Italia/ Milán, 18 de octubre: una movilización reaccionaria [Charles-André Udry]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Nov 5 11:09:01 UYST 2014


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 5 de noviembre 2014

germain5 en chasque.net

A l’encontre – La Breche

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Italia

Milán, 18 de octubre: una movilización reaccionaria

Charles-André Udry 

A l´encontre/La Breche

http://alencontre.org/

Traducción de Viento Sur

Tras la consigna de “¡Alto a la invasión!”, decenas de miles de
manifestantes –según la fuente, las cifras varían en la proporción de 1 a
10– desfilaron por las calles de Milán el pasado 18 de octubre. La
manifestación la organizó la Liga Norte, una formación etnorregionalista, de
derecha extrema, que en el curso de los últimos años ha concitado cierto
apoyo electoral y en parte cuenta con una presencia organizativa a escala de
toda Italia. Hay que señalar asimismo la asistencia de uno o dos millares de
militantes organizados del grupo fascista Casapound, que ya actuó en las
llamadas manifestaciones de las horcas (forconi) a finales de 2013. La Liga
Norte, al igual que diversas fuerzas políticas afines en Europa, cabalga
sobre la “ola antiinmigración”, que no es consecuencia mecánica de la crisis
socioeconómica, sino el resultado combinado de una xenofobia alimentada
desde arriba, institucional, legalizada a escala europea, y el callejón sin
salida al que conducen las políticas burguesas de los llamados
socioliberales, orientación que lógicamente prima la cuestión seguritaria,
terreno en el que los y las inmigrantes constituyen el primer objetivo.

Esto se articula, como ya hemos escrito, con la aparente contradicción entre
la transnacionalización neoliberal por un lado, y la “guerra competitiva”
por otro, basada en temáticas nacionalistas, de “unidad nacional” y
calificada de necesaria en el marco de la “guerra económica entre países a
escala mundial”. Para ocultar los enfrentamientos de clase en el seno de
cada formación social en el contexto de los enfrentamientos
interimperialistas, las clases dominantes utilizan un discurso político
eficaz en el que los temas de “consenso”, de “pactos sociales”, de “acuerdos
en que todos salen ganando” allanan el camino a una integración casi total
de los aparatos políticos, sociales y sindicales vinculados históricamente
al movimiento obrero surgido del siglo XIX y de una parte del siglo XX.

Sin tener clara esta perspectiva, el análisis de esta movilización
reaccionaria, xenófoba y racista –en cuyas filas marcharon fuerzas
militantes abiertamente fascistas, todavía minoritarias– puede llevar a una
conclusión sesgada y fatalista: el fascismo llama a la puerta, lo que
justifica todas las políticas de compromiso con las escorias de la
socialdemocracia. Una orientación muy distinta de una política de unidad de
acción con todas las fuerzas dispuestas a combatir las políticas de
austeridad; los ataques a los derechos sindicales y democráticos; las
medidas discriminatorias contra los inmigrantes extraeuropeos, los gitanos
(que en muchos casos son ciudadanos europeos), los trabajadores asalariados
de los países miembros de la UE que supuestamente “abusan” de los derechos
sociales en otro país miembro de la UE. Además, sin inscribir estas
movilizaciones contra los inmigrnates en esta fase particular de la crisis
del capitalismo –que se expresa no solo económica y socialmente, sino
también en los ámbitos de la sociedad, la cultura, la enseñanza, etc.–, se
adopta rápidamente un discurso ante todo moralista, con la trampa de que una
moral no clasista (no privativa) prolonga los “sermones” de los
“republicanos realistas”.

Un discurso que cunde en el semidesierto cultivado por el PCI y sus epígonos

El 18 de octubre de 2014, en la plaza del Duomo, el jefe de orquesta visible
era Matteo Salvini, secretario de la Liga Norte. Ante una plaza atestada,
afirmó: “Los ladrones y los racistas están en otras plazas y no aquí”. La
utilización del término “ladrón” remite tanto al inmigrante como a los
miembros de la “casta política” italiana, una categoría empleada por la
derecha en Italia/1 y también, con escasa precaución, por dirigentes
“populistas” de Podemos (Pablo Iglesias) en España. El término “racista”
permite caracterizar al inmigrante racista (“racismo antiblanco”) que no
respeta al “italiano de origen” y a quienes en Italia son “racistas contra
los habitantes del Norte” debido a su política fiscal, es decir, a los
diversos gobiernos. Esta parte del discurso está destinada a los pequeños
comerciantes “acribillados a impuestos”.

No comprender la polisemia social de este discurso denota simplemente la
ignorancia de las sacudidas que atraviesan a la sociedad italiana. Ahora
bien, en su seno el “Partido Comunista” (es decir, un partido estalinizado
que ha reescrito sin cesar su historia oficial para justificar su evolución)
disponía de una fuerte presencia institucional regional y social, así como
un relato supuestamente cultural. Al organizar su disolución, después de
haber ocultado, falsificado o negado sus opciones políticas en sentido
amplio, abrió grietas que engulleron a decenas de miles de militantes;
allanó el camino a una contraofensiva reaccionaria en relación con la
Resistencia, el antifascismo, posteriormente el ascenso obrero de los años
1960-1980 y el viraje llamado liberista a partir de la segunda mitad de los
años ochenta; suscitó como reacción el relanzamiento de un neoestalinismo
nostálgico, pretendidamente sutil, que encontramos en intelectuales como
Domenico Losurdo (véase su Stalin, historia y crítica de una leyenda negra)
o en la revista L’Ernesto. Estas corrientes son sumamente campistas, como
reflejan sus posiciones tanto con respecto a Siria como a la Rusia de Putin
o la China de Xi Jinping. El conjunto se desarrolla bajo un manto de
antiimperialismo, antivaticanismo y apoyo miope a gobiernos supuestamente
progresistas de Venezuela y Ecuador.

Por motivos de eficacia política, Salvini insistió en un tema: “Estamos aquí
porque estamos en contra de los clandestinos, y punto”. Una afirmación que
aparece también en la campaña electoral de Forza Italia, la formación de
Berlusconi, que tiene lugar actualmente en la región de Bolonia. Al igual
que Berlusconi, Salvini rindió homenaje a Putin. En efecto, este último
también lucha contra los inmigrantes clandestinos en su país, procedentes
del Cáucaso, y contra el “terrorismo islámico”. También estableció el
vínculo con Marine Le Pen: la oposición a los Acuerdos de Schengen se
concreta en la reivindicación de la instauración de “auténticos muros de
control” en cada país, con derecho de devolución inmediata. Uno puede
escuchar a militantes de la Liga Norte y de Forza Italia decir que “el
gobierno Renzi va a buscar con buques de la armada italiana a migrantes en
Libia” (sic).

La Liga Norte, Maroni y la afirmación de una derecha extrema

Presente en el estrado el pasado 18 de octubre, Roberto Maroni entonó el
himno antiimigrantes delante del secretario nacional Salvini. Después de
militar en grupos marxistas-leninistas y más tarde en Democrazia Proletaria
hasta 1979, Roberto Maroni pasó a ser miembro fundador de la Liga Norte en
1984, junto con Umberto Bossi. Fue ministro del Interior en 1994-1995,
habiendo ocupado previamente el cargo de jefe del grupo parlamentario de la
Liga Norte en 1993. Posteriormente dirigió el ministerio de Trabajo de 2002
à 2006, y luego nuevamente el ministerio del Interior de 2008 a noviembre de
2011. Todo ello en los gobiernos de Silvio Berlusconi, donde permaneció
hasta que el Cavaliere tuvo que abandonar el Quirinal, es decir, la
presidencia del Consejo de Ministros.

En el ejercicio de estos cargos, Maroni pudo “gestionar” la inserción
hiperprecaria de los llamados inmigrantes irregulares en el “mercado
laboral” italiano –de la construcción a la hostelería y al turismo, pasando
por la agricultura estacional o las empresas de limpieza o de recogida de
basura privadas amparadas por los ayuntamientos mediante subcontratas
jugosas para los dirigentes de turno– y utilizar el palo represivo,
instrumento complementario de la gestión de la llamada “economía sumergida”,
denunciada regularmente por quienes la nutren. Entre las medidas de
“seguridad” que introdujo Maroni –y que hoy en día las instituciones
consideran normales– figuran la confiscación de pisos alquilados a
“clandestinos” que residen y trabajan desde hace años en Italia; el derecho
otorgado a las instancias municipales de adoptar medidas “de orden” si es
preciso, abriendo la puerta a la acción de milicias “ciudadanas”.
Finalmente, incorporó a las policías locales a las tareas de vigilancia del
territorio: en 2009, el “decreto Maroni” (ley de 23 de abril de 2009, n.º
38) oficialiazó la creación de “asociaciones de observadores voluntarios”
(las célebres rondas) que, registradas en las delegaciones del gobierno,
intervienen en tareas de control de migrantes, gitanos y todas las
actividades que se asocia con ellos, como la prostitución, el robo, el
tráfico de drogas, etc. El afán de Maroni fue tal que el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo, condenó su acción por haber
devuelto a Libia –sus relaciones con Gadafi eran excelentes– a refugiados
libios, somalíes y eritreos. Esta medida violaba el artículo 3 de la
Convención de Derechos Humanos, pues estas personas fueron sometidas –antes
de su salida y todavía más a raíz de su “retorno”– a tratos inhumanos en las
cárceles de Gadafi, entre otros las violaciones que Maroni debió de
considerar más “aceptables” que el “delito” de prostitución que despreciaba
el jefe de su gobierno, el Cavaliere, pues los contratos de exhibiciones
artísticas favorecen el auge cultural de Italia.

El reciclaje de Maroni pasó por la presidencia de la Junta de la región de
Lombardía, con el apoyo de fuerzas como el Partido de la Libertad, de listas
cívicas y del que fue presidente de la región de abril de 1995 a marzo de
2013: Roberto Formigoni. Este miembro histórico de la Democracia Cristiana,
y posteriormente del PPI (Partido Popular Italiano), después de pasar
temporadas bastante breves en diversos partidos, aterrizó en Forza Italia de
1999 a 2009, para pasar después al Partido de la Libertad. Maroni ganó las
elecciones de febrero de 2013 con el 42,1 % de los votos frente al candidato
del “centro izquierda” Umberto Ambrosoli, que contaba con el apoyo de las
llamadas fuerzas de izquierda.

El posicionamiento de Maroni en el complejo sistema de las regiones del
norte (Véneto, Lombardía y Piemonte) es pues significativo, ya que articula
una figura “regional” con una proyección nacional. Habló de temas económicos
para atacar al gobierno de Renzi, que “quiere cerrar hospitales” al amparo
de la “ley de estabilidad” (recortes sociales). Al mismo tiempo, afirma que
hay que prepararse para una “revuelta fiscal”, haciéndose eco de una
reivindicación de los pequeños comerciantes, que dicen que son víctimas de
una “expropiación” fiscal del 57 %, no pueden practicar la evasión fiscal
como las grandes empresas y se oponen a un aumento del IVA (impuesto
indirecto), que contrae el mercado interior. En Italia, los impuestos
directos los pagan sobre todo los trabajadores asalariados a través del
sistema de retenciones.

Ante semejante arenga con pretensión programática se plantea la necesaria y
urgente combinación de la movilización unitaria de los y las trabajadoras en
torno a reivindicaciones concretas, la lucha por los derechos sociales y
sindicales de todos y el cuestionamiento de la política de austeridad del
gobierno Renzi, que está liquidando a marchas forzadas el Código de Trabajo
surgido de las movilizaciones de finales de los años sesenta y setenta. Sin
ese conjunto de reivindicaciones presentadas con una pedagogía ilustrada
–partiendo de lo que sienten los sectores asalariados autóctonos e
inmigrantes y de sus experiencias– es imposible armar una contraofensiva
eficaz contra esta movilización socialracista. Esta última no solo divide a
los trabajadores, sino que instila un neocorporativismo mortal cuyo ascenso
viene de lejos.

Los alcaldes de la Liga Norte –que afirman que quieren tomar el control de
la calle– partieron de la Porta Venezia para llegar a la plaza del Duomo.
Esto otorgaba una audiencia particular al discurso pronunciado por el
eurodiputado Mario Borghesio, quien en 2009 apoyó la convención identitaria
/2. Se perfila con un enfoque de la situación política internacional de tipo
complotista, denunciando a menudo al grupo Bilderberg. El 18 de octubre
declaró: “Hoy nace una Liga grande, inmensa, que ya no tiene fronteras
políticas ni geográficas, pero que defiende las fronteras del país, queridos
Alfano  [antiguo mano derecha de Berlusconi, aliado del gobierno Renzi] y
Renzi.” Antes de llegar a la plaza del Duomo, los y las manifestantes se
detuvieron delante del palacio Marino (palacio del siglo XVI que se
encuentra en la plaza de la Scala y que tomó el nombre de un comerciante de
Génova) y lanzaron la consigna: “La mezquita de Milán no la queremos”. Una
de las cabezas de turco de los manifestantes fue el presidente Giorgio
Napolitano, antiguo miembro de la “derecha” del Partido Comunista Italiano
(PCI) que lleva las riendas de la reforma constitucional encaminada a
ajustar la “gobernanza” del Estado a las necesidades de la alta burguesía
italiana.

El objetivo local al que apuntaba era Giuliano Pisapia, el alcalde de Milán,
hijo de un célebre jurista que redactó el Código de Procedimiento Penal
italiano, Gian Domenico Pisapia. Giuliano Pisapia militó en Democracia
Proletaria, posteriormente se adhirió al PRC (Partido de la Refundación
Comunista) y en 2010 se integró en la formación SEL (Izquierda Ecología y
Libertad, cuyo portavoz más conocido es Nicki Vendola). Este partido
constituye un aliado de “izquierda” del Partido Demócrata (PD) de Renzi.
Giuliano Pisapia ganó las elecciones al ayuntamiento de Milán, a finales de
mayo de 2011, frente a Letizia Moratti, la candidata del Partido de la
Libertad y antigua ministra de Instrucción Pública desde 2011 hasta el 17 de
mayo de 2006. Moratti está estrechamente vinculada con el importante sector
de las telecomunicaciones y mantiene lazos con fondos de inversión. La
polarización en el seno de la derecha, deseada por la Liga Norte, y los
trazos gruesos de la manifestación reflejan un proyecto político que
sintoniza con un sector de la pequeña burguesía y de los trabajadores
asalariados abandonados por una “izquierda” que en gran parte está
desapareciendo.

Desembarca una flota enemiga de los inmigrantes

La manifestación del 18 de octubre se inscribe en una intensa campaña
televisiva que presenta una Italia tomada por oleadas de inmigrantes que
arriban a Lampedusa. Quienes “pavimentan” el fondo del cementerio
mediterráneo son como fantasmas, sin hablar ya de quienes murieron en su
errante deambular por el desierto, después de haber sido maltratados, en la
mayoría de los casos, más allá de lo imaginable. Ahora bien, los datos
oficiales –que por cierto no sirven como tales para elaborar un discurso en
sentido contrario en un ambiente creado para hacer de caja de resonancia de
lo que pretende ser la traducción de una “realidad” que se basa en las
supuestas “experiencias vividas” por “todos y cada uno”– indican que el
número de inmigrantes más o menos irregulares no se ha desbocado. Tanto las
cifras facilitadas por Cáritas como las aportadas por la agencia Frontex de
la UE coinciden en señalar que en 2013 los inmigrantes (o sea, los
ciudadanos no italianos) sumaban en total 4.387.721 y se concentraban
principalmente en Lombardía, Véneto y Emilia Romaña. Representaban el 7,4 %
de la población italiana, que sumaba 59.685.227. Según Cáritas, es probable
que a esta cifra haya que añadir 300.000 irregulares. Ahora bien, los
efectos de la crisis económica y de un paro persistente han provocado, desde
finales de 2011, lo que los demógrafos denominan “flujos negativos”, un
proceso conocido en España. Estos flujos son paralelos a una emigración de
los países del “sur” de la UE a Alemania, Austria, Suecia o Suiza (que no es
miembro de la UE). En estos países receptores actúan fuerzas xenófobas que
se apoyan asimismo en una xenofobia promovida desde arriba.

Volvamos a la “contabilidad migratoria” italiana. Existe una correlación
cuantitativa entre el aumento de las migraciones –fundamentalmente
“sur-sur”– y el de la población mundial. A esto se añaden los efectos de las
guerras civiles y de los conflictos regionales (en sus relaciones directas o
indirectas con intervenciones imperialistas); las repercusiones de los
ajustes estructurales y del debilitamiento de las instituciones estatales de
países africanos; las crisis agrarias que alimentan las grandes ciudades en
forma de transferencia de población. En un segundo tiempo, una parte de
estos migrantes puede ser la fuente de una migración hacia el Norte de una
población ya urbanizada. De hecho, en el fondo se impone la constitución de
un ejército de reserva industrial globalizado, en el que hay que incluir al
proletariado del sector agroindustrial. El efecto de este ejército de
reserva puede observarse en la hiperexplotación del “trabajo irregular” con
la rebaja al nivel de supervivencia física del valor de cambio de la fuerza
de trabajo.

El último informe publicado en www.immigrazione.it, que data de octubre de
2014, ilustra, a la luz de un estudio bien realizado, estas condiciones de
trabajo de los migrantes –en gran parte sijs procedentes del Punyab–
empleados en la agricultura de la provincia de Latina. La jornada laboral es
de 12 a 14 horas, con un salario (si es que se paga) de 3 euros la hora,
cuando el convenio nacional suscrito por los sindicatos lo fija en 6,40
euros. Además, cuando existe un contrato, el número de horas “registradas”
en las nóminas no tiene nada que ver con las horas realmente trabajadas: la
franja de trabajo gratuito se amplía, de ahí el término de sobreexplotación
en comparación con la media social del trabajo gratuito (que está en el
origen de la plusvalía) en este sector. Los trabajadores se alojan en
viviendas insalubres impuestas por una red semicriminal asociada a
mayoristas y sus abogados. Encima les expropian una parte del salario en
concepto de gastos de alojamiento, un “alojamiento” que refuerza la
marginación social y la discriminación.

En realidad, en este caso no se trata de jornaleros reales. Así, en la
región de Pontina (Lazio)“ nos encontramos ante un empleo continuo durante
periodos prolongados de un ejército de jornaleros informal que asegura la
existencia de un sector ‘gris’ de ilegalidad en el que actúan con destreza
algunos empresarios y sus consejeros. Una especie de trabajo garantizado
materializado en un ‘contrato de explotación de duración indeterminada’  ”
(página 3). Este sistema requiere un instrumental de chantaje, la existencia
de una dependencia controlada de tipo esclavista. En este reino en penumbra,
el “irregular” desaparece del paisaje social y contractual. En realidad es
la punta de lanza de una precarización en marcha de la mayoría de los
trabajadores asalariados.

La “realidad” de las cifras no determina el clima…

La proliferación de conflictos violentos (en Siria, Sudán del Sur, Eritrea,
Irak, etc., así como en Mali, Pakistán y Nigeria) ha hecho que suba la “
fiebre migratoria irregular” en países como Grecia e Italia. Así, las
proporciones aumentan con rapidez. El “análisis de riesgos” de Frontex prevé
un incremento de la inmigración “irregular” del 170 % entre el segundo
trimestre de 2013 y el de 2014. Sin embargo, en términos absolutos, como
escribe Giancarlo Perego, director general de la Fundación Migrantes de
Cáritas, la llegada de “migrantes irregulares” asciende a 150.000, de los
que la mitad intentan arribar a Gran Bretaña, Suecia, los Países Bajos, etc.
En Italia se han presentado unas 45.000 solicitudes de asilo. Por tanto,
existe una diferencia entre la llegada y la residencia en el territorio
italiano. Frontex constata un descenso del 22 % de esta residencia en el
territorio con respecto a 2012. El aumento afecta más a países como Noruega,
Dinamarca y Alemania.

Estos pocos datos ya confirman un hecho evidente: la xenofobia impulsada
desde arriba (estatal) –fomentada por las decisiones adoptadas y sus
justificaciones–, transmitida por fuerzas políticas y los grandes medios de
comunicación, configura la expresión xenófoba y racista. Los resultados de
los referendos e iniciativas en Suiza demuestran que el número de
inmigrantes y solicitantes de asilo (tanto en números absolutos como en
porcentajes en las distintas regiones) no guarda relación con los votos
calificados de xenófobos.

Beppe Grillo y el ébola

La reacción de Beppe Grillo, el actor que dirige con mano de hierro el
Movimiento Cinco Estrellas (M5S), ilustra la naturaleza de este movimiento,
que recibió el apoyo de organizaciones que se autodefinen de izquierdas al
llamar a votar por él cuando se presentó a las elecciones municipales de
2012. Así, Grillo ha escrito en su blog: “Quien llega a Italia en barco es
un perfecto desconocido. Es preciso identificarlo de inmediato; los
refugiados deben ser admitidos, y los demás, los llamados clandestinos,
deben ser devueltos a su lugar de origen. Quien entra en Italia ha de
someterse a una visita médica obligatoria a fin de proteger su salud y la de
los italianos.”. Para Grillo, “algo ha cambiado estos últimos meses”. Lo que
ha cambiado es la propagación del virus ébola y la guerra que libra el
Estado Islámico. “El ébola está penetrando en Europa y es tan solo una
cuestión de tiempo para que se manifiesten las primeras infecciones en
Italia.”. Con un discurso que cultiva una ambigüedad tradicional, Beppe
Grillo atribuye a sus afirmaciones sobre el ébola y el Estado Islámico el
valor de una prueba que por definición no se examina. Su fórmula predilecta
es esta: “basta con saberlo”. Acto seguido, aprovecha para denunciar a los
partidos tanto por su racismo como por su “buenismo”, es decir, por una
actitud demasiado benevolente, de benefactor.

Estas manifestaciones le han valido la siguiente respuesta cínicamente
realista de Vito de Filippo, subsecretario de Estado del ministerio de
Sanidad, miembro del PD y ex presidente de la región de Basilicata: “El
viaje [del futuro inmigrante irregular hasta Italia] dura tanto que es
sumamente improbable que lleguen personas infectadas por el virus ébola. El
periodo de incubación es de unos 17 días en promedio, con un mínimo de dos
días y un máximo de 21. Quienes hayan contraído el ébola morirán mucho antes
de llegar a Italia.” El director de Cáritas Migrantes explica: “El virus
llega en avión, no en patera.”

De modo que Beppe Grillo se ha hecho eco de la alarma alimentada desde
arriba en torno a la epidemia del ébola. En un artículo publicado en Il
Fatto Quotidiano del 24 de octubre de 2014, Sandra Amurri escribe: “ Roma,
10 horas. Un bar en un barrio distinguido. Entra una monja de color, se
acerca a la barra y pide un café. ‘Ojo, que podría tener el ébola’, susurra
un cliente, medio en serio, medio en broma, al oído de un amigo. Este
responde: ‘Fuera bromas, hemos de estar al tanto, el riesgo existe. ” 15
horas, estación Roma Termini. Una mujer de color lleva un niño en brazos. Se
acerca a una pareja que, al igual que ella, examina los horarios de salida
de los trenes y les pregunta: ‘¿Qué hora es?’ La mujer blanca se aleja
apresuradamente y el hombre contesta cubriéndose la boca con la mano. La
mujer negra con el niño no comprende el sentido de este gesto. Da las
gracias y se dirige a los andenes. El hombre y la mujer se reúnen y ella le
dice: ‘Has hecho bien en taparte la boca, ella estaba tan cerca’.  ” La
periodista describe otras situaciones similares. Por ejemplo, en la cola
ante la taquilla de un cine, dos muchachas con un peinado rasta (sic) le
dicen a la taquillera: “Tendríais que prohibir la entrada de africanos, pues
suponen un riesgo de contagio del ébola.”

El profesor responsable de la cátedra de enfermedades infecciosas de la
Universidad Sapienza de Roma, Claudio Mastroianni, afirma: “En estos
momentos no existe en este país ningún riesgo que pueda confirmarse. El
ébola no es una gripe. ¿Estamos bromeando? El virus no se transmite por el
aire. No se contagia cuando alguien tose o se suena.” Cuando Sandra Amurri
se aventura a plantearle le pregunta que le va a indignar sobre la llegada
del ébola en barco, contesta: “Sandeces . Son formas de racismo puro. Una
persona de Liberia, hasta que atraviesa el desierto para llegar a Libia y
arribar a nuestras costas, si ha contraído el virus, no tendría tiempo para
concluir el viaje, pues la enfermedad habría acabado con ella antes.”

Conviene difundir todos estos argumentos. Hay algunos, como los del ex
procurador de Turín, que son de tipo más práctico. Frente a las peticiones
de Beppe Grillo, insiste en la negativa de los países de “origen” a
“readmitir” a los “refugiados”. En efecto, estos están indocumentados y no
es posible comprobar su identidad ni por tanto su nacionalidad. Con un
espíritu de contable piamontés, Andrea Padalino declara: “La expulsión es
una solución que funciona poco y mal porque a estas personas hay que
acompañarlas físicamente [por agentes de policía] hasta su país de origen y
el coste es importante. Sobre todo en un periodo de crisis económica.”
¡Ahora resultará que la austeridad presupuestaria dificulta las expulsiones!

Frente a la psicosis racista generada por la instrumentalización de la
pandemia del ébola, circunscrita a algunos países de África Occidental, la
respuesta de una izquierda clasista no solo debería basarse en argumentos
epidemiológicos razonados (y por tanto de impacto limitado), sino recoger
también las preocupaciones de la población ante la gestión del sistema
sanitario en Italia, la política de la industria farmacéutica con respecto
al conjunto de los medicamentos con prescripción, el desmantelamiento de las
políticas públicas de salud, incluidas las preventivas, en numerosos ámbitos
(laboral, escolar, tercera edad, etc.). En este punto aparece otra faceta de
la vinculación necesaria entre las reivindicaciones concretas relativas a
las malas condiciones de trabajo desde el punto de vista de la salud física
y psíquica del conjunto de los trabajadores –y por tanto también de la
juventud escolarizada, de los jubilados y los precarios, los parados,
decenas de miles falsos autónomos– y las que combaten la discriminación y la
represión que sufren los y las inmigrantes. Abordando de este modo la
campaña xenófoba y racista es posible empezar a construir un bloque social
que formule exigencias democráticas, sociales y políticas. Para ello hace
falta que una izquierda política clasista se dirija con pedagogía –es decir,
poniendo ejemplos singulares que tengan un valor de clase universalizador– a
la sociedad, y más exactamente a su mayoría asalariada y no únicamente a una
“izquierda sindical” de combate. No cabe duda que los militantes de una
izquierda sindical combativa pueden ser un vector constitutivo de este
futuro bloque social como posibilidad necesaria. En efecto, se trata de
combatir a fuerzas políticas organizadas –como las representadas en la
manifestación del 18 de octubre– que reúnen a distintos sectores de la
sociedad. Estas fuerzas reaccionarias están construyendo una hegemonía
político-ideológica en un terreno minado por las prácticas gubernamentales y
sindicales de la “no izquierda”. La tendencia a limitarse a presionar, para
empujarla hacia la izquierda, a esta “no izquierda” no puede conducir más
que a una política del “mal menor” que ahoga la dinámica de una batalla
contrahegemónica. Es decir, una batalla que ha de sacar a relucir las
fuerzas positivas y propositivas de una izquierda de clase cuyo objetivo –de
hecho y programáticamente– sea la estructura de las relaciones sociales de
explotación y dominación que rige, en última instancia, la dinámica de dicha
crisis social.

El 18 de octubre plantea con más contundencia que la que creen algunos la
urgencia de una contraofensiva ideológica, social y política. En este
sentido, una respuesta articulada a los elementos concentrados en la
movilización reaccionaria, xenófoba, seguritaria y racista del 18 de octubre
es sin duda más importante que limitarse (incluso en la propaganda) a una
necesaria oposición de izquierda en el interior de una manifestación
sindical, convocada por la CGIL, como la del 25 de octubre de 2014 en Roma.

Notas

1/  Véase la obra escrita por dos periodistas del Corriere della Serra, Gian
Antonio Stella y Sergio Rizzo, publicada en 2007 y titulada La casta. Così i
politici italiani sono diventati intoccabili, Ed. Rizzoli. Escrito a raíz de
una investigación, el libro denuncia diversas corruptelas de disputados y el
sistema de reembolso de los gastos electorales, en el que, como ilustra una
ejemplo extremo, el Partido de los Jubilados se gastó un euro y recuperó
180. A esto se añade una lista impresionante de gastos asociados al
clientelismo regional. Se incluyen los gastos de Giorgio Napolitano,
presidente de la República desde mayo de 2006, comparados con los de la
reina de Inglaterra y que parecen suntuosos teniendo en cuenta las
competencias del cargo. De este libro de han vendido 1.200.000 ejemplares, y
su efecto, si es que no era su objetivo, ha sido el de cuestionar un sistema
de ciertos sectores financieros e industriales querían reformar en parte
ycentrar el interés de los periodistas en los políticos evitando utilizar un
bisturí a fin de desenmascarar el poder real de quienes detentan la parte
principal y concentrada del capital de mando.

2/ El 19 de octubre de 2014, el servicio de prensa (NOVOpress) de la
ultraderecha identitaria saludó de este modo la manifestación de Milán: “
‘¡Basta de inmigración!’, ‘No queremos más centros de acogida’, ‘Por cada
inmigrante mal pagado, un italiano se va al paro’, ‘Defendemos a la Nación,
no queremos más inmigración’, esas eran las consignas que se escucharon el
sábado en las calles de Milán durante la gran manifestación nacional
organizada por la Liga del Norte para denunciar los desastres de la
inmigración clandestina que golpea a Italia.”

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