Ecuador/ límites y crisis del correísmo [Alberto Acosta - entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Dic 29 17:29:20 UYT 2015


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Correspondencia de Prensa

29 de diciembre 2015

Boletín Informativo

redacción y suscripciones

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Ecuador

Entrevista a Alberto Acosta

Límites y crisis del correísmo

La Línea de Fuego, 8-12-2015

http://lalineadefuego.info/

Entrevistamos en Quito a Alberto Acosta, economista, académico de la
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, candidato del partido
indígena Pachakutik a la Asamblea Constituyente en 1997 y luego fundador de
Alianza País, ex presidente de la Asamblea Constituyente y ex candidato a la
Presidencia de la República en 2013 por la Unidad Plurinacional de las
Izquierdas. En un pasaje delicado del ciclo político de los gobiernos
progresistas en América Latina, la voz de Alberto Acosta es hoy una de las
que con mayor lucidez y sistematicidad destaca los límites de la experiencia
de gobierno de Rafael Correa en Ecuador, desde la izquierda a partir de un
ejercicio crítico sin autocensura. La entrevista la realizó Massimo Modonesi
para la revista mexicana Memoria. 

-Massimo Modonesi: Quisiera que conversáramos del momento de los gobiernos
progresistas y, obviamente, en particular del caso ecuatoriano, a partir de
la idea que circula actualmente de fin de ciclo. Creo que se puede
caracterizar el pasaje actual asumiendo que se resquebrajó la hegemonía, que
terminó la etapa hegemónica. Me interesa que nos ayudes a caracterizar, en
el contexto latinoamericano, la experiencia ecuatoriana de ese pasaje
crítico. ¿Cuál es el lugar de la dimensión macroeconómica? ¿Cuál es el papel
de los procesos políticos y los conflictos sociales? ¿Hubo o no construcción
hegemónica? ¿Cuál es el alcance del llamado “posneoliberalismo”? ¿Cuáles son
y dónde surgen las debilidades actuales? ¿Cómo se dio esa ruptura entre
gobiernos progresistas y movimientos sociales y populares?

Alberto Acosta: Voy a tratar de responder a tus preguntas desde varios
aspectos. El primero es que éste es un gobierno con una serie de luces y sus
correspondientes sombras. Es difícil llegar a establecer una línea
demarcatoria para decir esto es lo positivo y esto lo negativo. Pues hay
elementos dignos de ser resaltados que, a la vez, ameritan críticas
profundas. Puedo mencionar varios casos y ejemplos. En la actualidad vivimos
un momento crítico desde una perspectiva no sólo económica sino política.

Este gobierno se enfrenta a los movimientos sociales con una respuesta
represiva, racista, que da cuenta de una lógica perversa. ¿Por qué lo digo?
Porque este gobierno fue posible gracias a la lucha de estos movimientos
sociales. Sin la lucha de esos movimientos sociales, movimiento indígena a
la cabeza, movimiento sindical, movimiento de mujeres, de estudiantes, de
ecologistas, de distintos grupos de la sociedad, no habríamos tenido el
escenario que permitió el triunfo de Rafael Correa en las elecciones de
2006. Además, casi todos esos movimientos sociales estuvieron apoyando
electoralmente al actual gobernante al inicio y fueron actores fundamentales
para la aprobación de la Constitución de Montecristi, tanto por sus aportes
e intervención activa durante el debate constituyente como, luego, en la
aprobación del referéndum en septiembre de 2008. Ésta es una primera
contradicción, una gran contradicción. Este gobierno surge como resultado de
esa lucha, emerge del proceso popular, y luego esos sectores populares, que
lideraron ese proceso, son víctimas de los ataques, de las agresiones, de la
represión, incluso del racismo impulsado por el gobierno de Correa.

Luego anotaría que los problemas políticos que vivimos comenzaron a surgir
antes del fin del “consenso de los commodities”, para usar un concepto de
Maristella Svampa. Ese momento comportaba un escenario de precios altos de
las materias primas, del petróleo para Ecuador; es decir, de ingresos
abundantes, que representaban la posibilidad de realizar obra pública
significativa, lo cual se hizo, no se puede negar. Pero te encuentras con
que los problemas políticos y aun económicos surgieron antes de la crisis
económica provocada por la caída de la cotización del petróleo y la
apreciación del dólar, algo letal para una economía dolarizada como la
ecuatoriana. Basta recordar que las protestas sociales no son recientes.

A primera vista, alguien que no tiene mucho conocimiento de la realidad
ecuatoriana o que la ha estudiado en los últimos meses podría decir que la
protesta surgió debido a los cambios propuestos en la Ley de Herencias o al
proyecto de Ley de Plusvalías. Falso. No niego que eso incrementó la
protesta, o fue la gota que derramó el vaso, sobre todo en los sectores
medios y acomodados de la sociedad, los cuales mantuvieron un silencio
cómplice con el correísmo, mientras consumían y acumulaban como nunca. Hay
que tener presente que las protestas empiezan en sectores populares mucho
antes. Desde 2014 hay un proceso de resistencia que se cristaliza en marchas
cada vez más multitudinarias en junio, septiembre y noviembre de ese año,
que se replican con más gente en marzo y el 1 de mayo de este año. Además,
paulatinamente adquieren una característica novedosa: son marchas
multiclasistas, con trabajadores, indígenas y otros sectores populares que
involucran también algunos de las clases medias. La resistencia masiva surge
porque el terreno se calentó, las calles se calentaron por las acciones de
los sectores populares, con una larga lista de reclamos al gobierno.

Cuando el gobierno plantea la Ley de Herencias y la posibilidad de una Ley
de Plusvalías —con las cuales en principio, conceptualmente, estoy de
acuerdo—, exacerba a sectores medios y a ciertos grupos poderosos que habían
participado de los beneficios de la bonanza económica vivida del país.
Mientras consumían no les importaba, no se quejaban mucho; les molestaba un
poco el estilo del presidente, pero en el fondo esos sectores medios eran
comensales de la bonanza petrolera registrada en Ecuador; y los grandes
grupos económicos, los principales beneficiados de esta gestión, tampoco se
incomodaron. Correa les satisfacía en muchas de sus apetencias, sobre todo
en la posibilidad de acumulación fácil, ociosa del capital, sin mayor
inversión; es decir, sin mayor complicación. Estaban acumulando como pocas
veces en la historia, y se mantenían estructuras oligopólicas
impresionantes.

¿Lo que marca un punto de inflexión en la magnitud de la protesta y quiebra
la capacidad hegemónica del gobierno es el descontento de sectores de clase
media porque constituye la base social del correísmo?

El correísmo surge en 2006, con una gran alianza de sectores medios
especialmente; Correa más bien, no el correísmo, que aparece después y que
yo diferenciaría. Correa gana gracias a un gran aporte de los sectores
medios. Si se analizan las cifras de las elecciones de 2006, se observa que
el candidato opositor de la derecha en esa época tenía mayor votación de los
sectores populares. Ahora eso cambia: Correa va ganando sufragios en los
sectores populares.

-Por las políticas sociales y las políticas de gasto público…

El bono de desarrollo humano, por ejemplo. En general, la base de respaldo
de Correa se nutre de un consumismo en auge.

-Vi que en el prólogo del libro coordinado recientemente por Francisco Muñoz
de crítica al correísmo, retomas la idea de que se trata de un bonapartismo.
En esta obra también retoman la hipótesis que planteé en 2012 de que, a
grandes rasgos, los gobiernos progresistas en América Latina configuran
revoluciones pasivas, transformaciones socioeconómicas impulsadas desde
arriba, pero con la condición de frenar la activación de sectores populares
y volverlos a llevar hacia la subalternidad.

Por supuesto, pero eso ya no es revolución sino distribuciones pasivas,
procesos de distribución de los ingresos que, simultáneamente, desactivan la
organización social.

En junio, poco antes de la llegada del papa Francisco, cuando se plantean
estas leyes polémicas, hay una movilización más de los sectores medios y de
grupos de la derecha, que asumen el liderazgo temporal de la protesta. Los
sectores populares tratan de reposicionar en otros escenarios su liderazgo,
hacen algunas marchas, poco numerosas, pero combativas, rebeldes, pacíficas.
El gobierno retrocede, al menos temporalmente, por la visita del papa, y
ofrece un diálogo nacional, escogiendo a los interlocutores.

Pero el movimiento indígena y de trabajadores, concentrados en una
coordinadora popular, responde con otras actividades que le permiten retomar
el liderazgo en la lucha política. Una marcha empieza el 2 de agosto en una
provincia alejada en la frontera: Zamora Chinchipe, que empieza en la
provincia Tundaime, a más de 800 kilómetros de distancia, donde se
desarrolla el primer proyecto megaminero. Esta marcha genera gran
solidaridad. Luego, el levantamiento indígena del 10 de agosto y el paro
nacional del 13. Esto provoca una serie de movilizaciones en todo el país,
no sólo en Quito, sobre todo en la Sierra y en la Amazonía, que marcan un
proceso de recuperación del liderazgo de parte del movimiento popular y
abren la puerta a una posible tercera fuerza.

--¿Por qué esto es interesante?

Los movimientos sociales, todos estos grupos liderados por la Confederación
de Nacionalidades Indígenas del Ecuador y el Frente Unitario de
Trabajadores, no son lo que dice Correa, peones de la derecha, sino algo muy
diferente. No hacen el juego a la derecha del siglo xx, al banquero
candidato, al alcalde de Guayaquil ni a la derecha del siglo xxi liderada
por Correa. Emerge otra fuerza social, política, y no sé cuál sea su
evolución.

Que al mismo tiempo tiene dificultades de reconstrucción, pues también fue
muy golpeada por el proceso-proyecto progresista, pasivizador,
redistributivo, pero con fuertes consecuencias desmovilizadoras.

Ya que se toca el tema, no hay redistribución de la riqueza: hay
distribución de los ingresos excedentarios. Este gobierno, el que más tiempo
ha estado en funciones en toda la historia de la república, cumplirá nueve
años, y esperemos que llegue a 10.

-Salvo el periodo de Velasco Ibarra.

Claro, pero el gobierno de Velasco Ibarra fue fragmentado en el tiempo;
mejor sería hablar de sus gobiernos, cinco en total, de los cuales concluyó
sólo uno. El gobierno de Correa tiene además, como aspecto a favor, la mayor
cantidad de ingreso económico en la historia. No sólo por el tiempo sino por
el volumen. Nosotros empezamos a exportar petróleo en agosto de 1972; hace
43 años exactamente zarpó el buque Ana Cortés, de la Texaco, así se llamaba,
y hemos recibido cualquier cantidad de dinero. Si ponemos el dinero recibido
durante estos 43 años, a valor de 2007, cuando inicia este gobierno, éste,
en 8 años, se ha llevado 41 por ciento de los ingresos; hablamos de mucho
dinero. Ha tenido otros ingresos. Las remesas de trabajadores migrantes
ecuatorianos en regiones del exterior que superan el banano, segundo rubro
de exportación del país, el acceso a crédito, sobre todo chino, por ejemplo.

También se ha beneficiado, con seguridad, de una importante cifra de
narcodólares. Una economía dolarizada al lado de dos potentes economías
atravesadas por el narcotráfico es muy atractiva para atraer esos recursos.
Por otra parte, reconozco el esfuerzo de aumentar el cobro de impuestos; un
destacable esfuerzo del Sistema de Rentas Internas. Pero este gobierno,
además, tiene un marco jurídico constitucional propicio para
transformaciones estructurales y, en ese contexto, un amplio respaldo
popular.

¿Pero qué ha hecho el gobierno? No ha habido transformaciones estructurales
en términos de revolución. Ya en el tema de la distribución de los recursos,
los ingresos han sido mayores y mejor utilizados, en el seguro social,
educación, salud, vivienda popular, bienestar, como el bono de desarrollo
humano. Hay mejoras salariales, innegables. Las hay que promueven en algo el
empleo. Pero no se atacó la concentración de la riqueza. Los gobernantes
mismos reconocían en un documento interno que el proceso puesto en marcha
llevaba a que, “en síntesis, nunca antes los grupos económicos poderosos
estuvieron mejor, nunca antes los más excluidos de la patria estuvieron
menos peor”. Ésa es la esencia.

Ha habido dinero para mejorar las condiciones de amplios sectores de la
población, vía redistribución de los ingresos adicionales. La pobreza
declina, aunque no tan rápidamente como luego de la crisis de 1998-2000.
Pero es obvio, tras la crisis tan aguda, la pobreza se reduce al inicio más
rápido; luego es cada vez más difícil reducirla porque hay temas
estructurales. Sin embargo, se reduce la pobreza, hasta 2012.

-Aunque no tanto las desigualdades. Un reciente artículo de Pierre Salama,
en Nueva Sociedad, demuestra que, con otros enfoques analíticos, en los
países gobernados por fuerzas progresistas, los patrones de desigualdad no
han sido modificados sustancialmente, pese a que vastos sectores sociales
salieron de la pobreza extrema.

Eso hay que reconocerlo. El problema es que por no afectar las estructuras
de acumulación y seguir con la misma lógica económica y social capitalista,
el resultado necesariamente, haciendo las cosas mejor, según Correa, conduce
a que los ricos sean más ricos, pues el sistema genera esa concentración.
Entonces tenemos situaciones increíbles: las dos mayores empresas
telefónicas del país, una es de Carlos Slim, Claro, y la otra es Telefónica
Movistar, controlan más de 73 por ciento del mercado. Han llegado a tener
utilidades anuales sobre patrimonio neto superiores a 38 por ciento. Esas
estructuras oligopólicas, de ganancias extraordinarias, no han sido
afectadas con este gobierno. Cervecería Nacional y Coca-Cola controlan 71
por ciento del mercado de bebidas; Pronaca, 62 del de carnes; Ómnibus, 72
del de vehículos; Indurama, 85 del de electrodomésticos; 5 empresas (con 3
dueños), 91 del de azúcar; 2 empresas, 92 por ciento del mercado de aceites,
y así por el estilo.

En cuanto a la banca, el gobierno mismo ha admitido que ésta es una de las
grandes beneficiadas durante su gestión. En efecto, entre enero y mayo de
2015 los bancos ganaron 132 millones de dólares, 7.8 por ciento más que en
los mismos meses de 2014 (122 millones). En todo 2014, los bancos ganaron
335 millones, las segundas mayores ganancias en los últimos 10 años,
superadas sólo en 2011, con 395 millones de dólares.

En cuanto a los equilibrios políticos, hay una derecha que vuelve a asomar
la cabeza, pero quién sabe si tenga fuerza para disputar el terreno
electoral a nivel interclasista y con proyección nacional, pues no deja de
haber una inercia del correísmo, una fuerza electoral difusa, en buena parte
anclada a relaciones clientelares o a la gratitud respecto de ciertos
beneficios recibidos en los años recientes. Dices que unos sectores
populares y varios movimientos sociales se despliegan y se politizan, y
configuran así una tercera fuerza. ¿Hay un fin de ciclo de los gobiernos
progresistas? ¿Cómo ves la correlación de fuerzas? ¿Puede la derecha
disputar el poder político o vamos a ver el correísmo debilitado pero
manteniéndose a flote?

El correísmo está debilitado, ha perdido la iniciativa, pero todavía tiene
mucha fuerza y está dispuesto a vender cara su derrota; no resultará fácil.
Las respuestas del gobierno son cada vez más violentas en línea de la
represión. No puede concluirse que el correísmo ya está derrotado; está
presente e, incluso, sin Correa puede mantenerse así.

-¿Hay correísmo sin Correa?

Puede seguir no como partido o movimiento, pero quizá los elementos que lo
configuran se mantengan un tiempo. Lo que fue una propuesta democrática, de
democracia radical, digámoslo claramente, se transformó en una propuesta y
práctica caudillesca. Correa terminó por asumir el papel de portavoz de la
voluntad política colectiva: él, sólo él, conoce los problemas y las
soluciones; sólo él sabe lo que la gente quiere, interpreta el sentir
popular, y es el único que puede cristalizar esas ideas. Esto lleva a una
posición binaria: conmigo o contra mí; es decir, con “la revolución” o
contra ella. No hay espacios para disensos o cuestionamientos que no graden
a Correa, el caudillo del siglo xxi.

Lo que fue inicialmente un proyecto para que gane —como decíamos en 2006— un
pueblo y no una persona supone ahora un proyecto dominado por una persona
que controla al pueblo a través de múltiples mecanismos, y eso se refleja en
unas estructuras del Estado, a la vez, controladas por el presidente. Por
ejemplo, la justicia, los jueces son “leales”, entre comillas, al
pensamiento del presidente y no a la justicia. El Consejo Nacional Electoral
está dominado por el partido y el movimiento político de gobierno. La Corte
Constitucional es una caja de resonancia de la Presidencia de la República.
Lo que creíamos que iba a ser una construcción importante para democratizar
la sociedad, el quinto poder o la Comisión de Participación Ciudadana de
Vigilancia, que tiene que ver con la transparencia, está también controlada
por el gobierno.

Entonces, el problema es cómo dar paso a una descorreización, lo cual no
pasa sólo por salir de Correa. Este reto resulta mucho más complejo, y para
los movimientos sociales el tema se presenta muy difícil. Recordemos que los
movimientos sociales y los grupos de izquierda han sido los más golpeados
por este gobierno.

Al principio, el gobierno arremetía contra los banqueros, los grandes grupos
de poder, llamados por Correa los pelucones, que ya no se asoman en sus
discursos. Ya no ataca a los grandes grupos económicos; sus enemigos son
ahora la izquierda y los movimientos sociales.

Para responder tu pregunta, lo preocupante es que estas fuerzas no tengan
capacidad suficiente para expresarse electoralmente y que sólo reúnan
capacidad de movilización que aprovechen determinados sectores de la derecha
en disputa por el control del Estado. La derecha, los grandes grupos
económicos en general están muy contentos con Correa, quien les sigue
ofreciendo grandes beneficios. Y la otra derecha está afuera, disputando
esos espacios. Podríamos llegar a una situación perversa en que la opción
sea, si hay una segunda vuelta electoral, que los dos candidatos sean de la
derecha, una derecha del siglo xxi, liderada por Correa, la del siglo xx.
Resulta lamentable que la izquierda que hizo el trabajo de resistencia, pues
sufrió los peores golpes del correísmo, parezca sin capacidad política
electoral para enfrentar este momento histórico.

-Abro un paréntesis. Tú y yo, con otra veintena de intelectuales —Maristella
Svampa y Boaventura de Sousa Santos, entre otros—, firmamos una carta en
defensa de algunas ONG bolivianas denunciadas y atacadas verbalmente por el
vicepresidente Álvaro García Linera, en cuya contestación dijo que nos
habían manipulado. ¿Tienes algún símil que establecer entre este episodio y
el discurso que se construye aquí, a lo mejor de forma más extrema?

Son gobiernos que pusieron su brújula hacia la izquierda, pero que ahora la
orientan hacia la derecha. En lugar de fortalecer gobiernos sostenidos desde
lo comunitario para construir otro tipo de Estado, han consolidado Estados
verticales y autoritarios. En lugar de abrir la puerta a acciones
postextractivistas, profundizan el extractivismo y, con eso, la dependencia.
En síntesis, son gobiernos que modernizan de manera autoritaria y hasta
tecnocrática el capitalismo, gracias a lo cual consiguen cambios no
alcanzados por los gobiernos de la época neoliberal.

Al inicio, el gobierno de Correa ponía direccionales a la izquierda y giraba
a la izquierda; eso duró un par de años. Luego comenzó a poner direccionales
a la izquierda y girar a la derecha; hoy ya pasó eso. En la actualidad ha
llegado a poner direccionales a la derecha, hacia donde se dirige cada vez
más su accionar.

-Uno podría decir que, de cualquier manera, en la revolución ciudadana había
un principio de indefinición, de transversalidad social, todos son
ciudadanos, a lo cual subyace la idea de que todos deben prosperar, y
progresará más quien mayores recursos tenga, en la idea de igualdad de
oportunidades no de derechos.

En el debate sobre lo ciudadano podemos hacer una interpretación
diferenciada. En esto, Correa y su gobierno asumieron el discurso del
ciudadano, del individuo y de una lucha contra las corporaciones en general.
Para aquél, es igual luchar contra las asociaciones de banqueros o contra
las organizaciones de indígenas, de sindicatos o cualquier agrupación
social; una perversidad.

Pero podríamos ir descubriendo y construyendo otro tipo de ciudadanías: la
colectiva, a partir de los derechos colectivos; y una suerte de
metaciudadanía: la ecológica, cuando hablamos de hacer cumplir los derechos
de la naturaleza, plasmados en Montecristi y que no interesan a Correa.

Otro aspecto por destacar: este gobierno, como los demás progresistas de la
región, que no pueden ser asumidos como de izquierda, ha desarrollado
prácticas represivas y de disciplinamiento de la sociedad civil. En Ecuador,
cual sucede en Bolivia, el gobierno, a través del decreto 016, pretende
controlar prácticamente todas las organizaciones de la sociedad civil, sean
ONG o sociales. Para disciplinar a los servidores públicos expidió el
decreto 813, con el cual puede darse paso a despidos en nombre de la “compra
de renuncias obligatorias”. La criminalización de la protesta social,
acogida al derecho a la resistencia, plasmado en el artículo 98 de la
Constitución de Montecristi, supone un recurso represivo.

-Y el discurso además es bastante agresivo respecto a esos sectores: quieres
garantizar que tienes cubierto el flanco izquierdo para sostener el discurso
de chantaje sobre la amenaza de la restauración de derecha y forzar la
construcción de una base social más amplia de lo que le permite su
actuación, sus alianzas y sus políticas.

Aquí, el discurso se sintetiza en la frase “No vamos a regresar al pasado”.
En realidad, ese paso, oprobioso e indeseable, ya está presente en el
gobierno de Correa. Este gobierno hace realidad un acuerdo de libre
comercio, que tanto anhelaron los neoliberales, al suscribir el TLC con la
Unión Europea. Propone las privatizaciones, camufladas como alianzas
público-privadas. Y, sobre todo, reprime a quienes hicieron posible su
aparición en el escenario político: los movimientos sociales.

El gobierno ya no tiene futuro. Al hablar de “no regresar al pasado”, se
queda en el presente, que ya es pasado, como dijimos, y niega el futuro.

-No se acepta la posibilidad de una opción de futuro a la izquierda.

El futuro de las izquierdas depende de su coherencia y organización, así
como de su compromiso con la vida. No olvidemos que la humanidad enfrenta
grandes retos. El sacrificio de la naturaleza y del trabajo humano en aras
de la expansión planetaria del capitalismo sofoca cada vez más la vida.
Dicho devenir destructor reproduce en sí mismo nuevas violencias. Y esto
consolida un proceso de regresión política, el cual conduce a formas de
creciente carácter totalitario-fascista de organización de la sociedad.

Enfrentar esta realidad, cargada de incertidumbres, es el compromiso que
deben asumir las izquierdas. Con su denodado esfuerzo tenemos que dar
sentido democrático a la lucha contra esta barbarie, de la cual ya nos
advirtió Rosa Luxemburg.

-Por eso digo que la revolución ciudadana es fundamentalmente pasiva, un
impasse bonapartista, donde la amenaza de la restauración conservadora
construye ciertas condiciones para la regresión, en ausencia de
circunstancias para la revolución en un pasaje próximo, un impasse que se
prolonga, se estanca y, eventualmente, retrocede y pasa de un carácter
progresivo a otro regresivo.

Efectivamente. Las políticas sociales impulsadas desde esa línea desactivan
los movimientos políticos, las organizaciones, los movimientos sociales en
general. Son políticas clientelares, que no ayudaron a empoderar a las
comunidades en la ejecución de los proyectos. Está bien reducir la pobreza,
pero eso no sólo resulta insuficiente sino hasta peligroso si no se empodera
a los pobres de su presente y su futuro. Ello es imposible con regímenes
autoritarios y caudillescos, como el de Correa.

-El marco gramsciano permite formular la idea de resubalternización; es
decir, de reconfiguración desde arriba de las condiciones de la
subalternidad, del ejercicio de la relación mando-obediencia. Cuando hubo
cierta emergencia de movimientos populares, un proceso de constitución
subjetiva antagonista y autónomo que rebasó las condiciones de
subalternidad, surgió un proyecto-proceso que permitió reconstruirla sobre
nuevas bases.

Ése es otro punto crítico, fundamental, diría. En la actualidad, en un
escenario donde el racismo ha aflorado de manera brutal, en una sociedad
racista como la ecuatoriana y como en general las latinoamericanas, el peso
de la colonialidad del poder aflora con redoblada fuerza. Cuando desde el
gobierno se dice “de qué se quejan estos indios tales y cuales, si les hemos
atendido como nunca, si les hemos dado cuanto querían”, asoma la vieja
lógica de dominación de raíz colonial. No se busca ni se respeta a los
actores con capacidad de respuesta propia, sino a seguidores.

En el plan de gobierno de Alianza País 2007-2011, elaborado en 2006, en una
gran minga democrática, propusimos cambios estructurales. En el recuadro de
presentación del texto decíamos que éste es el “resultado del esfuerzo de
personas con espíritu crítico, comprometidas con la transformación radical
que requiere Ecuador, de personas que ejercen su derecho a proponer y a
construir. Ésta es una demostración práctica de la democracia del diálogo y
del consenso que alentamos. Éste es, en suma, un trabajo en permanente
construcción de pensadores y no de seguidores”. Ésa era la idea central.
Ahora, el gobierno demanda exclusivamente seguidores…

Ya nos preguntamos, entonces, cómo empujamos un proceso de construcción
colectiva. Y respondimos, poniendo en marcha “nuestros procesos de
organización y diseñando nuestros programas de vida, sin atenernos a
mensajes y normas emanadas de alguien que pretende asumir el papel de
iluminado; no creemos en liderazgos individuales que conduzcan a la
constitución de estructuras verticales y caudillescas, sino en liderazgos
colectivos sustentados en la autocrítica, en la toma colectiva de
decisiones, en el respeto a otras opiniones y en la humildad”.

¡Cuán lejos estamos de esos planteamientos iniciales! Abruma constatarlo.
Sin embargo, no hay tiempo para lamentaciones. ¡La lucha continúa!

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