Debates/ "Ciclo progresista": la expropiación política de las luchas sociales [Raquel Gutiérrez García - entrevista]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Mar Jun 27 19:35:54 UYT 2017
_____
Correspondencia de Prensa
27 de junio 2017
Boletín Informativo
<https://correspondenciadeprensa.wordpress.com/>
https://correspondenciadeprensa.wordpress.com/
redacción y suscripciones
<mailto:germain5 en chasque.net> germain5 en chasque.net
_____
Debates
Entrevista a Raquel Gutiérrez Aguilar
La política expropiada
Diego León Pérez y Santiago Pérez Castillo
La Diaria, 27-6-2017
https://ladiaria.com.uy/
El martes 20 de junio estuvo en Montevideo. La cita, en el Centro Obrero
Alpargatas, fue una charla organizada por Minervas y la Escuela Elena
Quinteros, en el marco de actividades de formación de Minervas junto con
otros colectivos feministas de base. Gutiérrez es mexicana, pero su vida
está ligada a Bolivia, donde pasó dos décadas participando en las guerrillas
de los 80 y las insurrecciones de los 2000. Licenciada en Matemática
primero, y recientemente doctora en Sociología por la Universidad Autónoma
de Puebla, México, ha escrito ¡A desordenar! Por una historia abierta de la
lucha social y Desandar el laberinto. Introspección en la feminidad
contemporánea.
“¿Qué pasaría si la energía social que somos capaces de desplegar individual
y colectivamente dejara de circular por los circuitos que alimentan la
valorización del valor, es decir, el orden del capital y la
institucionalidad del Estado?”. Así comenzó Gutiérrez su exposición; las
respuestas giraron en torno a dos ejes.
En primer lugar, que es necesario recomponer, ampliar y revitalizar la
noción de trabajo, comprendiendo no sólo al trabajo que produce cosas, sino
también al que produce lazos. La apuesta es la de una noción de trabajo que
no separe lo productivo de lo reproductivo, la economía de la política, lo
privado de lo público. Esta noción de trabajo ampliada permite pensar en “la
creación que hacemos en la lucha y la fuerza social que generamos cuando nos
acuerpamos para intervenir decidida y vigorosamente en los asuntos
públicos”. Pero debemos cuidarnos, porque ese trabajo puede ser expropiado,
de manera análoga a como sucede con el asalariado y con el trabajo de
cuidados y reproducción.
Por otro lado, nos invita a pensar la acción política de los movimientos
sociales de forma autónoma, sin tener al Estado como centro, aunque sin por
eso ser necesariamente antiestatal. La pensadora propone a los movimientos
sociales abandonar el binarismo excluyente (autonomía/estatismo) como forma
de analizar la política y caminar por ese “filo de la navaja” que representa
la tensión entre ambos términos.
Al finalizar la actividad y contestadas las intervenciones del público,
pudimos hacerle algunas preguntas.
–Sos una intelectual situada. ¿Qué significa que tu conocimiento se haya
forjado en la lucha?
-[Ríe] No sé si es el único conocimiento válido, hay otros, pero que hay que
relativizar bastante. Para entender las cuestiones sociales, sobre todo si
quieres entender las que tienen que ver con la transformación social, tienes
que plantarte en una mirada de entender cómo está fluyendo el antagonismo.
¿Cómo va desplegándose?, ¿dónde se corta?, ¿qué dificultades encuentra, una
y otra vez?, ¿de qué manera revierte procesos?, ¿de qué manera vuelve a ser
contenido? Creo que eso es lo principal.
Hay otra mirada que se ha impuesto en los últimos años, de hegemonía
progresista, que tiene que ver con objetivar las cosas. Cambiar el lugar
analítico y plantear todo el debate como si lo único interesante fuera lo
que está siendo protagonizado desde el poder. Mover, desplazar, encubrir,
invisibilizar y producir olvido de lo que hicimos colectivamente. El ejemplo
más feo de esto creo que es en Argentina. Ahí se impuso desde cierto
kirchnerismo, desde cierta tradición militante, el hablar de 2001 como el
infierno, cuando yo creo que era al revés. Fue un momento muy caótico pero
de una gran apertura.
Y eso en Bolivia todavía no lo lograron. En Bolivia tú logras meter algunas
claves para que no produzcamos olvido. Yo llevaba una muletilla que decía
“es que recordar y celebrar lo que hicimos no es simplemente un acto de
nostalgia, es un acto de cultivo de esperanza”. Muy a la [Ernst] Bloch,
digamos, pero así lo planteaba. Porque el otro dispositivo es eso
justamente, es un dispositivo potente de producción de olvido y de
modificación, incluso de pautas simbólicas básicas de cómo se establece y se
marca el tiempo. Ahora parecería como que si el día que coronaron a Evo
[Morales] “rey” hubiera empezado la vida nueva, ¡por favor!
Entonces, [es necesario] volver a tocarnos a nosotros mismos, volver a
asumir el protagonismo del que hemos sido capaces y repasar de manera lo más
honesta que se pueda lo que hemos podido y lo que no, preguntándonos y
haciéndonos cargo de lo que nosotros también nos dejamos expropiar. Porque
no es que ellos sean malos, ellos son ventajosos. Y bueno, nosotros tenemos
que preguntarnos cómo ponemos un límite más claro.
–Desde esos lugares, desde esa objetivación, está muy en boga la narración
del fin de ciclo progresista. Vos la impugnás.
-No me interesa hablar de eso porque la verdad es muy aburrido, pero está de
moda: hay 40 congresos y una proliferación de artículos académicos sobre
“fin de ciclo sí, fin de ciclo no”… Un escándalo. Es un gasto de papel
bárbaro. Pero los compas en Cochabamba [en el “Encuentro en tiempos de
fragmentación”, celebrado el 8 y 9 de junio] dijeron una cosa que me hace
mucho sentido. Dándole vueltas a esto decían, “se está agotando el modo de
expropiar nuestra lucha”. Fíjate, es muy interesante. No es un agotamiento
del ciclo, es que hicimos una apertura grande y hubo un momento como de
pasmo. En Bolivia logramos un montón. Fue un momento muy importante, un
momento constituyente realmente potente –con sus asegunes pero potente– y
después, paulatinamente, en estos diez años se ha ido instalando un
mecanismo muy afilado de expropiación de nuestra capacidad. Eso se ha
agotado, y por eso están en crisis. A mí eso me hace totalmente sentido.
–Es común pensar como momento de acumulación de izquierda a los 60, y a las
dictaduras y el neoliberalismo como contrarios a esa acumulación. Pero vos
también identificás un proceso de acumulación durante ese período
neoliberal, que después es “expropiado” por el progresismo. ¿Hay dos
momentos de acumulación distintos ahí?
-Bueno, no es el lenguaje que yo manejo, porque me parece que la cuestión de
estudiar la acumulación y correlación de fuerzas con metáforas absolutamente
mecánicas, como si fueran un sistema de vectores, no es suficiente. Es
decir, “acá está la izquierda y acá está la derecha, y vamos a ver dónde cae
la resultante”, como te enseñaron en física en tercer año, no está bueno. A
mí me gustan más las metáforas para pensar la transformación que vienen de
la física y la química orgánica, es decir de los procesos vivos, que hacen
otra cosa. Me parece que no solamente se necesitan las categorías básicas:
materia y energía, distancia y tiempo, ¡Newton, pues! la física clásica.
Necesitas más cosas para pensar; al menos tres variables fundamentales, como
propone la biología contemporánea: energía, estructura y forma. Es decir, la
energía social que se libera en los levantamientos, ¿qué forma asume?, ¿y
qué logra instituir en el sentido estructural, en el sentido de permitirles
perdurar en el tiempo?
Ese era otro de los debates interesantes en Cochabamba, donde fue la “guerra
del agua” en el año 2000, que se recordaba sistemáticamente, y si bien se
aludía a la Coordinadora [de defensa del Agua y de la Vida] como aquella
entidad que agrupaba fragmentos muy diversos y promovía debates de manera
muy interesante, al mismo tiempo tenía esta vocación de no instituirse para
no solidificarse, y eso era muy importante. Instala una forma pero no logra
estabilizar algo para permanecer en el tiempo, más allá de una resonancia
hacia la guerra del gas tres años después. Y en el momento en que se caen
los gobiernos, el otro lado también juega. ¿Qué pasa siempre cuando hay una
crisis política producida por el protagonismo desde abajo? Se corren, se
atrincheran y te ofrecen: ¡ocupa el Estado tú! Eso es una trampa, es lo que
estaba tratando de plantear. Ahora, cuando esto pase, ¿qué va a ocurrir?
Ojalá hayamos muchos que logremos ir armando una especie de sentido común.
No tenemos que dejarnos encandilar, pero va a haber de seguro algunos que
van a ir [a ocupar cargos en el Estado], ¿y qué les vamos a decir? Hay que
ir aprendiendo de las cosas. Qué no hay que permitir, qué discurso hay que
mantener con una enorme fuerza, y qué sentidos comunes hay que intentar
romper.
Esas son tareas que tenemos en el hoy y en el ahora, en el terreno de lo
teórico. Y eso hace parte de esta lectura a contrapelo, muy a la Walter
Benjamin, en la que muchos estamos empecinados. De estar no haciendo
contrafácticos, no pensando “a ver qué se nos ocurre”, sino estudiando la
experiencia histórica con detalle y en profundidad para pensar no lo que
pudo haber sido, sino qué se bloqueó. Y cómo se bloqueó. Y con qué discurso
se clausuró. Y qué cosa no hubo capacidad de responder. Porque eso también
es cierto, los que luchan se apendejan –en el sentido mexicano–. Hay
momentos en los cuales los problemas se hacen tan grandes que todo se vuelve
muy confuso. Lo que yo llamo el primer orden, el de la lucha misma. Hay
momentos en que los que están peleando realmente no están entendiendo y
bueno, se imponen los mecanismos de la repetición.
Me parece que es muy potente esta corriente subterránea de las luchas de las
mujeres, que está impugnando cosas tan a ras de suelo y que está desplazando
el orden de intelección de las relaciones de poder. Y eso los descoloca
mucho a ustedos. Y ese es un problema de ustedos. O sea, cómo se van a
convertir no en varones antipatriarcales, sino en hombres en lucha contra la
masculinidad dominante. Qué van a hacer ustedos en relación a la violencia
de sus congéneres. Cómo van a desafiar ustedos el pacto masculino de
silencio, de complicidad, de si trataste horrible a tu compañera y el otro
te hace capa. Eso está moviendo cosas importantes, y ahí vamos a aprender
todos. Porque es finalmente lo mismo, está hecho del mismo material
genético: no nos tenemos que aliar con los que no nos tenemos que aliar.
–El 8 de marzo hubo una tremenda movilización. Luego, [en Uruguay] el
Parlamento aprobó una ley que incluye al femicidio como figura penal. ¿Es
esa la expropiación de la que vos hablabas?
-¡Claramente! ¡Claramente es una de las expropiaciones! Como si tú, cuando
marchas, porque no te maten, lo que quisieras es que al asesino le den 40
años de cárcel. ¡Hazme el chingado favor! Esa es una expropiación, es una
recodificación y una devolución vomitada de lo que tú estás diciendo. Ahora,
tú no le estabas demandando nada al Estado. Fíjense en cómo se hizo la
coreografía del 8 de marzo, todo el lenguaje de la movilización. Aquí, en
Argentina y en varios lugares. Una de las cosas que están poniendo en el
tapete las mujeres es que nos hablamos a nosotras mismas. Yo creo que entre
ciertas fuerzas de la transformación social tenemos que pensar cómo nos
hablamos a nosotros mismos.
_____
---
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
https://www.avast.com/antivirus
------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20170627/e2361bc0/attachment-0001.htm
Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa