Revolución Rusa/ La intelectualidad y la clase obrera en 1917 [David Mandel]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Ago 22 21:26:16 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

22 de agosto 2017

Boletín Informativo

https://correspondenciadeprensa.wordpress.com/

redacción y suscripciones

germain5 en chasque.net

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Revolución Rusa

La intelectualidad y la clase obrera en 1917 (I)

David Mandel

A l´encontre, 6-8-2017

https://alencontre.org/

Viento Sur, 22-8-2017

http://www.vientosur.info/

Se trata de la primera parte sobre cuatro de una contribución de David
Mandel, publicada en su primera versión en 1981, en el número 14 de la
revista Critique, p. 68-87, revista animada por Hillel Tickin. Esta primera
versión ha sido revisada y ampliada para una nueva publicación, en 2017, en
una revista brasileña (RUS. Revista de Literatura e Cultura Russa). Ha
servido de base a la traducción realizada por Sébastien Abbet, para la web
www.alencontre.org <http://www.alencontre.org/>  La traducción ha sido
revisada por el autor, que la ha encontrado completamente conforme, en
términos de contenido y calidad de adaptación al original. David Mandel es
profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Quebec, Montreal,
Canadá.  (Redacción de A l’encontre)

Mikhail Terechtchenko (1886-1956), industrial del azúcar y Ministro de
Asuntos Exteriores del último gobierno provisional no parloteaba cuando
preguntó al marinero que le escoltaba a la prisión después de la toma del
Palacio de Invierno: ¿Cómo os vais a arreglar sin la intelectualidad?  1/De
hecho, esta cuestión se refiere a un proceso clave de la revolución de 1917:
el creciente distanciamiento de la intelectualidad, en particular de la
fracción de esta última que se calificaba de democrática o de socialista,
hacia la clase trabajadora  2/. Los historiadores se han dedicado
relativamente poco a este importante aspecto de la revolución. Sin duda,
ello se explica por la visibilidad de la intelectualidad en las cumbres del
partido bolchevique, en el interior de su comité central. Sin embargo, eran
raros los miembros de la intelectualidad en todos los niveles del partido
–ciudades, distritos, lugares de trabajo-: en 1917, de forma aplastante, la
composición social y la orientación política del partido bolchevique eran
proletarias.

El segundo congreso de los soviets en la sala de reunión del palacio de
Smolny de San Petersburgo

Este proceso de distanciamiento sumergía, no obstante, sus raíces en la
época de la revolución de 1905; incluso antes. Fue invertido, brevemente,
por la Revolución de Febrero que, durante un corto período, creó una
atmósfera de unidad nacional. Pero el alejamiento mutuo reapareció pronto,
con fuerza, alcanzando su punto culminante con la Revolución de Octubre.
Esta última fue masivamente apoyada por los trabajadores y trabajadoras
mientras que la intelectualidad, incluso sus sectores de izquierda, fue
profundamente hostil.

En el uso popular contemporáneo, el término intelectual designaba a una
persona que ganaba (o preveía ganar, si era estudiante) los medios de su
existencia en el ejercicio de un empleo que necesitaba al menos un diploma
de enseñanza secundaria. Por ejemplo, cuando en abril de 1917 el personal
superior de correos de Petrogrado decidió formar su propio sindicato, en
reacción a las aspiraciones igualitarias del sindicato de los empleados de
correos y telégrafos, decidió llamarle “oficina organizadora provisional de
los empleados Intelligentnykh del correo central de Petrogrado y de sus
sucursales”, subrayando la importancia de “la educación, a la que habéis
dedicado al menos una cuarta parte de vuestra existencia”, tomando así
distancias respecto a los miembros del sindicato existente, compuesto de
personas “que no pueden ni ortografiar correctamente sus nombres” 3/. Por su
parte, V.M. Levin, un socialista revolucionario de izquierda (SR), miembro
del soviet central de los comités de fábrica de Petrogrado, señalaba en
diciembre de 1917 que “las gentes que han tenido la buena suerte de recibir
una educación científica abandonan el pueblo (…) En el seno de este último
crece instintivamente el odio hacia las personas instruidas, hacia la
intelectualidad” 4/.

Más allá de esta definición popular, sociológica, el término tenía una
dimensión moral y política: la intelectualidad designaba a las personas
preocupadas por las cuestiones malditas, por el destino de Rusia. El
sociólogo Pitirim Sorokin, secretario personal de Kerenski en 1917, hacía
referencia a la intelectualidad como a los “portadores de la inteligencia y
la conciencia” 5/. Aunque la mayor parte de estos últimos eran liberales, o
incluso se situaban más a la derecha y se identificaban con los intereses y
la visión del mundo de las clases poseedoras (la sociedad censitaria), el
término intelectualidad suponía sin embargo un cierto matiz de servicio al
pueblo que trabaja.

Históricamente, este elemento correspondía a una determinada realidad. En el
curso de la segunda mitad del siglo XIX, un segmento significativo de la
fracción políticamente activa de la intelectualidad se opuso a la
autocracia, y aunque se tratase solamente de una minoría de la población
educada, tendió a dar el tono al conjunto del grupo social. La principal
tarea política que se asignó fue la de colmar el abismo que le separaba del
pueblo todavía adormecido, que deseaba despertar en un combate contra la
autocracia. La intelectualidad, en su conjunto, acogió favorablemente la
Revolución de Febrero.

Un examen más profundo del período anterior a 1917 revela una imagen más
compleja. Ya que la intelectualidad, tras la revolución de 1905, se deslizó
hacia la derecha, un viraje que fue especialmente marcado en el seno de la
intelectualidad hasta entonces socialista. Un signo de ese cambio,
ampliamente discutido en la época, fue la publicación en 1909 de la
selección de (siete) artículos, titulada Vekhy (Jalones), por un grupo de
intelectuales, algunos de los cuales habían sido marxistas  6/. La selección
de textos critica el materialismo y el radicalismo de la intelectualidad
rusa. En su estudio del Partido Socialista-Revolucionario, el partido
campesino de Rusia, el historiador Oliver Radkey habla de la:

“metamorfosis de (…) la intelectualidad populista de los insurgentes que en
1905 eran demócratas, indiferentes del período entre las dos revoluciones
[de 1905 y 1917], después fervientes patriotas, partidarios de la Entente
así como en de votos del culto al Estado en el curso de la guerra (…). Se
escondieron tras la vieja etiqueta SR, aunque la vieja fe ya no existía, más
allá de un residuo de interés por la liberación política (…)” 7/.

Un proceso similar de fuga de intelectuales se observaba en los partidos
social-demócratas  8/. Leopold H. Haimson decubrió que la correspondencia
privada de los diferentes mencheviques en el curso de los años 1909-1911:

“está llena de declaraciones de desánimo (…) respecto a la retirada masiva
de las preocupaciones políticas y sociales que parecía haber acompañado al
abandono de la lucha clandestina de la intelectualidad radical. Estas cartas
sugieren de hecho que la mayor parte de los miembros del partido habían
abandonado de las actividades partidarias y habían quedado completamente
absorbidos por la lucha ordinaria, aunque ardua, que consistía en retomar
una existencia cotidiana normal” 9/.

El ala bolchevique de la socialdemocracia rusa, que dirigió el movimiento
obrero en el curso de los años que precedieron a la guerra y que estuvieron
marcados por la renovación de las luchas obreras, es decir en el período de
recuperación de la derrota de 1905 y la reacción que siguió, conoció un
fenómeno semejante. Las memorias redactadas (años más tarde) por los
trabajadores [bolcheviques] documentan su sentimiento de haber sido
traicionados por la intelectualidad bolchevique. A.S. Chpliapnikov, un
obrero metalúrgico y dirigente de primer orden del partido, escribía
respecto al reflujo, que había comenzado en 1906-7. El número de
intelectuales en el seno del partido de Petersburgo era tan bajo que apenas
tenía fuerzas literarias para responder a las necesidades de la fracción
bolchevique de la Duma de Estado y de los periódicos cotidianos del partido:

“En lugar de los raznochinsty-intelligenty [el primer término designa a las
personas que no pertenecen a la aristocracia], de los jóvenes estudiantes,
surgió una intelectualidad de los trabajadores, de manos callosas y una
inteligencia viva así como lazos permanentes con los trabajadores” 10/.

Kiril Orlov (Ivan Egorov), otro metalúrgico de San Petersburgo, miembro del
comité bolchevique de esa ciudad durante la guerra, recordaba:

“Durante la guerra, entre los miembros del Comité de San Petersburgo no
había ningún miembro de la intelectualidad. Esta última vivía una existencia
completamente separada, en alguna parte de la ciudad, agrupada en torno a
Máximo Gorki. Pero ni al proletariado ni sus barrios los vieron. Los
proletarios teníamos el sentimiento que estábamos solos. No había ni una
persona disponible para redactar un pequeño panfleto o un texto de
convocatoria. Se sentaban todos con los brazos plegados, afligidos, y huían
del trabajo ilegal, de forma similar a como el diablo huye del incienso. Los
trabajadores estaban dejados a sí mismos” 11/.

El sentimiento de traición era incluso más fuerte en provincia, donde la
intelectualidad era menos numerosa. A. Martsionovskii, un carpintero
bolchevique, escribía:

“En un gran número de ciudades en las que había tomado parte en el trabajo
ilegal, el comité de partido estaba casi en todos los lugares compuesto
exclusivamente de trabajadores. La intelectualidad estaba ausente, con
excepción de los que estaban de viaje y venían dos o tres días. Durante los
años de reacción más difíciles, los trabajadores permanecieron sin
dirigentes provenientes de la intelectualidad. Decían que estaban fatigados,
que los jóvenes vendrían a coger el relevo. Pero, entretanto, la juventud
era arrastrada por la artsybashevshchina [palabra derivada de la obra del
escritor Mikhaïl Artybashev (1878-1927), en particular de su novela de 1908
titulada Sanin que, en el contexto post-1905, pone en escena el abandono de
los compromisos sociales, el incesto, el suicidio. Esta novela dio lugar a
una palabra, saninshchina. Ambas fueron utilizadas de forma peyorativa para
designar el abandono del compromiso político, la fascinación por el suicido
y el sexo de una parte de la intelectualidad]. Algunos buscaron nuevos
dioses, otros abandonaron el país y el resto llevó una existencia beoda.
Pero eso fue en el período que siguió a la destrucción de nuestra
organización. Poco después, los intelectuales decidieron que no era bueno
ser revolucionario y se dedicaron activamente a la puesta en marcha de una
corriente de liquidadores [socialdemócratas que, a continuación de la
revolución de 1905, defendían el abandono del trabajo ilegal y la
organización clandestina]. Al inicio de la guerra imperialista se
posicionaron a favor de la defensa del país y renegaron de sus consignas
fundamentales, llevando con ellos a numerosos trabajadores que no tuvieron
el tiempo de reflexionar bien las cosas […] Nosotros, los trabajadores en la
clandestinidad, tuvimos que actuar sin el apoyo de la intelectualidad, con
excepción de algunos individuos. Sin embargo, después de la revolución de
febrero salieron a flote, golpeándose el pecho y gritando: somos
revolucionarios, etc. Pero, de hecho, ninguno de entre ellos había realizado
trabajo revolucionario lguno y no les vimos en la clandestinidad  12/.”

Sin embargo, tal como indica Martsionovskii, tras la Revolución de Febrero
tuvo lugar un cierto acercamiento entre los trabajadores y la antigua
intelectualidad, durante su fase de luna de miel, de unidad nacional. Una
vez que la revolución en la capital fue un hecho real, las clases poseedoras
se plegaron a ella, mientras que hasta entonces estuvieron profundamente
asustadas ante la perspectiva de una revolución popular. Este giro facilitó
en gran medida la victoria de la revolución en el resto del país y en el
frente  13/.La atmósfera idílica de febrero se reveló, no obstante, breve.
Pronto, ya en abril, la polarización que oponía las clases populares a las
clases poseedoras se hizo sentir de nuevo.

Entre los trabajadores, más lentamente entre los soldados y, finalmente, en
las aleas, empezó a tomar cuerpo la convicción de que las clases poseedoras
se oponían a los objetivos democráticos y contra la guerra impulsados por la
revolución y que ellas estaban, en realidad, determinadas a aplastar la
revolución por medio de una dictadura militar. Esta convicción se expresó
por un apoyo popular creciente a la reivindicación de una transferencia del
poder político a los soviets de diputados de los trabajadores, soldados y
campesinos. En otros términos, a favor de un gobierno que excluyese toda
influencia de las clases poseedoras en la política, una posición defendida
por el partido bolchevique. A partir del otoño de 1917, todos los soviets de
los centros urbanos de alguna importancia y, de forma creciente, los
soldados en el frente, exigían el final del gobierno de coalición con los
representantes políticos de las clases poseedoras y el traspaso del poder a
los soviets. En el Segundo Congreso Panruso de los diputados obreros y
soldados –que se celebró los 25-27 de octubre y puso en pie un gobierno de
los soviets- sobre los 650 delegados 390 eran bolcheviques y 90 pertenecían
a los SR de izquierda y estos últimos se unieron rápidamente a los
bolcheviques en un gobierno de coalición. Reunido entre el 10 y el 25 de
noviembre, el Congreso Panruso de los diputados campesinos votó igualmente
su apoyo al gobierno de los soviets.

Es sobre este telón de fondo de profundización de la polarización de clases
que reapareció el antiguo foso entre los trabajadores y la intelectualidad.
Cuando tuvo lugar la conferencia sobre la educación de los adultos, algunos
días antes de la insurrección de octubre. A.V. Lunatscharski (que será
Comisario del Pueblo de Educación en el primer gobierno de los soviets)
presentó un informe sobre el estado de la cooperación entre los trabajadores
y la intelectualidad en el terreno cultural. Subrayó que la gran sed de
conocimientos que se encontraba en el seno de la clase trabajadora
permanecía insatisfecha ya que, “actualmente, se puede observar que el
proletariado está aislado de la intelectualidad […] debido al hecho de que
el proletariado ha pasado bajo la bandera de la extrema izquierda de la
democracia, mientras que la intelectualidad deriva hacia la derecha”. Estas
afirmaciones provocaron protestas de los representantes presentes de la
intelectualidad. Lunatscharski insistió sin embargo sobre el hecho de que
“no es al proletariado al que hay que reprender sino a la intelectualidad,
que ha adoptado una actitud radicalmente negativa respecto a las tareas
políticas avanzadas por el proletariado” 14/.

A este respecto, es muy revelador el estudio sobre el periodismo ruso en el
año 1917, “de esta fisionomía colectiva que, hasta recientemente, reflejaba
el alma de nuestra pretendía intelectualidad, nuestra aristocracia
espiritual”. Fue redactado por V.P. Polonski, un historiador y crítico
literario menchevique de izquierda, él mismo muy crítico de la locura
bolchevique (sumasbrodstvo) y del régimen soviético:

“[…] Sería difícil encontrar otro grupo que la intelectualidad cuyos
pensamientos y estados de alma hayan sido más cruelmente devastados por la
revolución.

Tengo ante mí un montón de periódicos, de revistas, de folletos. Entre el
material del momento, se encuentra frecuentemente el viejo tema, el más
sensible para la consciencia de nuestra intelectualidad: el tema de “la
intelectualidad y el pueblo”.

Y, al hilo de la lectura, la imagen que aparece es más inesperada. Hasta
recientemente, el tipo predominante de intelligenty era el de
intelectual-narodnik [populista], el bien-pensante, inclinándose gentilmente
y con simpatía sobre la suerte de nuestro “pequeño hermano”. Pero, ¡he
aquí!, ese tipo es en lo sucesivo un anacronismo. En su lugar ha aparecido
el intelectual malévolo, hostil al mujik [campesino pobre, sin propiedades,
nvs]-, a los trabajadores, al conjunto de la masa trabajadora e ignorante.

Los intelectuales contemporáneos ya no aspiran, como antiguamente, a colmar
una especie de abismo que los separa de los mujiks. Al contrario, quieren
desmarcarse del mujik de forma clara e infranqueable […]

Tal es la confusión, de mal augurio, que emerge. Se manifiesta con gran
nitidez en literatura. En un gran número de artículos dedicados al pueblo y
a la intelectualidad, se presenta al pueblo bajo los rasgos de una masa
ignorante, brutalizada, ávida y descontrolada; una escoria. Y sus dirigentes
actuales como demagogos, miserables nulidades, emigrados, carreristas que
han adoptado la divisa de la aristocracia de la vieja Francia: après nous,
le déluge […]

Si se recuerda lo que los simpatizantes y los defensores del pueblo de ayer
han escrito últimamente respecto al poder de la multitud (okhlokratia), el
elemento más alarmante de nuestra situación presente se hace indiscutible:
la intelectualidad ha dicho adiós al pueblo. Los intelligenty tienen justo
todavía bastante barniz para desear buenas noches al “que sufre todo en
nombre de Cristo, cuyos ojos severos no lloran, cuya boca mutilada no se
queja”.

Y este último, el eterno sufriente, no ha tenido más que levantarse sobre
sus pies, enderezar poderosamente sus hombros y tomar una gran inspiración
para que la intelectualidad pierda todas sus ilusiones.

No son ni los excesos de las jornadas de octubre, ni la locura del
bolchevismo, los que explican eso. El alejamiento de los intelectuales, las
transformaciones de los populistas en partisanos del mal, empezó hace ya
mucho tiempo, casi al día siguiente de la revolución [de febrero] […].

Los escritores y los poetas, los ensayistas y los artistas (no todos, por
supuesto, pero si un gran número) han dado la espalda al pueblo. “Te has
levantado sobre tus pies demasiado pronto. Simplemente eres un bárbaro. Tu
camino no es el nuestro” […] 15/.

Un proceso paralelo de alejamiento de la intelectualidad se desarrolló en el
interior de los partidos socialistas. En su libro dedicado al Partido
Socialista Revolucionario entre octubre de 1917 y enero de 1918, Radkey
escribe que cuando los socialistas revolucionarios se dividieron finalmente,
en septiembre de 1917, entre un ala izquierda y un ala derecha (esta última
continuaba apoyando un gobierno de coalición con los liberales,
representantes de las clases poseedoras),

“[…] casi todos los marineros y una amplia mayoría de los obreros y de los
soldados se unieron a los SR de izquierda, la mayor parte de los
intelectuales y los cuellos blancos siguieron donde estaban, y el
campesinado se ha dividido en dos campos, permaneciendo el principal fiel a
los socialistas revolucionarios (de derecha), pero el más pequeño era de un
tamaño consecuente y en constante crecimiento […] De todos los lados había
quejas sobre la penuria de intelectuales que obstaculizaba la actividad del
nuevo partido. Nicolas Soukhanov le calificó de partido de la plebe rural y
le situó en un escalón todavía más bajo que los bolcheviques, el partido de
la plebe urbana  16/.”

En la segunda conferencia de Petrogrado del Partido Bolchevique, en julio de
1917, el dirigente local V. Volodarski [elegido en la Duma de mayo, conocido
portavoz de los bolcheviques a los que se había unido en julio de 1917 y
cuyo nombre era Moisei Markovich Goldstein, muerto en junio de 1918] se
quejaba de la “deserción masiva de la intelectualidad”, agregando:

“La intelectualidad, conforme a su composición social, ha pasado a los
defensistas [partidarios del gobierno de coalición sobre la guerra] y no
quiere hacer progresar la revolución hacia adelante. No se unen a nosotros y
adoptan en todos los lugares una posición de resistencia a las medidas
revolucionarias tomadas por los obreros  17/”.

Algunas semanas más tarde, en el sexto congreso del partido, Volodarski
declaró esto en su informe sobre la organización bolchevique de Petrogrado:

“El trabajo es realizado por las fuerzas locales salidas de las masas
trabajadoras. Hay muy pocas fuerzas intelligentnye. Todo el trabajo de
organización es realizado por los mismos trabajadores. Los miembros del
comité central participan poco en nuestro trabajo organizativo. Lenin y
Zinoviev muy raramente, ya que estaban ocupados en otras tareas. Nuestra
organización ha crecido a partir de abajo  18/”.

En las provincias, la ausencia de intelligentsy era aún más marcada. El
comité central bolchevique era constantemente bombardeado por solicitudes
urgentes de provincia pidiendo que se les enviase “fuerzas literarias”, “al
menos un intelligent”. Pero Iakov Sverdlov, el secretario del comité
central, respondía casi invariablemente que la situación en la capital
apenas era más envidiable y que no podía prescindir de nadie  19/.

Resultó que los trabajadores identificaban a los bolcheviques con los
trabajadores y los mencheviques y los SR (de derecha) con los intelectuales.
En junio de 1917, por ejemplo, un periodista menchevique visitó una fábrica
de embalaje de té en Moscú. Los trabajadores de Moscú estaban políticamente
detrás de Petrogrado y todos los miembros de ese comité de fábrica eran
todavía mencheviques, con excepción de uno solo. Cuando el periodista
preguntó a ese último por qué no era, como los otros, menchevique, le
respondió que no pertenecía a ningún partido, pero que votaba por los
bolcheviques porque “hay trabajadores en sus listas. Los mencheviques son
todos gospoda [gentlement] doctores, abogados, etc.” Agregó que los
bolcheviques se pronunciaban a favor del poder soviético y del control
obrero  20/. El 14 de octubre, en una reunión del soviet de Orekhovo-Zouïevo
(una ciudad de la industria textil de la región industrial central),
Barychnikov, un trabajador bolchevique del lugar, afirmó:

“Ante el hecho de que la ideología y la política de la clase obrera reclaman
una transformación radical del sistema actual, se ha tensado fuertemente la
relación de la llamada intelectualidad, los SR y los mencheviques, en
relación con trabajadores. Por consiguiente, ya no existen lazos entre
nosotros y a los ojos de la clase obrera se han definido al final como los
servidores de la sociedad burguesa  21/.

Mientras que los trabajadores se desplazaban a izquierda y abandonaban su
anterior apoyo a la coalición política con los representantes de la sociedad
censitaria, las conferencias de trabajadores se convirtieron cada vez más en
asuntos plebeyos. Un informe sobre una conferencia de personal ferroviario,
en noviembre de 1917, era típico a este respecto: “ausencia casi total de la
intelectualidad. Incluso el presídium está compuesto casi exclusivamente por
la base  22/. Esta conferencia fue convocada por los trabajadores de los
depósitos ferroviarios y de los talleres de Moscú y Petrogrado en oposición
al sindicato pan ruso de los ferrocarriles, que se había opuesto a la
insurrección de octubre y al gobierno de los soviets. Este sindicato,
dirigido por mencheviques internacionalistas, abarcaba a todos los empleados
de los ferrocarriles, incluidos los trabajadores de cuello blanco y personal
de dirección. En revancha, dos tercios de los delegados a la conferencia de
los trabajadores de los depósitos y los talleres eran bolcheviques y el
resto socialistas revolucionarios de izquierda. No había más que un puñado
de mencheviques internacionalistas.

Notas

1/  Citado en S.P. Melgunov, The Bolshevik Seizure of Power, (ABC-CAO :
1972), p. 90. [La cita en inglés utiliza el verbo to manage, que quiere
decir “administrar”, “gestionar”. Se podría traducir igualmente por: “¿Cómo
vais a gestionar, administrar –el país- sin la intelctualidad]

2/  Intelectualidad “democrática” o “socialista” por oposición a
“intelectualidad burguesa”. Figuras como Pavel N. Milioukov, profesor de
historia y dirigente del Partido Kadete, un partido liberal que, en 1917,
ocupará un lugar hegemónico en el senoo de la clase poseedoras (también
calificada con el califictivo de “sociedad censitaria”). “La intelectualidad
democrática” designaba a los simpatizantes de las clases populares
(trabajadores y campesinos), partidarios de los diversos partidos
socialistas. En la terminología de la izquierda rusa de la época, formaban
parte de la “democracia revolucionaria”, a los lados de los trabajadores y
de los campesinos.

3/  K. Bazilevich, Professional’noe dvizhenie rabotnikov sviazi (Moscú:
1927), p. 33.

4/  Znamia truda, (17 diciembre 1917).

5/  Volia naroda, (6 noviembre 1917). Sorokin era el secretario personal de
Kerenski. Después de su exilio a los Estados Unidos se convertirá en uno de
las figuras destacadas de la sociología universitaria americana.

6/  M. Shatz y J. Zimmerman, ed., Vekhy, Routeledge, N.Y. , 1994.

7/  O. Radkey, The Sickle under the Hammer, (New York, Columbia University
Press: 1963), p. 469-470. Ver también la Znamia truda, (15 novembre 1917),
sobre la forma como la intelectualidad populista tendió, contrariamente a
los trabajadores, a adoptar una posición defensista en el curso de la
guerra.

8/  L.M. Kleinbort, Ocherki rabochei intelligentsii, Petrogrado, 1923, p.
176-177.

9/  L. H. Haimson, “The Problem of Social Stability in Urban Russia,
1905-1917”, en M. Cherniavsky, The structure of Russian History, (Nueva
York; Random House: 1970), p. 346.

10/  A. S. Shliapnikov, Kanun semnadisatovo goda, (Moscú-Petrogrado: 1923),
p. 9.

11/  K. Orlov, Zhizn’rabochego revoliutsionnera. Ot 1905 k 1917 g.,
(Leningrado: 1925), p. 29.

12/  A. Martsionovskii, Zapiski revoliutsionnera-bol’shevika, (Saratov,
1923), p. 89. Esa era la apreciación de Martsionovskii. En realidad, al
menos en la capital, los estudiantes desempeñaron un papel que no fue
insignificante en el curso del período 1912-14, en particular en su primera
fase (ver, por ejemplo, el artículo de E.E. Kurze’s in Istoria rabochikh
leningrada, vol. I, (Leningrado: 1972, p. 419)). Pero eso no fue comparable,
ni incluso vagamente, con su papel en 1905 o en el seno del movimiento de
liberación anterior. En todo caso, en lo que concierne a la intelectualidad
en su conjunto, el cuadro trazado por Martsionovskii es correcto.

13/  V.B. Stankevich, un socialista popular (izquierda moderada) escribió
sobre el tema de las clases poseedoras de ese período: “oficialmente,
celebraban y bendecían la revolución, gritaban “hurras”en honor de los
combatientes de la libertad, exhibiendo cintas y desfilando con banderas
rojas. Todo el mundo decía “nosotros”, “nuestra” revolución, “nuestra”
victoria, “nuestra” libertad. Pero, en el fondo de su corazón, en las
conversaciones íntimas, estaban aterrorizados, temblaban y se sentían
cautivos de un medio fundamentalmente hostil que se dirigía hacia un destino
desconocido”, V.B. Stankevich, Vospominaniya 1914-1919, Leningrado, 1926, p.
33.

14/  14/ Novaïa zhizn’, 18 octubre 1917.

15/  Ibid., 4 enero 1918.

16/  O. Radkey, op. cit., p. 159.

17/  Vtoraia i tret’ia obshchegorodskie konferentsii bol’shevikov v iule i
sentiabre 1917g., (Moscú-Leningrado: 1927), p. 28.

18/  Shestoi vserossiiskii s’ezd RSDRP(b). Protokoly, (Moscú, 1958), 45.

19/  Ver Perepiska sekretariata TseKa RSDRP(b) s metsnymy organizatsiamy,
mart-oktiabr’1917 (Moscú : 1957, passim).

20/  Rabochaia gazeta, 20 junio 1917.

21/  Nakanune Oktiabr’skovo vooruzhennovo vosstania v Petrograde, (Moscú:
1957), p. 152.

22/ Znamia truda, (17 noviembre 1917).

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