Debates/ gobiernos progresistas: la impugnación al neoliberalismo y su crisis [Mabel Thwaites Rey]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Mayo 23 12:01:22 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

23 de mayo 2016

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Debates

La impugnación al neoliberalismo y su crisis

Mabel Thwaites Rey *

La Diaria, Montevideo, 20-5-2016

http://ladiaria.com.uy/

Desde comienzos del siglo XXI se configuró en la región un nuevo mapa
político cuyo carácter definitorio (progresista, posneoliberal,
izquierdista, consenso nacional popular, neodesarrollista o
neoextractivista) fue y sigue siendo objeto de debates. Algunos
investigadores preferimos caracterizar a esta etapa como ciclo de
impugnación al neoliberalismo (CINAL), para expresar su carácter fluido y en
disputa, e incluir los rasgos comunes y más característicos que presentan
los distintos procesos, más allá de sus especificidades nacionales. El ciclo
ha entrado en un cono de sombra a partir de 2013, con la muerte de Hugo
Chávez, y la crisis se ha agudizado como resultado de cambios drásticos en
el escenario económico mundial.

Este ciclo surgió como producto y respuesta a la intensificación de las
luchas populares desplegadas en los años previos. Con la llegada de
gobiernos que cuestionaban el paradigma neoliberal se produjo un cambio
importante en la correlación de fuerzas sociales a escalas nacional y
regional, y la configuración de un escenario de disputa por la hegemonía.

Los gobiernos del CINAL asumieron, con amplitud y profundidad diversas, las
demandas populares que empujaron sus triunfos electorales, habilitando un
abanico de transformaciones económicas, políticas y sociales muy
genéricamente definidas como “progresistas”, en comparación con las
modalidades neoliberales que las precedieron. Sin embargo, sólo en Bolivia
llegó a la presidencia una fuerza política surgida desde las luchas de los
movimientos sociales. En los demás casos, los malestares y protestas ya
aparecían mediados políticamente cuando se instalaron los nuevos gobiernos.

Estructuras sin modificar

El CINAL se desplegó en un contexto económico internacional caracterizado
por el boom de los precios de los commodities. El ascenso de China como
comprador masivo de la soja, el petróleo, el gas y los minerales que exporta
la región produjo un importante crecimiento económico en la mayoría de los
países, incluidos los que siguieron anclados en el molde neoliberal (como
México, Colombia, Perú y Chile). El CINAL acentuó las tendencias a la
reprimarización y el extractivismo preexistentes, pero también brindó la
base económica para que se implementaran políticas redistributivas del
ingreso, asistencia social masiva, fomento del consumo y crecimiento del
empleo.

En el marco de este proceso se reinstaló el Estado-Nación como actor
preponderante vis-à-vis con el mercado mundial y con mayores márgenes de
autonomía relativa. Mientras que durante el neoliberalismo de los 90 toda la
fuerza del Estado se dirigía a privilegiar el papel del mercado como
articulador de la vida social, en el nuevo siglo se produjo una reacción
cuestionadora de la primacía de la lógica mercantil por sobre la voluntad
política.

La bonanza de las exportaciones brindó a los gobiernos del CINAL un mayor
margen de acción para enfrentar a los poderes económicos y políticos
externos (principalmente Estados Unidos) y a los grupos dominantes de base
nacional. Así, el Estado reforzó su papel arbitral entre clases y fracciones
en pugna y su rol mediador en el conflicto capital-trabajo. Mediante la
reestatización o creación de empresas nacionales, la apropiación y gestión
de la renta extraordinaria (gas, petróleo) o la aplicación de retenciones a
las exportaciones agropecuarias y mineras, los gobiernos del CINAL (a
diferencia de los anclados en el neoliberalismo puro y duro) lograron
generar recursos con los cuales financiar políticas públicas
asistencialistas para los sectores más postergados, aumentar y sostener la
tasa de empleo y ampliar el consumo interno. La consecuencia positiva fue
una considerable ampliación de derechos y mejoras materiales palpables (vía
políticas de ingresos y subsidios directos) para grandes sectores de la
población y el empresariado local.

Sin embargo, al no afectarse las estructuras económicas heredadas, la
sustentabilidad económica y política de los cambios no fue garantizada. Esto
se debió a que durante el CINAL se profundizaron los esquemas productivos
basados en la explotación de recursos naturales (extractivismo) alineados
con el modelo de acumulación global. Brasil es un caso paradigmático: las
exportaciones primarias desplazaron del primer lugar a las industriales,
torciendo el patrón de crecimiento del gigante sudamericano.

Las propuestas de transformación de la matriz productiva enunciadas como
deseables por varios gobiernos quedaron subordinadas al aprovechamiento
inmediato de los recursos provenientes de las exportaciones y, de este modo,
permanecieron firmemente engarzadas en el ciclo neoliberal del capitalismo
mundial.

Consumo y conciencia

Durante este ciclo también se promovieron “pactos de consumo y empleo”
basados en asegurar el trabajo y ampliar la capacidad de compra popular, con
consecuencias paradójicas. Satisfacer demandas materiales, injustamente
postergadas por décadas de ajuste, fue el eje de su apelación
hegemónica.Cuando el mejor acceso a condiciones básicas de vida y a bienes
de consumo masivo es una conquista de las luchas populares, su legitimidad
es incuestionable. Pero cuando se enmarca en las formas actuales de
producción capitalista, es posible cuestionar su relevancia para potenciar
procesos de transformación social radical. Se plantea una contradicción
entre la legitimidad y la justicia de satisfacer demandas postergadas, y el
simultáneo fomento de un consumismo acrítico e insostenible a largo plazo.
Más allá de la apelación al buen vivir y a sinceros esfuerzos por generar
mayores niveles de conciencia con respecto a los bienes comunes, un déficit
notorio del CINAL fue que no se propuso librar ninguna batalla intelectual y
moral de envergadura contra los valores del consumismo capitalista.

Asimismo, se apostó por mantener a la democracia liberal representativa como
soporte político principal, con elecciones regulares que marcaron los ritmos
de la legitimidad política y las posibilidades de avanzar hacia cambios más
profundos. En este contexto se produjo un fenómeno que, siguiendo el
concepto de revolución pasiva originalmente propuesto por Antonio Gramsci,
podemos caracterizar como pasivización. Massimo Modonesi ha señalado que la
dinámica de protesta y el espíritu de confrontación antagonista desplegados
por las clases populares contra las recetas neoliberales lograron ser
metabolizados por los gobiernos del CINAL para garantizar la estabilización
y la continuidad sistémica, aunque incorporando parte de las demandas de las
clases subalternas. Salvo en Venezuela, donde se creó un esquema de poder
comunal con el propósito de desarrollar formas de participación popular de
nuevo tipo, en los demás procesos no se avanzó mucho en la transformación de
las bases de sustentación política. Se mantuvieron los formatos estatales
heredados, aunque con renovación étnica y social de los elencos de gestión
(en Bolivia), una apuesta por la modernización basada en la capacitación
técnica y metas meritocráticas y eficientistas (en Ecuador), o la creación
de programas estatales para atender demandas específicas pero bajo
condiciones institucionales y laborales precarias y reversibles (en
Argentina). Simultáneamente, se percibe que a los movimientos sociales les
resultó difícil sostener su nivel de movilización a medida que los gobiernos
iban satisfaciendo algunas de sus demandas. Esta realidad refleja la
complejidad de los ciclos de ascenso, estancamiento y baja de las luchas
populares.

Otros tiempos

Cuando, a partir de 2011, los efectos de la crisis mundial empezaron a
sentirse en la región con la caída drástica de los precios de los
commodities, los problemas acumulados se agudizaron, dando lugar a una
ofensiva de la derecha que jaqueó a los gobiernos del CINAL. Este ciclo
surgió de una determinada relación de fuerzas favorable a los sectores
populares; pero esa relación no quedó congelada, sino que el embate de las
clases dominantes alteró las posiciones iniciales. La derecha no se ha
quedado quieta durante este ciclo, y ha recurrido a todo su arsenal de
recursos para que su predominio político estuviera a la altura de su
inamovible supremacía económica y social. La crisis agudizó la inquina
contra los líderes llamados “populistas” y facilitó la apelación a ficciones
institucionales para encubrir malamente golpes de Estado (Honduras, Paraguay
y, ahora, Brasil) y operaciones mediáticas y electorales (en Ecuador,
Venezuela, Bolivia y Argentina) para que los sectores tradicionalmente
dominantes retomen el control del gobierno nacional.

No es suficiente

Las experiencias del CINAL han demostrado que la llegada al gobierno y la
conducción del aparato estatal por fuerzas políticas de arraigo popular no
constituyen una condición suficiente para transformar la estructura
económica, social y política en el marco del capitalismo global. Ocupar el
Estado puede incluso derivar en la domesticación de la potencialidad
transformadora y en la subordinación a la dinámica institucional que asegura
la continuidad sistémica.

No obstante, estas experiencias también han permitido constatar que
permanecer al margen de la disputa por el poder estatal tampoco garantiza
triunfos ni escenarios de lucha más favorables, ni (menos aun) mejores
condiciones de vida para los sectores populares, como lo muestran los casos
de Colombia, México y Perú. Las políticas regresivas que viene ejecutando a
toda velocidad el gobierno de Mauricio Macri en Argentina desde el 10 de
diciembre de 2015 son una prueba contundente de los impactos negativos que
produce la fusión del poder político y el poder social sin mediaciones en el
aparato estatal. El Estado, con todas sus complejidades y contradicciones,
sigue siendo un factor central para la lucha política, económica, social e
ideológica de América Latina.

* Doctora en Derecho Político (área Teoría del Estado) por la Universidad de
Buenos Aires (UBA). Profesora titular de Sociología Política en la Facultad
de Ciencias Sociales de la UBA. Investigadora y directora del Instituto de
Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC) de la UBA. Coordinadora del
Grupo de Trabajo de CLACSO “El Estado en América Latina: logros y fatigas de
los procesos políticos del nuevo siglo”.

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