China/ la situación de la lucha de clases [Ellen David Friedman - entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Abr 30 13:03:24 UYT 2015


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 30 de abril 2015

germain5 en chasque.net

A l’encontre – La Breche

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China

Entrevista a Ellen David Friedman

La situación de la lucha de clases en China

Ashley Smith

Socialist Worker, Chicago

http://socialistworker.org/

Traducción de Viento Sur

Desde que estalló la crisis económica global en 2008, China ha conocido un
fuerte aumento de las luchas obreras y populares, tanto en Hong Kong como en
el territorio continental. Ellen David Friedman, sindicalista de la
Asociación Nacional de la Enseñanza en Vermont (EEUU), cofundadora del
Partido Progresista de ese Estado y miembro del Comité Político de Labor
Notes, ha colaborado en la última década con activistas sindicales en Hong
Kong y el territorio continental de China. Ha conversado con Ashely Smith
sobre la dinámica y la naturaleza de estas luchas.

-¿Cómo te implicaste en el activismo sindical en China?

El motivo inmediato de mis primeros viajes a China, en los años 2002 y 2003,
fue el hecho de que mi hijo estaba estudiando allí. Muy pronto conocí a
activistas del movimiento obrero en el territorio continental y en Hong
Kong. Empecé a colaborar con académicos, abogados laboralistas, periodistas
y miembros de organizaciones no gubernamentales (ONG), y también cada vez
más con estudiantes. A comienzos del año académico de 2005-2006 conseguí, a
través de unos colegas, un puesto de profesora invitada en la Universidad
Sun Yat-sen (SYSU) de Guangzhou. Desde entonces he seguido visitando el país
todos los años durante un cuatrimestre, y este ha sido el primer año en que
no he ido. Gracias a mi actividad como profesora de estudios sindicales en
la SYSU pude conocer a diversos sectores del movimiento obrero. En todos
estos años he trabajado intensamente con algunos reformadores de los
sindicatos y activistas de ONG laboralistas, especialmente en el sur de
China, aunque también en Pekín.

En uno de los proyectos más importantes, estuve trabajando con un
catedrático del departamento de ciencias políticas de la SYSU con el
propósito de poner en marcha un centro internacional de estudios sobre el
movimiento obrero en colaboración con el centro de estudios del trabajo de
la Universidad de California en Berkeley. Este programa es el único de esta
especie que existe en China y ha resultado sumamente productivo y efectivo
en los últimos cinco años. Ha organizado numerosas investigaciones,
publicaciones académicas, talleres, seminarios, conferencias, intercambios
entre sindicalistas, académicos, estudiantes y activistas de base en China y
sus homólogos extranjeros, principalmente de EE UU y Alemania, aunque
también de otros muchos países, incluida una incipiente relación muy
prometedora con sindicalistas y académicos progresistas de Japón. El
gobierno, sin embargo, la cortó el pasado mes de noviembre.

-Una de las cosas que has organizado ha sido una gira de los trabajadores
portuarios de Hong Kong. ¿Qué significado tuvo su lucha?

Hace dos años protagonizaron una huelga sumamente importante, que lo fue por
varias razones. A pesar de que Hong Kong está siendo reabsorbida por el
gobierno central chino, hoy por hoy todavía existe allí bastante pluralismo
y cierta autonomía, lo que significa que en el mundo del trabajo existen
tres o cuatro federaciones sindicales de peso. La más grande es de lejos la
Federación de Sindicatos de Hong Kong (HKFTU), que se identifica con la
Federación de Sindicatos de toda China (ACFTU), un sindicato favorable a
Pekín y a las patronales. La segunda en tamaño parece ser la Confederación
de Sindicatos de Hong Kong (HKCTU), que es favorable a la independencia y a
la democracia.

En el puerto existe lo que podríamos calificar de pluralismo sindical, pues
algunos trabajadores están afiliados a la HKCTU y otros a la HKFTU. Los
portuarios de la HKCTU protagonizaron una huelga heroica. Todos trabajan
para contratistas independientes, pero el enemigo real era Li Ka-shing, uno
de los hombres más ricos del mundo y un oligarca de tomo y lomo. Es
propietario de alrededor del 70 % de los atracaderos portuarios en Hong Kong
y muchas otras partes de toda Asia. La huelga de los trabajadores portuarios
también fue una importante batalla política. Recibió un apoyo amplísimo por
parte de la sociedad, particularmente de los estudiantes. Conocí
personalmente a algunos de los líderes de aquella huelga y conseguí que
vinieran a hablar en la conferencia de Labor Notes de 2014 en Chicago y
realizar acto seguido una gira por los puertos de la costa oeste bajo los
auspicios de la ILWU (sindicato de estibadores de EE UU) y otros sindicatos
y organizaciones de izquierda y progresistas.

-¿Cuál es la situación general de la lucha de clases en China?

En primer lugar, hemos de entender que en la parte continental de China la
clase trabajadora no tiene sus propios sindicatos independientes; la ACFTU
es el único sindicato legal desde la revolución de 1949. El gobierno ha
reprimido todo intento de desarrollar sindicatos independientes,
especialmente desde que aplastó el levantamiento de la plaza Tiananmen en
1989: se trataba de poner coto al desarrollo de federaciones autónomas, que
se habían formado al amparo del movimiento democrático. Desde entonces ha
habido pocos intentos de crear sindicatos independientes. Lo que más se le
acerca es que en algunas huelgas los trabajadores reivindican la elección
directa de sus propios delegados sindicales de la ACFTU en la empresa, es
decir, en el escalón inferior. Esto representa un desafío interno para los
burócratas de la ACFTU controlada por el gobierno, que no desempeña ningún
papel que pudiéramos decir que tiene algo que ver con la lucha de clases.
Por tanto, la demanda de elecciones expresa el deseo de los trabajadores de
hacer que el sindicato luche por sus intereses.

Esta reivindicación en concreto adquirió un enorme impulso tras la oleada de
huelgas de 2010. Aquellas huelgas mostraron cómo entendían los trabajadores
su dominio de la producción. Comenzó con una huelga en una fábrica de
transmisiones para el automóvil –se trataba de una filial de Honda– en un
distrito denominado Nanhai. Los 2000 huelguistas eran en su mayoría
aprendices de la escuela técnica, de 20 a 21 años de edad en promedio.
Estaban familiarizados con el uso de internet, de modo que investigaron
sobre Honda y descubrieron que era una empresa muy rentable. Vieron que los
trabajadores que desempeñaban la misma tarea en Japón cobraban cincuenta
veces más que ellos. También descubrieron que el sistema de producción “just
in time” les brindaba una gran oportunidad para paralizar toda la industria
automovilística. Se dieron cuenta de que si suspendían la producción en
cualquiera de las plantas que fabricaban piezas podían paralizar todas las
fábricas de montaje. De modo que cuando bloquearon las fábricas de piezas,
al cabo de tres o cuatro días ya cesó la producción en cuatro plantas de
montaje y cientos de otras fábricas de piezas. Honda dejó de ingresar miles
y miles de millones de dólares.

Esto desencadenó una oleada de huelgas en la industria auxiliar del
automóvil. Nadie conoce el número real, pero probablemente afectó a
centenares de fábricas. Una demanda “infecciosa” de esas huelgas fue la de
la elección directa. Diré también que una de las cosas más alentadoras e
importantes que vimos es que en los casos en que los trabajadores pudieron
elegir a su propia dirección, esos nuevos delegados se tomaron en serio, en
la medida de sus posibilidades, la tarea de representar a quienes los
eligieron. En las fábricas en que los delegados sindicales han sido elegidos
hay algo que se asemeja hasta cierto punto a una negociación colectiva real.
Esto contrasta con el “aquí no pasa nada” habitual. En la gran mayoría de lo
que se entiende por negociaciones en China, el representante oficial del
sindicato se reúne con el jefe de personal de la empresa y firma un
documento que certifica que se pagan los salarios mínimos y se cumplen otras
normas legales. Por tanto, que los trabajadores fuercen una negociación
colectiva incipiente ya es un avance notable.

Las huelgas en China han sido endémicas desde mediados de 1990, con la
primera oleada de privatización de empresas públicas. Las luchas crecen y
decrecen en función de diversos microfactores económicos, pero han
proliferado de modo contante durante los últimos veinte años entre los
trabajadores migrantes con reivindicaciones diversas.

-¿Cuáles son las nuevas pautas que siguen las luchas actuales?

La fase más reciente se caracteriza por plantear reivindicaciones que tienen
que ver con el impago de salarios y retrasos en el pago de las cotizaciones
a la seguridad social en fábricas que están cerrando. Hay muchas empresas
que bajan la persiana, particularmente en la región del delta del río Perla,
en el sudeste del país. Esto se debe en parte a la desaceleración económica
que trajo la crisis en 2008, y en parte a la decisión del gobierno de
reducir los subsidios que se habían otorgado para atraer todas esas
industrias intensivas en mano de obra y de baja gama. Ahora quieren que se
vayan al interior del país, de modo que eliminan subsidios como las
desgravaciones fiscales, rebajas del precio del agua y de la energía,
creación de infraestructuras, apoyo logístico, etc. Muchas pequeñas empresas
operan con un margen de beneficio tan reducido que realmente no pueden
auto-sostenerse.

Cuando cierran y se van, no pagan el finiquito correspondiente ni los
salarios atrasados. A menudo, los trabajadores también se enteran de que no
han pagado las correspondientes cotizaciones a la seguridad social durante
10, 15 o 20 años. De este modo, los trabajadores afrontan el súbito
desempleo sin esperanza de cobrar los atrasos ni los subsidios del seguro
que les permitan capear el temporal hasta encontrar otro empleo. Estas son
las circunstancias que han llevado a la ola de huelgas en el sudeste, si
bien hay que señalar que hay huelgas en todas partes, incluido el interior
del país y en todos los sectores. Han parado maestros, taxistas, conductores
de autobús, pilotos de avión, empleados de supermercados y trabajadores de
banca. Ha habido huelgas incluso en el Ejército de Liberación Popular.
Estamos asistiendo realmente a una amplia movilización de los trabajadores y
trabajadoras.

-¿Hasta qué punto estas luchas son una reacción a la subcontratación y el
traslado de fábricas a los demás países del sudeste asiático? ¿Tiene algo
que ver este hecho con la oleada de huelgas?

La prensa occidental ha hecho mucho ruido con esto, pero por lo que yo he
observado, no constituye el factor principal. Está claro que los patronos
blanden esta amenaza para intentar mantener bajos los salarios en China. Y
una parte del capital se está deslocalizando, desde luego. Sin embargo, tal
como lo veo yo, esta no será nunca una amenaza grave para China, ya que este
país ofrece al capital unas condiciones que simplemente no son posibles en
ninguna otra parte del sudeste asiático. Y esto por varias razones. En
primer lugar, China tiene un régimen autoritario bastante competente y
cuenta con una infraestructura muy desarrollada. En segundo lugar, posee una
reserva de mano de obra prácticamente inagotable, mejor educada y más sana
que la del resto de la región. También es la economía más grande de la
región.

-En esta oleada de huelgas que has descrito, ¿se plantean cuestiones más
amplias sobre el cambio social?

No mucho, y diré algunas cosas al respecto. Una es que a diferencia de los
países de Europa Occidental, América del Norte o América Latina, que han
conocido todos, en mayor o menor grado, algún proceso democrático con sus
respectivas instituciones, no ocurre lo mismo en Asia, salvo en los países
que fueron ocupados, como Corea y Japón. Por tanto, no cuentan con una
experiencia histórica en que inspirarse. Los impulsos a favor de la
democracia, me parece, son débiles y dispersos. La segunda es que China
tiene una tradición estatal paternalista que dedica una parte significativa
del excedente que genera la economía a mantener la estabilidad social y el
sustento de la población. Este ha sido el caso bajo varios regímenes y
distintas estructuras económicas durante más de 2000 años. Así, tanto bajo
los sucesivos emperadores como en el periodo maoísta o la extraña economía
mixta capitalista de Estado actual, el Estado aporta algún pequeño subsidio
en efectivo o cierta ayuda a la vivienda. También asegura que siempre haya
trabajo para la gente. Y los campesinos siguen disponiendo, al menos sobre
el papel, de sus propias tierras. Ante todo conviene recordar que los
trabajadores y campesinos en China son en su gran mayoría pobres. Esto
significa que lo que más preocupa a la gente es sobrevivir.

Estos factores combinados frenan hoy por hoy la generalización de las luchas
locales para plantear una transformación social más amplia. De ahí que en
las luchas obreras no se formulen demandas políticas en este sentido. Estas
solo se plantean, en todo caso, en las redes sociales. La gente está muy
interesada en saber qué está sucediendo y en compartir la información. Esta
es una parte muy dinámica de la sociedad china en estos momentos, pero no
deja de ser un nivel muy básico de generalización política. El gobierno está
al tanto de este fermento en las redes sociales y espera mantenerlo a raya
asegurando el crecimiento económico y prometiendo futuras mejoras del nivel
de vida de la gente. Le preocupa mucho que la desaceleración económica
pudiera dar lugar a quejas más amplias sobre la sociedad china y su Estado.
De momento ha logrado parar un proceso de este tipo.

-Una de las luchas más importantes que han tenido lugar recientemente ha
sido la “revuelta de los paraguas” en Hong Kong. ¿Cuáles son las raíces y la
dinámica de esta lucha?

La revuelta de los paraguas tiene sus raíces en los hechos acaecidos en los
últimos cuatro o cinco años. Muchas personas sitúan su inicio en el arranque
del Scholarism Movement, en el que los estudiantes universitarios se
movilizaron contra el intento del gobierno central de imponer un “plan de
estudios nacional” en Hong Kong. Ha habido muchas otras escaramuzas en esta
batalla contra la absorción. La gente se ha resistido a la imposición de la
lengua cantonesa y, por supuesto, no ha dejado de luchar por la defensa del
sufragio desde el traspaso de la ex colonia británica a China. Por tanto,
los estudiantes están acostumbrados a la agitación política constante y han
podido acumular experiencias en la lucha, la estrategia y la táctica.

El segundo factor importante es que las universidades de Hong Kong, como
ocurre también en Quebec, cuentan con una larga historia de politización. Es
una historia complicada. Muchos estudiantes eran procomunistas en 1949, pero
tras el triunfo de la revolución, las autoridades de Hong Kong lanzaron una
purga anticomunista. Hubo mucha confusión y desorientación en la izquierda
durante las décadas de 1960 y 1970, pues la gente trataba de imaginar qué
estaba ocurriendo en China durante la “revolución cultural”. Entonces,
cuando se inició el movimiento por la democracia en los años ochenta, muchos
sindicatos estudiantiles de Hong Kong lo apoyaron. Sin embargo, después de
lo de Tiananmen todo se hundió. Desde entonces, las universidades se
despolitizaron en gran medida.

De modo que la “revuelta de los paraguas” supuso un avance alentador e
importante. No cuentan con muchos activistas de la generación anterior para
ayudarles y servirles de guía, ya que muchos de ellos cayeron en la
confusión y la desilusión. Sin embargo, existe un sector de jóvenes
académicos que se juntaron en un grupo llamado Izquierda 21 y que fueron
quienes propiciaron desde el activismo estudiantil el apoyo a los
trabajadores portuarios de Hong Kong. Las cuestiones que dieron lugar a la
“revuelta de los paraguas” son similares a las de las “acampadas” de otros
muchos lugares. Los estudiantes y la juventud en general están bastante
indignados de que sus mayores no hayan sabido llevar las cosas
suficientemente bien para que ellos tengan acceso tanto a la educación como
al sustento, es decir, a una vivienda y a la posibilidad de mantener una
familia. El coste de la vivienda es absurdo en Hong Kong. Estos jóvenes
observan el tremendo aumento de la desigualdad. Es difícil fracasar en Hong
Kong, no en vano es uno de los centros del capital mundial, pero la gente no
puede comprarse su propio piso e irse de la casa de sus padres.

Luego está la cuestión del sufragio. Finalmente, está también el hecho de
que la gente está muy en contra de que Hong Kong sea absorbida por la parte
continental del país. Esta actitud tiene un aspecto positivo, aunque también
tiene uno negativo. Algunas partes del movimiento expresan una forma de
racismo anticontinental de nuevo cuño. Hubo carteles que podían verse
durante meses en Hong Kong en los que se asimilaba a los visitantes del
continente como langostas que acudían a comprar productos de consumo porque
a los chinos ricos del continente les resulta más barato comprar bienes de
consumo en Hong Kong. Este racismo generará divisiones destructivas en el
movimiento.

En suma, existe un fuerte impulso a la movilización, pero la infraestructura
política correspondiente no es estable ni mucho menos. En el movimiento
democrático hay toda clase de fuerzas que tienen intereses diversos,
incluidos los grandes capitalistas de Hong Kong, que tratan de utilizar el
movimiento como base de apoyo para lo que saben que finalmente será una
negociación con los grandes capitalistas de la parte continental. Una vez
disuelta la ocupación, el jefe del ejecutivo de Hong Kong y algunos miembros
de su consejo legislativo tomaron la insólita decisión de criticar
públicamente a algunos de los líderes estudiantiles y pedir a los
administradores universitarios que los sancionaran expulsándolos. Esto causó
una ola de desaprobación en la sociedad; la gente piensa que es ir demasiado
lejos. Los activistas de izquierda de Hong Kong se tomaron muy en serio esa
movilización. Se implicaron prestando su apoyo fraternal y siendo
conscientes de su papel, pero sin tratar de condicionar a los estudiantes;
ayudaron a desarrollar el pensamiento de los estudiantes, así como su
estrategia y sus tácticas. He de decir que admiro su labor. Muchos de ellos
me parecen ahora un tanto consternados; les preocupa que el legado del
movimiento acabe convirtiéndose en una escueta lista de demandas electorales
que no guarden relación alguna con las injusticias económicas.

-¿Cómo interpretas la detención de las feministas en China? Representa esto
el comienzo de un nuevo movimiento?

Yo no diría que existe un movimiento feminista en la China continental,
aunque sí existen grupos de personas que tratan de plantear temas
relacionados con la desigualdad de género. La detención de estas cinco
feministas es difícil de comprender, pues no se sabe por qué el gobierno ha
decidido correr el riesgo de una censura global. En todo caso, probablemente
ahora ha aumentado el potencial de un movimiento feminista a raíz de esas
detenciones. Muchas mujeres jóvenes se lo están pensando y se plantean
cuestiones, y las medidas del gobierno han ayudado seguramente a despertar
su conciencia.

-¿Existe alguna manera de que los y las activistas de izquierda de EE UU
puedan impulsar la solidaridad con el movimiento obrero y otros movimientos
sociales en China?

Sí, aunque es muy difícil. Por ejemplo, si se produce una huelga
significativa, o algún hecho como la detención de las feministas, es
importante movilizar a la gente en nuestros propios sindicados, nuestras
propias organizaciones políticas, nuestras propias universidades y nuestros
propios grupos estudiantiles, para que emitan declaraciones. Esto es
fundamental, aunque su efecto en general es escaso, ya que no parece que al
gobierno chino le preocupen mucho estas cosas. En el caso de las luchas
obreras, la forma instrumental de solidaridad en la que solemos pensar
resulta bastante compleja en el contexto chino. En otros países es más fácil
organizar un apoyo real. Por ejemplo, hace año y medio hubo una huelga en
una fundición de aluminio de Rio Tinto en el norte de Quebec. Algunos
militantes de Vermont fueron para allí, invitaron a venir a huelguistas que
participaron en mítines, se organizaron colectas, cosas por el estilo. Esto
es imposible en el caso de China. Hay huelgas importantes, pero no hay
interlocutores al otro lado de la línea para contactar con ellos.

Hay oportunidades que deberíamos aprovechar. Los progresistas, activistas y
académicos sinoamericanos están llamados a desempeñar un papel importante en
el establecimiento de vínculos intelectuales y organizativos. Es posible
organizar intercambios y visitas. Esperamos que por lo menos esto contribuya
a ampliar el sentido de la interpenetración de los países y sus economías, a
crear relaciones, compartir estrategias y tácticas que ojalá, llegado el
momento, permitan abrir espacios y conexiones para organizar formas de
solidaridad más importantes.

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