Argentina/ Macri, entre el estancamiento, la crisis social y las esperanzas de un rebote [Mariano Féliz]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Ene 6 13:42:15 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

6 de enero 2017

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germain5 en chasque.net

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Argentina

Macri, entre el estancamiento, la crisis social y las esperanzas de un
rebote

¿Un cambio por el sendero equivocado?

Mariano Féliz *

Brecha, Montevideo, 5-1-2017

http://brecha.com.uy/

Un año de gobierno de Cambiemos, un año de depresión económica y ajuste.
Doce meses de aceleración de la crisis transicional del neodesarrollo. La
economía cae más de 3,5 por ciento en comparación con un año antes, el
consumo masivo se reduce en magnitudes similares, el desempleo salta para
acercarse al 10 por ciento de la población económicamente activa. Aumentos
salariales por debajo de la inflación, despidos y empobrecimiento son la
cara (im)popular del golpe de timón que propuso la fuerza política que
remplazó al kirchnerismo.

El gobierno de los Ceo (como les gusta decirle a muchos, por la composición
empresarial de los funcionarios del gobierno de Cambiemos) llegó para
superar el estancamiento de la economía argentina en el último gobierno de
Cristina Fernández.

Con un discurso optimista, supuso que la reorganización macroeconómica iba a
rendir frutos rápidamente. Devaluación y apertura unilateral de la economía
en lo comercial y financiero (fin del control de cambios), fuerte reducción
en los impuestos a las exportaciones primarias (agropecuarias y mineras),
eliminación de subsidios en los servicios públicos y aumento de sus tarifas,
y cierre del conflicto por la deuda pública con los acreedores externos que
no se habían sumado a las renegociaciones de 2005 y 2010. Todo esto debía
conducir –según el discurso hegemónico– a una lluvia de inversiones que
impulsaría el crecimiento económico. Sin embargo, lo único que logró fue
provocar una disparada de la inflación (que superó el 40 por ciento anual),
la destrucción del poder de compra de los salarios, el remplazo de
producción nacional por productos importados (mientras la producción local
cae, las importaciones de bienes de consumo aumentan fuertemente) y,
consecuentemente, una contracción brutal de la actividad económica en
prácticamente todas las ramas de actividad. Si la política interna no
colaboró con la recuperación, el contexto global tampoco ayudó: Brasil se
hunde en una recesión y crisis política, los países centrales se encuentran
estancados y atravesando una crisis social y política sin precedentes (con
el triunfo del Brexit en Reino Unido y de Trump en Estados Unidos como
mascarones de proa) y China en un proceso de desaceleración y crisis
inminente.

Los límites del neodesarrollo en su etapa kirchnerista persisten. La
acentuación del giro neopopulista de derecha (conservador, liberal) no
encuentra aún las claves para construir su superación.

La estrategia de Cambiemos apuntó primero a reconfigurar la macroeconomía
buscando construir una matriz distributiva (producción y apropiación del
valor y plusvalor) acorde a la estructura del capital social. La pregunta
que debía responder era cómo lograr que el extractivismo extranjerizado
(agronegocios, minería e hidrocarburos) pudiera arrastrar al resto de la
economía; todo ello con el apalancamiento del sistema financiero y en un
marco de mayor apertura económica. El cambio en la política económica
debería –esperaban– crear las señales adecuadas para inducir la inversión.
Esa pregunta aún carece de respuesta.

El año 2017 es de elecciones de “medio término” (legislativas), y si
Cambiemos pretende continuar gobernando debe –como condición necesaria pero
no suficiente– mejorar su desempeño electoral. Recesión, debilidad político
institucional y conflictividad social son los ingredientes para la debacle,
y el gobierno de Macri lo sabe.

Por ello intenta construir una base social más amplia que la que lo llevó al
control del Estado. (Recordemos que Cambiemos ganó –por poco– en la segunda
vuelta electoral de noviembre de 2015, luego de sacar menos de 33 por ciento
en la primera.) En ese intento ha buscado tender puentes con fracciones del
peronismo, especialmente el PJ no kirch­nerista, apelando al uso
discrecional de la política fiscal (fondos para obras públicas y programas
sociales diversos). De todos modos, el gobierno sabe bien que el peronismo
es un aparato político electoral experto en vandorismo (confrontar para
negociar) y un socio dúctil pero poco confiable.

Por otra parte, Macri no sólo pretende ampliar su sustento en el aparato del
sistema político, sino sobre todo crear las condiciones para la
gobernabilidad. Eso requiere limar diferencias con las organizaciones
sindicales más fuertes (en particular, dentro de la peronista Confederación
General del Trabajo, Cgt) y buscar integrar parcial pero eficazmente a las
organizaciones sociales con capacidad disruptiva (en especial el espacio
liderado por el Movimiento Evita). La ministra de Desarrollo Social,
Carolina Stanley, y el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, han sido clave en
esta transición. La transferencia de fondos de obras sociales (servicios de
salud) a las cajas sindicales (una masa total de recursos de 30.000 millones
de pesos), la aprobación de la emergencia social (que transferirá cerca de
10.000 millones de pesos anuales a la “economía popular”, a través de las
organizaciones sociales) y la votación de la reducción parcial del impuesto
sobre los salarios (“impuesto a las ganancias”) pagado por las fracciones
más formalizadas de la fuerza de trabajo, han sido prenda de canje para un
verano tranquilo.

¿Muestra de debilidad o fortaleza del gobierno? El tiempo dirá si el pueblo
organizado se resigna a seguir esperando la recuperación económica (aun si
ella supone profundizar el extractivismo extranjerizado), o si la
recomposición política de las clases que viven de su trabajo logra canalizar
el descontento social en mayor inestabilidad social y política, y
–eventualmente– la crisis del régimen político para promover un cambio de
rumbo. Paradójicamente, este diciembre la vieja frase “Que se vayan todos”
volvió a escucharse en las calles porteñas, en una protesta de las y los
jóvenes científicos que el gobierno pretendió despedir. Ese sector social,
típicamente poco activo y menos politizado, pudo frenar (aunque parcial y
precariamente) ese intento, sumándose activamente a la ola de descontento;
el ministro de Ciencia y Técnica, Lino Barañao, golpeado, pudo soportar la
presión y continúa en su cargo. Sin embargo la mecha parece encendida y el
“fantasma de 2001” resuena, presente.

Lo cierto es que la creciente impaciencia social con el ajuste sin fin y sin
destino aparente pone nerviosos a más de uno, en especial a quien el
gobierno espera hace meses que tome la posta: el gran capital trasnacional.
El cambio reciente en el “ministerio de economía” (el ministro Prat Gay fue
remplazado y su ministerio de Hacienda y Finanzas dividido en dos) parece
abrir una nueva etapa en la estrategia gubernamental. La aceleración del
ajuste fiscal es la más reciente señal con la que el gobierno busca
convencer a los “inversores” de que está dispuesto a todo, aun si debe hacer
concesiones tácticas como las mencionadas. A los 40 mil despidos en el
sector público, la caída en los salarios reales de los empleados del Estado
(cercana al 10 por ciento en 2016), y la reducción de los subsidios a la luz
y el gas se suma la eliminación reciente de la devolución parcial del
impuesto al valor agregado sobre el consumo bancarizado (con tarjetas de
débito), un proyectado recorte progresivo en impuestos sobre la nómina
salarial y una nueva ola de despidos en el Estado (ahora mismo cerca de 3
mil en el Ministerio de Educación).

Por el momento lo único que avanza en Argentina es la especulación
financiera de la mano del “blanqueo” de capitales no declarados y de la
política de tasas de interés elevadas por parte del Banco Central. Unos
pocos “brotes verdes” se observan en la economía a comienzos de 2017, con
algunas ramas, pocas aún, mostrando algún signo de haber tocado fondo y
rebotado; las exportaciones primarias muestran signos de algún leve aumento
en noviembre luego de un año de retracción. Con el dólar cada vez más barato
(casi congelado desde principios de 2016, con una inflación elevada) y el
crédito alimentando las esperanzas de consumo e inclusión de millones de
trabajadoras y trabajadores pobres, Cambiemos enfrenta el dilema de
convertirse en una versión mejor del kirch­nerismo con el fin de construir
un capitalismo posible (gobernable) o ceder a corto plazo ese lugar. Para el
pueblo las esperanzas se centran en construir una alternativa política que
canalice la conflictividad y la resistencia social al ajuste capitalista en
un proyecto superador de la alternancia neodesarrollista contemporánea. El
futuro está abierto.

* Doctor en economía y ciencias sociales. Investigador
Idihcs-Conicet-Universidad Nacional de La Plata. Profesor Unlp. Militante de
Comuna en el Frente Popular Darío Santillán-Corriente Nacional, de
Argentina.

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