Estado español/ el desconcierto de una noche de verano [Josep Maria Antentas]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Jun 29 10:42:37 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

29 de junio 2016

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Estado español

Tras el 26J

El desconcierto de una noche de verano

Josep Maria Antentas *

Público.es, 29-6-2016

http://blogs.publico.es/

Sin duda, esperábamos una noche mejor. Del sorPPasso a la sorPPresa, las
elecciones del 26J marcan definitivamente el final de la primera etapa del
ciclo político abierto con la irrupción de Podemos en las elecciones
europeas del 25 de Mayo de 2014 que, a su vez, es producto, no mecánico, de
la sacudida de Mayo del 2011. Los resultados de Unidos Podemos son en
términos retrospectivos inauditos, pero han quedado claramente debajo de las
expectativas y las posibilidades. ¿Por qué no fue posible el tan deseado
sorpasso al PSOE? El fiasco nos coge a propios y extraños por sorpresa. No
se trata de dar lecciones a toro pasado explicando un fracaso que nadie vio
venir, pero si al menos intentar entender por qué aconteció. Algunas
reflexiones, pues, aún apresuradas y sin disponer todavía de los análisis
detallados del comportamiento electoral, se imponen:

1. La coincidencia en que Rajoy y el PP son los vencedores reales y
simbólicos de las elecciones es unánime. La derecha tradicional ha mostrado
tener un suelo electoral robusto. Las causas de ello, más allá de cuestiones
coyunturales, hay que buscarlas en tendencias sociológicas de fondo, en el
terreno cultural y en las mutaciones de la estructura social, tras décadas
de capitalismo neoliberal consumista y especulativo-inmobiliario, sin
olvidar el peso del clientelismo político en muchas regiones. No hay que
olvidar, sin embargo, que en términos generacionales el apoyo electoral al
PP es sobretodo fuerte en las franjas más elevadas de edad, lo que muestra
su pérdida de contacto con la población más joven y le plantea un problema
en clave de futuro. La campaña del miedo a Podemos por parte de la derecha
surgió efecto y permitió una movilización consistente de su electorado,
mucho más que a la inversa. A ello se le añadió el efecto, justo en el tramo
final de la campaña, del Brexit que, presentado en tono apocalíptico por
parte de los medios de comunicación, reforzó sin duda un voto de orden y
temor. La capacidad del PP de concentrar “voto útil” de la derecha a costa
de Ciudadanos muestra, por otra parte, que el “Podemos de la derecha” ha
sido desde el comienzo un fenómeno mucho mas superficial que el Podemos de
verdad, carente de un arraigo social fuerte y de una base social activa.

2. A pesar de obtener su peor resultado de la historia (22’66%, 5.424.709
votos y 85 escaños frente al 22%, 5.545.315 y 90 escaños el pasado 20D), el
PSOE sin embargo evitó lo que podría haber sido una catástrofe irreversible,
aguantando el que parecía un inevitable sorpasso por parte de Unidos
Podemos. De haberse producido el rebasamiento electoral, el PSOE estaría hoy
en una situación imposible. Haberlo evitado le puede ahorrar quizá una grave
crisis interna inmediata, pero no esconde el problema de fondo que lo
atraviesa: su carencia absoluta de un proyecto económico diferenciado de la
austeridad y de la derecha en el marco del agotamiento histórico de la
socialdemocracia europea. En un escenario donde no tiene mayoría para ser la
primera fuerza política del país, su falta de proyecto real le empuja a la
subalternidad respecto al PP y le impide una discusión verdadera con Unidos
Podemos. Si el previsible nuevo gobierno de Rajoy se pone a andar con la
abstención del PSOE, éste va a encontrarse con el dilema futuro de apoyar o
no la nueva tanda de recortes y reformas neoliberales que el ejecutivo de
Rajoy acometerá bajo supervisión de Bruselas. Si lo hace, el PSOE pagará un
precio político por ello. Y si no lo hace, la legislatura será políticamente
inestable. El PSOE puede resistir bien una campaña electoral ante Unidos
Podemos, pero no está claro que lo consiga también en la confrontación
parlamentaria cotidiana de una nueva legislatura marcada por los recortes si
de alguna forma tiene que ser parcialmente “comprensivo” con ellos en aras a
la gobernabilidad.

3. A corto plazo el escenario que parece más probable es el de un gobierno
del PP facilitado por las abstenciones de PSOE y Ciudadanos. A éste último
no le convienen unos nuevos comicios que podrían serle letales por la
consiguiente nueva tanda de voto útil hacia al PP. El PSOE podría afrontar
con mayores garantías otro ciclo electoral, tras haberse reafirmado ante
Unidos Podemos, y quizá su dirección se atrevería a ir hacia este horizonte.
Pero sus intereses de partido chocan ahí con la razón de Estado que requiere
un gobierno rápido en un escenario de inestabilidad europea. Puede haber un
pulso interno, real o escenificado, entre el aparato del partido menos
ligado directa y orgánicamente al capital financiero y más proclive a la
razón de partido, y aquellos sectores más estrechamente imbricados con el
mundo económico y el aparato del Estado. Pero lo previsible, salvo sorpresa
(y vivimos tiempo de sobresaltos), es que al final el PSOE facilite de forma
pasiva un gobierno de Rajoy absteniéndose en la investidura. Si esta es su
orientación, lo más inteligente sería antes reiterar a Podemos su oferta de
gobierno “progresista” incluyendo a Ciudadanos, para pretender que se ve
forzado a propiciar que gobierne al PP ante la presunta intransigencia de
Unidos Podemos y por sentido de la responsabilidad para evitar nuevas
elecciones. Sea como sea, el PSOE necesita construir un relato y una
teatralización de sus decisiones en un escenario inédito para él.

4. Unidos Podemos, ha fracasado inesperadamente en su propósito de sorpassar
al PSOE y disputarle la victoria al PP. La alianza entre Podemos e Izquierda
Unido obtuvo el mismo número de diputados que ambos obtuvieron por separado
(71, 69+2), pero perdió 1.100.000 votos (21’1% y 5.049.734 votos frente al
24’28% y 6.139.494 votos el 20D). Las causas de ello son múltiples y, hay
que reconocerlo, identificarlas es una tarea compleja. Conviene, sin
embargo, desautorizar aquellas interpretaciones interesadas que atribuyen a
los malos resultados electorales a la alianza entre Podemos e IU, con el
argumento de que ello creó un imaginario de “frente de izquierdas”
radicalizado que asustó a los votantes moderados. Aunque no es posible hacer
historia contra-fáctica lo más razonable es imaginar que, sin dicha alianza,
los resultados de Podemos e IU habrían sido muy peores. Una primera
explicación del fiasco inesperado se puede encontrar, precisamente, en una
muy descafeinada campaña, vacía de propuestas reales y pensada, no para
movilizar y estimular la base social real y potencial de Unidos Podemos,
sino para no asustar a votantes más lejanos. La “campaña patriótica” y light
en contenidos, que se entrecruzó con las anacrónicas referencias a la
socialdemocracia, ha desconcertado a más de uno y no parece haber suscitado
la necesaria emoción y épica movilizadora. La tibieza de los mensajes, sin
embargo, contrasta con la capacidad militante que por debajo mostró la
candidatura, cuyos actos públicos fueron importantes, aunque no
trascendieron a la base social más o menos cercana. Una segunda explicación
del pinchazo debe buscarse en razones más de fondo y estriba en los límites
de la politización suscitada por el ciclo abierto el 2011 y en la fluidez de
una situación donde las viejas lealtades se disuelven pero las nuevas no
cristalizan irreversiblemente. Muchos de los electores de Podemos e IU del
pasado 20D pueden haberse quedado en casa, votado por opciones
extraparlamentarias o “vuelto” hacia el PSOE. Y todo ello por una infinitud
de razones contradictorias entre sí a “derecha” e “izquierda”: apatía, en
particular por parte del electorado proveniente de IU, ante una campaña
floja, desconcierto por el giro “socialdemócrata” y moderado de Iglesias,
incomprensión de la negativa de Podemos a apoyar a Pedro Sánchez frente al
PP en el caso de los electores más moderaos o, al revés, fuga hacia un PSOE
que apelaba a la izquierda ante un Podemos patriótico por parte de la base
electoral de izquierdas más tradicional. En suma, Podemos ha abierto un
importante espacio político-electoral que ha llegado para quedarse, pero no
todo él está solidificado y las periferias del mismo son aún inestablemente
fieles y fielmente inestables.

5. Podemos ha emitido demasiados mensajes contradictorios. Desde su
fundación, los electores han visto a Podemos decir y hacer una cosa y su
contraria. Le han contemplado rechazar con fuerza la unidad de la izquierda
y después pactar con IU, anunciar que nunca gobernarían con el PSOE estando
en minoría y luego hacer una propuesta de gobierno, rechazar la etiqueta de
“izquierda” y finalmente abrazar de forma poco creíble la de
“socialdemócrata”. Ello genera un doble problema. Primero, la multiplicación
de mensajes contradictorios causa incomprensión en los extremos más diversos
del propio electorado y, en el caso de estas elecciones, es probable que
Podemos provocará desconcierto a “izquierda” y a “derecha” a la vez, al
combinar de forma desacoplada mensajes y gestos poco articulados. Segundo,
más allá de a quien le guste tal o cual posicionamiento y de orientar a
algunos y desorientar a otros, la contradicción y el cambio permanente en
los mensajes al final refuerza la percepción de que Podemos es una fuerza de
principios volubles que adapta su discurso según las necesidades
demoscópicas. Ello no sólo afecta a Podemos como tal, sino a Iglesias en
particular quien, en un escenario de acoso mediático permanente contra su
figura, aparece más como un excelente robot comunicativo programado a
conveniencia que no como un dirigente con principios. Lejos de ser un
defecto sólo atribuible a la táctica realizada en los últimos seis meses
desde las elecciones del 20D de 2015, el problema de Podemos viene de lejos
y es fruto de una estrategia política basada sólo en técnicas comunicativas
subordinadas a encuestas de opinión y que no da centralidad alguna a su
cambiante y líquido programa electoral y a las propuestas políticas.

6. El tránsito del 20D al 26J estuvo marcado por las negociaciones sobre la
investidura y por la oferta de gobierno de coalición de Podemos al PSOE.
Hubo ahí un gran acierto y dos errores. El acierto fue tener una actitud
ofensiva hacia el PSOE en base a un emplazamiento unitario, algo decisivo si
se quiere rebasar una fuerza con la que se está ya casi empatado. Nunca
nadie había desafiado con una oferta unitaria al PSOE de esta forma. Prueba
de ello, fue el desbarajuste interno en las filas de Pedro Sánchez tras la
acometida de Podemos. Sin embargo, la propuesta del partido de Pablo
Iglesias vino acompañada de dos errores importantes. Primero, la propia
proposición concreta de formación de un gobierno de coalición con el PSOE
fue una equivocación. Hubiera sido mucho mejor ofrecer un pacto de
investidura en base a un acuerdo programático. El efecto unitario hacia
afuera hubiera sido el mismo. Y la reacción histérica entre los barones del
PSOE parecida, pues éste en ningún caso podía permitirse un acuerdo
parlamentario con Podemos que implicara un programa anti-austeridad y un
referéndum sobre la independencia en Catalunya. A su vez, una oferta de
investidura “para echar al PP” habría permitido seguir marcando distancias
con el PSOE en tanto que un partido del régimen y mantener una coherencia
con lo dicho antes del 20 de diciembre. La propuesta de gobierno con el PSOE
implicó una innecesaria rehabilitación del mismo como partido del cambio así
como la ruptura del eje “fuerzas pro-régimen y de la casta vs fuerzas
constituyentes y populares” que había funcionado bien, en detrimento de una
reaparición acrítica y repentina del eje izquierda-derecha pero planteado en
su vertiente más superficial, es decir, en base a las relaciones con el PSOE
como elemento estructurante de dicho eje. El segundo problema es que, con la
sola excepción del referéndum para Catalunya (puesto ahí negro sobre blanco
gracias a En comú Podem), Podemos no consiguió articular un listado concreto
y sucinto de medidas en base a las cuales articular una negociación con el
PSOE en la que quedara claro que éste último se oponía a cualquier medida
anti-austeridad seria y a una dinámica constituyente. Más allá de un error
de escenificación en la negociación con el PSOE ello dejó traslucir un
problema de fondo en la política de Podemos: la infravaloración del programa
y la negativa a contraer compromisos programáticos claros y firmes. La
concepción comunicativo-discursiva de la política ha relegado al programa a
una cuestión irrelevante con el propósito de tener siempre la manos libres
para reajustar en permanencia lo que dice y propone el partido. El resultado
de ello ha sido la incapacidad de popularizar demandas que se conviertan en
palanca movilizadora de masas (como la dación en pago en el caso de la
Plataforma de Afectados por las Hipotecas, el referéndum en el movimiento
soberanista en Catalunya, o las ocho horas por parte del movimiento obrero
en su día). Precisamente, haber concretado un proyecto de “cambio” en
demandas claras, de “sentido común”, pero inasumibles para el PSOE, habría
facilitado la comprensión pública del desacuerdo con éste para apoyarle en
un gobierno y habría reducido el espacio para la demagogia de Pedro Sánchez
al presentarse como un partido de “cambio” víctima del sectarismo de
Podemos. No es evidente que haber conjurado estos dos errores hubiera tenido
una repercusión positiva en el resultado electoral, pero al menos hubiera
contribuido a armar política y estratégicamente a la propia base social.

7. El fiasco del 26J es una expresión de los límites del modelo de partido
entendido como una “máquina de guerra electoral” construido, bajo la batuta
de Íñigo Errejón, tras la asamblea fundacional de Podemos en Vistalegre en
octubre de 2014 y que cerraba la puerta a cualquier intento de
experimentación político-organizativa en un sentido democrático e innovador
recogiendo el legado del 15M. Podemos se configuró como un partido centrado
en la competición electoral y la comunicación política, y que descuidaba por
completo la organización y estructuración de sus bases militantes por
debajo, así como el trabajo de implantación social y la intervención en
movimientos sociales y sindicatos. Ello no ha contribuido, precisamente, a
solidificar ni fidelizar a su base electoral. El correlato organizativo de
la maquina de guerra electoral-comunicativa fue la adopción de una
estructura altamente jerárquica y centralizada en la que las direcciones
locales y regionales/nacionales estaban muy subordinadas (material y
simbólicamente) a la dirección central, y en la que los círculos no jugaban
ningún rol, ni tenían función alguna. El método mayoritario y plebiscitario
de elección de los órganos internos sirvió sólo para excluir a las minorías,
convirtiendo a las instancias del partido en expresión de la fracción
mayoritaria en cada lugar y no en un espacio de síntesis plural. La
incapacidad de unas direcciones regionales/nacionales, políticamente débiles
y a menudo aupadas sólo en base a la lealtad a la dirección central,
desembocó a menudo en parálisis político-organizativa. El resultado de todo
ello ha sido una organización con una estructura inoperativa y atrancada,
plagada de crisis recurrentes de los Consejos Ciudadanos territoriales, con
muy poco dinamismo por debajo y sin apenas actividad fuera de las redes
sociales y las campañas electorales. Sin duda, el modelo “maquina de guerra
electoral” no pluralista no es responsable de todos los problemas, pero
contribuyó a agravarlos.

8. Ante los límites de la “máquina de guerra electoral”, el propio Errejón
ha anunciado varias veces la necesidad de pasar hacia una segunda etapa de
“movimiento popular”. El principal problema en las promesas futuras de paso
hacia un “movimiento popular” hoy inexistente es que éste es concebido
esencialmente en términos de un trabajo cultural y social complementario de
lo electoral. El riesgo es que de la fría máquina de guerra electoral (y
comunicativa) pasáramos a un movimiento popular, que re-equilibrara el
trabajo electoral con una labor cultural y de implantación, pero que no
sirviera para corregir una concepción electoralista del cambio
político-social, sino para apuntalarlo y a lo sumo para construir una base
menos voluble. Tendríamos entonces una maquinaria de guerra electoral
arraigada sobre un trabajo social-cultural pasivo y estructurado
jerárquicamente entorno al vértice político-electoral. El resultado podría
ser no muy distinto, pero aún mucho más limitado, que el de los grandes
partidos reformistas del movimiento obrero histórico: una organización
política de masas (pero en ese caso con las masas como audiencia potencial y
no como fuerza organizada), complementada por una red de asociaciones
sociales y culturales…pero sin el sindicato (ni ningún tipo de movimiento
que lo reemplace) como palanca para la movilización. La debilidad de este
planteamiento estriba que, entre la maquinaria de guerra electoral y el
movimiento popular entendido en un sentido sociocultural, brilla por su
ausencia el papel de la movilización social (y no digamos la
auto-organización). Ésta no juega ningún papel estratégico, más allá de
movilizaciones internas al movimiento popular (como la “marcha del cambio”
del 31 de enero de 2015). Aunque Podemos entendió que el 15M abría un nuevo
periodo y nuevas posibilidades, paradójicamente no integró la lucha social
como variable de su estrategia, como si el empuje del 15M estuviera
destinado a durar eternamente o pudiera ser reemplazado in aeternum por la
mercadotecnia electoral. Entre lo electoral y lo cultural falta un carril
movilizador y auto-organizador que los engarce. El modelo de partido que se
derivaría de ello ya no es la fría “máquina de guerra electoral” centrada en
campañas electorales y flanqueada por una red de ateneos culturales, sino un
“partido-movimiento” arraigado socialmente, orientado hacia la participación
en las luchas sociales y los movimientos sociales independientes, activo en
la batalla cultural y no autocentrado sólo en el trabajo
institucional-electoral (sin que ello implique en ningún caso minusvalorar a
éste último).

9. El ciclo político-electoral iniciado en 2014 ha llegado a su máximo y ha
dado de sí todo lo que podía dar. No ha sido poco. Primero, una
transformación drástica del sistema de partidos y una crisis del sistema
tradicional de gobernanza turnista entre PP y PSOE, en el que el
bipartidismo está tocado pero no hundido. Segundo, la consolidación de una
fuerza alternativa con un 5 millones de votos, no muy lejos del PSOE. Y,
tercero, las victorias electorales en los ayuntamientos del cambio el 24 de
Mayo de 2015 en Madrid, Barcelona,Valencia, Zaragoza, Cádiz, La Coruña y
otras ciudades. Pero el empuje de la fase política de la crisis abierta tras
Mayo de 2014 no ha sido suficiente para que una fuerza como Unidos Podemos
alcanzara el gobierno. El desafío para la etapa post 26J es abrir una
segunda fase de la crisis política y, para ello, la variable determinante es
el relanzamiento de la lucha social ante la batería de medidas de ajuste que
se avecina. Un nuevo empujón callejero es necesario para culminar el
recorrido que aún queda. El resultado del combate en el frente social será
decisivo, si bien no de forma mecánica, para el desenlace del combate
político general.

10. Podemos, aun teniendo una estructura convencional, no es un partido al
uso. Los parámetros que pueda tomar el presumible debate interno tras el
desengaño del 26J son imprevisibles, en el marco de una estructura política
altamente centralizada y jerarquizada, una cultura política autoritaria, y
la carencia de una tradición de discusión política real en la organización
más allá de los reducidos órganos de dirección. En este sentido, el
principal desafío para la formación morada es gestionar el debate sobre su
futuro de forma pluralista, democrática y respetuosa con todas las
posiciones. Si consigue hacerlo, saldrá fortalecida del envite y afrontará
en mejores condiciones la oposición al nuevo gobierno de Rajoy que tendrá
que administrar la próxima tanda de recortes exigidos por Bruselas y
gestionar la nueva recesión económica pronosticada por todos los organismos
internacionales. Entonces, quizá sí, podrá empezar la verdadera segunda
vuelta. El camino hacia el cambio social y político no es una línea recta, a
modo de una marcha triunfal por la autopista (electoral) de la historia.
Está lleno de reveses, éxitos, ralentizaciones y acelerones. La cuestión
estriba en comprender los momentos difíciles para salir de ellos rápidamente
y prepararse para el siguiente asalto. 

* Josep M Antentas, profesor de sociología de la Universidad Autónoma de
Barcelona y del Consejo Asesor de Viento Sur.

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