, intelectuales, vecinos de las barriadas, clase
media baja urbana y obreros, aunque son sobre todo los estudiantes los que
llevan la voz cantante en la ocupación de la plaza Tiananmen, donde
establecen su cuartel general.

Del 15 de abril a la masacre del 4 de junio

En la víspera del funeral oficial de Hu Yaobang, en la noche del 21 al 22 de
abril, unas 100.000 personas –en su mayoría estudiantes– invaden la plaza
Tiananmen antes de que la policía les impida el acceso. Se concentran
delante del monumento a los héroes del pueblo y una delegación solicita
asistir a los obsequios. En Pekín, estas concentraciones son pacíficas. El
día 22 se producen choques violentos en la provincia, concretamente en Xi’an
y Changsha. La censura actúa en Shanghai, donde una publicación pretendía
reclamar la revisión de la expulsión de Hu. El 26 de abril, el Diario del
Pueblo denuncia las “alteraciones del orden público” y queda prohibida toda
nueva manifestación. Sin embargo, la censura todavía no se ha generalizado;
en general, los medios chinos pueden hablar de los acontecimientos. El país
está informado.

El movimiento se extiende y se radicaliza. Los estudiantes movilizados crean
su propia asociación autónoma. Tiene lugar una primera gran manifestación en
Pekín, cifrada en 50.000 o 70.000 asistentes, según el caso. En la provincia
entran en lucha los obreros, que denuncian asimismo la corrupción y el lujo
en que viven los dirigentes del PCC, además de la inflación y el paro. Se
producen manifestaciones en un número creciente de ciudades (¿más de 400?)
como Chongqing, Shanghai o Urumqi (región autónoma uigur), Mongolia
Interior, Hongkong, Taiwán, los emigrados en Europe y en EE UU. Después de
las facultades universitarias, el boicot a las clases se propaga en los
institutos. Vecinos y estudiantes de provincias “suben” a Pekín para
participar en la ocupación de la plaza Tiananmen. A veces se oye cantar la
Internacional.

Los días 12 y 13 de mayo, el verdadero punto de inflexión de la lucha, unos
estudiantes inician una huelga de hambre indefinida que acaba juntando a
unos 1.000 o 2.000 ayunadores. La iniciativa despierta una enorme simpatía
popular: sobre todo en Pekín, buena parte de la población muestra su apoyo.
Acuden a la plaza numerosos cortejos para manifestar su solidaridad:
estudiantes, obreros, administrativos y en ocasiones incluso policías y
otros miembros de los servicios de seguridad. De este modo, un día tras otro
se juntan centenares de miles de personas en la plaza. Numerosas
organizaciones políticas y civiles manifiestan asimismo su simpatía. La Cruz
Roja china moviliza una parte importante de su personal para prestar
asistencia médica a los huelguistas de hambre. Se entablan negociaciones con
las autoridades de las que informan los medios de comunicación. Sin embargo,
reina la confusión: el movimiento carece de dirección central y de un
programa definido colectivamente; la indecisión, por otro lado, también se
ha instalado en la cúpula del Partido y del Estado.

El clima político parecía abrirse bastante en aquella primavera de 1989. Los
y las manifestantes sabían que podían contar con apoyos en la propia
dirección del PCC, en particular de Zhao Ziyang, que por entonces era
secretario general del Partido. Este fue probablemente uno de los factores
que permitieron que la ocupación de la plaza Tiananmen durara tanto tiempo
–del 15/17 de abril al 4 de junio de 1989– y que explican que se repitieran
las tentativas de negociación con el poder. El 19 de mayo, Zhao Ziyang acude
a la plaza Tiananmen para hablar directamente con los huelguistas de hambre.
Les exhorta a abandonar la huelga y promete que el gobierno negociará
seriamente sobre las exigencias del movimiento: “No os diré más que esto: si
dejáis la huelga de hambre, el gobierno no lo aprovechará para poner fin al
diálogo, desde luego”. Parece que se impone su postura y la opinión espera
un desenlace feliz de la crisis. Sin embargo, Zhao queda en minoría en el
seno del aparato: Deng Xiaoping se inclina por quienes defienden una
represión frontal, como el primer ministro Li Peng.

El 20 de mayo se declara la ley marcial. Nueve altos cargos del ejército se
oponen, pero no sirve de nada. El general Xu Qinxian, comandante del 38º
cuerpo de élite, detenido por negarse a obedecer las órdenes, tendrá que
responder ante un tribunal militar. Altos dirigentes del PCC favorables al
movimiento son despedidos y puestos bajo arresto domiciliario. Es el caso de
Zhao Ziyang, que permanecerá en esta situación durante los 15 años
siguientes; cuando muere en 2005, no tendrá derecho a un funeral oficial/3.
No obstante, policías y militares acantonados en Pekín se muestran incapaces
de poner fin a la ocupación de la plaza Tiananmen o incluso simpatizan con
los manifestantes. Surgen discrepancias en el seno del ejército. Bajo la
presión popular, varios cuarteles del extrarradio abandonan el lugar. El
poder ordena entonces el traslado a la capital de tropas provinciales: unos
200.000 soldados de 22 divisiones de 13 cuerpos de ejército.

Los pekineses montan barricadas en los cruces de calles, bloquean
carreteras, queman autobuses, oponen muros humanos a los soldados. Equipos
de jóvenes en motocicleta aseguran el enlace entre los barrios. La
resistencia es fundamentalmente pacífica y practica la no violencia activa,
pero los vecinos arrojan a veces piedras contra los soldados, incluso
algunos cócteles mólotov. Una columna de vehículos militares es pasto de las
llamas. Los soldados responden con fuego real, los blindados disparan. Los
combates prosiguen en las calles que rodean la plaza, algunos oficiales son
sacados de los blindados y apaleados o incluso matados. Conductores de
rickshaw (triciclos) socorren a los heridos.

En la noche del 3 al 4 de junio se presenta un ultimátum a los manifestantes
de la plaza de Tiananmen (son todavía algunos miles). Los dirigentes
estudiantiles no se ponen de acuerdo sobre la respuesta a dar y someten la
cuestión o votación: abandonar la plaza o quedarse y cargar con las
consecuencias. La mayoría rechaza el ultimátum: los estudiantes presentes
dan muestras de gran valor. Las fuerzas armadas invaden la plaza, pero dejan
que la mayor parte de los manifestantes se vayan sanos y salvos. En cambio,
parece que hubo muchas víctimas en los alrededores, con numerosos muertos en
las avenidas que rodean la plaza y en los barrios periféricos de Pekín. Son
en su mayoría obreros o laobaixing (gente corriente)/4.

La represión de Tiananmen dio pie a un violento sometimiento del mundo
laboral y de los sectores populares urbanos. Especialmente en Pekín, una
parte de la población trabajadora se sublevó y comenzó a articular sus
propias reivindicaciones: una verdadera pesadilla para la dirección del PCC.
El aparato de Estado se agrietaba bajo la presión de los acontecimientos y
de las divergencias en el seno del partido. La dirección china sufría el
síndrome polaco de Solidarnosc. Tras la ola represiva desatada en Pekín, las
manifestaciones prosiguieron durante varios días en un buen número de
centros urbanos del país, donde una parte de la población levanta enseñas de
color negro en señal de protesta. Sin embargo, el gobierno recupera bastante
pronto el control y destituye a los funcionarios que favorecieron o
toleraron las manifestaciones. Es difícil saber cuántas personas murieron en
el conjunto del país; probablemente fueron varios miles.

Un movimiento de composición social diversa

De un modo bastante clásico en la República Popular China (RPC), en 1989
hubo una interrelación bastante estrecha entre las luchas fraccionales en la
cúspide del partido (y la manera en que las percibe la población) y la
irrupción de un movimiento de gran amplitud que expresaba la gravedad de las
tensiones sociales cuyo alcance sobrepasaba de lejos los asuntos políticos
inmediatos. Los temas que catalizaron la unidad de las movilizaciones
también eran clásicos. En primer lugar, la denuncia de la corrupción, del
nepotismo y de los privilegios que se conceden los dirigentes (una cuestión
recurrente que aparece una y otra vez en la historia de la RPC). En segundo
lugar, la exigencia democrática, esa “quinta modernización” que había sido
la bandera del Movimiento Democrático Chino una década antes y cuyos
precedentes se remontan a 1957, con el Movimiento de las Cien Flores.
Finalmente, una reacción contra el aumento de las desigualdades, contra la
creciente erosión de la situación de los obreros en las empresas públicas y
el refuerzo del poder de los directores, y contra la falta de reconocimiento
y de salidas para los estudantes licenciados.

No obstante, el contexto ha cambiado. Lo que está confusamente en tela de
juicio es la naturaleza de la “modernización” en curso, y no el retorno al
orden maoísta anterior, que sigue estando muy desacreditado. El caso de los
intelectuales es sintomático: pasaron a situarse en lo más bajo de la
jerarquía oficial de las clases sociales tras la revolución de 1949 y fueron
víctimas propiciatorias con ocasión de las violentas luchas fraccionales en
que acabó la Revolución Cultural de los años sesenta. Sufrieron
terriblemente. En su gran mayoría, los intelectuales rechazaban entonces,
sin más, el marxismo. Contemplaban de un modo muy acrítico, incluso ingenuo,
la ideología neoliberal dominante en el mundo. Pregonaban la instauración de
una economía de mercado, apoyaron a Deng Xiaoping y sobre todo no deseaban
un “retorno al pasado”; sin embargo, se daban cuenta de que el
“enriquecimiento de todos” que había prometido Deng se había convertido en
un “sobreenriquecimiento de algunos” y de que la mayoría de ellos no serían
los predilectos del nuevo régimen. Los profesores universitarios, a su vez,
consideraban que su paga era insuficiente. Muchos intelectuales se vieron
influidos por la política de Glasnost (transparencia) implantada en la URSS
por Mijaíl Gorbachov.

De hecho, en relación con las políticas alternativas, existían importantes
divergencias políticas que dividían a los distintos componentes sociales del
movimiento. Durante la segunda mitad de la década de 1980, la inflación y el
paro comenzaron a golpear a los asalariados. Sin ser necesariamente
“maoístas”, numerosos trabajadores aspiraban a recuperar las protecciones
sociales de antaño. En revancha, los intelectuales querían que se aceleraran
las reformas: no podían hablar en nombre de toda la sociedad “de abajo” si
aspiraban a su vez a formar parte de la sociedad “de arriba”. Asimismo,
numerosos estudiantes confiaban en Zhao Ziyang, opuesto a la represión,
mientras que los militantes obreros no olvidaban que era un ferviente
defensor de las reformas que les perjudicaban.

En Tiananmen, los obreros se reagrupan en su propio “sector”, que solo podrá
establecerse bastante tarde en el centro de la plaza debido a las
reticencias de la dirección estudiantil. Camiones enteros de grupos de
trabajadores de las empresas públicas acuden a manifestar su apoyo al
movimiento, aunque sin avanzar sus propias reivindicaciones. Sin embargo, se
constituye una Asociación Autónoma de los Trabajadores de Pekín,
independiente de los sindicatos oficiales, a la que se suma, al calor de los
acontecimientos, Han Dongfan, quien más tarde impulsará la publicación del
China Labour Bulletin. Se constituye a mediados de abril, cuando comienza la
ocupación de la plaza, donde sus miembros mantienen un puesto, pero no
poclama sus exigencias hasta los días 18 y 19 de mayo, en vísperas de la ley
marcial/5. En provincias aparecen otras organizaciones autónomas de
trabajadores. La Federación de Sindicatos de China, que está estrictamente
subordinada al PCC, también se verá afectada por los acontecimientos y
presionada por la base. Llegó a dar dinero para los huelguistas de hambre y
en su seno hubo numerosos debates sobre la eventual participación en la
huelga. La decisión de hacerlo no caía por su propio peso, no solo para los
cuadros sindicales, sino también para los trabajadores de base.

Hay muchos ejemplos de contactos establecidos entre estudiantes y
trabajadores, bien en los lugares de movilización como la plaza Tiananmen,
bien a las puertas de las empresas. Sin embargo, estas relaciones no
llegaron a estabilizarse. Con el mal recuerdo de la Revolución Cultural, los
obreros dudaban en dejarse embarcar en una aventura. En cuanto a los
estudiantes, mayoritariamente vivían una revuelta espontánea, generacional,
contra una cultura dictatorial y sus injusticias. Más allá de la aspiración
a rebelarse “todos a una”, raras eran las personas que contemplaban desde
una perspectiva estratégica la cuestión de las relaciones con el mundo del
trabajo. En muchos sitios, sin embargo, grupos de obreros emprendieron su
propia lucha, pero para calibrar sus dimensiones es preciso dilucidar lo que
ocurrió en la provincia, más allá de la plaza Tiananmen y de Pekín. Por
desgracia, y a diferencia del pasado, no obtuvieron el apoyo de una
intelectualidad progresista, inexistente en aquel entonces en China. El
problema era muy sensible, sobre todo teniendo en cuenta que a pesar de que
los obreros de las empresas públicas eran muy conscientes de su condición
social, carecían de toda tradición política o ideológica autónoma.

El Movimiento del 4 de Junio surgió en un momento de gran confusión. La
violencia extrema en que se había sumido la Revolución Cultural y el
hiperburocratismo del reinado de la Banda de los Cuatro, que se reclamaba de
Mao, dieron al traste con la tradición política radical de los primeros
años. El alcance de las luchas intestinas en la cúpula del partido no estaba
claro, como tampoco lo estaba la dirección en que llevarían a China las
reformas de Deng Xiaoping. Pero fue sin duda una gran revuelta emacipadora
que acabó finalmente en derrota. Más allá de las contradicciones sociales,
políticas y tácticas que se cruzaban en su seno, unas reivindicaciones
elementales mantuvieron unido durante mucho tiempo al conjunto de sus
componentes frente a un poder que se negaba a escucharles: la transparencia,
la democracia, la creación de organizaciones independientes (estudiantiles,
obreras…). En efecto, más allá, también, de las cuestiones inmediatas –como
el temor a perder el control de la situación por parte del núcleo duro de la
dirección del PCC–, la transición capitalista en China no podía producirse
con formas democráticas.

Las resistencias sociales proseguirán en la década de 1990, a pesar de que
la derrota supuso un grave revés. Desde entonces no se conocen nuevas
experiencias de organización obrera independiente, a imagen de lo que fueron
en 1989 las asociaciones autónomas de trabajadores, tanto en Pekín como en
otras partes. La dirección del PCC se ocupa sin cesar de impedir el
desarrollo de este tipo de iniciativas.

Notas

1/ La plaza Tiananmen (Plaza de la Puerta de la Paz Celestial) se halla en
el centro de Pekín. Con sus 40 hectáreas, parece que es la tercera plaza más
grande del mundo (después de la plaza Merdeka de Yakarta en Indonesia y la
plaza de los Girasoles de Palmas en Brasil).

2/ De vuelta al poder, Deng Xiaoping evitó acumular títulos. Oficialmente no
era más que presidente de la Comisión Militar Central, pero había colocado a
muchos de sus fieles a la cabeza del partido y del Estado y de hecho era el
que llevaba las riendas de la dirección.

3/ Señalemos que las personalidades políticas de las que se reclamaba el
movimiento (Hu Yaobang) o que lo apoyaban (Zhao Ziyang) eran favorables a
las reformas económicas. En la década de 1980 se habían opuesto, junto con
Deng Xiaoping, a otros dirigentes que, como el economista Chen Yun,
reclamaban la renuncia a aquellas reformas. De hecho eran próximos a Deng
Xiaoping, cuya postura con respecto a la represión del movimiento parece que
no fue clara durante mucho tiempo.

4/ Hay mucha confusión y testimonios contradictorios sobre el detalle de los
acontecimientos y sobre el número de muertos. Véase a este respecto la
Wikipedia:
http://es.wikipedia.org/wiki/Protestas_de_la_Plaza_de_Tian’anmen_de_1989

Sin embargo, es cierto que no hubo ninguna masacre en la plaza Tiananmen.
Véase en este sentido el artículo disponible en: China June 1989: The Myth
of Tiananmen and the price of a passive [western] press. El autor, Jay
Matthews, señala que él mismo utilizó por comodidad la expresión “masacre de
Tiananmen”, pero que esto da una imagen equivocada de los acontecimientos y
de los sectores sociales que sufrieron la represión más violenta (no
olvidemos que numerosos estudiantes fueron condenados a largas penas de
cárcel). También es mi caso, incluso en el título del dosier publicado esta
semana en el semanario TEAN, cosa que merece una autocrítica. Para un
testimonio de los sucesos de Pekín, véase asimismo Ronbin Munro, China June
1989 : Remembering Tiananmen Square.

5/ En estos tiempos de ebullición, es difícil conocer el estado de
desarrollo de esta asociación. Parece que el número de militantes activos
sigue siendo limitado, pero las adhesiones formales han alcanzado los 10.000
(incluso 20.000 según ciertas fuentes).

6/ Extraído de Wikipedia, op. cit.

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