Estado Español/ Podemos: el "mimetismo" y el día después [Brais Fernández]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Oct 17 16:10:27 UYT 2015


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 17 de octubre 2015

germain5 en chasque.net

A l’encontre – La Breche

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Estado Español

Podemos

El "mimetismo" y el día después

Brais Fernández *

Viento Sur

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Leyendo sobre la famosa Revolución de los claveles portuguesa se puede
apreciar un hecho curioso: todos los partidos, moderados o radicales,
auto-proclamaban a bombo y platillo que su objetivo era el socialismo. Los
partidos revolucionarios lo hacían de forma sincera, aunque muchas veces
desde la impotencia del que necesita delimitarse de forma sectaria para
justificar su existencia, ya que la competencia por el sello de autenticidad
era feroz. Los partidos que trataban que la caída de dictadura de Salazar
mantuviera intactos los privilegios de los poderosos, decían que su objetivo
era el “socialismo” porque no podrían decir otra cosa. A ese ejercicio donde
los poderosos imitan lo radical extirpándole su contenido rupturista lo
hemos llamado “mimetismo”. En la revolución portuguesa el proceso de
mimetización culminó proclamando en la Constitución que el objetivo del país
era alcanzar el socialismo. No hay más que ver los nombres de los
principales partidos que componen hoy el parlamento portugués: Partido
Social-Demócrata (centro-derecha), Partido Socialista (centro izquierda),
Partido Comunista y Bloco de Esquerda. Y mientras tanto, 30 años de
neoliberalismo.

En el Estado Español el proceso de mimetismo presente en toda crisis de
régimen se está produciendo en otros parámetros. Nadie habla de socialismo
(excepto Pedro Sánchez, lo cual dice mucho de lo cínico que puede llegar a
ser, pero también de lo vacío que ha quedado el término), pero todas las
fuerzas políticas de la oposición hablan de cambio, regeneración, mostrando
un consenso tácito en la sociedad de que algo hay que cambiar. El 15M inició
ese proceso y Podemos lo materializó en el plano político. ¿Por qué entonces
Podemos no consigue liderar esa oleada difusa de cambio y, a pesar de los
eslóganes para el consumo interno, va perdiendo fuelle a medida que pasan
los meses?

En una sociedad dividida en clases y en fuerzas políticas antagonistas,
siempre existen sombras intermedias, espacios comunes producto de las
relaciones de conflicto existentes entre esas fuerzas. Eso abre la
posibilidad de las conquistas sociales sin romper con el capitalismo (el
reformismo y/o transformismo como respuesta de la clase dominante a las
demandas de las clases trabajadoras) pero también la posibilidad de la
cooptación de una fuerza opositora por parte del régimen. Esto nunca se hace
de forma “pura”, sino que se hace extirpando los elementos rupturistas, a
través de un ejercicio de “mimetismo selectivo”. Este proceso ha ido en dos
direcciones durante los últimos meses. Por una parte, Ciudadanos se mimetiza
cada vez más con Podemos, con un discurso regenerador light, con Albert
Rivera siendo la versión pija de Pablo Iglesias, copiando descaradamente
frases inventadas por Podemos. Permítasenos la ironía: Albert Rivera hace el
papel del novio que toda madre “sensata” querría para su hija, frente al
papel que le ha tocado a Pablo Iglesias, que no es otro que el del “macarra”
que intenta convencernos de que ha cambiado pero que no lo consigue. Y es
que la gran tragedia de los últimos meses no son la combinación de golpes
frontales y mimetismo que ha sufrido Podemos. Esto entraba dentro de lo
previsto y estamos seguros de que la dirección de Podemos, que no es
precisamente estúpida (aunque ahora todo el mundo, como suele pasar en
España, se cree más listo que ellos) se lo esperaba. La cuestión fundamental
es que el mecanismo del mimetismo ha operado con una fuerza irradiadora
(habría que ver quién es realmente el núcleo irradiador en todo esto) en un
sentido. Podemos correr el riesgo de parecerse cada vez más al resto de los
partidos. Podemos ha perdido buena parte de su carácter rupturista y el que
conserva no se lo debe ni a su discurso ni a su práctica, sino más bien a
que las élites no tienen una táctica unificada contra Podemos, sino que
combinan varias. Así, la estrategia mimetista convive con otra producto del
carácter obtuso de un sector de la oligarquía española. Esa pandilla de
brutos que sólo entiende la confrontación como algo frontal. Y es que existe
un sector de las élites españolas que, aunque parezca increíble en pleno
siglo XXI, forma parte de una derecha “pre-gramsciana”, que tiene el poder
mágico de hacer pasar por radical lo que es algo integrable.

Ese proceso combinado de ataques e imitación ha tenido como consecuencia la
moderación de Podemos. Moderación no sólo entendida como un discurso
descafeinado, centrista, sino también como contención. En previsión de los
golpes que inevitablemente iban a llegar, la dirección de Podemos tenía dos
opciones. O huir de la trampa del mimetismo (ser tan sólido como para que
nadie pueda imitarte y ser tan fluido como para que nadie pueda cooptarte)
planteando una pelea radical que, por supuesto, no garantizaba nada o bien,
tratando de enfriar la cosa, buscando la homologación y consiguiendo el
sello de calidad de la “opinión pública oficial” (que no es sino la de los
que tienen dinero para mantener un periódico) que les permitiera alcanzar el
gobierno. En Vistalegre se apostó por la segunda opción. Así, el Partido
dejaba de estar en movimiento. A partir de entonces se estructuraría no de
acuerdo con las formas que el 15M había experimentado en las calles y en las
luchas, sino que la organización, el discurso, etc., se articularía tomando
como base las instituciones del régimen. Esa mutación en máquina de guerra
electoral olvidó que para ganar las elecciones se necesita una máquina de
guerra que también se despliegue en lo social. La sacralización de la figura
del Secretario General obvió que la clase dominante posee los medios de
producción y de destrucción necesarios para producir y destruir liderazgos.
A su vez, el desarrollo de un programa, un discurso y unas prácticas
crecientemente moderadas que han aburrido a propios y extraños, y que, al
fin y al cabo, vienen a transmitir la sensación que lo que se puede cambiar
es nada o muy poquito. Un cinismo tacticista en política comunicativa,
escondido tras grandes palabras como “responsabilidad” y aupado sobre la
idea de que “antes decíamos cosas radicales porque no íbamos a gobernar,
ahora nos comportamos así porque vamos en serio”. Esa actitud, que mucha
gente ha interpretado como arrogancia, ha sido central a la hora de
desinflar el fenómeno Podemos y es, probablemente, el peor error que se ha
cometido en los últimos meses. De esta forma, lo que Podemos ha perdido
estos meses es lo que el régimen no tenía: credibilidad.

Pero volvamos la vista atrás. Lo que el 15M puso encima de la mesa fue una
respuesta a la crisis de la izquierda, a su incapacidad para responder a la
crisis capitalista, con una determinada forma de movilización y
auto-organización adaptada (parcialmente, porque faltan otros sectores de
las clases trabajadores que no han entrado al ciclo político) a la nueva
composición de clase: flexible, abierta, asamblearia, con el barrio o la
plaza con punto de articulación de las comunidades vivas. Podemos puso la
táctica: frente a todo el movimientismo impotente, las insurrecciones del
siglo XXI en Occidente (ya que estamos con Gramsci), se hacen efectivas
mediante la disputa electoral. Hay por lo tanto dos potencias que el
“movimiento real” ha generado: no hay posibilidad de construir una
alternativa si no se trabaja sobre las dos cuestiones antes señaladas. Sin
embargo, el 15M ya es apenas un Acontecimiento que rememorar y Podemos, con
su estrategia, ha apostado por ser su “thermidor”. Sin nostalgias, podemos
decir que la tarea de construir el partido-movimiento sigue vigente, porque
sin dinámica social, sin surfearla, no hay victoria electoral. Y asumámoslo
sin dramas, con mirada larga: la posibilidad de ganar las elecciones se
aleja. Pero no nos da igual el resultado.

A este respecto, nos vamos a permitir la licencia de reproducir una cita
larga de Mario Tronti en un artículo llamado “Clase y Partido” de 1964, en
el que hablaba de la relación entre el sector radical del movimiento y el
Partido Comunista Italiano. Una cita que, creemos, clarifica el momento que
Podemos está viviendo: “No se trata de utilizar el PCI en sentido
revolucionario. La situación se halla mucho más retrasada, la tarea es
todavía negativa. Se trata de impedir la socialdemocrátización del Partido
Comunista. Porque impedir esto ya significa impedir la estabilización del
capitalismo en Italia. Impedir esto significa no permitir que el movimiento
se adecue ahora, de modo rápido, al reformismo del capital en su conjunto,
cuando fuera del movimiento oficial no hay nada, desde el punto de vista de
clase, no existe ninguna fuerza organizada, y por lo tanto, ninguna
propuesta practicable seria de organización política alternativa, significa
pues evitar una terrible derrota, que haría retroceder años de luchas que
cerraría la perspectiva de una ruptura a corto plazo”.

Las citas son siempre eso, citas, porque la historia se repite primero como
una tragedia y luego como una farsa: ya nos gustaría que Podemos tuviera la
fuerza y el arraigo social que tuvo el PCI. Pero que nadie se confunda:
sería terrible que Podemos fuera el PCI. Sin embargo, usamos esta analogía
espuria y atrevida para recordar una cosa: la derrota de Podemos sería la
derrota de todos. Y su aniquilación, al contrario de lo que muchas veces han
pensado los sectarios, no abriría el paso a la “revolución”, sino a una
sensación profunda de derrota, a la hegemonía discursiva y material del “no
se puede”. Por eso, estas elecciones no son unas elecciones más, a pesar de
que finalmente, la dirección de Podemos haya terminado enfocándolas como tal
y no como una acción de insurrección electoral. La confluencia ha fracasado
(aunque la verdad, la opción de un pacto por arriba con IU tampoco hubiera
solucionado nada), generando un fortalecimiento de los aparatos de los
partidos sin que eso haya significado el fortalecimiento de la organización
política por abajo, la composición de las listas ha sido de todo menos
pluralista, producto de esa tendencia a confundir a Podemos con el “pueblo”
y a la dirección de Podemos con el conjunto de Podemos: las vacunas contra
el “mimetismo” no se han puesto a tiempo y ahora Podemos llega cansado, con
poco fuelle, arrinconado, moderado, pero a la vez siendo la única opción
para mantener la llama y garantizar la “inestabilidad” (y por lo tanto, las
oportunidades para construir una alternativa) del régimen.

Sin embargo también vamos a tener estas elecciones generales algunos
ejemplos interesantes. En Galicia se ha fraguado un acuerdo entre ANOVA,
Podemos y Esquerda Unida que puede ser un punto de partida para ampliar los
horizontes de las alianzas y de la construcción de un movimiento
político-electoral fuerte. Del acuerdo destacan dos cosas muy positivas: el
reconocimiento de Galicia como sujeto soberano, lo que facilita el encuentro
entre sectores diversos del campo popular gallego y el colocarse
abiertamente por la ruptura con el régimen del 78 y por una apuesta radical
en lo programático. ANOVA es una organización muy particular, que combina la
defensa de la independencia de Galicia con una sensibilidad municipalista y
movimientista que le ha permitido integrarse de forma natural en el ciclo
político, y aunque es bastante más débil a nivel de implantación militante
que las CUP catalanas, resulta muy positivo que las políticas de alianzas de
Podemos se abran hacia este sector; aunque no existan organizaciones
similares en España (la cuestión nacional no existe como punto agregador) si
existen sectores que comparten la misma sensibilidad movimientista y
municipalista de ANOVA. Esta apertura de Podemos aun está por hacerse en el
resto del Estado y es una reserva que puede ampliar de forma importante el
campo popular. El acuerdo todavía está por desarrollarse (de la retórica de
los acuerdos a su realización median los hechos), iremos viendo los espacios
de participación e implantación territorial que se concretan en esta
coalición gallega, pero es un paso adelante que puede obtener resultados
electorales sensiblemente mejores que en el resto del Estado.

¿Y para qué todo este rollo? Pues en realidad, para decir dos cosas. Por un
lado, que quienes vemos a Podemos como una herramienta para el cambio
dediquemos nuestros esfuerzos para que saque el mejor resultado posible en
las próximas elecciones generales y, también, aprovechar la campaña para
retomar el contacto con la gente, para que pase lo que pase, estar en la
mejor posición posible para el día después. Y, por otro lado, que hay que
desbordar a Podemos desde ya y sobre todo, en cuanto pasen las elecciones,
si queremos organizar una victoria que merezca la pena. Prepararnos para
ganar es prepararnos, como decía la canción, para una lucha dura y sin
pausa. 

* Brais Fernández es militante de Anticapitalistas y forma parte del
secretariado de redacción de Viento Sur.

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