Francia/ Hollande-Valls: la implacable lógica de la adaptación neoliberal [Jean-Philippe Divés]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Sep 6 20:01:29 UYT 2014


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 6 de setiembre 2014

germain5 en chasque.net

A l’encontre – La Breche

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Francia

Hollande-Valls, o la implacable lógica de la adaptación neoliberal

Jean-Philippe Divès

L´anticapitaliste N° 57, setiembre 2014

https://npa2009.org/

Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur

¿Cómo ha podido Arnaud Montebourg imaginar que su ataque contra la política
económica del gobierno del que era ministro de economía no desencadenaría
una tormenta, que ha acabado con su expulsión? Más allá de las trayectorias
personales, la crisis de finales de agosto se sitúa en la lógica implacable
de las evoluciones a las que asistimos desde comienzos de 2014.

La primera en disparar ha sido la antigua ministra de vivienda y dirigente
de EELV (Europe Ecologie Les Verts), Cécile Duflot, vía la publiacación de
las páginas del libro que relata su experiencia en el gobierno. “Por no
haber querido ser un presidente de izquierdas, no ha encontrado jamás ni su
base social ni sus apoyos. A fuerza de haber querido ser el presidente de
todos, no ha sabido ser el presidente de nadie”. “A fuerza de utilizar los
argumentos y las palabras de la derecha(...) ¿cuál es la diferencia con la
derecha? ¿Un carné de un partido diferente?” /1.

Algunos días más tarde, Montebourg desenfundaba a su vez, denunciando “la
reducción dogmática de los déficits, que nos conduce a la austeridad y al
paro”, “aberración económica, pues agrava el paro, un absurdo financiero,
pues hace imposible el restablecimiento de las cuentas públicas, y un
siniestro político, pues echa a los europeos en brazos de los partidos
extremistas”. Más aún, atacaba abiertamente a Angela Merkel, y por tanto a
la “pareja franco-alemana”: “Si tuviéramos que alinearnos con la ortodoxia
más extremista de la derecha alemana, eso significaría que, aunque los
franceses votaran por la izquierda francesa, en realidad estarían votando
por la aplicación del programa de la derecha alemana” /2.

Se ha contado que Valls habría ido a ver a Hollande para decirle: “o
Montebourg o yo”. De todas formas, ningún presidente ni primer ministro
puede aceptar sin reaccionar tales críticas, salvo que quiera ver su
autoridad reducida a la nada, por no hablar de la coherencia de la acción
gubernamental. Nada acredita por otra parte la idea de que hubiera habido
entre Valls y Hollande algún tipo de oposición. “La diferencia es que el
primer ministro asume claramente lo que el presidente no se había atrevido a
decir a los electores. Manuel Valls ha impuesto quizá a François Hollande
que diera la cara, que fuera claro, pero los dos hombres están perfectamente
de acuerdo sobre las cuestiones económicas. El candidato socialista en 2012
defendía un discurso similar respecto a la empresa (...). En mi opinión, la
pareja ejecutiva funciona bien, pues comparten las mismas ideas. Hay una
diferencia clara de estilo y de personalidad, siendo Valls más franco y
directo que Hollande, lo que da al primero una indudable superioridad
retórica, pero su alianza se mantiene por el momento” /3.

Adiós por tanto a Montebourg, pero también a Benoit Hamon -antes de 2012, el
dirigente del ala izquierda del PS- así como a Aurelie Filippetti, que, como
ministra de cultura, se había mostrado un poco condescendiente frente a los
trabajadores intermitentes del espectáculo. Bienvenido Emmanuel Macron, el
joven banquero adulado de los medios de negocios e inspirador del pacto de
responsabilidad, instalado en economía para dejar clara la diferencia. Luego
vinieron las declaraciones de amor de Valls a la patronal, saludadas por la
ovación en pie en la universidad de verano del Medef (la patronal francesa).
Con, más que una reafirmación de la orientación neoliberal, la promesa de
que ésta será profundizada y su aplicación acelerada.

Contradicciones que se habían vuelto insostenibles

Tres acontecimientos o procesos han concurrido en el desencadenamiento de
esta crisis: el coming out neoliberal de Hollande, confirmado luego con el
nombramiento de Valls; los malísimos resultados del PS en las municipales de
marzo y las europeas de junio, acompañados de los éxitos de la extrema
derecha; la nueva degradación de la situación económica desde comienzos de
año.

Tras haber mentido durante su campaña electoral (“mi enemigo es el mundo de
las finanzas”), Hollande había mantenido primero fragmentos de discurso que
podían aún dar una vaga impresión de izquierdas, apoyándose sobre algunas
medidas simbólicas, en particular el famoso tramo de imposición al 75% (que,
según el nuevo ministro de economía sería ¡“Cuba, pero sin sol”!. Pero lo
que quedaba de ambigüedad fue levantado a partir del 31 de diciembre de
2013, cuando el presidente anunció su adhesión a la “política de la oferta”
(que privilegia los márgenes y la competitividad de las empresas en
detrimento del poder de compra y del consumo), y en consecuencia el pacto de
responsabilidad coelaborado con el Medef.

La pesada derrota de las municipales ha constituido una primera sanción.
Nombrando como consecuencia a Valls como primer ministro, Hollande
manifestaba sin embargo su voluntad de proseguir e ir más lejos, en lo que
la mayor parte de los comentaristas describían, en oposición a las “viejas
ilusiones de la economía administrada”, como un giro socialdemócrata o
social-liberal (en realidad, bastante clásicamente neoliberal).

Que en ocasión de la formación de su primer gobierno, Valls haya hecho
alianza con Montebourg y Hamon, partidarios de un relanzamiento por la
demanda y de una dosis de soberanismo económico, forma parte de los
misterios de la política burguesa-institucional. Eso no ha impedido sin
embargo una derrota en las elecciones europeas, agravada por el hecho de que
el FN se ha visto por primera vez a la cabeza de un escrutinio nacional; ni
la caída libre de la popularidad de Valls (del 60% a menos del 40% en tres
meses), tras un estado de gracia tan efímero como engañoso.

El otro elemento que tiene un gran peso en la situación -y constituye la
tela de fondo del descrédito gubernamental así como de la crisis política
global- es la instalación en el estancamiento económico, con las amenazas de
nueva recesión, incluso de deflación. El crecimiento ha sido nulo en el
primer y segundo trimestre (mientras que la actividad retrocedía de abril a
junio en Alemania y en Italia). El corolario inevitable es la subida
permanente del paro. A ojos de la inmensa mayoría, los más de 500.000
parados suplementarios desde la elección de Hollande rubrican su fracaso. A
partir de ahí, dos interpretaciones y dos tipos de respuesta son posibles.
Una, a la que Montebourg, Hamon o Dulfot se han adherido, estima que la
política seguida es errónea y que han que modificar la dirección o cambiarla
del todo. La otra, que prevalece, considera que esta política, cuyos
resultados tomarán tiempo, no ha ido suficientemente rápida ni
suficientemente lejos. En cualquier caso, está libre la vía para que
estallen las contradicciones que hasta ahora habían permanecido ocultas.

Además de a la credibilidad de las autoridades del estado, el despido rápido
de las voces discordantes responde a una segunda razón: la presión de la
patronal, que exigía ser tranquilizada. “Las disensiones, en el seno mismo
del gobierno así como de la mayoría parlamentaria, plantean un gran
problema: provocan incertidumbre, dificultan la confianza, y por tanto el
crecimiento (...). Lo que cuenta, son las previsiones de las familias y de
las empresas. Para eso son precisas la unidad, la estabilidad, la
constancia. Sin embargo los anuncios del ejecutivo son turbados por la
confusión creada por quienes pretenden defender una política diferente” /4.

¿Un Schröeder francés?

Se ha hecho la comparación por quienes esperan que Valls (u Hollande, o la
pareja) se convierta en el “Gerhard Schröder francés”. Hace diez años, fue
en efecto un dirigente socialdemócrata quien impuso en Alemania una
adaptación brutal a las exigencias del neoliberalismo, obtenida por una
bajada de los salarios y la destrucción de numerosas conquistas sociales. No
es una incongruencia. Desde el punto de vista de la burguesía francesa (e
incluso internacional), tal ha sido incluso desde el comienzo la función
posible y deseada de un gobierno de izquierdas: hacer el trabajo sucio que
Sarkozy no había sido capaz más que de esbozar, de forma que se resolviera
el diferencial de competitividad del que sufre el capitalismo francés
respecto a sus principales concurrentes.

Las primeras medidas anunciadas desde la puesta en pie del gobierno Valls 2
-congelación o supresión de los umbrales sociales, extensión del trabajo al
domingo, puesta en cuestión más en general del Código de Trabajo, nuevos
retrocesos en lo referido a las 35 horas, supresión o aligeramiento de las
medidas de bloqueo de los alquileres tomadas últimamente por Duflot- van
todas en ese sentido.

Queda por saber si Hollande-Valls serán capaces de llevar este proyecto
hasta el final. Y a qué precio.

La crisis va a continuar

La estructuración de una disidencia, a través de la nueva corriente “Viva la
izquierda”, ilustra el hecho de que la crisis del PS está todo menos
resuelta, cualesquiera que sean las inconsecuencias de los “rebeldes”,
incluso desde un punto de vista keynesiano-burgués más allá del cual no van.
La causa primera de los enfrentamientos y divisiones internas no reside, en
efecto, en divergencias ideológicas -a las que se habían bastante bien
acomodado hasta ahora los “socialistas”-, sino en el rechazo por las clases
populares de la política de austeridad, conduciendo por su parte a una
verdadera ruptura política con el gobierno y el PS.

En estas condiciones, una prosecución del hundimiento y una marginación
política, a imagen del proceso que el PASOK ha conocido en Grecia, comienzan
a resultar hipótesis creíbles.

Más allá del PS, es todo el dispositivo político de la burguesía, en pie
desde los años 1980, el que está sacudido por el ascenso del FN y las
divisiones persistentes en el seno de la UMP, segundo pilar del bipartidismo
y de la alternancia izquierda-derecha. La amplitud del problema ha sido
puesta en evidencia en dos sondeos, publicados a mediados y finales de
agosto por el Journal du Dimanche. Según el primero, el 85% no otorga su
confianza al gobierno; según el segundo, más del 60% estima que los partidos
políticos son inútiles, y más aún que son “incapaces de reformarse” o que
están “alejados de las preocupaciones” de quienes se suponen que
representan.

Hablar hoy de “crisis de régimen”, como han hecho a la vez Le Figaro y
Libération, tiene que ver sin embargo con una cierta exageración. Las
instituciones políticas continúan, en efecto, funcionando. Para que se
paralicen, sería preciso que los “rebeldes” se atrevieran a oponerse al
gobierno, es decir, que le pongan en minoría votando contra el presupuesto y
la anunciada ley “sobre el crecimiento”. Como no están dispuestos a poner en
riesgo su puesto en elecciones legislativas anticipadas, no hemos llegado
(¿aún?) a esa situación.

Notas

1/ Extractos de “De l´intérieur. Voyage au pays de la désillusion”, Editions
Fayard, publicado el 25/08/2014.

2/ Discurso en la “Fiesta de la rosa”, el 24/08/2014 en Frangy-en-Bresse.

3/ Según el profesor de ciencias políticas, Christian Bouillaud,
entrevistado el 27/08/2014 por Figaro Vox.

4/ Según Emmanuel Macron en su entrevista al Point del 28/08/2014

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