Uruguay/ Arroceros: pueblos privados, pueblos de nadie [Salvador Neves - Susana Martínez Benia]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Mayo 27 13:56:13 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

27 de mayo 2017

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Uruguay

Con la arquitecta Susana Martínez Benia

Pueblos privados, pueblos de nadie

Salvador Neves

Brecha, 25-5-2017

http://brecha.com.uy/

Hay más de veinte pueblos arroceros. Dos tercios de las localidades urbanas
de menos de 300 habitantes del departamento de Treinta y Tres lo son.
También hay alguno en Rocha. El censo de 2011 dice que allí viven 935
personas. (1) Los caminos hacia los que están al sur del arco formado por
las rutas 8 y 17 suelen estar en buen estado. Por eso, aunque algunos
trabajadores estables queden en los pueblos, los productores generalmente
traen y llevan en el día, desde la capital departamental, a la mayor parte
del personal. Más al norte, Arrozal 33 está unido a Vergara por dos turnos
de ómnibus. Pero siguiendo hacia Cerro Largo la cosa se complica, la entrada
y salida se resuelve de forma privada y el estado de la caminería alarga los
viajes, el aislamiento se agrava.

“La Central”

Arrozal 33 es el más grande de estos pueblos. De acuerdo al censo ahora
tiene 344 habitantes distribuidos en un centenar de viviendas. Pero según
comentó a Brecha la arquitecta Susana Martínez Benia –quien está redactando
su tesis de maestría en ordenamiento territorial basándose precisamente en
estos pueblos–, hubo un momento en el que había más de 2 mil personas
viviendo ahí.

Son urbanizaciones instaladas en predios privados. El fenómeno era corriente
en Europa durante la revolución industrial, cuando junto a la fábrica se
instalaba un pueblo obrero. En América Latina se asociaron frecuentemente
con la actividad minera pero también los hubo industriales, como el que
nació a instancias del Frigorífico Anglo, en el departamento de Río Negro.

Los pueblos arroceros comenzaron a surgir en Uruguay durante la primera
mitad del siglo XX. En la década del 50, un segundo impulso de esta
agroindustria hizo que éstos se multiplicaran, pero los pioneros fueron Cipa
Olimar, Cipa Cebollatí y Arrozal 33.

Como el cereal crece en el agua, se buscaba tenerla cerca y en grandes
cantidades. Arrozal 33, que en su inicio fue una sociedad de capitales
uruguayos, se situó frente a la laguna Merín y al lado del arroyo Ayala, al
centro de una gran extensión de campo playo. Era una zona alejada de
cualquier urbanización importante y difícil de transitar, cosa que hizo que
se decidiera dar alojamiento a los trabajadores en el mismo establecimiento.

Según apreció la arquitecta, la empresa tenía tal fuerza que el ferrocarril
se extendió desde la ciudad de Treinta y Tres hasta la de Río Branco para
transportar su producción hasta Montevideo. A la altura de Vergara se
desprendía un ramal privado que entraba 30 quilómetros en el establecimiento
hasta llegar al pueblo o “La Central”, como lo llaman sus habitantes. Además
había vías móviles, que podían extenderse o levantarse para conectar el
ramal con las chacras donde se estuviese trabajando. Al principio la propia
empresa se ocupaba del mantenimiento de esa estructura ferroviaria, pero
hacia la década del 70 el asunto resultaba tan oneroso que prefirió “donar”
a la Intendencia olimareña una franja de suelo contigua a la vía del tren
para que en ella se hiciera el camino municipal que todavía existe.

La recolección de residuos, la atención de la policlínica y el mantenimiento
de los caminos es lo que en Arrozal corresponde a la autoridad municipal.
También hay una escuela pública. En todo lo demás es un pueblo privado. Pero
no es propiamente un pueblo, según las directrices de ordenamiento
territorial.

Nombrar la cosa

“En algún momento la Intendencia, en el proyecto de directrices, definió los
pueblos arroceros como zonas suburbanas, lo que significaba imponerles una
carga tributaria mayor a la que tenían cuando eran rurales, pero luego se
dio marcha atrás con esa definición”, recordó a Brecha Martínez Benia. Para
la arquitecta no hay duda de que se trata de “suelo urbano no consolidado”.

“Primero hay que reconocer que es suelo urbano –insistió Martínez Benia–.
Sin duda lo primero es subsanar esta importante omisión del gobierno
departamental. Por ejemplo, podría proponerse la ejecución de un plan
sectorial que regule todos los pueblos arroceros del departamento desde el
punto de vista urbanístico, fijando una subcategoría de suelo, criterios y
dimensiones mínimas para la infraestructura, dotaciones mínimas de espacios
públicos y otros equipamientos urbanos, determinando usos del suelo
admisibles, así como parámetros de ocupación y edificación, en definitiva
aplicar otra herramienta que proponga técnicas de intervención. Para eso
probablemente haya que recorrer un largo proceso de negociación que empiece
por dejar claras la cantidad de ventajas que podrían resultar de estar
ordenado. Yo veo posibilidades de desarrollo local. Ese territorio tiene
tanto…, la laguna allí, a un par de quilómetros, el monte, los arroyos del
Parao y Ayala, las aves que hay, el camino de la balsa… Aprovechando esa
riqueza paisajística la gente podría encontrar maneras de vivir mejor. Pero
es el Estado, el gobierno departamental, quien debe definir la
categorización del suelo, aunque posiblemente las empresas se resistan”,
argumentó la arquitecta.

Martínez Benia sabe que no será un asunto sencillo. “Cuando estuve en
Arrozal el edificio del club que había, llamado Eslarroz, estaba a punto de
derrumbarse. Los técnicos insistieron de muy diversas maneras pero no hubo
forma de que la empresa aceptase que había que demolerlo y mientras tanto no
dejar entrar a nadie. El lugar era de ellos, si se caía era un problema de
ellos, todo era de ellos. Y además tenían razón: no había herramientas
legales (o no se las supo encontrar) para impedir que obraran así,
arriesgando que alguien se lastimara”, recordó.

Por eso, cuenta la arquitecta, allí los trabajadores nunca terminan de
sentirse en su casa. “Siempre tratan de solucionar su vivienda en Vergara o
más excepcionalmente en Rincón. Por más que en alguna medida se sientan de
Arrozal, por más que de algún modo desarrollen un cariño por el lugar, allí
nunca son dueños de hacer lo que deseen. Si la empresa resuelve demoler la
casa a o b, la demuele. Entonces cada cual trata de resolver lo suyo en otro
lado. No pueden apropiarse. En realidad son cada vez menos los que viven
allí. En general se quedan durante la semana y el fin de semana vuelven con
su familia, a Vergara.”

Nota

1) En el censo éstos son, además de Arrozal 33, Arrocera Zapata (116
habitantes), San Fernando (72), Rincón (62), Procipa (55), Los Ceibos (49),
Mini (41), Las Palmas (40), El Tigre (39), La Catumbera (34), La Querencia
(29), Santa Fe (25), Los Teros (21) y Bonomo (8). La investigación de
Martínez Benia –como se ve en el mapa– agrega casos.

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