Argentina/ hacia el balotaje: ¿adiós al kirchnerismo? [Fabián Kovacic]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Oct 30 15:31:06 UYT 2015


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 30 de octubre 2015

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A l’encontre – La Breche

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Argentina

Argentina en balotaje

¿Adiós al kirchnerismo?

El viernes último Brecha tituló: “Adiós al kirchnerismo”. A muchos les sonó
temerario. “Están mal rumbeados”, nos escribió por ejemplo el economista
uruguayo Jorge Notaro, dos días antes de la (sorprendente) elección del
domingo pasado. El semanario decidió abrir el debate y consultar sobre el
tema a seis intelectuales argentinos, al tiempo que le ofreció sus páginas a
Notaro.

Fabián Kovacic, desde Buenos Aires

Brecha, Montevideo, 30-10-2015

http://brecha.com.uy/

“Si en la segunda vuelta, el 22 de noviembre, gana Daniel Scioli, es
probable que las cosas estén complicadas para el kirchnerismo y su
supervivencia no esté garantizada”, comenzó diciendo, casi paradójicamente,
la socióloga Maristella Svampa. “Scioli pretende recrear la vieja Liga de
Gobernadores, una idea lanzada originalmente por Eduardo Duhalde para
sostener su poder desde la provincia de Buenos Aires, que él regenteaba. El
gabinete anunciado por Scioli así lo indica: la mayoría son gente de su
confianza, de la época en que gobernaba la misma provincia”. En esa lógica,
Scioli iría construyendo un poder propio que le permitiría irse
autonomizando del kirchnerismo, del que lo separan historia y proyectos. Si
en cambio ganara Mauricio Macri, dice Svampa, desde la oposición el
kirchnerismo “podría recuperar protagonismo, teniendo en cuenta que conserva
buena tropa en el parlamento”. Eduardo Jozami, integrante de Carta Abierta,
la usina intelectual del kirchnerismo, coincide con su colega en que “el
sciolismo no parece tener la densidad ni el volumen de propuestas que
caracterizan al kirchnerismo”, ni tampoco, por ahora, su poder territorial.
“Muchos de nosotros sostuvimos que Scioli no era el candidato más adecuado
para representar las aspiraciones nacionales y populares, dijimos que había
mejores candidatos, con un perfil más definido, y que si con ellos no se
ganaba la elección, por lo menos se cimentaba hacia adentro un debate más
rico, profundo y sustancioso para fortalecer al kirchnerismo y convertirlo
en una fuerza que lidere al peronismo. No hay que olvidar que el sciolismo
nació como una fuerza gestada desde arriba, desde el poder y no desde las
bases.”

Alejandro Horowicz, un economista marxista, es categórico: “El kirchnerismo
ya no existe”. La hipótesis de un retorno de Cristina Fernández a la escena,
en cuatro años, para disputar un nuevo mandato, “es pura fantasía”, dice.
“Cuando un movimiento como este, que estuvo 12 años en el poder, no logra
construir una candidatura distinta de la de alguien como Daniel Scioli, no
tiene a donde volver. El kirchnerismo es un relato que no estuvo a la altura
de sus propios hechos, e hizo política sin sujetos. La idea de que La
Cámpora (la agrupación juvenil liderada por Máximo Kirchner, hijo de Néstor
y Cristina) tuvo inserción social equivale a pensar que Cristina es a Perón
lo que La Cámpora es a la vieja Juventud Peronista de los años setenta. Es
decir, un disparate”, remata.

Pablo Alabarces, sociólogo de la Universidad de Buenos Aires y cercano al
Frente de Izquierda y los Trabajadores, que el domingo pasado arañó el 4 por
ciento de los votos, piensa que el kirchnerismo es apenas una variante, y no
precisamente revolucionaria ni de izquierda, de la infinidad de variantes
que el peronismo ha ensayado en Argentina desde 1945. “Tuvo a su favor la
‘suerte’ de que sucedió a la experiencia menemista de los años noventa y a
la debacle de 2001. Tuvo también algunos aciertos, en la baja del desempleo
y de la pobreza”, en derechos humanos, en la importancia dada a la
integración regional, pero no hizo cambios estructurales que lo proyectaran
como una alternativa clara. Por otro lado, “cometió errores políticos en la
elección de sus candidatos (favoreció por ejemplo la aparición de Mauricio
Macri al entregarle la alcaldía porteña, y los dos vicepresidentes de
Cristina no fueron buenos), y se cerró sobre sí mismo: Cristina creyó en
2011 que con el 54 por ciento de votos con que resultó reelecta ya no
necesitaba convocar a otras fuerzas, y le erró feo en eso”.

Con cuadros políticos con aparente dominio territorial sumados a media
docena de agrupaciones juveniles, como La Cámpora, el Movimiento Evita,
Kolina, Miles, el frente Transversal y Peronismo Militante, el kirchnerismo
parecía hasta ahora una fuerza vigorosa en crecimiento e inserción social.
Alabarces lo relativiza. “Son agrupaciones que surgieron a partir de la caja
del Estado e integradas por cuadros de clase media urbana, sin formación”,
afirma. “Tras la muerte de Néstor, el kirchnerismo, con Cristina a la
cabeza, no supo construir su propia sucesión. Las agrupaciones como La
Cámpora están formadas por ‘soldados de Cristina’ y no son capaces de
constituir la base de apoyo que necesita un movimiento como el que pretende
ser el kirchnerismo. Esa base se la dio durante mucho tiempo la central
sindical Cgt, liderada por el camionero Hugo Moyano, pero en 2012 Moyano
rompió con el oficialismo y esa ruptura fue un golpe durísimo para Cristina
y su proyecto.”

Svampa no sabe si el kirchnerismo desaparecerá o no de escena, pero piensa
que se ha ido vaciando de lo que pudiera haber tenido de proyecto
alternativo. Ha ido incluso, dice, perdiendo terreno en agrupaciones que
concebía como “puntas de lanza sociales”, como el Movimiento Evita o el
Movimiento Campesino Indígena, en los que las huestes de Scioli lo
desplazaron, y se ha opuesto a la mayor parte de los nuevos movimientos
sociales, como los que rechazan a la megaminería o la expansión de la soja.
“El kirchnerismo no ha desarrollado un proyecto distinto en lo esencial a lo
que puede ofrecer Macri. Cristina, Scioli y Macri tienen políticas de
desarrollo basadas en el extractivismo, y los tres coinciden en un modelo
concentrador de la riqueza”, afirma. El kirchnerismo “es una fuerza
profundamente conservadora, a lo sumo un populismo de clase media, que
reconcentró la economía y se alió con los mismos amigos del poder con los
que negoció el menemismo”, de donde proviene Scioli. “Todo lo que queda hoy
sobre la mesa es posmenemismo”, dice la socióloga. Roberto Gargarella,
docente en derecho constitucional y filosofía política, y Liliana de Riz,
politóloga, docente de la Uba e investigadora del Conicet, comparten el
diagnóstico sobre el carácter “conservador” del kirchnerismo, alejado a su
juicio de cualquier caracterización de “izquierda”. Los gobiernos K se
manejaron según una lógica “prebendaria” y “repartieron poco entre muchos y
mucho entre pocos”, piensa De Riz. “Muchos de los seguidores del
kirchnerismo creen que la promulgación de leyes como las del matrimonio
igualitario y de reconocimiento de la diversidad lo ubicarían dentro del
progresismo, pero no olvidemos que gobiernos de la derecha sudamericana,
como el de Álvaro Uribe en Colombia o el de Sebastián Piñera en Chile,
también lo hicieron sin mayores problemas”, señala Gargarella. El académico
le reconoce al kirchnerismo una política de derechos humanos distinta a la
llevada a cabo por los gobiernos que lo precedieron, pero cree que “no
basta” para ubicarlo en el campo transformador o democratizador. “El
trasfondo de su gestión es de una concentración de poder en la figura del
líder, lo cual no democratiza el espectro, todo lo contrario.” El
progresismo, afirma Gargarella, “está en otro lado”. De Riz piensa que su
condición caudillista hará que el kirchnerismo se vaya extinguiendo. “Como
todo movimiento caudillista no sobrevive si no está en el poder. Yo creo que
está llamado a ser olvidado como una variante más en la historia del
peronismo.” El kirchnerismo “capturó a un sector importante del progresismo
para licuarlo y disolverlo y asimilarlo en su propio interior, en una de
esas fases pendulares que tiene el peronismo, pero sin que eso sea
suficiente para hacer de él un movimiento de izquierda”, piensa por su lado
Alabarces.

Jozami, obviamente, se distancia de estas posturas. “El kirchnerismo ha sido
una alternativa progresista en Argentina, en lo político, en lo económico,
en lo social”, dice a Brecha. En materia de derechos humanos “fue el único
sector que reivindicó dentro del peronismo banderas como los juicios por
delitos de lesa humanidad”. De cara al futuro prefiere sin embargo la
cautela. “Habrá que ver qué pasa en el balotaje”, y de manera general qué
actitud toma el sector. “Si opta, por ejemplo, por asumir el desafío de
constituirse en una fuerza política sólida y seria que encabece al
peronismo, y no dar lugar a que dominen fuerzas que tiendan a situar a este
movimiento, que sigue siendo el más importante de Argentina, en la
centroderecha. El kirchnerismo deberá crecer hacia adentro con cohesión,
pero también hacia afuera, abriéndose a nuevas fuerzas.” Horowitz insiste en
su visión de que el kirchnerismo “ya fue”, pero dice que aun si continuara
existiendo, e incluso si se lo pudiera haber considerado como progresista,
tendría en el futuro el destino final de los progresismos: “acabar siendo
funcional a las políticas conservadoras y reaccionarias”.

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Juego abierto

Contra todos los pronósticos, el oficialismo apenas pudo superar en las
presidenciales al conservador Mauricio Macri, que además le arrebató la
gobernación bonaerense tras 28 años de mandato peronista y ocho
kirchnerista. Seis intelectuales hablan para Brecha y analizan el futuro del
kirchnerismo, dentro o fuera del poder.

El escueto margen del ex gobernador de la provincia de Buenos Aires sobre el
actual gobernador de la capital federal colocó a los dos en la segunda
vuelta electoral y encendió las luces de alarma en el oficialismo. El 22 de
noviembre, y por primera vez desde la reforma constitucional de 1994, el
futuro presidente por cuatro años saldrá del balotaje (en 2003 Carlos Menem
renunció a una segunda vuelta tras haber ganado la primera por dos puntos).

De los seis candidatos que se presentaron a las urnas el domingo pasado sólo
Margarita Stolbizer (Frente Progresista, quinto puesto, con el 2,53 por
ciento) llamó a votar por Macri el 22 de noviembre, aunque aclaró que deja
en libertad de acción a sus votantes. Nicolás del Caño (Frente de Izquierda,
cuarto puesto, con 3,27) anunció que votará en blanco; Adolfo Rodríguez Saá
(Alianza Federal, peronista, 1,67, sexto) decidió apoyar a quien firme un
acuerdo programático con medidas de gobierno urgentes, y todo indica que es
un guiño a Scioli. Sergio Massa (Unidos por una Alternativa, peronista,
tercero, con el 21,4 por ciento) aparece como el bocado más apetecible.
Aunque en su entorno hay más afinidad con Scioli que con Macri, él le ha
hecho guiños a Macri al decir que no votaría al oficialista. Con este
panorama, ambos están afinando su estrategia de captación de los votos que
fueron a otros candidatos el domingo pasado, y para el debate que los
enfrentará, el 15 de noviembre.

Macri contó el domingo con un factor sorpresa de enorme peso: la joven María
Eugenia Vidal ganó la poderosa gobernación de Buenos Aires al viejo
militante K Aníbal Fernández y le arrancó al kirchnerismo uno de sus
principales feudos. Esa inesperada derrota del oficialismo se explica por un
“corte de boleta” de varios intendentes, dueños de los votos en sus
territorios, que se inclinaron por la candidata opositora. Vidal obtuvo en
la provincia más apoyos que Macri, y hasta impulsó su candidatura en media
docena de distritos, lo cual ayuda a entender el crecimiento de una derecha
explícita que hasta ahora nunca había superado en el principal distrito
electoral argentino el techo del 30 por ciento de sufragios y que esta vez
arañó el 35.

Pero el kirchnerismo conserva un poder territorial y parlamentario nada
desdeñable: 11 gobernaciones, 117 diputados nacionales que lo convierten en
la primera minoría en la Cámara baja, y 42 senadores, que le garantizan una
mayoría holgada para sancionar o trabar leyes.

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El tuerto, la vieja terca y el manco

Jorge Notaro *

El kirchnerismo, un movimiento político nacido después de las elecciones de
2003 y que se autodefine como portador de un “proyecto nacional y popular”,
ha aumentado su importancia en el sistema político y en la sociedad
argentina. La reciente derrota electoral y un eventual triunfo de Macri en
la segunda vuelta no cambiarán esta tendencia.

Un movimiento político con capacidad de movilización, de propuesta y de
gestión, se asegura una larga permanencia. El peronismo es cada vez más el
kirchnerismo, y en éste ganan poder los jóvenes militantes de La Cámpora,
una nueva generación que en las recientes elecciones aumentó su presencia en
los legislativos nacionales y provinciales, así como en las intendencias.

Mauricio Macri tuvo que disfrazarse de K, anunciar que mantendría gran parte
de las medidas que sus legisladores votaron en contra, como las
estatizaciones y las transferencias de ingresos, y tuvo que esconder a su
equipo económico formado con discípulos de Domingo Cavallo.

En las elecciones presidenciales de abril de 2003, la fórmula Néstor
Kirchner-Daniel Scioli, del recién nacido Frente para la Victoria, se ganó
el derecho a pasar a la segunda vuelta con 22,24 por ciento de los votos, y
fue proclamada ante la renuncia de la fórmula Carlos Menem-Juan Carlos
Romero, que había logrado el primer lugar. En esa elección quedaron por el
camino las aspiraciones de Ricardo López Murphy, Elisa Carrió y Rodríguez
Saá, que habían logrado entre 12 y 14 por ciento cada uno del total de
votos.

¿Quién podía imaginar que Néstor Kirchner, ese flaco medio tuerto que no
conocía a nadie y era sospechoso de ser un títere de Eduardo Duhalde, era un
estadista con capacidad para tomar decisiones antimperialistas y
antioligárquicas, y retomar las raíces del peronismo en el siglo XXI
poniendo en marcha la construcción de una corriente política identificada
luego con su apellido? Kirchner generó crecientes adhesiones y odios, estos
últimos de los militares y civiles que durante la dictadura torturaron y
asesinaron, de los dueños de la tierra y del oligopolio de los medios de
comunicación que domina el grupo Clarín, de los capitales especulativos y de
los tecnócratas del Fmi y sus seguidores en toda América Latina. Y de dos
generaciones de émulos de Vargas Llosa.

Las grandes líneas de la estrategia económica –que se mantienen incambiadas–
son reconstruir la alianza entre el proletariado urbano y la burguesía
industrial, aumentar el nivel de actividad y de empleo en la industria,
proteger el mercado interno, recortar el excedente apropiado por los dueños
de la tierra y financiar el aumento del gasto público social, administrar el
mercado cambiario y regular el movimiento internacional del capital.
Kirchner enfrentó problemas nuevos, como la deuda externa de 150.000
millones de dólares y el deterioro de los servicios públicos entregados al
capital. Tuvo a favor la afinidad con los gobiernos progresistas de la
región y el aumento de los precios internacionales de los productos
exportables.

Acompañado por Roberto Lavagna como ministro de Economía, negoció con
firmeza con el Fmi durante más de dos años, hasta que estos tecnócratas y el
capital financiero que representan aceptaron sus metas para la política
macroeconómica. Junto a Hugo Chávez promovió el rechazo al Alca, sumó a
Brasil y a Uruguay y derrotó a México y a Chile, que operaban a favor de la
iniciativa. Estados Unidos se tiene que conformar con la Alianza del
Pacífico, un “alquita” que integra a los gobiernos más serviles. También con
Chávez impulsaron la creación de ámbitos sin participación de Estados
Unidos, como la Unasur y la Celac, que llevó a la creación del Foro
Celac-China. En enero pasado este foro realizó en Beijing su primera reunión
y aprobó un plan quinquenal de cooperación en comercio, finanzas,
infraestructura, educación, ciencia y tecnología, cultura y turismo.

Cristina Fernández de Kirchner, una vieja tan terca que no le aflojó a la
oligarquía ni al capital extranjero que explotaba el petróleo y los
servicios públicos ni a los fondos buitre, continuó por ese camino a pesar
del contexto económico internacional menos favorable, y comenzó una etapa de
acuerdos con China y Rusia que financiarán inversiones trascendentes, en
particular para la generación de energía y el transporte ferroviario.

En un proceso de aproximaciones sucesivas que incluyó varios cambios durante
sus ocho años de gobierno, Cristina Fernández encontró el equipo económico
sobre el final de su mandato, con Axel Kicillof en el Ministerio de Economía
y Alejandro Vanoli como presidente del Banco Central. La economía argentina
retomó un modesto crecimiento en 2015, el Banco Central sancionó a los
bancos que viabilizan la fuga de capitales, aumentaron las reservas y se
pagó la deuda a su vencimiento.

Loa límites del proyecto

El proyecto nacional y popular implementado durante estos 12 años en
Argentina comparte las grandes líneas de los logros, las críticas y las
interrogantes de los gobiernos progresistas de Brasil, Bolivia, Ecuador,
Uruguay, Venezuela; en Paraguay el progresismo duró poco y en Chile todavía
no emergió. Todos aquellos países consolidaron la democracia y el
crecimiento de la economía, mejoraron las condiciones materiales de vida de
los sectores populares, rechazaron el Alca, promovieron la creación de la
Unasur y la Celac, y se apoyaron en la creciente presencia de China como
comprador, vendedor, inversor y financiador.

Como señala Alfredo Falero, estos gobiernos son el resultado de las luchas
de los movimientos sociales de fines del siglo XX.1

El crecimiento motorizado por las exportaciones de granos, petróleo y
minerales genera interrogantes y críticas. En Ecuador y Bolivia la
profundización del extractivismo fracturó a los movimientos que llevaron al
gobierno a Rafael Correa y a Evo Morales. En Brasil se dividieron el PT y la
Cut, y la política de ajuste para enfrentar la recesión aumenta las
críticas.

Maristella Svampa critica la estigmatización de la narrativa indigenista y
ecologista, la pérdida de la dimensión emancipatoria de la política y la
evolución hacia modelos de dominación basados en el culto al líder y su
identificación con el Estado (“Termina la era de las promesas andinas”,
revista Ñ, Buenos Aires, 25-VIII-15).

Los gobiernos progresistas de la región no lograron sustituir la competencia
por la cooperación, coordinando las políticas para orientar la reestructura
de la producción y el comercio regional en beneficio de todos, negociando en
conjunto con China o regulando las inversiones extranjeras. Argentina
reestatizó Ypf porque Repsol vaciaba los pozos de petróleo, pero Evo Morales
la considera un apreciado socio comercial; Chevron destruyó el ambiente en
Ecuador pero Argentina le entregó la prospección y la posible explotación de
los hidrocarburos en Vaca Muerta.

La Unasur no pudo implementar el Banco del Sur y el Fondo Latinoamericano de
Reserva para reducir la dominación del capital financiero, negociando con
China el apoyo, y algunos países optaron por negociar préstamos de mediano y
largo plazo (Argentina, Brasil, Venezuela y Chile). China es un socio
potencial, tiene un exceso de reservas en dólares y puede financiar a largo
plazo con acuerdos que aseguren el mantenimiento del valor. La Unasur o el
Mercosur podrían negociar en bloque un cambio regulado por los gobiernos en
el comercio para modificar la situación que imponen los mercados,
exportación de materias primas y alimentos contra importación de bienes de
capital, que se parece mucho al que se tuvo con Inglaterra y con Estados
Unidos durante el siglo XX.

Los escenario futuros

En Uruguay los economistas de las consultoras que asesoran al capital
extranjero y los tecnócratas que operan como embajadores del Fmi anuncian
desde hace varios años que “Argentina explota”, y este pronóstico fue un
dato para la elaboración del programa del Frente Amplio. Pero si el llamado
kirchnerismo continúa implementando el proyecto nacional y popular, se puede
pronosticar que Argentina explotará… de risa.

Le tocó al manco Scioli encabezar la fórmula, por virtudes propias, porque
en 2003 aceptó integrar la fórmula con Kirchner para enfrentar a Menem y fue
un vicepresidente leal. También porque no había otro candidato que,
representando mejor el proyecto nacional y popular, tuviera posibilidades de
ganar la elección. Si Scioli gana gobernará con su estilo particular,
continuando la implementación del proyecto nacional y popular, con la
limitación de no contar con mayoría absoluta en la Cámara de Representantes,
lo que lo obligará a negociar la aprobación de nuevos proyectos de ley.

Si gana Macri, se sacará el disfraz y retomará el proyecto liberal
conservador: devaluar, liberalizar el mercado cambiario y de capitales,
pagarles a los fondos buitre, eliminar las retenciones y contraer el gasto
público social. Un kirchnerismo opositor pasaría cuatro años impulsando las
luchas del movimiento popular, contribuyendo a una decantación del peronismo
y a que caigan muchas caretas de dirigentes sindicales, pasando de la
defensa al ataque en la lucha contra la corrupción y la mala gestión. Y en
las próximas elecciones seguramente volverá con más fuerza.

El tuerto vio lejos, la terca aguantó la embestida baguala de las clases
dominantes… ¿Y el manco?

* Economista uruguayo.

Nota

1. “Del cambio a la contención del cambio. ¿Período bisagra en América
Latina?”, en Yamandú Acosta et al, Sujetos colectivos, Estado y capitalismo
en Uruguay y América Latina. Perspectivas críticas. Montevideo, Trilce,
2014, págs 19-33.

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