Haití/ de farsas y tragedias [Daniel Gatti - Henry Boisrolin]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Nov 14 12:08:01 UYT 2015


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 14 de noviembre 2015

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A l’encontre – La Breche

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Haití

De farsas y tragedias

Si alguien dudara de la pertinencia de aquella famosa frasecita de Marx de
que la historia se repite una vez como tragedia y otra como farsa, el caso
de Haití lo convencería de que así es, nomás.

Daniel Gatti

Brecha, Montevideo, 13-11-2015

http://brecha.com.uy/

La historia política reciente de Haití es más bien una continua sucesión de
tragedias y de farsas combinadas, de dictaduras y fraudes, de masacres y
burlas, de ocupaciones y ninguneos. Para muestra un solo botón: el
surgimiento, ascenso y evolución del actual presidente, Michel Martelly,
electo en segunda vuelta tras haber salido tercero en la primera en una
elección con participación liliputiense, gobernando por decreto porque el
parlamento que debía haber sido electo tres años antes “no pudo” ser
renovado durante todo ese período y los legisladores llegaron a la
“caducidad” de su mandato…

En agosto último tuvo lugar la primera vuelta de las postergadísimas
legislativas. Hubo relativamente más candidatos a diputados (por encima de
los 1.500, para 119 escaños) que electores que decidieron trasladarse a
votar (18 por ciento de los 6 millones de habilitados), y fue tal el nivel
de fraude, promovido desde el propio oficialismo, que la elección se anuló
en una cuarta parte de los circuitos. Aparecieron urnas quemadas; otras, al
abrirse, tenían más votos que inscritos en el circuito; fueron atacadas a
balazos sedes de grupos opositores… “La violencia” se cobró muertos y
heridos. La Policía Nacional de Haití (Pnh), supuestamente reformada con
ayuda de las Naciones Unidas, brilló por su ausencia. Agentes de la Pnh, en
particular su cuerpo de elite, la Boid, denunciada como una suerte de
escuadrón de la muerte por sectores de la oposición, fueron identificados
entre los agresores. El 25 de octubre, hace un par de semanas, fue la
segunda vuelta de las legislativas y la primera de las presidenciales.
Volvieron a presentarse infinidad de candidatos (54 para la presidencia), y
volvieron a ser poquísimos los votantes, aunque el casi 30 por ciento de
participación oficialmente registrado dio para que el gobierno hablara de
“éxito” y las Naciones Unidas se congratularan. Es cierto que a muchos de
los que no fueron a votar los remplazaron con creces varias centenas de
muertos en el terremoto de 2010 que siguieron figurando en el padrón, y que
otros votantes se subdividieron por arte de vudú y votaron varias veces.

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Desde 2004 están instaladas en el país, por decisión del Consejo de
Seguridad, tropas de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en
Haití (Minustah). Sus varios miles de soldados y policías, entre ellos
cientos de uruguayos, y funcionarios civiles fueron despachados para, entre
otras cosas, “establecer un entorno seguro y estable”; “prestar asistencia
en el restablecimiento y mantenimiento del Estado de derecho, la seguridad
pública y el orden público”; “ayudar en la supervisión, reestructuración y
reforma de la Policía Nacional de Haití”; “ayudar en la tarea de organizar,
supervisar y llevar a cabo elecciones municipales, parlamentarias y
presidenciales libres y limpias”; “vigilar la situación de los derechos
humanos”… El mandato de la Minustah ha sido renovado varias veces. Desde
2009, año tras año, y siempre más o menos con los mismos objetivos. El plazo
límite de permanencia de las tropas era 2014, pero en ese año se extendió
hasta 2016. Los efectivos se han ido reduciendo, aunque siguen siendo más de
4.400. El Parlamento de Uruguay, así como los de varios otros países con
gobiernos de distinto pelaje progresista que tienen uniformados en Haití
(Brasil, Argentina, Chile, Ecuador, Bolivia), aprobaron las sucesivas
renovaciones con el argumento, inverificable, de que sin la Minustah las
cosas estarían “aun peor”, o de que los gobiernos locales, de legitimidad
por lo menos dudosa, han reclamado que soldados y policías extranjeros sigan
en el territorio caribeño.

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“Once años no le han bastado a la Minustah para cumplir ni una sola línea de
lo que en principio era su mandato. Sus tropas han participado, en cambio,
en la represión de movimientos populares”, dice a Brecha Henry Boisrolin,
representante para Argentina y Uruguay del Comité Democrático de Haití. Los
cascos azules han sido denunciados también por casos de violaciones y por
haber contribuido a la reaparición del cólera, una enfermedad que había sido
erradicada de Haití, pero que en las condiciones de pobreza extrema en que
vive el país se propagó fácilmente: en apenas meses, más de 9 mil personas
murieron y unas 800 mil fueron contaminadas. La epidemia se declaró en 2010
en el pueblito de Mirabelais, donde montaron campamento cascos azules
provenientes de Nepal, un país donde el cólera campea. Los soldados de la
Minustah drenaban sus aguas servidas al mismo río utilizado por la población
local para abastecerse. La Onu al principio lo negó y luego ya no pudo: dos
estudios, uno a cargo del francés Renaud Piarroux –uno de los mayores
especialistas mundiales en cólera– y otro del Centro para el Control y
Prevención de Enfermedades, de Estados Unidos, determinaron que había una
“correlación exacta” entre la aparición del brote y la instalación de los
cascos azules nepaleses. Enfermos y familiares de los fallecidos demandaron
a la Minustah, pero la Onu invocó los “privilegios e inmunidades” que
protegen a sus soldados, el mismo estatuto que los pone a salvo de
acusaciones por otros crímenes. En 2012 las Naciones Unidas lanzaron una
“iniciativa para erradicar el cólera de Haití”… No era un chiste.

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Henry Boisrolin vive hace años en Córdoba y cruza periódicamente el charco
para intentar “abrirle los ojos a la gente de a pie, los gobernantes y los
parlamentarios uruguayos”, como trata de hacerlo también en Argentina, de
que están contribuyendo a mantener tropas de ocupación en su país. Brecha lo
ha entrevistado varias veces. No le importa repetirse, dice, porque lo que
tiene para denunciar no ha cambiado y “los ejemplos de las aberraciones” que
están sucediendo en Haití se reiteran tercamente, “haciéndose cada vez más
evidentes para quien observe lo que sucede”.

Las presidenciales del 25 de octubre, dice, son sólo un ejemplo. “Se
extremaron las medidas de seguridad –con sobrevuelo de drones, incluso–
porque no se podía dar nuevamente un espectáculo de muertos y heridos a
balazos el mismo día de la consulta, pero el fraude fue tan masivo y
descarado como las veces anteriores. Observadores internacionales vieron
cómo a las 14 horas del domingo empezaron a aparecer ambulancias que
transportaban urnas de un lado a otro, llenas de votos que favorecían a
candidatos oficialistas. Se constató fraude en los diez departamentos. En
cuanto a la participación, oficialmente se habla del 30 por ciento. Sabemos
que no participó ni el 20, pero admitamos como ciertas las cifras oficiales.
Quiere decir que siete de cada diez haitianos no fueron ni siquiera a votar.
En cualquier otro país se diría que un gobierno surgido de una consulta así
sería ilegítimo; la Minustah, en cambio, mira para otro lado. Lo que explica
la baja votación es, por un lado, la desconfianza de la gente en el valor de
unas elecciones que aparecen una y otra vez apañadas. Y por otro que los
consejos electorales provisorios que se han montado para organizarlas dan
muy pocas garantías. Se sabe además que todo es digitado desde fuera: cómo y
cuándo se hacen las elecciones, quiénes participan, cómo se organizan, cómo
se financian. Hasta las papeletas se traen de fuera, cuando en Haití hay un
desempleo monstruoso e imprenteros capaces de imprimirlas.”

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Los resultados preliminares se divulgaron en la noche del viernes 6, casi
dos semanas después de los comicios. Poco antes de la votación, dos de los
grandes candidatos decidieron no presentarse porque consideraron que no
existían garantías mínimas de transparencia.

Brecha habló con Boisrolin el jueves 5, un día antes de que se conocieran
los primeros datos de las presidenciales. “Es obvio –pronosticó entonces–
que como en todas las elecciones anteriores va a haber fraude. No va a haber
una elección, va a haber una selección. Lo que importa saber es cómo en este
marco de farsa se nos venderán las cosas: si son tan caraduras como para
hacer que gane en primera vuelta el oficialista Jovenel Moise, un tipo
sacado de la galera al que nadie conocía unos pocos meses antes de la
convocatoria de la elección, o si cuidan las apariencias y colocan a Jovenel
primero y detrás a alguno de los dos mayores opositores, Jude Celestin, del
partido Lapeh, o al senador Moise Saint Charles, de la izquierdista
Plataforma Pitit Dessalines (Los hijos de Dessalines, en creole). Si Jovenel
gana en primera vuelta, Haití arderá y no habrá bombero que apague el
incendio. Si se moderan un poco, algo de todas maneras va a pasar.” Se
cuidaron las apariencias y Jovenel Moise, un gran empresario bananero al que
se conoce como “Banana man”, superó a Celestin por siete puntos (32 a 25 por
ciento). La segunda vuelta debería tener lugar el 27 de diciembre. Si se
hace, porque tanto Moise Jean Charles como Celestin mostraron pruebas de
manipulaciones e impugnaron los resultados. “No dejaremos que se apruebe el
proyecto dictatorial del gobierno”, declaró Celestin el viernes 6. El
miércoles 11 se produjo un bombazo, al sumarse a las denuncias Antoine Bien
Aimé, legislador electo por el partido oficialista Phtk. Bien Aimé acusó a
Sylvain Cotté –funcionario canadiense de la Unops (una rama de la Onu) y ex
consejero del anterior primer ministro Laurent Lamothe– de haber “orquestado
logísticamente el fraude”. La Unops fue la encargada de organizar las
presidenciales, con el visto bueno de la Minustah, cuya jefa, Sandra Honoré,
recomendó a Cotté para incorporarse al servicio de las Naciones Unidas luego
de haber sido funcionario de la Oea. Las denuncias de fraude de Bien Aimé
son las primeras realizadas por un legislador oficialista.

Y “pasaron cosas”, como predijo Boisrolin. Si el día de la elección no hubo
muertos, sí los hubo poco después: uno de los militantes de la plataforma de
izquierda fue asesinado a balazos por parapoliciales el jueves 5, y otra
persona al día siguiente. Habría habido más asesinatos en la represión
desatada en barrios populares de Puerto Príncipe tras manifestaciones
pidiendo la renuncia inmediata del presidente Martelly. El lunes 9 y el
martes 10 fueron jornadas de huelga, de manifestaciones y de barricadas en
las principales ciudades del país, según la agencia de prensa haitiana
Alterpresse.

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Organizaciones sociales haitianas afirmaron que días pasados Estados Unidos
envió a Puerto Príncipe dos aviones con tropas que “por ahora” fueron
apostadas en los alrededores de la embajada. “Estados Unidos tiene como un
reflejo intervenir militarmente. Después del terremoto de 2010 Cuba mandó
médicos, Venezuela, petróleo a precios bien bajos, y ellos, soldados”,
reiteró Boisrolin a Brecha el jueves 5. “Poco antes de las presidenciales el
secretario de Estado, John Kerry, estuvo en Haití un par de horas. Fue una
visita de médico. Pisó el aeropuerto y marchó hacia el palacio presidencial.
Habló con Martelly y el primer ministro, y se fue. No sabemos qué se
dijeron. Hay que tener en cuenta que los estadounidenses son los verdaderos
dueños del país. Las fabulosas minas de oro del norte de Haití son del
hermano de Hillary Clinton, la ex secretaria de Estado y precandidata
demócrata a la presidencia.”

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La mayoría de los países latinoamericanos que integran las tropas de la
Minustah no deciden nada. Pero avalan, apunta Boisrolin. Los que deciden son
parte del llamado “Core Group”, integrado por los embajadores de Brasil,
Canadá, Francia, España, Estados Unidos, la Unión Europea y los
representantes especiales de la Oea y del secretario general de la Onu. El
Core Group se presenta como la voz de la “comunidad internacional” en Haití.
“Son los que mandan políticamente”, insiste Boisrolin. “Son ellos los
responsables de que se mantenga este estado de situación, que se nos trate
como a niños que necesitan ‘ayuda’ y no pueden caminar solos. Claro que
precisamos ayuda, pero entre iguales. Nadie pregunta a los haitianos qué es
lo que quieren. Hacen el simulacro con gobernantes que tienen una
legitimidad por lo menos dudosa, colocados y mantenidos por ellos. De los
países latinoamericanos, sobre todo de los que tienen gobiernos
progresistas, esperamos otra cosa. No ya una actitud antimperialista, no
pedimos tanto. Tan sólo respeto por la dignidad del otro.”

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Hay “lazos culturales muy débiles con el resto de América Latina” que tal
vez impidan una mayor empatía, admite Boisrolin. Hubo un tiempo en que las
cosas eran algo distintas. “En época de Bolívar, por ejemplo, muchos
haitianos ayudaron a la independencia de países del sur de América. Haití
había protagonizado, con la conducción de Jean-Jacques Dessalines, la
primera revolución antiesclavista del mundo. Pero luego predominó una
actitud de menosprecio por Haití en esta parte de América, acaso por las
raíces africanas tan marcadas de nuestra cultura.” Boisrolin se sorprendió
cuando al asistir hace poco a un congreso sobre culturas negras, en Buenos
Aires, constató que décadas atrás intelectuales sureños se codeaban con sus
pares haitianos. “La intelectualidad haitiana supo brillar. Mucha gente se
acuerda del movimiento de la negritud, impulsado por el senegalés Leopold
Sedar Senghor y el martiniqués Aimé Ce-saire, dos poetas, pero lo que parió
a ese movimiento fue primero la revolución haitiana y luego obras de
pensadores haitianos como René Depestre. El error del enemigo es
subestimarnos, como los esclavócratas subestimaron a los esclavizados.
Cuando Napoleón mandó sus tropas a Haití, a principios del siglo XIX, nunca
se imaginó que iba a haber resistencia. Los franceses no fueron entonces
vencidos sólo en el campo de batalla, sino también en el campo de las ideas,
de la filosofía, hasta de la epistemología. Cuando ellos hablaban de
‘libertad, igualdad y fraternidad’ las reservaban para los ‘ciudadanos’.
Nosotros hablábamos, en cambio, de ‘libertad o muerte’. La filosofía de la
libertad plena de Dessalines decía que uno no puede ser libre si no tiene
bienestar. Cuando aquí, en Argentina, en Uruguay, incluso en Brasil, todavía
hoy muchos tienen vergüenza de decirse negros, Dessalines proclamaba, en
1805, que cualquier haitiano, por encima del color de su piel, sería
conocido bajo la denominación de negro. Entendió que el negro era una
categoría colonial, la del africano esclavizado, así como el blanco o el
indio eran categorías coloniales.”

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Pero pasó el tiempo y a Haití se le hizo pagar el precio de antiguas
rebeliones. “Nuestro esfuerzo principal es lograr que a los descendientes de
aquellos esclavizados se les vuelva a encender la chispa –apunta Boisrolin–.
No va a ser fácil. Ha habido décadas de aplastamiento y en la cabeza de
muchos haitianos están las lacras del colonialismo. Somos un país rico
brutalmente empobrecido y expoliado, no un país pobre, pero es bravo hacer
proyectos de alguna clase cuando el tipo con el que tenés que hacerlos, ayer
no comió, hoy comió muy poco y no sabe si mañana comerá y ve cómo sus hijos
mueren delante de él de enfermedades curables sin que pueda hacer nada. Esa
es la Haití de hoy. Un país no al borde del abismo, sino dentro del abismo.”

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Su última visita a Montevideo Boisrolin la hizo para informar a los
legisladores uruguayos de lo que está sucediendo “realmente” en Haití.
Participó en una reunión en el Anexo del Palacio Legislativo. Había unos
pocos parlamentarios del Frente Amplio y de Unidad Popular. “Por lo menos
eran más que cuando Guillermo Chifflet fue el único que votó contra el envío
de tropas a Haití.”

Visita tras visita, Boisrolin nota que tiene que explicar menos cosas, que
algún avance hay. La Coordinadora por el Retiro de las Tropas de Haití, de
Uruguay, formada con apoyo de la Feuu, el Pit-Cnt, algunos movimientos
políticos y organizaciones sociales, es el grupo de este tipo que mejor
trabaja en América del Sur, asegura. Boisrolin cuenta que cuando hace un
tiempo se reunió por primera vez con José Mujica, junto a Moise Jean
Charles, el ex presidente tenía a su lado cantidad de papeles. Al cabo de un
rato los encajonó. “Le dimos una enormidad de datos y tal vez los que él
tenía no le sirvieron.” Le pasó en cambio, por estos días, que un senador de
Asamblea Uruguay le lanzara que cuando visitó Haití no vio manifestación
alguna. “Fue lo único que me dijo. Tal vez haya ido del aeropuerto al
palacio presidencial. Pero ni siquiera así podría haber afirmado lo que
afirmó. O puede que haya confundido a Haití con Tahití.”

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