Paraguay/ Augusto Roa Bastos: arte supremo de un gran novelista [Alfredo Grieco y Bavio]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Jun 21 23:45:44 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

21 de junio 2017

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Paraguay

Augusto Roa Bastos

Arte supremo de un gran novelista

A cien años del nacimiento del escritor paraguayo, se reeditan Yo el Supremo
e Hijo de hombre y se publican los cuentos de Encuentro con el traidor.

Alfredo Grieco y Bavio, desde Asunción

Revista Ñ, 20-6-2017

https://www.revistaenie.clarin.com/revista-n/

Uno de los efectos del boom editorial de la literatura latinoamericana de
los años 60 que este año festeja su cincuentenario favoreció el nacionalismo
capitalizador y monopólico. Para cada nación ilustraba en los catálogos y en
las librerías cosmopolitas, un novelista best-seller; preferentemente, unos
pocos, con tendencia a concentrarse en un solo nombre, como una sola bandera
lucía en los mapas políticos coloreados del subcontinente. En el Urupabol,
el Benelux de Sudamérica, a Uruguay correspondió Juan Carlos Onetti, a
Bolivia acaso el hoy menos recordado Néstor Taboada Terán, a Paraguay, sin
duda alguna, Augusto Roa Bastos, cuyo centenario y cuya vigencia festejan
este mes de junio la lengua castellana y todas las lenguas, incluso, no sin
renuencias de algunos de sus hablantes, el guaraní.

Primer exportador mundial de energía eléctrica y primer importador mundial
de whisky, Paraguay es el país americano que protagonizó más guerras
internacionales y civiles. En 2011, un presidente de un signo político
nuevo, el obispo Fernando Lugo (derribado al año siguiente por un golpe
legislativo express) celebró el Bicentenario de una patria que se había
vuelto también ella monopólica. El 2% de la población es dueño del 98% de
las tierras, y en siglo y medio de historia gobernó casi sin interrupciones
mayores, con elecciones y dictaduras, el mismo Partido, el Colorado, el que
gobierna hoy, el que había liderado esa concentración terrateniente después
de la guerra genocida (1864-1870) en que Paraguay fue derrotado por Brasil,
Argentina y Uruguay con connivencia británica.

Estas convulsiones y parálisis bicentenarias atraviesan como tema y problema
constante, bajo y alto continuo, los cuentos, los ensayos y las grandes
novelas de Roa Bastos: entre éstas, Hijo de hombre (1960) y Yo el Supremo
(1974) destacan por sobre las otras cuatro.

En Paraguay, país oficialmente bilingüe, único del mundo donde la bandera
tiene dos lados diferentes, el monopolio de Roa Bastos como representante
literario exterior parece inconmovible. Con la lucidez sin desfallecimientos
que la caracteriza, la crítica, poeta y narradora Montserrat Alvarez observa
qué suscita y regurgita Roa a cien años de nacido: “un banquete de epítetos
–todos un tanto obscenos– proferidos, para decirlo con la debida pompa, por
‘referentes’: nuestro más profundo escritor / sublime artífice del verbo /
trágico paraguayo de úlceras recubiertas por fino papel / devoto artesano de
la palabra / paraguayo universal / alquimista titánico del verbo / orfebre
de la prosa cintilante. En un juego especular, Roa se mira en Paraguay, que
se mira en Roa: una nación, una obra”.

El narrador Javier Viveros no contradice a la editora del Cultural del ABC
Color, y dice a Ñ desde Asunción: “Decir que Roa Bastos es la figura señera
de nuestras letras es menos un axioma que una verdad de Perogrullo. Nuestro
supremo escritor es un faro que abrió caminos a la literatura paraguaya, que
la colocó en el mapa, en un lugar de preeminencia. Roa poseyó el castellano
en un nivel en el que nadie lo había hecho hasta entonces (tampoco después
de él). Solo alguien profundamente enamorado del lenguaje pudo ser capaz de
firmar esa monumental obra de brillo cervantino y quevediano como sin dudas
lo es Yo el Supremo”. Concuerda José Pérez Reyes, autor de Asuncenarios:
“Una vez que pase el ‘trueno’ de su centenario habrá que volver a las
‘hojas’, ir al origen de sus obras más allá del mito”.

Un padre, un parricidio Con sobriedad, con atención al detalle, Carla
Daniela Benisz, especialista en el ámbito cultural paraguayo, apunta sobre
el autor centenario: “En sus últimos años y ya caída la dictadura stronista,
Roa Bastos fue una especie de divisor de aguas en el campo intelectual
paraguayo. Su consagración internacional y sus propias declaraciones
polémicas alimentaron ciertos gestos ‘parricidas’ por parte de algunos
escritores paraguayos que vieron en él el tótem con el cual se debía
confrontar. Cuando regresa al Paraguay en los primeros 90, Roa intenta
participar activamente de la vida política de la transición y para ello hace
valer ese peso de escritor que se había ganado fuera de su país. En ese
contexto, Roa realiza un balance pesimista del estado de la literatura
paraguaya, que muchos escritores sintieron como una impugnación personal.
Sin embargo, más allá de ciertas ambivalencias intelectuales de Roa y su
ajuste de cuentas personal, creo que hay ciertas discusiones que él despertó
y que la literatura paraguaya todavía se debía. La principal es la de
centrarse en el conflicto colonial como factor estructural de la cultura
paraguaya y, en consecuencia, de su literatura”.

Muchas de estas discusiones resume para Ñ el escritor paraguayo Ever Román,
a partir de un Congreso sobre la obra de Roa que la semana pasada sesionó en
la Fundación Paraguay Cultura: “Uno de los cuestionamientos que se dieron en
el congreso fue que el mundo de Roa, el Paraguay rural de los años 30, 40,
no existe más. Por lo tanto, el de ahora es otro país. La gente ahora vive
en las ciudades, engrosando los cordones de pobreza, o ha emigrado, pero por
razones no solamente políticas, sino económicas. Entonces, el país escrito
es el de la ciudad, el comercio, con sus dramas particulares y su
sensibilidad especial. Y el exilio, tan importante en la actualidad como en
la época de Roa, tiene un carácter distinto. Ya no es el exilio político,
sino que es económico, los paraguayos emigran a causa de la miseria, o por
alguna otra cuestión relacionada con la globalización.

De Yo el Supremo prepara la Real Academia española una edición crítica de
homenaje para este 2017, dirigida por la académica paraguaya Maribel
Barreto. A pedido de Ñ, Susana Santos, heredera de David Viñas en la cátedra
de Problemas de Literatura Latinoamericana un la Universidad de Buenos
Aires, y única especialista de la Argentina invitada por la RAE para
participar con un estudio crítico en esta edición, caracteriza la
singularidad de esta ‘novela de dictador’ cuya primera edición es argentina:
“El jueves 27 de junio de 1974 coincidieron en Buenos Aires la aparición de
la novela Yo el Supremo de Roa Bastos y la desaparición del general Juan
Domingo Perón, hasta entonces presidente por tercera vez de la República que
terminaba así una etapa histórica. En correlación, El yo supremo significaba
el inicio de una nueva literatura por su forma lingüística, filosófica e
incluso política en la narrativa de Roa Bastos”.

En Hijo de hombre, novela cuyo fondo es la Guerra del Chaco (1932-1935), en
la que Paraguay derrotó a Bolivia y cuya paz fue firmada en Buenos Aires,
los problemas literarios que el autor enfrentó, y a los que ofreció solución
original, también involucran al otro bando beligerante, y a la Argentina.
Con la erudición que caracteriza una obra de varias décadas, la crítica y
catedrática boliviana Alba María Paz Soldán, comenta: “Roa, escritor que
responsabiliza de su escritura a sus lecturas, tiene que haber leído una y
otra vez los cuentos de Sangre de mestizos (1936) de Augusto Céspedes, el
boliviano que publicó estos textos al año siguiente de terminada la Guerra
del Chaco. Esto mismo nos autoriza a hablar de una intertextualidad no solo
referida al tema del conflicto bélico sino también a ciertas imágenes
presentes en cada uno de los autores que, aunque en su propio estilo,
remiten unas a otras”.

Por su parte, el narrador Mario Castells, a propósito de esta novela hoy
reeditada, dirige nuestra atención hacia otro escritor de fronteras, el
uruguayo-argentino Horacio Quiroga: “Como sabemos, Quiroga nació uruguayo;
se radicó en Buenos Aires pero escribió cuentos sobre la antigua región
guaraní de Misiones, zona de frontera donde la muerte era un riesgo y un
desafío cotidiano. No es difícil ver en la elección literaria de Quiroga a
su precursor, Rafael Barrett, el que según palabras del mismo Roa le enseñó
a escribir a él y a los escritores paraguayos de su generación. Roa toma el
método de Quiroga y se enfrenta a la lengua popular campesina de otra
manera. Esto es muy claro si lo cotejamos con El trueno entre las hojas. Y
por último, y no menos importante, por la identificación del letrado como
traidor que se desprende de los personajes que fungen como álter ego de los
escritores”.

Desde la explosión del sesentista boom literario de Latinoamérica a los
sollozos del crash con el Mercosur y el Nafta arrumbados, Roa Bastos ha
transitado, fatal aunque no letalmente, el camino de toda carne. Autor de
poderosas ficciones ‘de personaje’, tras morir él mismo acabó por ser uno en
la ficción de sus compatriotas Cristino Bogado y Mónica Bustos. Deshizo así
un camino borgesiano, y su figura, hoy centenaria, marchó de las novelas a
las alegorías.

Reediciones

Yo el Supremo, Augusto Roa Bastos. Eterna Cadencia, 576 págs. Prólogo de
Josefina Ludmer.

Hijo de hombre, Augusto Roa Bastos. Eterna Cadencia, 416 págs.

Encuentro con el traidor, Augusto Roa Bastos. Mil Botellas, 182 págs.

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