Argentina/ Scioli y Macri: memoria, balance y ballotage [Fernando Rosso]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Oct 27 00:12:10 UYT 2015


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 27 de octubre 2015

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Argentina

Scioli y Macri: memoria, balance y ballotage

Unas primeras reflexiones sobre el cimbronazo político que significaron los
resultados de la elección nacional de este domingo.

Fernando Ross

La Izquierda Diario, Buenos Aires, 26-10-2015

http://www.laizquierdadiario.com/

Con el diario del lunes se puede afirmar que con llevar hasta el final el
análisis de las tendencias políticas que se venían expresando, el
fortalecimiento de Mauricio Macri era una consecuencia lógica.

Dijimos que la larga marcha de la “moderación” kirchnerista, desde los
orígenes como gobierno de la contención y pasivización hasta la consumación
de la restauración, tenía como resultado “natural” la candidatura de Daniel
Scioli.

El candidato del FpV se difuminaba por su propia naturaleza y por opción
política en la borrosa frontera de lo que los analistas llamaron el
“centro”, que no es más que el ocultamiento de un desplazamiento a la
derecha. “Centro” es la forma eufemística y civilizada que tiene para
autodefinirse todo aquel representante de la derecha en un país como la
Argentina.

En ese espacio se ubicaron los tres principales candidatos. Sergio Massa fue
el primero que lo ocupó “conceptualmente”, pero el oficialismo y el macrismo
trabajaron casi en equipo para que lo pierda políticamente.

Aunque, con su prácticamente impune discurso punitivo que llegó hasta la
propuesta de sacar el Ejército a la calle (solo denunciado con la
contundencia que se merece por el Frente de Izquierda y por Nicolás del
Caño), Massa hizo su aporte a la “batalla cultural” hacia la derecha y el
conservadurismo en el terreno social.

Pero el rumbo adoptado por Massa no implicó más que recorrer
consecuentemente el camino abierto por el kirchnerismo con la temprana
aceptación de las leyes represivas propuestas por Blumberg (2004), que
después siguieron con el festival de policías sciolistas, hasta el tridente
ofensivo de Sergio Berni, Ricardo Casal y Alejandro Granados.

Ante este panorama, trabajosamente construido y aceptado por el oficialismo,
una parte importante del electorado percibió lo que muchos analistas
afirmaron: no hay diferencias sustanciales entre los tres principales
candidatos, que terminaron sintetizándose en una polarización de dos.

Más aún cuando todos aceptaban la necesidad de un ajuste y solo diferían en
la velocidad para aplicarlo.

En el último tramo de la campaña y en homenaje a la relación de fuerzas,
Mauricio Macri hizo un discurso lo más “socialdemócrata” que puede hacer
alguien que interviene en la vida política con tremendo apellido.

La letanía de Mauricio Macri en el discurso de festejo con tono de larga
charla motivacional fue similar a muchas de las intervenciones públicas de
Scioli y su clásico cualunquismo.

Frente esta disposición de las principales fuerzas políticas, una gran parte
del electorado se desplazó hacia el representante más genuino del “centro”
(derecha). El que no carga con el lastre del culposo y desgarrado apoyo
condicional del kirchnerismo que se manifestó en las múltiples escenas de
“doble comando” explícito.

En la provincia de Buenos Aires, la madre de todas las batallas, Aníbal
Fernández se convirtió en el padre de todas las derrotas. Y La Cámpora o el
sabatellismo en las intendencias, fueron sus hijos legítimos.

Pero Aníbal Fernández no fue más que el depositario del malestar general que
existe con el Gobierno nacional en amplias franjas de la clase trabajadora
(sobre todo sindicalizada) y las clases medias que ya había reflejado la
ruptura y la demagogia de Massa en 2013. Un malestar que es producto del
inocultable deterioro de la situación económica.

En qué proporciones a la provincia de Buenos Aires “la ganó” María Eugenia
Vidal o “la perdió” Aníbal Fernández quedará como una incógnita para
politólogos e historiadores y para nuevos “desfalcos” del CONICET
(parafraseando a Andrés Malamud). Lo que es seguro es que la derrota estuvo
a la “altura” del candidato del FpV.

Se terminó imponiendo una “polarización” baja (alrededor del 35%) entre las
dos fuerzas (aunque con Massa manteniendo los votos) y en los últimos días
de campaña, la demagogia clásica de los candidatos tradicionales se combinó
con distintas variantes de llamado al “voto útil”.

Una realidad que evidencia que ninguno de los tres principales logró
“enamorar” a las grandes mayorías populares con sus proyectos o programas
políticos, pese a haber contado con los recursos estatales (ya sea del
Estado nacional, provinciales o municipales) y el respaldo del gran
empresariado y los dueños del país.

Aunque colocó al candidato que supuestamente “mejor medía”, el desgaste del
gobierno nacional y del oficialismo impidió que Daniel Scioli ganara en
primera vuelta y quedó casi empatado con Macri.

El kirchnerismo y Scioli, convocaron al “voto útil” para “que no gane la
derecha” (Mauricio Macri) y con la demagogia de que era el “mal menor” y la
única “garantía” de no perder conquistas sociales.

El jefe de Gobierno porteño, a su vez, convocó al “voto útil” para evitar
que Scioli gane en primera vuelta y de esta manera logró forzar el
ballotage. Reconoció que no podía alzarse con el triunfo por méritos propios
y reclamó el apoyo para lograr la segunda ubicación.

Por último, Sergio Massa desde más atrás aún, solicitó un voto útil
“diferido”: pretendía ubicarse segundo porque presuntamente sería el mejor
para enfrentar al oficialismo en un eventual ballotage. Es decir, el que
estaba tercero cómodo, aseguraba que podía ser el “mejor segundo”.

Los tres utilizaron como recurso político, el rechazo que generaban los
otros candidatos, antes que la adhesión contundente a sus propias
propuestas.

Los resultados terminan de configurar un escenario de crisis política en las
coaliciones tradicionales: el peronismo dividido internamente en el Frente
para la Victoria y con una parte desplazada hacia Massa; y el PRO,
triunfador político en las PASO pero sin la densidad ni con una estructura
política nacional para dar garantía de “gobernabilidad”.

El ballotage abre un escenario “brasilero” con Scioli en el camino de la
“dilmificación” (buscando seguir la orientación de la mandataria de Brasil
cuando retuvo por poco la presidencia) y Macri en la senda de la
“caprilización”, el desplazamiento que en líneas generales hacen las
derechas del continente como homenaje a la relación de fuerzas. Queda
abierta la incógnita de cuánto está dispuesta Cristina Fernández a cumplir
al papel de Lula o a esta altura le atrae el tentador escenario de la vía
chilena: un Piñera (Macri) propio que le permita alguna vez el regreso
heroico.

Los resultados de la segunda vuelta están cargados de incertidumbre.

En este contexto de polarización “sui generis”, cobra otro valor político el
resultado del Frente de Izquierda y de los Trabajadores, subiendo levemente
desde las PASO en presidente y vice y alcanzando alrededor de un millón de
votos en el tramo de legisladores; además de superar a la variante de
centroizquierda que representaba Margarita Stolbizer.

El progresismo opositor se hundió una vez más electoralmente, el oficialista
está doblemente derrotado, primero por su propia desgarradora resignación
ante Scioli y luego por los resultados: doble fractura expuesta.

El FIT queda como un consolidado polo político de la extrema izquierda (1)
con voz propia para encarar el rechazo con el voto en blanco, frente a estas
dos opciones conservadoras y antipopulares y fortalecer su desarrollo
político y organizativo.

1) Nota de Correspondencia de Prensa: el FIT obtuvo 757.384 votos (3,2%).

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