Siria/ ¿Por qué la confusión? [Dominique Vidal]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Mayo 17 17:58:16 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

17 de mayo 2017

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Siria    

¿Por qué la confusión?

Dominique Vidal *

Viento Sur, 17-5-2017

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“Se debería poder comprender que en las cosas no existe la esperanza y, sin
embargo, hay que estar decidido a cambiarlas…” Francis Scott Fitzgerald.

Habrá sido precisa la caída de Alepo para que unos miles de franceses
manifiesten, en el frío mes de diciembre, en París y en provincias, su apoyo
al pueblo sirio. Hasta entonces y desde hace varios años, las
concentraciones de solidaridad habían sido muy escasas…

Y sin embargo Siria constituía, a priori, una de esas causas que, de
ordinario, movilizan a la parte de la ciudadanía francesa más sensible a las
luchas de los pueblos. Una revolución popular masiva y pacífica. Una
represión sangrienta. Un lento descenso a los infiernos de la guerra civil.
Injerencias extranjeras en serie: milicias de Hezbolá, pasdarans iraníes,
aviones rusos, sin olvidar los yihadistas y sus banqueros…

Y el balance es conocido: más de 350 000 muertos en varias ciudades, entre
ellas Alepo, tras meses de bombardeos intensivos. Y 11 millones de
desplazados. Un récord absoluto: cerca de la mitad de la población siria ha
tenido que abandonar sus hogares, de ellas la mitad se ha refugiado en el
extranjero…

Voy a intentar analizar brevemente los principales bloqueos -no hablo aquí
de políticos profesionales, de sus partidos y de los medios, sino de la
opinión pública- que nos han entorpecido y nos entorpecen aún en la
movilización en favor del pueblo sirio.

El primer factor es evidentemente el agotamiento del movimiento de
solidaridad en general. Palestina sabe algo de esto, aunque siga siendo la
causa más movilizadora en Francia. Pero sufre por su marginación en la
escena regional e internacional así como por el recrudecimiento de la
propaganda israelí, asumida en Francia por el poder que ha llegado a
criminalizar la campaña BDS. Decenas de miles de hombres y de mujeres han
salvado el honor de nuestro país tomando directamente en manos la acogida de
los refugiados, pero por estos “justos”, ¿cuántos “injustos” sumados al
consenso xenófobo? ¿Y qué decir de los yemenitas? ¿Y de los saharauis? ¿Y de
los kurdos de Turquía? ¿Y de los darfuríes?

El segundo factor, es la complejidad de los acontecimientos de Siria. Todo
comenzó como en las demás “revoluciones árabes”: un pueblo que se levanta
pacíficamente contra la dictadura que le oprime desde hace decenios para
poder continuar robando el país. Salvo que Bachar Al Assad, contrariamente a
Ben Ali y a Mubarak no está decidido a irse. Hace lo único que sabe hacer, y
hacer bien: reprimir sangrientamente a los rebeldes, disparar a la masa con
balas reales, torturar sistemáticamente a los presos antes de ejecutarles
sin proceso, hacer así reinar su orden. A fuerza de sufrir lo peor, una
parte de la oposición opta por la lucha armada. Y, progresivamente,
islamistas de todo tipo han ocupado la revolución, con el apoyo de Arabia
saudita y de los Emiratos del Golfo. Al final ha aparecido el Estado
Islámico (EI), nacido de la persecución a los sunitas iraquíes por el nuevo
gobierno chiíta instalado por el ocupante americano. Esta militarización de
la Resistencia y la amenaza yihadista han desviado a muchos demócratas de la
solidaridad con el pueblo sirio, en el contexto obsesivo de la lucha contra
el terrorismo. Entre quienes han llegado incluso a rechazar la condena al
bombardeo de Alepo, la mayor parte invocaba este argumento.

El tercer factor, es el desconocimiento de la historia del baasismo en Irak
y en Siria, y en particular el carácter autoritario y depredador de esos
poderes. El discurso nacionalista y, desde ciertos puntos de vista,
socialista de los dirigentes baasistas, las conquistas sociales de sus
primeros años en el poder, su rechazo a pactos con los occidentales y -sobre
todo- su alianza con la Unión Soviética cegaron durante mucho tiempo a la
opinión pública internacional. Y, sin embargo, tras la fachada progresista,
estos regímenes cambiaron rápidamente de naturaleza. Las burguesías
nacionales vieron en ellos un instrumento para retomar y ampliar el pillaje
tanto de Irak como de Siria, al precio de una radicalización de su carácter
dictatorial. De año en año, el poder real se ha convertido, tras la ficción
de una alianza, en el poder exclusivo del partido Baas, apoyado en los
Mujabarat, servicios represivos subordinados solo al dirigente supremo. La
represión de las minorías y de los opositores, el encarcelamiento sin
juicio, la tortura generalizada se volvieron algo cotidiano de los dos
países mártires. ¿Hay que recordar que durante todos esos decenios, el EI,
justificación última del horror, no existía?

La realidad, es que el nacionalismo árabe, laico y socialista está
desaparecido desde hace mucho. Los regímenes de Saddam ayer o de Assad hoy
no tienen ya ninguna relación con los de los años 1960-1970. La política
progresista fue reemplazada por una política neoliberal, marcada por las
desnacionalizaciones. Verdaderas mafias de carácter clánico dominan y
saquean Irak y Siria. Y la dimensión laica de esos regímenes se ha reducido
hasta el punto de no ser más que una fachada para occidentales de paso.
Saddam Hussein hacía cada vez más referencia al islam en los últimos años de
su dictadura. Y Bachar al-Assad instrumentaliza a las minorías como un
recurso político. Hubo fundamentalmente una ruptura en los años 1980.
Extrañamente, algunos parecen ignorarlo.

El cuarto factor, es la falsa imagen de un régimen presuntamente
antiimperialista. El ejemplo de la acción siria en la cuestión palestina es
sin embargo luminoso. Hafez al-Assad comienza, se olvida a menudo, por
abandonar a los palestinos a la represión del rey Hussein de Jordania
durante el Septiembre negro: ministro de Defensa, retira las tres brigadas
de blindados sirios que habían penetrado en Jordania en socorro de la OLP y
sufrido eficaces ataques jordanos. Se convierte no obstante en presidente
tras un golpe de Estado y, tres años más tarde, dirige el combate -en vano-
para liberar el Golan de la ocupación israelí. Este será el último: el
ejército sirio no ha disparado un tiro contra Israel ¡en 44 años!.
Ciertamente, en 1976, envía sus tropas a Líbano, pero es para salvar al
poder falangista: esta intervención comienza por la masacre del campo
palestino de Tall al-Zaatar. Durante años, el ejército sirio defiende las
posiciones cristianas, a cambio de lo cual puede extender su dominio sobre
Líbano. Y, en 1982, durante la invasión israelí, no le opone ninguna
resistencia. Peor: en 1983, organiza el asalto contra Yasser Arafat asediado
en Trípoli. ¿Quién dice antiimperialista?

El quinto factor es la confusión entre Rusia y la URSS: visiblemente,
algunos defensores del régimen de Bachar al-Assad creen encontrar una
continuidad entre las dos. Esta filiación es una fantasía. El régimen ruso
no tiene ya nada que ver con el régimen soviético; se basa ya en tres
pilares: los servicios secretos, los oligarcas y la Iglesia ortodoxa. Si
Vladimir Putin ha tenido el mérito de reconstruir un estado que Boris
Yeltsin había destruido, ha fracaso en darle los medios para una política
capaz de responder a las necesidades y a las aspiraciones populares. Rusia
depende más que nunca de sus exportaciones de petróleo y de gas, que sufren
las consecuencias de precios internacionales aún bajos. Sin contar las
consecuencias de las sanciones occidentales consecutivas al comportamiento
ruso en Ucrania. Por ello, las aventuras de Moscú en Ucrania y en Siria
cuestan muy caras al pueblo ruso. Ahora bien, suponiendo que la URSS haya
actuado en el plano internacional para defender las causas justas, lo que no
es por supuesto más que parcialmente cierto, Vladimir Putin no defiende ya
ni esas causas, ni los valores que las inspiraban. Solo defiende los
intereses de Moscú, al menos los que él considera como tales. Pues hay una
gran distancia entre los verdaderos intereses de Rusia y la forma en que el
grupo dirigente los concibe.

Añadamos, sobre este tema, una explicación suplementaria sobre el vigor de
la propaganda rusa. Se ha vuelto banal subrayar el papel -efectivamente
creciente- de páginas web como RT o Sputnik. Pero pienso también en los
vectores tradicionales. Un ejemplo: la noche consagrada a Vladimir Putin por
France 2 (TV francesa) el pasado 15 de diciembre. De la emisión “Un jour, un
destin” (Un día, un destinio) de Laurent Delahousse, no había nada que
decir, como de costumbre. Pero era seguida por un documental no banal:
“Putin, el nuevo Imperio” se presentaba como un verdadero himno al poderoso
jefe del Kremlin -una hagiografía digna de Corea del Norte…

Estos son algunos de los factores que explican, en mi opinión, la confusión
que reina en la opinión pública sobre la situación en Siria. Una vez más, el
desconocimiento del pasado contribuye a hacer ilegible el presente…

* Dominique Vidal es colaborador de Le Monde Diplomatique. Acaba de publicar
L´État du monde 2017: Qui gouverne le monde? dirigido con Bertrand Badie (La
Découverte). Anteriormente, había coordinado Palestine: le jeu des puissants
(Sindbad Actes Sud) y editado Ma vie pour le judéo-espagnol. Entretien Haïm
Vidal Sephiha (Le Bord de l´eau). El presente texto es una intervención de
Dominique Vidal en una reunión organizada el 24/03/2017 por la Association
Souria Houria, sobre el tema “la izquierda francesa y la cuestión siria”.

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