Colombia/ de las armas a la política: ¿por qué fue posible firmar la paz con las Farc de Timochenko? [Semana]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Sep 27 12:00:52 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

27 de setiembre 2016

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Colombia

De las armas a la política

¿Por qué fue posible firmar la paz con las Farc de Timochenko y no con las
de Tirofijo, Reyes y el Mono Jojoy?

Semana, Bogotá, 24-9-2016

http://www.semana.com/

Para que las negociaciones entre el gobierno y las Farc pudieran terminar
con el acuerdo final que se acaba de firmar en Cartagena, se necesitó no
solo que los astros se alinearan, tal y como lo ha dicho varias veces
Timoleón Jiménez, Timochenko, sino la conjunción de varios factores. Si algo
hoy está claro, es que las Farc del Caguán son muy distintas a las que
llegaron a La Habana y a las que acaban de salir como movimiento político de
la Heroica.

La primera razón para que el Estado hubiera podido terminar un proceso de
paz con las Farc de Timochenko y no con las de Manuel Marulanda radica en
que ese grupo se sentó, por primera vez, con la decisión tomada de dejar las
armas y convertirse en movimiento político. Algo que no había pasado en los
cuatro procesos anteriores, cuando llegaban a negociar con la idea de que si
no lograban un gran acuerdo, estaba la posibilidad de que podían tomar el
poder por las armas.

Esa idea empezó a consolidarse en la séptima conferencia, realizada en 1982,
cuando decidieron pasar a la ofensiva y expandirse por todo el país. Con el
paso de los años les favoreció encontrar en los crecientes cultivos
ilícitos, el narcotráfico y la economía ilegal, una fuente para financiar la
compra de armas y el aumento de tropas y frentes. Esa estrategia pronto les
empezó a dar frutos. Sus tomas de bases militares, estaciones de Policía y
cascos urbanos, los enfrentamientos, emboscadas, pescas milagrosas,
secuestros, extorsiones y atentados a la infraestructura pusieron al país en
una compleja situación, lo que les hizo creer que tenían a su alcance
tomarse el poder por la fuerza de las armas o en unas negociaciones
ventajosas para ellos.

Y tuvieron su mejor momento cuando aceptaron negociar con el gobierno de
Andrés Pastrana, en el pico más alto de su historia militar. Una muestra del
cambio de entonces a hoy se puede ver en las diferencias en las dos agendas
de negociación. La del Caguán, cuya definición tomó casi dos años en medio
de la guerra, tenía 12 puntos en los que se incluyeron temas tan espinosos
como la explotación y conservación de los recursos naturales, la estructura
económica y social del país y las reformas a la justicia, el Estado, las
Fuerzas Militares y las relaciones internacionales. “Las Farc creían que con
las negociaciones le estaba haciendo un gran favor al gobierno y a un Estado
cada vez más fallido”, advierte el historiador y militante de izquierda
Medófilo Medina, uno de los primeros en pedirle a ese grupo que dejara la
lucha armada.

Pero así como las Farc aprovecharon la zona de distensión para fortalecerse
militar y económicamente, el gobierno de Pastrana preparó el Plan Colombia y
equipó a las Fuerzas Armadas para combatir a la insurgencia. Ese es el
segundo aspecto que explica el cambio de actitud de esa organización. La
intensa arremetida de la fuerza pública –y de los paramilitares– terminó por
diezmar a las Farc y las obligó a resguardarse en sus territorios
‘naturales’ o más allá, monte adentro, tal y como lo hicieron en los años
sesenta tras los bombardeos a Marquetalia. Al verse obligadas por las
Fuerzas Armadas a abandonar su ilusión de alcanzar una guerra de posiciones
para regresar a ser una guerrilla, se fueron convenciendo de que ya no les
era posible llegar a bala al Palacio de Nariño. Pero eso no significaba que
estuvieran derrotadas. Las Farc, al contrario de lo que muchos creen, podían
haber seguido luchando 20 o 30 años más, dice el politólogo e historiador
Fernán González.

En esa ofensiva las Farc también tuvieron que afrontar algo nuevo, que
también marcaría el cambio: el relevo obligado de la comandancia. Al deceso
natural de Manuel Marulanda se sumaron las muertes en acciones militares de
Raúl Reyes, el Mono Jojoy y de decenas de comandantes, llamados de alto
valor. Esa estrategia oficial, como dice Teófilo Vásquez, uno de los mayores
conocedores del conflicto y de las Farc, terminó siendo más contundente que
el Plan Colombia o el Plan Patriota.

La llegada de Alfonso Cano a la máxima comandancia significó un relevo
generacional y, si se quiere, el regreso de una facción más política que
guerrerista. Si bien muchos expertos y académicos rechazan esa dicotomía,
sobre todo en una estructura tan jerárquica y monolítica como las Farc, es
evidente que Cano representaba a un grupo de comandantes que no eran
campesinos ni habían hecho parte de su fundación. Un conjunto de militantes
que, por diferentes razones, habían llegado a la guerrilla desde las
ciudades y las universidades de la mano del Partido Comunista. Eso no
significa que no fueran troperos, pues como reconoce Humberto de la Calle,
Cano y otros comandantes eran tanto o más radicales que los viejos y estaban
listos para la pelea o la acción política.

Así como las condiciones de las Farc cambiaron en el país, en el vecindario
también hubo transformaciones que la mayoría de los expertos consideran
fundamentales. Los farianos empezaron a ver cómo en privado y en público los
presidentes y líderes de varios países de centroizquierda les empezaron a
decir que había terminado en América Latina el tiempo de la lucha armada, de
la violencia, de la toma del poder a la fuerza. Hugo Chávez, en Venezuela;
Rafael Correa, en Ecuador; Evo Morales, en Bolivia, y en menor medida Luiz
Inácio Lula da Silva, en Brasil, o Néstor Kirchner, en Argentina, quienes
llegaron al poder por las urnas y no por revoluciones o golpes, empezaron a
insistirles a las Farc que buscaran un camino diferente.

Dos de los mensajes más contundentes vinieron de dos líderes con gran
ascendencia y respeto en las Farc: los comandantes Fidel Castro y Hugo
Chávez. El primero, en su libro La paz en Colombia –publicado en 2008–,
criticó con “energía y franqueza los métodos objetivamente crueles del
secuestro y la retención de prisioneros en las condiciones de la selva” y
les pidió dejarlos en libertad. El segundo, desde Venezuela, publicó varias
veces que los movimientos armados de Colombia deberían reconsiderar su
estrategia armada. “Creo que no hay condiciones en Colombia para que ellos,
en un plazo previsible, puedan tomar el poder. En cambio, se han convertido
en la principal excusa del imperio para penetrar Colombia a fondo y desde
ahí agredir a Ecuador, Venezuela, Cuba… Creo que la guerrilla colombiana
debería considerar seriamente el llamado que muchos de nosotros le hemos
hecho. El mundo de hoy no es igual que el de los años sesenta”.

Era el mismo llamado que muchos miembros de la izquierda, académicos y
exguerrilleros les habían hecho, pero al que poco atendían. Pues como
advierte el politólogo Alejo Vargas, no es lo mismo que esos mensajes
provengan de sus adversarios que de quien uno considera amigo y ejemplo a
seguir. Reclamos similares, según el historiador y profesor de la
Universidad Nacional Mauricio Archila, expresaron numerosos movimientos
sociales que habían entendido que la lucha armada distorsiona y condena la
protesta legítima y las reivindicaciones sociales. Por ejemplo, los
movimientos indígenas y algunas comunidades afro han tenido duros
enfrentamientos con las Farc para que les respeten sus territorios y la
autonomía de sus luchas.

Aunque no se sabe si sucedió en la IX conferencia de las Farc, es claro que
ese grupo decidió por primera vez negociar de forma sincera para dejar las
armas y convertirse en movimiento político. Con Cano comenzaron los
acercamientos al final del gobierno de Álvaro Uribe y se concretaron con la
llegada de Juan Manuel Santos, un miembro de la elite social y política que
les daba más garantías que su antecesor.

Que la salida negociada era una decisión irreversible quedó en evidencia con
la caída de Alfonso Cano. En otras circunstancias, la muerte de su máximo
comandante hubiera llevado a las Farc a levantarse de la mesa y arremeter
con violencia para volver a la mesa fortalecidos. Pero de forma
sorprendente, su sucesor, Timoleón Jiménez o Timochenko, hizo lo contrario:
decidió seguir adelante con las negociaciones. “Puede que muchos en las Farc
no estuvieran seguros de negociar, pero con el tiempo terminaron
convencidos”, dice Vásquez.

Y sin lugar a dudas, un factor fundamental para avanzar con las Farc fue la
disposición que siempre mantuvo el presidente Juan Manuel Santos, de ponerle
fin al conflicto y darles la oportunidad de convertirse en un movimiento
político. Mantuvo esa posición pese a las adversidades y complicaciones que
se presentaron. A esto se suma la forma clara y estructurada como se
construyó la agenda y las reglas de negociación, el acompañamiento
internacional y la presencia permanente de los militares en las
negociaciones.

Pero así como las Farc que llegaron a Cuba son distintas a las del Caguán,
las que terminaron el proceso también son diferentes. Pero esa es otra
historia.

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