Uruguay/ "el 56 por ciento del electorado del FA está en el interior" [Gustavo Leal - entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Nov 14 13:33:25 UYST 2014


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 14 de noviembre 2014

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A l’encontre – La Breche

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Uruguay

Entrevista al sociólogo Gustavo Leal  

“Hoy el 56 por ciento del electorado del FA está en el Interior” 

Como intelectual orgánico de la izquierda frenteamplista, Gustavo Leal
elaboró tres informes para el comando de campaña de Tabaré Vázquez (que
integra desde agosto), en los que contrasta los resultados de la elección
del 26 de octubre con “los mitos instalados durante la campaña electoral”.
Aunque el Frente Amplio (FA) volvió a perder votos en algunos barrios de la
costa este montevideana, Leal concluye que no sufrió el anunciado “castigo
electoral” de la clase media ni perdió su holgado predominio entre los
jóvenes, como anunciaron quienes sobreestimaron la “irrupción inesperada” de
Lacalle Pou. Pero la gran novedad –subraya– es la histórica votación de la
izquierda en el Interior, “la última estación” a la que le faltaba llegar
“en esa acumulación política que emprendió 40 años antes de que se creara el
FA”. Con 45 años, Leal forma parte de los cuadros de relevo que incubó la
lista 711 de Raúl Sendic. Actualmente revista como asesor del Ministerio del
Interior, pero antes fue docente de la Udelar, coordinador de la Ong El
Abrojo y responsable del diseño del programa Canelones Crece Contigo.

Marcos Rey

Brecha, Montevideo, 14-11-2014

http://brecha.com.uy/

—El FA obtuvo el 47,8 por ciento de los votos, la mayoría parlamentaria, y
triunfó en 14 departamentos. Esa sería la foto. Pero en la película perdió
un senador y el 0,2 por ciento del electorado con respecto a 2009,
elecciones en las que ya había perdido un porcentaje de votos respecto de
2004. ¿Cómo evalúa esa tendencia?

—El resultado electoral se encuadra en una tendencia general que marca el
predominio del FA en los últimos 25 o 30 años, con efectos marginales que
explicarían lo que se perdió en Montevideo y Maldonado en 2014. Pero en
términos globales el FA es el partido político más sólido de Uruguay, tanto
por su composición electoral y etaria, como por su despliegue en capitales,
pequeñas localidades, y ahora en zonas rurales. Ningún otro partido tiene
esa capacidad. El Partido Nacional (PN) cada vez más es un partido de
gobiernos locales, sin capacidad de acceder seriamente al gobierno nacional
y con la misma composición electoral que hace 40 años: el 70 por ciento de
su electorado está en el Interior y el 30 en Montevideo desde 1971. Y el
Partido Colorado (PC) está a la deriva, con un caudal electoral más cercano
al Partido Independiente (PI) que a los blancos.

—Esa solidez del FA ¿le ha permitido construir una hegemonía realmente de
izquierda en Uruguay?

—El FA tiene una capacidad de liderazgo en las ideas muy potente desde hace
unos 15 años. Si ese liderazgo se convierte en hegemonía va a depender del
proceso histórico, porque la hegemonía cultural, política o social no se
puede medir en un quinquenio. Quien lo haga es un mal fotógrafo, eso hay que
filmarlo en períodos largos. Una cosa es el caudal electoral mayoritario, y
otra es tener hegemonía. La hegemonía se logra cuando el relato político,
social y cultural es cada vez más contundente y obvio para la sociedad. Y
todavía hay terrenos en disputa, como mostró la baja de la edad de
imputabilidad. Recién ahora que triunfó el no a la baja hay condiciones para
construir hegemonía en torno a la seguridad. El FA ha construido hegemonía,
por ejemplo, con relación a las empresas públicas. Pero en otras áreas, como
en los temas ambientales, el país tiene relatos divergentes y todavía no hay
un proceso de construcción de hegemonía. En rigor tendríamos que hablar de
hegemonías, en plural, porque decir que hay hegemonía sería una visión
demasiado totalizadora y autoritaria.

—Uno de los mitos que busca desarmar es que durante la campaña electoral se
construyó la idea de que el crecimiento del FA entre los jóvenes estaría
agotado y que Lacalle Pou representaría a los jóvenes. Contra ese
pronóstico, el 58,5 por ciento de los menores de 30 años votó al FA. ¿Pero
cómo fue la evolución del voto joven con respecto a 2009?

—Mi informe está hecho sobre los votos de 2014, no conozco un trabajo
similar hecho en 2009, porque el estudio del voto joven es muy engorroso. No
tenía los datos de referencia de los habilitados para votar en cada circuito
según sus edades en 2009. Y si hubo variaciones fueron marginales. El mito
decía que el FA habría parado de captar a los nuevos votantes y que la
“moderna campaña” de Lacalle Pou expresaba la sensibilidad de las nuevas
generaciones que lo respaldarían. Incluso se dijo que los nuevos electores
se dividirían casi por mitades entre el FA y la oposición. Y eso no pasó.
Lacalle Pou captó una adhesión muy baja entre los nuevos votantes, y el FA
sigue siendo el partido con mayor capacidad de captar el voto joven: obtuvo
el 58,5, frente al 27,2 del PN, ganando en los 19 departamentos entre los
menores de 30 años.

—¿Lacalle Pou no representó entonces una renovación para los jóvenes más
despolitizados?

—Ese es un análisis muy de clase media de avenida Italia al sur. La mayor
parte de los jóvenes no viven en los barrios costeros donde mejor votó el
PN, sino en los barrios populares o más periféricos, donde el FA alcanzó
entre el 50 y el 75 por ciento de los votos. En Montevideo el 68,5 por
ciento de los menores de 30 años y el 71 por ciento de los menores de 24
años votaron al FA. Lacalle Pou irrumpió de forma inesperada, pero no
representó lo moderno ni la renovación. Causó sorpresa, y generó una
sensación de cambio. Pero muchos analistas se olvidaron de todas las
bibliotecas que existen sobre el cambio cultural y convirtieron un proceso
de irrupción inesperada en un proceso de raíces profundas. El error teórico
grueso fue creer que la estética y la imagen de Lacalle Pou eran
determinantes. Esa fascinación ocurrió en ciertas elites que vieron una
realidad paralela durante estos meses. Lacalle no tiene un relato moderno de
la sociedad; es más, se define a sí mismo como un liberal conservador.
Cuando se le preguntó por la ley de ocho horas para los trabajadores rurales
le salió del corazón lo que pensaba, después trató de corregirlo. La novedad
fue que un conservador joven desplazara a los caudillos y al núcleo
herrerista duro, que vio en él una oportunidad de cambiar la histórica
vocación del PN de acceder sólo a gobiernos locales.

—Otro mito al que ataca es que la clase media montevideana iba a castigar
electoralmente al FA, algo que afirma que no pasó. Ahora, ¿el FA no viene
perdiendo terreno en los barrios costeros frente a la suma de blancos y
colorados?

—Analizar a blancos y colorados juntos es forzado, en rigor no votan juntos.
Si mirás barrio a barrio, el FA perdió en Villa Biarritz, parte de Pocitos,
Punta Gorda y una zona de Malvín. Y el PN creció ahí a expensas del PC. El
mito era que el FA sufriría el castigo electoral de la clase media
montevideana por el Irpf, la inseguridad y un supuesto convencimiento de que
se había beneficiado a los pobres y no a los que trabajan. Pero los
resultados electorales no muestran que haya sido castigado por la clase
media. Y si vemos por barrios, la disminución que tuvo el FA fue muy
homogénea en toda la ciudad, excepto en Carrasco, donde cae un 5 por ciento.
En porcentajes, el caudal electoral es casi el mismo que hace cinco años.

—Sin embargo el FA perdió 21 mil votos con respecto a 2009 en Montevideo.

—Montevideo perdió población entre 2009 y 2014, y por eso perdió un
diputado. Lo que hay que comparar son los porcentajes, no los votos. Perdió
21 mil votos, pero también perdió población.

—Precisamente, en porcentajes, en Montevideo bajó de 55 a 53,5 por ciento de
los votos 

—Sí, perdió ese pequeño margen de votos en Montevideo, pero no es
significativo.

—¿A qué se puede atribuir esa pérdida, que se suma a la pérdida de 2009? 

—Creo que en Montevideo hubo un corrimiento hacia los partidos más pequeños.
Pero no me animo a hacer una interpretación de un fenómeno sobre el cual se
hicieron muchas hipótesis, aunque terminó siendo marginal. La pérdida es muy
pequeña como para inferir de ahí un fenómeno político.

—En otro de sus informes concluye que el crecimiento de la izquierda en el
Interior tiene una importancia estratégica comparable al acceso a la
Intendencia de Montevideo en 1989. 

—La gran novedad de estas elecciones fue que el FA abrió las porteras del
Uruguay profundo, saltó sus alambrados y alcanzó una votación histórica en
el Interior, particularmente en las pequeñas localidades y zonas rurales. Es
probablemente la última estación a la que le faltaba llegar a la izquierda
en esa acumulación política que emprendió 40 años antes de que se creara el
FA, como explicó Julio Castro en un artículo que publicó en el semanario
Marcha en 1971, titulado “Una larga marcha”. El FA alcanzó en 2014 una
distribución de votos equivalente a la distribución de la población en el
país (60,8 por ciento reside en el Interior y 39,2 en Montevideo). Hoy el 56
por ciento del electorado del FA está en el Interior.

—¿Qué papel jugó Mujica en ese crecimiento?

—Si miramos en perspectiva histórica, el FA tuvo prácticamente la misma
cantidad de votos en el Interior entre 1971 y 1994. La primera vez que
Tabaré hace campaña nacional en 1994 duplica su electorado en el Interior.
En 2004 hubo otro punto de crecimiento potente. En 2009 el electorado casi
que se mantuvo en el Interior, y ahora en 2014 vuelve a crecer con fuerza.

—¿Lo atribuye más a Tabaré Vázquez?

—No, porque Mujica también sumó… A ver, responde a un proceso de crecimiento
sostenido en el tiempo, donde el FA revirtió su matriz montevideana, pero no
es un proceso que se disparó ahora. Que dentro del menú electoral de la
izquierda Mujica sea el que tiene mayor adhesión en los más pobres o en el
Uruguay profundo no quiere decir que el efecto sea sólo por él. Este nuevo
impulso en el Interior también se explica por la descentralización, las
políticas culturales, el acceso a la luz y el agua en el Interior profundo,
el régimen de ocho horas para el trabajador rural, la política económica y
el dinamismo agropecuario. Pero es el fruto de una “larga marcha” en la que
hubo varios hitos. El crecimiento del FA en el Interior comienza en 1994. El
FA tiene por primera vez en 2014 un despliegue territorial más homogéneo: en
relación con 2009, crece 6,5 por ciento en las áreas rurales, 4,5 en
localidades pequeñas de hasta mil habitantes, 3 en localidades de hasta 5
mil habitantes, y 1 por ciento en las capitales departamentales.

—¿No está creciendo hacia el Interior y cayendo en los departamentos
costeros donde triunfó más temprano, como Montevideo y Maldonado?

—No veo un proceso donde se esté estirando la sábana hacia el Interior y se
esté dejando al descubierto la costa, o que esté cubriendo los pies y
dejando al descubierto la cabeza. No es así. Perdió votos en Montevideo y
Maldonado, pero en el área metropolitana aumentó su caudal electoral porque
creció en San José y en algunas partes de Canelones. Hay vaivenes, porque
una vez que se conquistó un electorado no significa que se lo guarda bajo
llave.

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Los descontentos de izquierda

“Amplifican su malhumor, pero no se organizan políticamente”

—Crecieron los partidos de la izquierda extrafrenteamplista y se duplicó el
voto en blanco y anulado. ¿Cómo evalúa eso?

—El voto en blanco se duplicó: pasó de 23 mil a 43 mil votos entre 2009 y
2014. Pero fue un fenómeno nacional, no sólo de Montevideo. El voto anulado
aumentó un poco menos. Lo que no sé es si el voto en blanco y anulado es de
izquierda, porque una parte es estructural y siempre ha habido, lo que hay
que ver es cuándo ese margen aumenta. Lo que no hay que negar es que existe
un electorado de izquierda que no se ha sentido conforme. Esa disconformidad
es como un caleidoscopio, tiene varias razones, lo que hace difícil
categorizar a los descontentos. Amplifican su malestar a la hora de votar,
pero a la hora de actuar no se organizan políticamente. Tienen capacidad de
generar discurso social y amplificar su malhumor en ámbitos de elite. Lo
digo con respeto. Acceden a cajas de resonancia que hacen pensar que el
fenómeno fuera más amplio, y algunos analistas forman parte de ese malhumor.

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El giro a la izquierda

“Es una discusión de perfilismo individual o sectorial”

—Si tras diez años en el gobierno casi la mitad del electorado renueva la
confianza en el FA y vota opciones más recostadas a la izquierda, ¿es
posible concluir que hay una demanda más clara de girar a la izquierda?

—No creo en el giro a la izquierda. El programa del FA es de izquierda.
Antes que autoproclamarse de izquierda importa la capacidad de hacer
reformas y gestionar con una lógica transformadora a la sociedad. Esta
preocupación constante de señalar quién es más de izquierda no permite ver
qué ideas son posibles de concretar o qué ideas serían más transformadoras o
divergentes respecto a lo que ya se está haciendo. Lo del giro a la
izquierda es más un perfilismo discursivo, individual o sectorial, que una
realidad, ¿qué significa ser más de izquierda?

—Quienes hablan del giro a la izquierda insisten, por ejemplo, en aumentar
la carga tributaria al capital y bajar la del trabajo, o en colgarle más
condiciones a la inversión extranjera.

—Honestamente me parece que es una discusión de perfilismo. No escuché
divergencias sobre qué se va a hacer en ese tema en el congreso del FA. La
reforma tributaria es flexible, pero tiene que estar acompasada por procesos
de consolidación, no la podés toquetear todos los días. Además, veo
problemas para medir la temperatura de quienes supuestamente girarían a la
izquierda, porque algunos de ellos, por ejemplo, no acompañaron al inicio la
agenda de derechos; y quienes sí lo hicieron no serían los del giro a la
izquierda. Es parte de la etiqueta publicitaria que algunos se ponen, pero
hace mal porque el debate de ideas pierde densidad. Las etiquetas no
aportan, es una retórica vacía. A las etiquetas las prefiero para los buenos
vinos.

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