Argentina/ la "CEOcracia" en acción [Claudio Katz]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Dic 27 14:12:01 UYT 2015


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Correspondencia de Prensa

27 de diciembre 2015

Boletín Informativo

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Argentina

La “CEOcracia” en acción

Claudio Katz *

Buenos Aires, 26-12-2015

Macri debutó con el duro ajuste que endulzó durante la campaña electoral. Su
“sinceramiento” de la economía es la típica transferencia de ingresos a
favor de los capitalistas, que tantas veces se aplicó en el país. Pretende
achatar los salarios a través de la carestía para incrementar las ganancias
de las grandes empresas.

La inflación comenzó a trepar a principios de noviembre y ya encareció
significativamente la canasta básica de alimentos. Esta escalada desmintió
todos los presagios de estabilidad por incrementos previos de los precios.
Los aumentos se dispararon antes y después de la devaluación.

Esta vez los llamados oficiales a la “responsabilidad” de los empresarios
asumieron un tono particularmente cínico. Los remarcadores ahora son
ministros y los gerentes del sector privado (denominados CEOs) controlan la
administración pública. El manejo del país por sus propios dueños se ha
corroborado en un debut inflacionario.

La complicidad entre funcionarios y capitalistas ha diluido todas las
sugerencias de retrotraer los precios a noviembre. El sistema de “precios
cuidados” sólo persiste como una formalidad para disimular la carestía.
Ninguna sanción a los responsables de la inflación es evaluada por un
gabinete que endiosa al mercado.

El propósito de la devaluación 

El objetivo del ajuste es provocar una fuerte caída de los salarios durante
el verano. De esta forma se licuarían los ingresos populares antes de las
paritarias. Para eso maquillan la evolución de los precios con pretextos de
baches estadísticos en el INDEC.

La imposición de un gran retraso salarial durante el primer semestre
anticipa las podas adicionales que intentará el futuro Pacto Social. Ese
convenio fijará metas decrecientes de inflación solventadas por los
trabajadores.

Los economistas del establishment aplauden el curso actual, pero subrayan
que la “consistencia” del plan depende de la confiscación del salario.
Estiman que esa amputación es indispensable para superar el fracaso de la
última devaluación (diciembre del 2013).

En esa oportunidad la brusca alteración de la paridad cambiaria se trasladó
a precios y salarios, neutralizando las ganancias de exportadores y
financistas. Para evitar este resultado los hombres del PRO esperan que la
inflación del 2016 (¿40%?) sobrepase ampliamente a los incrementos de
sueldos (¿28%?).

Con esa finalidad promueven mayor contracción monetaria y recorte fiscal.
Suponen que esas restricciones afectarán el nivel de actividad, ocupación o
precariedad laboral y debilitarán la resistencia de los trabajadores.

A diferencia del 2013 la derecha maneja ahora el gobierno y está empeñada en
una batalla frontal contra los asalariados. Pero actúa al final de un ciclo
de recomposición del empleo, el ingreso y el nivel de organización de los
trabajadores. No cuenta con el escenario de colapso que en el 2001permitió
una mega-devaluación, sin transferencias a los precios y salarios.

La primera confrontación para imponer el ajuste se dirime en el bono de
compensación que reclaman los sindicatos (5000 pesos). Macri rechazó esa
petición y sólo otorgó una irrisoria bonificación en la asignación universal
(400 pesos). Luego de entregar fortunas a los empresarios desconoce una
demanda básica de los asalariados. Afirma que únicamente homologará las
sumas negociadas por cada gremio en el sector privado, como si la inflación
exceptuara a los empleados públicos.

Mauricio pretende que cada segmento de los trabajadores se arregle por su
cuenta. Tiene tan incorporada la ideología burguesa que anuncia sin
sonrojarse beneficios generalizados para los capitalistas, mientras exige
tratativas segmentadas a los trabajadores.

La misma cosmovisión de niño rico transmitió Prat Gay en su presentación de
la devaluación como un acto liberador. Afirmó que “oxigenará la economía”,
presuponiendo que los negocios de una pequeña minoría generan bienestar para
toda la colectividad. Describió luego la eliminación de “impuestos
distorsivos” como un logro de la sociedad, estimando que cualquier obstáculo
para los capitalistas constituye una adversidad para el pueblo.

El equipo macrista despliega presentaciones tecnocráticas del ajuste, como
si estuvieran determinadas por exigencias naturales de algún dispositivo.
Por eso describe los detalles operativos de la devaluación sin mencionar sus
nefastas consecuencias sociales.

El PRO intenta trasladar al ámbito económico el marketing despolitizado que
utilizó para ganar elecciones. Con ese estilo ya no se lamenta de la
devaluación. Al contrario, la difunde como una gran noticia. Mauricio
devalúa con buena onda y alegría, mientras sus funcionarios imaginan las
sonrisas de los millonarios. Los sufrimientos de los desposeídos no figuran
en sus agendas.

Los ganadores del ajuste

El agro-negocio ha sido el principal favorecido por la simultánea decisión
de devaluar y reducir las retenciones. Ese sector incrementa sus ganancias
inmediatas en un 50-90% y se embolsa 3.700 millones de dólares, que valdrán
un 40% más en moneda nacional.

Las compañías cerealeras apostaron a este desenlace demorando durante meses
la liquidación de exportaciones. También los grandes propietarios y
contratistas agrarios incrementan sus fortunas, con precios internos que
ascienden al compás de la rentabilidad externa.

Todos fijan sus cotizaciones comparando con lo obtenido por los
exportadores. Por esta razón la carne, la harina, el pollo y las legumbres
se disparan al mismo ritmo. La soja arrastra el encarecimiento de los
productos que compiten por el uso de la misma tierra.

Ese encadenamiento torna particularmente nefasta la reducción de las
retenciones. La disminución de ese impuesto reconecta los precios locales de
los alimentos con su cotización internacional y desprotege al consumidor
argentino. Los agro-exportadores vuelven a recuperar preeminencia y ya
iniciaron su venganza por la resolución 125. La renta que el estado se
apropiaba desde el 2002 retorna al campo.

Macri intenta privilegiar al agro resucitando el imaginario liberal de las
“ventajas comparativas”. Supone que el país progresará afianzando su perfil
de exportador de productos básicos. Pretende incluso actualizar esa
inserción internacional convirtiendo al “granero del mundo” en un
“supermercado del planeta”.

Pero el subdesarrollo estructural que históricamente generó la performance
primarizada de nuestra economía se acentuará vendiendo nutrientes más
elaboradas. Ese modelo no crea empleo, desalienta la inversión industrial,
acrecienta las inundaciones y expande el deterioro ambiental.

Con la mira puesta en el florecimiento del agro-negocio, Macri abre las
puertas a los tratados del libre comercio con Asia, Europa y la Alianza del
Pacífico. Ensaya esa posibilidad a partir de una nueva asociación con
Brasil.

Pero el ajuste en curso también favorece a los bancos. Obtienen grandes
lucros con la intermediación de los créditos negociados para sostener la
devaluación. Ganarán fortunas si se concreta el endeudamiento por 20.000
millones de dólares para apuntalar las reservas y controlar la nueva banda
cambiaria.

Esos préstamos provienen de bancos extranjeros (Repo), entidades chinas
(yuanes convertibles) y financieras argentinas que administran la fuga de
capitales (reingreso de dólares sin encajes).

La gran hipoteca en gestación es presentada como un signo de “confianza” en
el país. Se repite el relato que siempre utilizaron los banqueros para
vaciar a la Argentina. Hasta ahora ninguno de los créditos presenta
finalidades productivas. Sólo solventan gastos corrientes y estabilizan la
cotización del dólar.

Los bancos se disponen a lucrar, además, con las altísimas tasas de interés
(38-40%) que introdujo el gobierno para contener cualquier corrida hacia el
dólar. De esta forma resurge la conocida bicicleta de ingresar capitales
golondrinas, que retomarán vuelo cuando se agote el casino. 

Para recibir un fuerte respaldo inicial de la City, Prat Gay y Stuzzeneger
convalidaron también el desfalco de los seguros de cambio que realizó la
administración saliente del Banco Central (enormes pagos a una cotización
ridícula del dólar). El nuevo equipo negoció límites a la emisión de pesos
que exigía ese contrato, pero aseguró a los bancos todos los lucros de la
transacción. 

Los financistas obtuvieron además un trofeo largamente esperado: la
recuperación del Banco Central. Se disponen a retomar el directorio de esa
entidad con el insólito disfraz de asegurar su “independencia”. Su próximo
negocio será el arreglo con buitres. 

Esa intermediación podría incluir compras totales o parciales de los pasivos
en litigio, a cambio de comisiones adicionales o atribuciones para gestionar
nuevos créditos. Las versiones sobre un préstamo directo del tesoro
estadounidense ilustran el interés internacional por una operación, que
seguramente incluirá inspecciones del FMI.

El tercer beneficiario del plan es la burguesía industrial exportadora.
Obtuvo la reducción de las retenciones y la eliminación de regulaciones que
restringían las importaciones de insumos (DJAI). Comenzará a recibir los
dólares demorados por esas adquisiciones y negocia un bono para zanjar las
compras impagas y las utilidades no giradas al exterior.

La principal promesa para ese sector es la implementación de una política
estatal anti-obrera, que el macrismo disfraza con llamados al “orden, la
productividad y la disciplina” laboral. El nuevo gobierno de “CEOcratas”
incluye numerosos expertos en incrementar los ritmos de trabajo, organizar
despidos y perseguir activistas. Los gerentes de recursos humanos ahora
comandan las oficinas gubernamentales y el nombramiento de un ministro con
apellido Triacca es un símbolo de lo que se viene.

También las empresas contratistas de servicios públicos recibirán su tajada.
Los tarifazos se preparan con la declaración de la emergencia energética y
la emisión mensual de facturas. Esos incrementos apuntan a recomponer la
caja de las compañías. Ganaron fortunas con las privatizaciones y
preservaron sus contratos durante la última década de subsidio estatal.

Ahora reaparecen los argumentos de la sintonía fina -que el kirchnerismo
difundió pero no instrumentó- para justificar los aumentos del gas y la
electricidad. Se afirma que los ricos malgastan energía calentando sus
piscinas y que la clase alta paga cuentas irrisorias por el aire
acondicionado. Esos abusos se corregirían con un simple recargo en el
servicio. Pero el verdadero objetivo de esas descripciones es penalizar a
toda población. 

Lo mismo ocurre con las tarifas vigentes en el Interior. Como ciertamente
son más elevadas habría abaratarlas, en lugar de encarecer las cuentas de
los usuarios bonaerenses.

El gerente de Shell que ahora administra la energía del país tiene la mira
puesta en asegurar precios del combustible que actualmente duplican la
cotización internacional. Con esos números los usuarios no sólo solventan
los beneficios de las compañías petroleras. También se impide cualquier
reconversión estructural a un patrón de energía eólica y solar. El nuevo
equipo ya decidió profundizar el sendero de Galluccio, que ha manejado YPF
como una empresa privada con turbios contratos secretos con Chevron. 

Macri ha diseñado un plan para toda la clase capitalista. Esa intención se
verifica en la significativa ampliación del blanqueo. Los evasores del fisco
-que el kirchnerismo indultó en sucesivas oportunidades- ahora tendrán otra
posibilidad para transparentar sus negocios sin pasar por la AFIP.

Tensiones y sostén político

Los neoliberales están de fiesta. Pero la lluvia de beneficios que reparte
el macrismo alimenta graves problemas. El conflicto más previsible se
avizora con la recesión. El combo de inflación-devaluación y tarifazos
induce fuertes tendencias contractivas en el próximo cuatrimestre. 

Si el incremento de las tasas de interés para contener el dólar perdura, la
recesión alcanzará porcentuales significativos. El encarecimiento del
crédito no sólo afecta la producción corriente. También impacta sobre
consumos más bancarizados y dependientes de las cuotas.

A pesar de la gran devaluación es improbable que las exportaciones puedan
compensar la contracción del poder adquisitivo. El escenario externo se ha
tornado muy adverso por la retracción imperante en el principal socio
(Brasil) y en el mayor cliente (China) del país. Además, el aumento de las
tasas de interés en Estados Unidos genera una fuerte competencia por la
captación de capitales sobrantes.

Por esta razón es incierta la llegada de las inversiones que promete Macri.
Un aluvión de divisas financieras debería compensar el decreciente ingreso
de dólares comerciales, que acompaña al fin del superciclo de las materias
primas. El 2015 cierra con un desplome del superávit comercial y como la
soja ya no cotiza a 600 dólares se endurecen las disputas por preservar los
mercados de otras exportaciones. 

Los librecambistas del PRO podrían negociar la continuidad de esas ventas,
ofreciendo la apertura del mercado argentino a los industriales foráneos.
Macri mantiene un cuidadoso silencio frente a este tema, sabiendo cuán vivo
está el recuerdo de la invasión importadora de los 90. Ya hay algunos
tanteos para autorizar compras de bienes finales, que pueden devastar en
tiempo récord al vulnerable aparato industrial del país.

Tensiones mucho más inmediatas se avecinan en el terreno fiscal. Mauricio
asume con un déficit de 7 puntos del PBI y numerosas provincias sin fondos
propios para pagar los sueldos. Todas las medidas que anunció incrementan el
agujero de las cuentas públicas. Redujo drásticamente las retenciones sin
explicar cómo compensará ese des-financiamiento del sector público. Sus
economistas preparan tarifazos para cubrir ese bache y diseñan una brutal
cirugía de gastos sociales, sueldos y jubilaciones del sector público.

El objetivo estratégico de Macri es reiniciar un curso neoliberal con mayor
monitoreo estatal, para diluir la impronta neo-desarrollista de la última
década. Su reivindicación de Frondizi y la presencia de un nieto de Frigerio
en el gabinete sólo apuntan a resucitar el imaginario de crecimiento.
Desecha por completo cualquier prioridad de desenvolvimiento industrial.

La viabilidad de su programa suscita incontables especulaciones. Por el
momento sólo cabe registrar la evidencia de un ajuste solventado con
endeudamiento. Necesitará un fuerte apoyo político para sostener un esquema
anti-popular, que precipitará divisiones en las clases dominantes.

Frente a esas perspectivas Macri expande alianzas políticas y asegura su
control del estado. Ocupa todos los espacios, coloca funcionarios aptos para
la contra-reforma y presiona por los descabezamientos pendientes en sectores
de la justicia y los medios de comunicación.

El nuevo presidente ya comenzó a gobernar por decreto vulnerando sus
convocatorias a la concertación republicana. Intentó designar los
auto-objetados “jueces macristas” en dos cargos vacantes de la Corte
Suprema, sabiendo que necesita tribunales afines para bloquear amparos
contra los ajustes.

También busca impunidad mediática para reducir la visibilidad de las
protestas. Intervino el AFSCA desconociendo en forma grosera la autonomía de
ese organismo. Pretende sepultar la ley de medios a cambio de coberturas
favorables por parte de Clarín y La Nación. En lugar del prometido
pluralismo de voces se apresta a hegemonizar la pantalla con relatos
oficialistas, manipulación de la información y pasatismo de contenidos. 

Pero la solidez de su gobierno depende de los acuerdos que alcance con los
gobernadores, el Massismo y el Justicialismo en el Congreso. Macri negocia
las leyes del ajuste con la gran lapicera que define los cheques y las
designaciones. Mientras repite frases huecas sobre el consenso, intenta
emular el modelo mexicano de turbias coaliciones parlamentarias. Ya
instrumentó durante varios años ese tipo de contubernios en la Legislatura
porteña y se apresta a reproducirlos en la Provincia de Buenos Aires.  

Como los principales conflictos se dirimirán en las calles, Mauricio también
prepara la criminalización de la protesta. Apaleó a los trabajadores de
Cresta Roja, ensayó un frustrado envío de gendarmes a Jujuy y ultima los
detalles de un protocolo para arremeter contra los piquetes. El mismo
presidente que reclama la liberación del organizador de las guarimbas
criminales en Venezuela hace la vista gorda frente al rebrote fascistoide de
sus allegados en Mar del Plata.

Afortunadamente Macri ya afrontó sus primeros disgustos. Debió retroceder en
el nombramiento de funcionarios derechistas (Ávila, Manfroni) y pospuso la
designación de sus candidatos a la Corte. Tuvo que ratificar, además, la
continuidad de los juicios a los genocidas, ante la contundente reacción de
los periodistas contra un editorial pro-indulto del diario La Nación. 

El PRO multiplicará las agresiones sociales antes del gran test de la
paritaria docente. Tramita especialmente la complicidad de la burocracia
sindical con ofrecimientos de continuado manejo de las obras sociales. Con
cada jerarca discute alguna prebenda específica. Moyano es su principal
interlocutor, por ejemplo, en el negocio de la basura.

La pantalla de estos contubernios es el pequeño alivio dispuesto en los
pagos del impuesto a las ganancias, que tributan los trabajadores de mayores
ingresos. Ese desahogo no alcanza a la inmensa mayoría de los asalariados y
es poco significativo para los afectados por esa carga. 

Dos responsables 

El atropello económico en curso se desenvuelve en medio de un gran juego del
culpable que marea a la población. Macristas y kirchneristas se acusan
mutuamente de provocar el ajuste. Por un lado, los economistas del PRO
afirman que adoptan duras medidas para subsanar la “herencia recibida”. Por
otra parte, los ex funcionarios de CFK proclaman que “la economía estaba
bien” y sólo requería algunas “correcciones graduales”. Los dos relatos son
ficticios y ocultan la aplicación de un remedio regresivo para los
desequilibrios que potenció la era K.

El carácter artificial de esa controversia es muy visible en las
interpretaciones de la inflación. Prat Gay afirma que el gobierno precedente
toleró subas de precios para ensuciarle la cancha. Los allegados de Kiciloff
responden que no podían contener incrementos precipitados por los anuncios
de devaluación. Uno dice que permitieron los aumentos por desidia y el otro
afirma que carecía de autoridad para actuar. En medio de esta discusión los
capitalistas remarcan exentos de culpa. 

Lo mismo ocurre con la devaluación. Macri sostiene que “nos dejaron
economías regionales colapsadas” y los kirchneristas lo acusan de devaluar
“para abaratar salarios”. Lo cierto es que el PRO transfiere ingresos a los
acaudalados y que CFK atrasó adrede el tipo de cambio, para trasladarle el
ajuste a su sucesor.

Macri también proclama que contrae deuda para atenuar los desbalances de un
“Banco Central sin reservas”. En cambio los seguidores de CFK denuncian la
hipoteca en formación para una “economía desendeudada”. Lo cierto es que el
PRO trabaja para los financistas, frente a la descapitalización provocada
por los pagos de la deuda que hicieron sus antecesores.

En medio de estas polémicas el macrismo encarece el crédito, afirmando que
debe absorber la montaña de pesos emitida por el kirchnerismo. Con ese
argumento oculta las gravosas consecuencias recesivas de su giro
monetarista. Los K contrastan ese viraje con su promoción del consumo. Pero
maquillan la inconsistencia de esa expansión, en un contexto de fugas de
capital e inflación descontrolada.

Las contraposiciones entre macristas y kirchneristas enturbian todos los
debates sobre el ajuste. Para esclarecer el nuevo escenario hay que impugnar
tanto la arremetida neoliberal como los fracasos del progresismo.

La crítica al nuevo gobierno no puede posponerse con expectativas de lo que
vendrá. Es ingenuo suponer que Macri “recién comienza” y merece un tiempo de
espera. Está rodeado de funcionarios de los 90 y hombres del establishment
que siempre han manejado el poder económico. La libertad de acción que
logren será proporcional al daño que sufrirá la población.

Pero las fantasías que despliegan los economistas K sobre su gestión son
igualmente insostenibles. Todos los desaciertos de esa experiencia volverán
a repetirse si se elude un balance de lo ocurrido. Resulta esencial debatir
el desemboque conservador que condujo a la convergencia con Scioli en un
programa de devaluación, aumento de tarifas y arreglo con los buitres.

El modelo de la última década acentuó los desequilibrios estructurales del
capitalismo argentino. Mantuvo una política impositiva regresiva, afianzó la
primarización sojera, agravó el extractivismo minero-petrolero y perpetuó la
estructura industrial concentrada. Otorgó, además, grandes subvenciones a
los “capitalistas amigos” (Cirigliano, Báez, dueños de Cresta Roja) que
impidieron modificar los pilares de la desigualdad social. 

Es imprescindible romper el corset de dos alternativas capitalistas como
único programa para la Argentina. Si sólo hay campanas neoliberales y
neo-desarrollistas con disputas entre ortodoxos y heterodoxos, el país está
condenado a un recambio cíclico de unos por otros. Construir una economía
productiva al servicio de las mayorías populares exige transitar por otro
camino. 

* Economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI.
Su página web es: www.lahaine.org/katz

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