Argentina/ Macri y lo que oculta la oscuridad [Fernando Rosso]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Oct 29 17:59:54 UYT 2015


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 29 de octubre 2015

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Argentina

Macri y lo que oculta la oscuridad

El candidato del PRO-Cambiemos comienza la presentación de su biografía en
el portal de campaña con un acontecimiento sucedido a principios de los años
noventa. La parte de la historia que se cuenta y la que se oculta.

Fernando Rosso

La Izquierda Diario, Buenos Aires, 29-10-2015

http://www.laizquierdadiario.com/

En el apartado “Quien soy” de la página personal que Mauricio Macri utiliza
para la campaña electoral, se encuentra una curiosa presentación que
comienza con un hecho que sucedió hace casi veinticinco años.

Bajo el intrigante subtítulo “Desde la oscuridad”, con un epígrafe de la
clásica novela de Erich María Remarque “Sin novedad en el frente” y sin
introducción, la historia va directo al hecho violento.

Un comienzo de novela negra mankelliano contado en primera persona y sin
muchas vueltas: “los tipos” que lo agarran del cuello, el golpe de puño
instantáneo en la cara, el encierro en un ataúd en la parte de atrás de una
camioneta, los alambres que atan manos y pies y la capucha en la cabeza.
Unos párrafos más abajo, el texto revela que se trata del secuestro
extorsivo del que fuera víctima el candidato del PRO-Cambiemos en el mes de
agosto de 1991.

Pero a diferencia de la estructura clásica de las novelas negras, la pobre
narración da un giro brusco y sobreviene repentinamente un final feliz sin
explicación alguna. El protagonista pasa de los sótanos del secuestro a la
cumbre de la presidencia del club más popular de la Argentina (Boca Junior),
sólo por el volumen de su fuerza de voluntad y la solidez de su heroísmo
personal.

Con este recurso procura sensibilizar y provocar admiración por su presunta
valentía, con el objetivo de lograr el apoyo de la mayoría de los argentinos
en su intento de llegar a ser presidente de la nación.

El periodista Gustavo Carabajal publicó una investigación sobre el secuestro
de Macri en el diario La Nación en septiembre del 2001. En el artículo
aseguraba que había intentado indagar en el entorno del ahora candidato
presidencial sobre los pormenores del hecho y que todos los interlocutores
repitieron lo mismo: "de ese tema no se habla".

Sin embargo, en este 2015 y en plena campaña, Macri saca a relucir una parte
de la trama de aquel acontecimiento pero con un salto en la sucesión de
hechos. Un vacío en el que parece es mejor no ahondar.

Dos interrogantes evidentes surgen del relato del secuestro publicado por
Macri: quiénes fueron los secuestradores y cómo logró su liberación. En el
texto de esta historia oficial “remixada” para la tribuna, los
secuestradores simplemente son “los tipos” y la libertad “se recupera”. Todo
lo demás no importa. O es demasiado importante como para ser develado en
campaña.

La Banda de los Comisarios

"Para entender en qué asuntitos anduvimos, tendrían que saber que yo trabajé
en las brigadas de Seguridad Federal, a cargo del ’Turco’ Ahmed y del
‘Poroto’ (Alfredo Vidal), en la época de la denominada guerra sucia",
explicó ante el juez el ex suboficial Miguel Angel "Jopo" Ramírez. Con toda
naturalidad, enseguida explicó el esquema del grupo del que formaba parte:
una banda que planeaba secuestros en dependencias policiales y que se nutría
de oficiales y suboficiales entrenados en la represión.

Junto al ex subcomisario José "El Turco Joe" Ahmed y otros cinco miembros
conformaban la "Banda de los Comisarios" y fueron hallados culpables por el
juez federal Rodolfo Canicoba Corral, por cinco secuestros —uno seguido de
muerte— cometidos entre 1978 y 1991.

La Banda de los Comisarios fue responsable de los secuestros de Karina
Werthein (14 de junio del ’78), Rudi Apstein (7 de noviembre del ’79), Julio
Dudoc (19 de noviembre del mismo año y cuyo cuerpo jamás fue encontrado),
Sergio Meller (13 de noviembre del ’84) y del propio Mauricio Macri (24 de
agosto del ’91). Tiempo después se conoció que también participaron del
secuestro de Rodolfo “Ralph” Clutterbuck, titular del Banco Central durante
el mandato de facto de Reynaldo Bignone y directivo de la firma Alpargatas,
producido en 1988.

La mayoría de sus integrantes se conocieron en tiempos de la dictadura, en
la ya desaparecida Superintendencia de Seguridad Federal de la Policía. El
área se encargaba de hacer inteligencia sobre dirigentes políticos y
gremiales, y tenía brigadas para enfrentar a lo que llamaban "elementos
subversivos".

Además de su entrenamiento policial, la banda contaba con una ventaja extra.
Como sus miembros seguían trabajando en la fuerza, tenían la información
necesaria para anticiparse a los investigadores. "Ahmed sabía todo lo
relativo a cuanto estaba trabajando la Poli y evitar así enfrentamientos",
confesó Ramírez en su declaración.

“Los tipos” tenían una larga trayectoria en la historia reciente y habían
aprendido el violento oficio de secuestrar, torturar y matar, bajo el
régimen que le permitió al grupo económico familiar de Macri -así como a
muchos otros-, pasar de controlar siete empresas a poseer cuarenta y siete,
una vez finalizado el proceso militar. Esa jugosa “acumulación primitiva” le
habrá permitido a Franco Macri obtener los seis millones de dólares que pagó
por el rescate. Dinero que fue entregado por otro empresario amigo de los
Macri, Nicolás Martin Caputo (quien hoy hace buenos negocios con el Estado
en la Ciudad), no sin antes mandar a microfilmar billete por billete.

El árbol venenoso

En el mes de noviembre de 1991, Macri fue llevado nuevamente a la avenida
Garay 2882 (casi Chiclana) para hacer el reconocimiento del lugar donde unos
meses antes había estado secuestrado. Cuando estalló en llanto por el shock,
recibió el consuelo de un hombre de confianza: el comisario Jorge “El Fino”
Palacios.

En ese mismo momento, el ex policía Juan Carlos “El Pelado” Bayarri, un ex
represor que figuraba en las listas de la Conadep, era interrogado por el
secuestro de Macri en un siniestro y emblemático lugar de Buenos Aires. Las
preguntas incluían el uso de la picana eléctrica y el ejercicio del
submarino seco, además de golpes, puntapiés y agujas clavadas debajo de las
uñas. Un golpe de puño en el oído derecho le ocasionó una hemorragia y la
perforación del tímpano. La sesión se llevaba adelante en el mismo lugar
donde había funcionado el centro clandestino de detención “El Olimpo” en el
barrio porteño de Floresta

En esas condiciones, el sospechoso "admitió" su participación en el
secuestro de Macri y en otros hechos de las mismas características, junto a
la "Banda de los Comisarios". Bayarri reconocería una voz entre las de sus
torturadores. Pertenecía al comisario Carlos Sablich, en ese tiempo
integrante del departamento de Defraudaciones y Estafas de la Policía
Federal, más adelante pasó al frente de la Dirección de Delitos Complejos,
uno de los centros neurálgicos de esa fuerza. Desde allí, también tuvo a su
cargo la flamante División Antisecuestros.

Una mafia de federales entrenada para secuestrar durante la dictadura fue
investigada por otra, también de federales, que siguió las enseñanzas de la
misma escuela.

Bayarri estuvo trece años preso por la confesión y en el año 2014 el
Tribunal Oral en lo Criminal 19 dispuso las condenas para los excomisarios
Carlos Alberto Sablich y Carlos Jacinto Gutiérrez por privación ilegítima de
la libertad y torturas contra Bayarri y su padre. Bayarri fue dejado en
libertad porque la justicia consideró que su confesión había sido el “fruto
de un árbol venenoso”. Una figura poética del derecho probatorio que en este
caso significa que la declaración fue arrancada bajo tortura.

Antes de “El Fino” Palacios, el candidato natural para ocupar el cargo de
jefe de la flamante Metropolitana era Carlos Sablich, de quien Macri había
dicho que era “el mayor experto antisecuestro de la Argentina”.

Las ramificaciones criminales de Sablich se extienden a otros casos
resonantes. Se descubrió una estrecha relación entre el comisario Juan José
Schettino (su mano derecha) y el mismo con Jorge Sagorsky, el hombre que
proveía autos robados a la banda que secuestró y asesinó a Axel Blumberg en
marzo de 2004. Por el caso Blumberg, el expresidente Néstor Kirchner accedió
a endurecer las leyes que aumentaron el poder represivo del Estado, es
decir, de la policía. Nunca menos. Sablich pidió su pase a retiro, para
esquivar una vergonzosa exoneración.

Palacios y Sablich habían sido subordinados de Carlos Gallone (poco tiempo
después condenado por “La Masacre de Fátima”) en la Superintendencia de
Seguridad Federal, ambos prestaron servicios en el GT 2 (Grupo de Tareas 2),
que operaba bajo la órbita del Batallón 601. Las escuchas que mandaba a
realizar a Ciro James, quedan como travesuras infantiles al lado de este
largo prontuario.

El caso de la “Banda de los Comisarios” no dejó de tener sus ribetes
tragicómicos y extravagantes. Según cuenta en su libro “Escuchas ilegales”
(Sudamericana, 2015) la periodista Clarisa Ercolano “al año siguiente del
secuestro del que sería presidente de Boca Jrs., Camilo Ahmed (hermano de
José Ahmed y sobre quien se sospecha que recayó durante algún tiempo la
jefatura de la banda NdR) fue víctima de un suicidio curioso: se arrojó de
un altísimo edificio marplatense para, una vez en el suelo, darse un balazo
en la sien”.

La Argentina parece ser el país con mayor porcentaje de “suicidados por la
sociedad” por metro cuadrado.

El lado oscuro de la luna

El caso de la muerte del fiscal Nisman en enero de este año develó la
historia criminal de los servicios de inteligencia que continuaron (y
continúan) operando bajo el kirchnerismo. Espías que vienen desde los
tiempos de la dictadura y tienen íntimas relaciones con los servicios
internacionales y con los negocios ilegales como la trata de personas.

Scioli y su ministro de Seguridad, Alejandro Granados, dejan más que claras
sus intenciones de fortalecer a la mafia de la bonaerense y llevarla como
modelo al conjunto del país. La misma que no es ajena a la “guerra de los
servicios” como lo demostró, entre otras cosas, el fusilamiento del
“Lauchón” Viale, para un arreglo de cuentas con el ahora prófugo Jaime
Stiuso.

Sergio Massa es directo con su desbocada propuesta derechista: plantea que
hay que sacar el Ejército a la calle.

Todas estas verdades las denunció Nicolás del Caño en el debate presidencial
realizado hace unos días atrás.

Detrás del circo de los globos amarillos, Macri intenta reinventar su
historia personal con un cuento épico arreglado para las elecciones.

La “Banda de los Comisarios” estaba integrada por personajes que habían
formado parte del engranaje operativo de la represión que actuó al servicio
de los integrantes de su clase. Su tarea esencial fue el secuestro y
asesinato de los mejores de una generación, sin posibilidades de rescate ni
pedidos de indemnización.

El itinerario posterior y los secuestros fueron parte un “ajuste de cuentas”
entre la “mano de obra desocupada” y sus antiguos jefes empresarios. Una
indemnización que los ejecutores en el terreno del genocidio, los que hacían
el trabajo sucio, creyeron justo cobrarse con los únicos métodos que
conocían. Una “paritaria” de los grupos de tareas con la clase a la que
sirvieron. No les había ido tan mal, ya que lograron hacerse con un botín de
12.5 millones de dólares en trece años, de los cuáles solo se “recuperaron”
dos millones.

Así como el peronismo tiene sus mafias y patotas, sindicales y policiales;
las esperanza blanca de la oposición “republicana” tiene mucho que ocultar
en el lado oscuro de su luna amarilla.

La fábula de superhéroe que reinventa Macri termina con esta afirmación:
“sin saber cómo, en ese extraño intercambio recibí más de lo que me sacaron
por haber sido secuestrado”. Una confesión inconsciente que revela, quizá,
porqué hay una parte de la historia que es mejor mantener en la oscuridad.

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