Haití/ ¿todavía hay que definir la ocupación? [Marc-Arthur Fils-Aimé]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Jun 13 01:09:06 UYT 2014


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 13 de junio 2014

germain5 en chasque.net

A l’encontre – La Breche

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Haití

¿Todavía hay que definir la ocupación?

Marc-Arthur Fils-Aimé *

Alterpresse

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Traducción de Susana Merino - Rebelión

La república de Haití está viviendo uno de los momentos más patibularios de
su existencia. La gran potencia nórdica, es decir los EE.UU. de América, que
la ocupó en 1915, se retiró luego bajo la presidencia del fantoche Stenio
Vincent. Fue en 1934. Sin embargo esa flagrante violación de la soberanía de
un país, que debería hallarse inscrita entre los crímenes contra la
Humanidad, continúa en la actualidad. Según las coyunturas nacionales e
internacionales, la ocupación toma la forma en boga con el objeto de
satisfacer los intereses del gran capital y responder a las necesidades de
un presidente estadounidense por razones exclusivamente electorales.
Previendo su eventual retirada los militares yanquis crearon en 1916 la
Gendarmería que aparenta ser una institución haitiana pero que es en
realidad un verdadero cuerpo sustituto. Una institución sucesivamente
conocida como Guardia de Haití y Ejército de Haití. Cuando el viejo
presidente Aristide la fagocitó en 1995, se llamaba ya Fuerzas Armadas de
Haití, según el antojo de 1957 de Francois Duvalier. Karl Levêque, tuvo una
visión profética cuando en uno de los editoriales de sus emisiones
radiofónicas dominicales dijo esta frase tan reveladora como significativa:
“no hacen falta marines para mantener la ocupación”. La ocupación cambió de
careta, pero no modificó su carácter depredador.

Haití es víctima de sus propias riquezas

Actualmente, con su nuevo poder ejecutivo, el poderío estadounidense y sus
marines bajo un nombre encubierto, Misión Internacional para la Estabilidad
de Haití (MINUSTAH), ejercen una poderoso dominio sobre todas las facetas de
la vida social y cultural, incluidas la religiosa y la económica del país.
Todos los gobiernos que se han ido sucediendo desde aquella fatídica fecha
del 29 de julio de 1915 que dejó para siempre su huella sobre nuestras
riquezas y nuestra política nacional, este ejército que los invasores han
creado, no fracasó jamás en su misión de proteger el capital local y
extranjero. La policía que improvisadamente armó el expresidente Aristide no
ha hecho más que seguir los pasos de esos militares hostiles a las menores
veleidades de reivindicación popular. Solo el nombre y las jerarquías de las
graduaciones han cambiado Pero este segundo cuerpo armado instalado en el
marco de una atmósfera nacional e internacional de tendencia más o menos
unilateral, más o menos diferente por su naturaleza y su misión de la de
hace una treintena de años, ha abrazado la misma preocupación monomaníaca
antinacional y antipopular que el predecesor. Si el comunismo es vigilado
actualmente de refilón por las fuerzas represivas, el capital mantiene ambos
ojos abiertos para contrarrestar toda reivindicación de la clase obrera
aunque solo se trate de reclamar mejoras en su vida cotidiana. En cada
movilización de esa clase obrera que germina en las “fábricas” de
subcontratación en Puerto Príncipe, en el noroeste, en Caracoles o en
Ouanaminthe, los policías han procedido con represiones violentas,
inversamente proporcionales a la verdadera situación como si el pueblo no
tuviera derecho a reclamar por lo menos una parte de las ganancias de su
fuerza de trabajo. ¡Que los obreros y las obreras mueran! ¡Que se
enriquezcan los patrones, incluso aquellos que abrigan pretensiones
presidenciales!

La manifiesta obsesión de los estadounidenses desde buena parte de la mitad
del siglo XIX de acaparar todas las riquezas mineras y estratégicas de los
países que se encuentran en su órbita imperialista, continúa envenenando a
la sociedad haitiana. Bajo su nueva máscara de amigos bienhechores y de
maestros de democracia imponen su interesada voluntad, con el benevolente
paraguas de la comunidad haitiana. Allí reside todo el juego de turbulencias
que, desde hace lustros, ahogan el normal desarrollo de la sociedad
haitiana. Haiti está siendo víctima víctima de sus propias riquezas gracias
a la complicidad de la oligarquía y de los políticos tradicionales.

¿Qué clase de elecciones quieren para Haití los cómplices haitianos y
extranjeros?

Lo que el enviado especial de las Naciones Unidas, Edmond Mulet [1]
preparaba para supervisar las elecciones de noviembre de 2010, refiriéndose
al film documental de Raul Peck Asistencia mortal es lo que ya estamos
viviendo; si la llamada comunidad internacional, de acuerdo con el libro
recientemente publicado por Ginette Cherubin [2] un exmiembro del Consejo
electoral, Le ventre pourri de la bête (las entrañas podridas de la bestia)
manipulaba los resultados del centro de cómputos a espaldas del gran público
para invertir el nombre de los ganadores, algunos meses más tarde las
intervenciones del portavoz de la democracia se hacen a cara descubierta.
Representantes de la OEA como el secretario general Miguel Insulza, el
expresidente de Chile y miembro del club de Madrid Ricardo Lagos y la señora
Sandra Honoré en nombre del secretario general de la ONU engatusan a las
actrices y actores haitianos para montar la máquina electoral tal cual es a
pesar de los problemas que conlleva.

La embajadora estadounidense Pamela White y otros miembros del establishmen
de EE.UU. entran en el Grand Corps y en la Cámara legislativa para exigir a
los elegidos que obedezcan sus calendarios políticos. El miércoles 23 de
abril un enviado especial del Departamento de Estado de EE.UU., Joel Danis,
se reunió con cuatro de los seis senadores que enarbolaron su estandarte
nacionalista. El emisario les instaba a respetar el moribundo acuerdo de "El
Rancho" o verían bloqueados todos los fondos destinados a Haití. El descaro
de Danis llegó al paroxismo cuando declaró más o menos lo siguiente: “los
EE.UU. están dispuestos a apoyar al presidente Martelly sin el respaldo del
poder legislativo, es decir como presidente de facto, si este año no se
celebran elecciones” .

El clima general que prevalece en el país requiere un análisis completamente
diferente a despecho de los inmediatos intereses de la oligarquía y del gran
capital multinacional. La movilización antigubernamental crece día a día y
la falta de confianza hacia todo poder existente se contagia a todo el
territorio. Encarar el camino de las urnas en tales condiciones correría el
riesgo de empeorar la situación. A menos que los grupos sociales cuyos
únicos objetivos han sido el acrecentamiento del provecho y el prestigio
político crean útil de acuerdo con sus experiencias que no hay nada mejor
que actuar en aguas turbulentas. Sin embargo la democracia cuenta con
ciertas reglas universales.

El núcleo universal de la democracia también es aceptable para Haití

El mundo actual no vive en compartimientos estancos ni forma un bloque
nonolítico en el que todas las culturas se confunden. Dentro de la gran
civilización moderna, cada nación cuenta con sus propias peculiaridades, de
las que ha surgido esta regla dialéctica: “La unidad dentro de la
diversidad”.

En las democracias modernas existe un núcleo universal que permite que un
país sea clasificado o no de democrático. En ese núcleo es necesario
reconocer entre otros el respeto a las instituciones públicas, a las leyes
propias de cada país y los derechos a la educación y a la salud para todas
las personas. Pero se diría que las fuerzas extranjeras por su forma de
tratar nuestro caso quieren hacernos pasar por la excepción que conforma la
regla. Y nos endosan epítetos a cual más extraordinario como “país
ingobernable”, “país caótico”, “el único PMA del hemisferio occidental”,
pese a que rebosa riquezas para cubrir sus gastos. Es evidente que la
democracia que nos imponen las potencias tutelares es de muy diferente
naturaleza de la que ellas mantienen en sus propios países, aun cuando sus
elecciones son siempre sospechosas de fraudes o directamente fraudulentas
como en el recurrente caso de México, por ejemplo. Uno se siente con derecho
a preguntar qué es lo que realmente buscan estos donantes que financian ese
ejercicio de gran porte patriótico como lo son las elecciones por sufragio
universal de los principales responsables del país. ¡Nada de democracia sin
duda alguna!

Cuando uno sabe cómo succionan nuestros recursos naturales las grandes
multinacionales con absoluto desprecio de las normas nacionales e
internacionales en muchas áreas geográficas, con la vista gorda, muchas
veces, de las autoridades locales: cuando uno ha conocido a través de
ciertos balances, aunque no oficiales, la enorme cantidad de fondos que la
CIRH dirigida por el expresidente Clinton, fondos otorgados a Haiti luego
del terremoto de enero de 2010 y cuya totalidad no se ha transferido, se
comprende mejor la violencia con la que nos acosa ultramar. Una violencia
ejercida de muy diferentes formas hasta la de pinchar a ciertos personajes
del gobierno estatal que se muestran reticentes o totalmente hostiles a los
dictados imperialistas porque se niegan a pisotear las leyes básicas del
país.

¿Mantendrán esta forzada imposición hasta el final?

Los donantes-compradores de confianza y de conciencias tienden a embarcarnos
en elecciones en que las mayorías son excluidas. Por lo tanto son elecciones
comprometidas en construir una plutocracia en la que el capital, en la mayor
parte de los casos, surge de las más diversas combinaciones. En muchos casos
los golpes bajos se producen entre ellos mismos. Es ese el motivo por el que
en más de un caso se produce una cierta tendencia a cruzarse de brazos ante
las tambaleantes situaciones que nacen y mueren sin explicaciones para la
población.

Por lo tanto nosotros, que militamos en el campo progresista y
revolucionario, tenemos la patriótica tarea de luchar para sacar a Haití de
este laberinto, concertar con las masas populares, las únicas capaces de
triunfar con nosotros sobre esta explotación. Nosotros, militantes de la
izquierda revolucionaria, retomamos nuestro silencioso trabajo de hormigas
para participar en las luchas reivindicativas de las clases explotadas y
levantar su nivel. Ellas apoyarán su conciencia en principios, programas que
construirán con su consenso, su aparato político y no sobre las falsas
promesas de los políticos con las manos sucias.

Es necesario construir un clima electoral en el que nuestras fuerzas estén
al servicio de la reconquista de la soberanía nacional. Todo esto a la
sombra de las potencias extranjeras que se han beneficiado con la bendición
de la oligarquía local, esas potencias extranjeras que siempre han
controlado la venta y la compra de nuestros productos.

¿La clase política tradicional dejará algún día de jugar el papel de
comparsa para volver a enarbolar la soberanía haitiana? Así lo soñamos. Solo
las fuerzas progresistas y revolucionarias tienen la voluntad y la capacidad
de cumplir con esa noble tarea.

* Marc-Arthur Fils-Aimé es el director general del Instituto Cultural Karl
Lévêque (ICKL)

Notas

[1] “El histórico diálogo, fiel reproducción del violento intercambio
mantenido en “Le Villate” entre Edmond Mulet y Pierre-Louis Opont. Mulet:
Estoy desolado por lo que voy a decirle. No voy a hablar a título personal,
sino en nombre de la asamblea de la comunidad internacional (pausa) Como
ustedes saben estamos muy preocupados por las elecciones… (pausa) Queremos
decirle que no aceptaremos que el señor Jude Celestin esté presente en el
escrutinio de la segunda vuelta, aunque gane en la primera vuelta! Opont:
¡Pero señor Mulet aún no hemos terminado de recibir los informes verbales de
las diferentes regiones! Mulet: Sí todo el mundo conoce los resultados. Y
usted es el responsable. Del mismo modo, cuando la señora Janet Sanderson,
desde sus encumbradas atribuciones como embajadora del país más poderoso del
mundo, se presenta en el CEP (Consejo Electoral Provisorio) para
comunicarles con una mal disimulada arrogancia “sus instrucciones” con
respecto a la esperada decisión de la participación de Fanmi Lavalas en las
elecciones, se me revuelven las tripas. Para colmo, siguiendo las normas del
CEP sobre la obligación de respetar la ley, el más importante y suficiente
personaje del cuerpo diplomático de entonces, el representante de la UE
Franco Gossetti que acompañaba a la representante de los EE.UU., intervino
apoyándola y permitiéndose insistir. Entonces, cuando expresa de manera
perentoria que la violación de la ley es moneda corriente entre los
haitianos y que una vez más no puede ser banal, me hierve la sangre.

[2] Ginette Chérubin escribió en Le ventre pourri de la bête, Ediciones de
la Université d’État d’Haïti. Pág. 258-259

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