Colombia/ Nobel de Paz a Santos: bofetada a las víctimas de los falsos positivos [José Antonio Gutiérrez D.]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Oct 8 12:16:05 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

8 de octubre 2016

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germain5 en chasque.net

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Colombia

Santos, Nobel de Paz

Bofetada a las víctimas de los falsos positivos

José Antonio Gutiérrez D.

Rebelión, 8-10-2016

http://www.rebelion.org/

Por fin Santos logró lo que tanto anhelaba: el premio Nobel de la Paz. Desde
luego, la firma del acuerdo en Cartagena el día 26 de Septiembre había sido
cuadrado de manera premeditada para que coincidiera, como de casualidad, con
la nominación. Es que Santos no da puntada sin hilo, y una vez más, como
para su re-elección, las FARC-EP lo ayudaron a cumplir un sueño. No el sueño
de la paz en Colombia, sino su sueño personal, al cual se han supeditado
todas sus acciones –aún cosas tan mínimas como la elección de fechas para
los momentos claves del proceso de paz. Lamentablemente para ellos, Santos
ni siquiera los reconoció salvo de pasada y de manera implícita en la
ceremonia de entrega. ¿Para qué? Si este premio vuelve a demostrar que la
paz que se está construyendo es la paz de Santos y la insurgencia son los
malos de la película, el sapo que hay que tragarse pero al cual no cabe
ninguna clase de reconocimiento.

Quienes aún afirman que este es una paz sin vencedores ni vencidos, una paz
entre dos partes iguales, equivalentes, donde reina la bilateralidad, etc,
no se han percatado de nada ni entienden nada. La comunidad internacional es
parte de esta narrativa que se está forjando para el postconflicto: a Santos
se le trata con la admiración con la cual los niños en el circo observan al
domador de leones. Santos es así, mitad domesticador, mitad pacificador. En
sus fases más benevolentes, le gusta presentarse como el padre del hijo
pródigo que acepta en el marco de la sociedad burguesa a su hijo
descarriado. El comunicado del comité del Nobel da la impresión que Santos
ha logrado como un encantador de fieras sentar a las FARC-EP a hablar de
paz. Por eso el premio es para él solito, para nadie más.

Su vanidad y su ego deben estar por las nubes y ya debe estar soñando que le
queda solamente una cosa por delante para haber cumplido todas sus metas en
la vida. Entrar al panteón de los héroes nacionales, junto a Bolívar,
Santander, Núñez, Reyes, como el presidente de la paz en Colombia. Uno de
esos héroes polivalentes que se posicionan por encima del bien y del mal, de
izquierda y derecha, como referente para toda la nación. Su impopularidad en
Colombia, empero, le impiden de momento esa distinción. Por lo pronto, entra
a compartir el panteón de los personajes ilustres para la comunidad
internacional (la cual, sin lugar a dudas, lo quiere más que los
colombianos). Se convierte así en el segundo colombiano en ganar un Nobel
después de García Márquez, ese sí bien merecido. Se suma a otros personajes
galardonados por la academia del Nobel por sus supuestos servicios a la paz
del mundo. Entre ellos los presidentes norteamericanos Theodore Roosevelt
(si, el mismo que arrebató Panamá a Colombia e inauguró la “diplomacia de
las cañoneras”), Barack Obama (el mismo que ha fortalecido los programas
nucleares, que ha activamente estado detrás de la guerra en Siria y Libia,
que ha aumentado el pie de fuerza en Afganistán y que, siendo el primer
presidente negro, ha presidido la administración en la cual más violencia se
ha reportado en contra de los negros en las últimas décadas). Eso sin
olvidar al eximio diplomático norteamericano Henry Kissinger, uno de los
ideólogos de la política de exterminio en Vietnam. Así, Santos se suma a
estos Nobel de la paz cuyas sangres están bien manchadas con sangre.

Una cosa es reconocer que Santos –desde su perspectiva egoísta y los
intereses gremiales del sector oligárquico que representa, interesados en
profundizar la inversión en los territorios- abrió la mesa de negociaciones
con las FARC-EP. Otra cosa es olvidar que Santos fue ministro estrella de
defensa de Uribe cuando estaba en forma el escándalo de las chuzadas y de la
parapolítica. Olvidar que fue él quien presidió el bombardeo a territorio
ecuatoriano el 2008, el que en su campaña se ufanó de estar orgulloso de que
Colombia sea visto como el Israel de América Latina y el que, como
presidente, lloró de alegría cuando asesinó alevosamente, en estado de
indefensión, y mientras negociaban la apertura de negociaciones, al
comandante de las FARC-EP Alfonso Cano. Un crimen atroz y que puso en
peligro la posibilidad de avanzar en el proceso de paz.

Pero el peor crimen del cual él fue directamente responsable fue el
asesinato cobarde y perverso de miles de jóvenes colombianos en el escándalo
de los llamados “falsos positivos”. Fue él quien, en medio del macabro
conteo de muertos impuesto a la soldadesca como muestra de “éxito”, es
directamente responsable del secuestro y asesinato de estos jóvenes, y luego
de la cadena de mentiras con que justificaron las muertes, obstruyendo a la
justicia en miles de casos. No creo que este Nobel, así lo celebre todo el
país político, sea objeto de celebración para las madres de Soacha y las
miles de personas que lloran la muerte de algún ser querido en este
escándalo y a quienes Santos ha, sistemáticamente, ignorado.

Mientras los medios destacaron del discurso de Timochenko en Cartagena
solamente cuando pidió perdón, Santos no se siente en necesidad de pedir
perdón a nadie, ni siquiera a las víctimas de este crimen de lesa humanidad
del cual él fue directamente responsable. Acá no hay tal bilateralidad y
toda la institucionalidad está buscando reforzar esa imagen de que la
insurgencia ha sido derrotada militarmente (por eso el susto con los Kfir y
las declaraciones rimbombantes de los generales), políticamente (se achaca
exclusiva y erróneamente el voto NO como un voto únicamente de rechazo a las
FARC-EP) y también moralmente (son ellos los que tienen que pedir perdón,
nadie más). El premio Nobel de la paz sencillamente termina de cuadrar el
círculo, como se dice. Este es el triunfo de Santos, la paz de Santos, que
logró pacificar a una de las “guerrillas más sanguinarias del mundo”, como
les llama la revista Semana [1].

Santos ha dicho que este triunfo es de todas las víctimas, de las cuales
hable en neutral, como si él no tuviera nada que ver en todo esto. Le
recomiendo a Santos que tenga un acto de humildad en su vida, se vaya a
Soacha, visite a esas madres que él ha rechazado y que sus guardaespaldas
han sacado a patadas de sus actos, y les pida perdón a través de ellas, a
todas las víctimas de los falsos positivos. Que visite a mujeres de la talla
de Alfamir Castillo, cuyo hijo fue asesinado en un falso positivo y que ha
sido desplazada y exiliada no una, sino varias veces, por exigir justicia. Y
aprovechando el impulso, ya que están jodiendo tanto a las FARC-EP para que
declaren sus bienes para reparar a las víctimas, asegurarse que los 850.000
euros que le acaban de entregar con el premio, se entreguen para reparar a
las víctimas de los falsos positivos. Ellas, a diferencia de Santos que
pertenece a una de las familias de la aristocracia más rancia, si las
necesitan. Es que la oligarquía colombiana es mezquina hasta para eso: la
plata para las víctimas la sacan de los contribuyentes. Es decir, de los
mismos pobres.

Qué insulto es este Nobel para las víctimas en Colombia, particularmente
para las de los falsos positivos, así como para miles que arriesgaron su
vida exigiendo la solución negociada al conflicto cuando Santos estaba
repitiendo las mantras de la seguridad democrática. Nuevamente queda claro
que la popularidad de Santos es inversamente proporcional en el extranjero y
en Colombia. Mientras más lo aplauden afuera, más impopular es en su propio
país.

Nota

[1]
http://www.semana.com/nacion/articulo/firma-de-la-paz-entre-el-gobierno-y-la
s-farc/495636

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