EEUU/Debates/ Teoría feminista: una defensa marxista de la interseccionalidad [Sharon Smith]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Ago 31 01:09:01 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

31 de agosto 2017

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Estados Unidos/Debates

Teoría feminista

Una defensa marxista de la interseccionalidad

Sharon Smith *

Socialist Worker, 1-8-2017

https://socialistworker.org/

Traducción de Viento Sur

http://www.vientosur.info/

Muchos militantes que han seguido el debate en la izquierda acerca del
término "interseccionalidad" ven difícil definirlo, por una razón muy
comprensible: diferentes personas lo explican de manera distinta con
propósitos distintos.

Por esta razón -junto con el hecho de que es una palabra de siete sílabas-
interseccionalidad puede aparecer como una abstracción con solo una vaga
relación con la realidad material. Sería un error, sin embargo, descartar
totalmente el concepto.

Hay dos interpretaciones muy distintas de la interseccionalidad: una
desarrollada por las feministas negras y la otra por el ala
postestructuralista de la posmodernidad. Quiero tratar de dejar claras las
diferencias en este artículo y explicar por qué la tradición feminista negra
plantea el proyecto de construcción de un movimiento unido para luchar
contra todas las formas de opresión que es central en el proyecto
socialista, mientras que el postestructuralismo no lo hace.

Un concepto, no una teoría

Quiero empezar dejando claras algunas cosas.

Primero, la interseccionalidad es un concepto, no una teoría. Es una
descripción de cómo diferentes formas de opresión -racismo, sexismo,
opresión a LGTBI y todas las otras formas- interactúan entre sí y se
fusionan en una sola experiencia.

De modo que las mujeres negras, por ejemplo, no están "oprimidas doblemente"
-esto es, oprimidas por experiencias separadas de racismo, que también
afecta a hombres negros, y además de sexismo, que afecta también a las
mujeres blancas- sino que el racismo afecta al modo en que las mujeres
negras son oprimidas como mujeres y también como gente negra.

La interseccionalidad es otra forma de describir la "simultaneidad de la
opresión", el "solapamiento de opresiones", el "entrelazamiento de
opresiones" o cualquier otro término que las feministas negras hayan usado
para describir la intersección de raza, clase y género.

Como planteó la académica y feminista negra Barbara Smith en 1983 en Home
Girls: A Black Feminist Anthology: "el concepto de simultaneidad de la
opresión está en el centro de una comprensión feminista negra de la realidad
política y es, creo, una de las contribuciones ideológicas más
significativas del pensamiento feminista negro".

Puesto que la interseccionalidad es un concepto (una descripción de la
experiencia de múltiples opresiones, que no explica sus causas) más que una
teoría (que sí intenta explicar las causas de fondo de las opresiones),
puede ser aplicada por varias teorías de la opresión diferentes, teorías de
matriz marxista o posmoderna, pero también separatismo, etc.

Puesto que el marxismo y el posmodernismo son habitualmente antitéticos, el
uso específico que hacen del concepto de interseccionalidad puede ser muy
diferente en muchos sentidos distintos y contrarios.

El marxismo explica que todas las formas de opresión tienen sus raíces en la
sociedad de clases, mientras que las teorías que salen del posmodernismo
rechazan esa idea como "esencialista" y "reduccionista". Esta es la razón
por la que un buen número de marxistas han desdeñado o han sido hostiles al
concepto de "interseccionalidad", sin distinguir entre sus fundamentos
teóricos rivales: el feminismo negro o el posmodernismo/postestructuralismo.

La tradición feminista negra

Es importante entender que el concepto de interseccionalidad fue
desarrollada por primera vez por las feministas negras, no por los
posmodernos.

El feminismo negro tiene una larga y compleja historia basada en el
reconocimiento de que el sistema de esclavitud tradicional y, desde
entonces, del racismo y la segregación racial modernas ha causado que las
mujeres negras sufran de formas que no han sido experimentadas por las
mujeres blancas.

En 1851, Sojourner Truth pronunció su famoso discurso ¿No soy yo una mujer?,
en la Convención de Mujeres en Akron, Ohio. Ese discurso estaba dirigido a
enfatizar a las sufragistas blancas de clase media que la opresión de Truth
como antigua esclava negra no tenía nada en común con la experiencia de las
mujeres blancas de clase media.

Truth contraponía su propia opresión como mujer negra, sufriendo brutalidad,
degradación física, horas interminables de trabajo forzado y no pagado, y
dando a luz a hijos e hijas solo para verlos forzados a la esclavitud.

Un siglo antes de que la jurista y feminista negra Kimberlé Williams
Crenshaw acuñara el término "interseccionalidad" en 1989, ese mismo concepto
era usado normalmente para describir un "entrelazamiento de opresiones",
"opresiones simultáneas" y otros términos similares.

El feminismo negro ponían también mucho énfasis en las diferencias de clase
entre mujeres, porque la gran mayoría de población negra de los EEUU había
sido siempre parte de la clase obrera y había vivido desproporcionadamente
en la pobreza, debido a las consecuencias económicas del racismo.

El ensayo de Crenshaw de 1989, Demarginalizing the Intersection of Race and
Sex: A Black Feminist Critique of Antidiscrimination Doctrine, Feminist
Theory and Antiracist Politics, que introdujo el término interseccionalidad,
rinde tributo al discurso de Sojourner Truth.

Crenshaw escribe: "Cuando Sojourner Truth se alzó para hablar, muchas
mujeres blancas querían callarla, temiendo que desviara la atención del
sufragio femenino [hacia la abolición de la esclavitud]". Crenshaw se
pregunta en el contexto moderno: "Cuando la teoría y la política feminista
que reclama reflejar las experiencias y las aspiraciones de las mujeres no
incluye ni habla de las mujeres negras, éstas deben preguntar, ’¿no somos
nosotras mujeres?’"

Feminismo negro de izquierda

Es importante también reconocer que el feminismo negro siempre contenía un
análisis de izquierda, incluyendo un solapamiento entre algunas feministas
negras y el partido comunista a mediados y finales del siglo XX. Las líderes
del partido comunista Claudia Jones y Angela Davis, por ejemplo,
desarrollaron el concepto de opresión femenina negra como la experiencia de
entrelazamiento de raza, género y clase.

En 1949, Claudia Jones escribió un artículo pionero titulado An End to the
Neglect of the Problems of the Negro Woman! en el que afirmaba: "las mujeres
negras -como trabajadoras, como negras y como mujeres- son la capa más
oprimida de toda la población".

En ese ensayo, Jones enfatizaba los ataques sexuales como una cuestión
racial para las mujeres negras:

"Nada dramatiza más el carácter oprimido de las mujeres negras que el caso
de Rosa Lee Ingram, una madre viuda de 14 hijos -dos de ellos muertos- que
afronta la cadena perpetua en una cárcel de Georgia por el “crimen” de
defenderse del acoso de un “supremacista blanco”. […] Saca a la luz la
hipócrita coartada de los que linchaban a los negros, que históricamente se
escondían tras las faldas de las mujeres blancas cuando trataban de encubrir
sus funestos crímines con la “caballerosidad” o “proteger a las mujeres
blancas”"

Este tema -que el ataque sexual no es sólo una cuestión de las mujeres sino
también una cuestión racial en la sociedad estadounidense-, fue seguido y
desarrollado posteriormente por Angela Davis, cuyo inveterado compromiso en
la lucha contra toda forma de explotación y opresión, incluyendo el injusto
sistema racista es bien conocido.

En 1981, Davis escribió en Women, Race and Class que la violación "tiene un
tóxico componente racial en los Estados Unidos desde el día en que la
esclavitud fue un arma clave en el mantenimiento del sistema de supremacía
blanca". Describe la violación como "un arma de dominación, un arma de
represión, cuyo objetivo encubierto era acabar con la voluntad de
resistencia de las mujeres negras y, en ese proceso, desmoralizar a sus
hombres".

La violación institucionalizada de las mujeres negras sobrevivió la
abolición de la esclavitud y tomó su forma moderna, según Davis: "Las
violaciones colectivas, perpetradas por el Ku Klux Klan y otras
organizaciones terroristas en el periodo posterior a la Guerra Civil, se
convirtieron en un arma política indisimulada para aplastar el movimiento de
igualdad negro".

La caricatura del deseo de los depredadores sexuales masculinos de violar a
las virtuosas bellezas sureñas tiene una "inseparable pareja", escribe
Davis: "la imagen de la mujer negra como promiscua crónica. […] Vistas como
“mujeres fáciles” y putas, los quejas de las mujeres negras por las
violaciones carecerían necesariamente de legitimidad".

Pero en los años 70, mucha feministas blancas, quizá la más famosa, Susan
Brownmiller, en su libro Against our Will: Men, Women and Rape, describía la
violación exclusivamente como una lucha entre mujeres y hombres.

Este marco político llevó a Brownmiller a conclusiones abiertamente racistas
en su apreciación del linchamiento en 1955 de Emmett Till, el chico de 14
años que visitaba a su familia en Jim Crow, Mississippi que fue secuestrado,
torturado y asesinado de un disparo por el supuesto “crimen” de silbar a una
mujer casada.

A pesar del linchamiento de Till, Brownmiller dice que él y su asesino
compartían el poder sobre una "mujer blanca", haciendo uso de estereotipos
que Davis calificó como "la resurrección del viejo mito racista del violador
negro".

Hay muchas otras formas en las que la experiencia de las mujeres negras
difiere entre las mujeres de diferentes clases y razas.

La corriente principal del feminismo de los años 60 y 70 exigía poder
abortar en base al derecho de la mujer a poner fin a un embarazo no deseado.
Esto es, por supuesto, un derecho fundamental de todas las mujeres, sin el
cual las mujeres no pueden ser iguales a los hombres.

A la vez, sin embargo, la corriente principal del movimiento se centra casi
exclusivamente en el aborto, cuando la historia de los derechos
reproductivos complicaba mucho más la cuestión para las mujeres negras y
para otras mujeres de color, que habían sido los objetivos históricos de la
esterilización forzosa racista.

El colectivo del Río Combahee

La lección central de estos ejemplos es que no puede haber algo tan simple
como "la cuestión de las mujeres" en un sistema capitalista fundado sobre la
esclavización de africanos, en el que el racismo está incrustado en todos
sus fundamentos e instituciones. Casi todas cuestión "de las mujeres" tiene
un componente racial.

A lo largo de los 60 y los 70, hubo un potente movimiento en el feminismo
negro de izquierda. Un representante destacado del mismo fue el Colectivo
del Río Combahee, un grupo de lesbianas feministas negras de Boston. Se
identificaban como "marxistas" y afirmaban en su declaración de 1977:

"Somos socialistas porque creemos que el trabajo debe ser organizado para el
beneficio colectivo de aquellos y que trabajan y crean los productos y no
para el beneficio de los jefes. Los recursos materiales deben ser
distribuidos igualitariamente entre aquellos que crean estos recursos.

"No estamos convencidas, sin embargo, de que una revolución socialista que
no sea a la vez feminista y antiracista puede garantizar nuestra liberación.
[…] Aunque estamos esencialmente de acuerdo con la teoría de Marx aplicada a
las específicas relaciones económicas que analiza, sabemos que este análisis
debe ser extendido más allá para que comprendamos nuestra situación
económica específica como mujeres negras".

Es un punto de vista bastante razonable que parece de sentido común para la
mayoría de la gente de izquierda hoy. El Colectivo del Río Combahee no
apoyaba el separatismo, como algunos marxistas han interpretado
erróneamente.

Barbara Smith, una de las fundadores del Colectivo del Río Combahee,
reclamaba en una entrevista en el libro de 1984 This Bridge Called My Back
una estrategia de "construcción de coalición" en vez del "separatismo
racial". Decía que "cualquier tipo de separatismo es un callejón sin salida
[…]. Ningún grupo oprimido puede derribar el sistema por sí mismo. Es muy
importante formar coaliciones de principios en torno a cuestiones
específicas".

Es importante discutir la idea que han sostenido muchos críticos -entre
ellos algunos marxistas- de que el concepto de interseccionalidad del
feminismo negro trata simplemente de la experiencia de racismo, sexismo y
otras formas de opresión a nivel individual.

La tradición feminista negra siempre ha estado vinculada a la lucha
colectiva contra la opresión, contra la esclavitud, segregación, racismo,
brutalidad policial, pobreza, esterilización forzosa, violación sistemática
de mujeres negras y en linchamiento sistemático de hombres negros.

Quizá la lección más importante que podemos sacar del Colectivo del Río
Combahee es que cuando construyamos el próximo movimiento de masas de
liberación de las mujeres -ojalá sea pronto- debe estar basado no en las
necesidades de las menos oprimidas sino de las que están más oprimidas,
puesto que eso ese es el verdadero núcleo de la solidaridad.

Pero la interseccionalidad es un concepto que sirve para entender la
opresión, no la explotación. Muchas feministas negras reconocen las raíces
sistémicas del racismo y el sexismo, pero dan mucho menos énfasis que los
marxistas a la conexión entre los sistemas de explotación y opresión.

El marxismo es necesario porque proporciona un marco para entender la
relación entre explotación y opresión y porque también identifica la agencia
para crear las condiciones materiales y sociales que harán posible acabar
con la explotación y la opresión: la clase obrera.

Los trabajadores no solo tienen el poder para parar el sistema, sino para
reemplazarlo por una sociedad socialista basada en la propiedad colectiva de
los medios de producción. Aunque otros grupos de la sociedad sufran
opresión, solo la clase obrera tiene este poder colectivo.

De modo que el concepto de interseccionalidad necesita la teoría marxista
para reconocer el tipo de movimiento conjunto que es capaz de poner fin a
todas las formas de opresión. Al mismo tiempo, el marxismo solo puede
beneficiarse de integrar el feminismo negro de izquierda a su propia
política y práctica.

El rechazo posmoderno de la "totalidad"

Hasta ahora, he tratado de mostrar que el concepto de interseccionalidad, de
entrelazamiento de opresiones, estuvo basado en la tradición feminista negra
durante un largo periodo de tiempo y que este concepto ha sido compatible
con el marxismo.

Quiero ahora centrar en la posmodernidad y contraponer la interpretación
posmoderna de interseccionalidad con el concepto, anterior, de la tradición
feminista negra.

Para ser claros: no cabe duda de que el posmodernismo ha hecho avanzar la
lucha contra todas las formas de opresión, incluyendo la opresión
experimentada por el colectivo transexual, con diversidad funcional o
aquellos discriminados por razones de edad y muchas otras formas de
opresión, que fueron eclipsadas antes de que las teorías postmodernas
florecieran en los 80 y 90.

El crítico literario Terry Eagleton identificó "el logro más duradero" del
postmodernismo en el "el hecho de que ha ayudado a plantear preguntas de
sexualidad, género y etnia tan firmemente en la agenda política que es
imposible imaginar eliminarlas sin una poderosa lucha".

Al mismo tiempo, sin embargo, el posmodernismo hizo surgir un rechazo de
plano de la generalización política y de las categorías de las estructuras
sociales y realidades materiales, a las que se referían como "verdades",
"totalidades" y "universalizaciones", en nombre de un "anti-esencialismo".
(Ciertamente, tal rechazo de la generalización política es en sí misma una
generalización política, una contradicción inherente al pensamiento
posmoderno).

Los posmodernos sitúan un énfasis clave en el carácter limitado, parcial,
subjetivo, de las experiencias individuales de la gente, rechazando la
estrategia de lucha colectiva contra las instituciones de opresión y
explotación para centrarse en las relaciones individuales y culturales como
centros de lucha.

No es un coincidencia que el posmodernismo floreciera en el mundo académico
tras el declive de la lucha de clases y los movimientos sociales de los 60 y
70, y con el ascenso de la clase dominante neoliberal.

Algunos académicos vinculados con el ascenso del posmodernismo eran
veteranos radicales de los 60 que habían perdido la fe en la posibilidad de
la revolución. Se les unió una generación de radicales demasiado jóvenes
para haber experimentado el tumulto de los 60, pero que estaban
influenciados por el pesimismo del periodo. En este contexto, el marxismo
fue calificado generalmente de "reduccionista" y "esencialista" por
académicos que se autodenominaban posmodernos, postestructuralistas y
postmarxistas.

Dentro de la categoría teórica más amplia de postmodernidad, el postmarxismo
proporcionó un nuevo marco teórico a comienzos de los 80. Dos teóricos
postmarxistas, Ernesto Laclau y Chantal Mouffe publicaron Hegemonía y
Estrategia Socialista: Hacia una Política Democrática Radical en 1985.

Laclau y Mouffe planteaban su teoría como negación de la "totalidad"
socialista: "vínculos necesarios entre antisexismo y anticapitalismo, y la
unidad entre ambos sólo puede ser el resultado de una articulación
hegemónica. Por consiguiente, sólo es posible construir esta articulación a
partir de luchas separadas [...]. Esto requiere la autonomización de las
esferas de lucha".

Esto es un argumento en favor de la separación de las luchas. Tales luchas
"flotantes" deberían entonces ser conducidas totalmente dentro de lo que los
marxistas llaman superestructura de la sociedad, sin relación con su base
económica.

Además, el concepto de Laclau y Mouffe de "autonomización de las esferas de
lucha" no es solo que cada lucha esté limitada a combatir una sola forma
particular de subordinación dentro de un dominio social particular, sino que
no necesita siquiera implicar a ninguna otra persona más que a uno mismo.
Esto se dice explícitamente: "muchas de estas resistencias no se manifiestan
bajo la forma de luchas colectivas sino a través de un individualismo
crecientemente afirmado".

Estos pasos muestran claramente cómo el énfasis se alejó de la solidaridad
entre movimientos y también de la lucha colectiva a la individual, a la
lucha interpersonal. Así, las relaciones interpersonales se convirtieron en
el lugar central de lucha, basada en las percepciones subjetivas de qué
individuo está en posición de "dominio" y cuál en posición de
"subordinación" en cualquier situación particular.

En 1985 el teórico queer Jeffrey Escoffier resumía: "La política de la
identidad debe ser también una política de la diferencia […]. La política de
la diferencia afirma una existencia limitada, parcial".

Los postestructuralistas se apropiaron de términos como "política de la
identidad" y "diferencia" que tenían su origen en el feminismo negro de
finales de los 70.

Cuando el Colectivo del Río Combahee se refería a la necesidad de una
política de la identidad, por ejemplo, estaban describiendo la identidad
colectiva de las mujeres negras; cuando enfatizaba la importancia de
reconocer las "diferencias" entre mujeres, se referían a la invisibilidad
del colectivo de mujeres negras en el feminismo predominantemente blanco de
clase media del momento.

Pero hay un mundo de diferencia entre la identidad social -identificación
como parte de un grupo social- y la identidad individual. La concepción
postestructuralista de la "identidad" está basada en los individuos,
mientras que la "diferencia" puede referirse igualmente a cualquier
característica que sitúe a un individuo al margen de otros, ya sea por una
relación de opresión o que sea simplemente no normativo.

Vale la pena señalar que la feminista negra Kimberlé Williams Crenshaw,
escribiendo en los 90, discrepaba con la "versión del antiesencialismo que
encarnaba lo que puede llamarse la tesis vulgarizada de la construcción
social, [que] consiste en que, puesto que las categorías son construidas
socialmente, no existen los “negros” o las “mujeres”, y no tiene sentido por
tanto continuar reproduciendo esas categorías y organizándose en torno a
ellas".

Frente a ello, afirmaba que "una primera respuesta a estas preguntas
requiere que reconozcamos en primer lugar que los grupos de identidad
organizados en los que nos encontramos son de hecho coaliciones, o al menos,
coaliciones potenciales esperando a ser formadas".

Concluía diciendo que "en este momento de la historia, puede argumentarse
firmemente que la estrategia de resistencia más seria para los grupos
desempoderados es ocupar y defender una política de localización social en
vez de vaciarla y destruirla".

Identidad "individual" o "social"

Es así como el concepto de interseccionalidad que se desarrolló por primera
vez en el marco de la tradición feminista negra, emergió mucho más
recientemente en el contexto de la posmodernidad.

Aunque el feminismo negro y algunas corrientes de la teoría posmoderna
comparten asunciones y lenguaje comunes, estos quedan ensombrecidos por las
diferencias clave que hacen de ellos enfoques distintos para combatir la
opresión. Por tanto, el concepto de interseccionalidad tiene dos fundamentos
políticos distintos: uno con el trasfondo del feminismo negro y otro del
posmodernismo.

La reciente evolución del enfoque postestructuralista de la política de la
identidad y de la interseccionalidad, que ha tenido una fuerte influencia en
la generación actual de militantes, da un gran énfasis al cambio de
comportamiento individual como la forma más eficaz para combatir la
opresión.

Esto ha dado pie a la idea de que los individuos "señalen" los actos
interpersonales de opresión percibida como un acto político crucial. Ha dado
pie, más en general, a la interseccionalidad en términos posmodernos,
incluso entre los que no tienen idea de qué es la posmodernidad.

Como ha afirmado recientemente un investigador marxista:

"A finales del siglo XX, un discurso teórico de la interseccionalidad se
hizo casi hegemónico en muchos sectores de la vida intelectual radical. En
este discurso, centrado en cuestiones sociales y movimientos en torno a la
raza, género, clase, sexualidad y otras formas de opresión era habitual
decir que deberíamos rechazar cualquier tipo de reduccionismo o esencialismo
de clase en el que el género y la raza queden subsumidas bajo la categoría
de clase. Como mucho, se decía, los movimientos en torno a la raza, género,
sexualidad o clase puede entrecruzarse entre sí, pero no pueden coaligarse
fácilmente en un movimiento contra la estructura de poder y el sistema
capitalista que, según con los marxistas, está tras él. Así, la
interseccionalidad actual de estos movimiento sociales -frente a su
separación- era vista habitualmente como limitada, como realidad y como una
posibilidad. Decir otra cosa era correr el riesgo de caer en el abismo del
reduccionismo o el esencialismo".

Coincido con Anderson en este punto, pero también creo que es claro que está
criticando la versión posmoderna de la interseccionalidad, no la del
feminismo negro.

Creo que un error por parte de los marxistas no apreciar el valor de la
tradición feminista negra, incluyendo el concepto de interseccionalidad,
tanto su contribución a combatir la opresión de las mujeres de color, las
mujeres de clase obrera y las formas en que puede ayudar a avanzar la teoría
y práctica marxistas.

Los marxistas aprecian las contribuciones de los nacionalistas negros de
izquierda, incluyendo a Malcolm X y Franz Fanon, así como el socialismo del
Black Panther Party y han intentado incorporar aspectos de sus
contribuciones a nuestra propia tradición política. Los ejemplos anteriores
proporcionan pruebas sólidas de que deberíamos incorporar del mismo modo lo
que las feministas negras tienen que ofrecer al marxismo.

El papel de la segregación racial en EEUU ha impedido eficazmente el
desarrollo de un movimiento de mujeres unido que reconozca las muchas
implicaciones de la histórica división racial. Ningún movimiento puede
aspirar a hablar por todas las mujeres a menos que hable por las mujeres que
también afrontan las consecuencias del racismo, que sitúa mayoritariamente a
las mujeres de color en las filas de la clase obrera y la pobreza.

La raza y la clase deben ser centrales al proyecto de la liberación de las
mujeres -no sólo en la teoría sino en la práctica- si pretender ser
significativo para aquellas mujeres que son las más oprimidas por el
sistema.

* Nota de Correspondencia de Prensa: Sharon Smith (1956), feminista,
activista social norteamericana. Vive en Chicago, militante de la
International Socialist Organization (ISO), integra la redacción de la
revista International Socialista Review y es columnista del Socialist
Worker. Colabora regularmente en publicaciones de izquierda como
CounterPunch y Dissident. Autora entre otros ensayos, de una fenomenal
investigación (traducida al castellano) sobre las luchas de los trabajadores
en su país: Fuego subterráneo. Historia del radicalismo de la clase obrera
en los Estados Unidos (Editorial Hiru Hondarribia, Gipúzcoa, 2013).

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