Historia/ Revolución Rusa: una visión retrospectiva [Samuel Farber]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Nov 12 16:37:58 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

12 de noviembre 2017

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Historia

Centenario de la Revolución Rusa

A cien años de la revolución rusa: una visión retrospectiva

Samuel Farber *

Sin Permiso, 10-11-2017

http://www.sinpermiso.info/

Cien años después, la Revolución rusa, que realmente sacudió al mundo,
merece ser recordada una vez más, tanto por su significado emancipatorio
como por su derrumbe y traición. Esta revolución no habría ocurrido si no
hubiera sido por el papel crucial desempeñado por el partido bolchevique. Es
cierto que la profunda crisis que afectaba a la sociedad rusa, agravada por
la desastrosa participación del país en la Primera Guerra Mundial, podría
haber provocado, más tarde o más temprano, una gran explosión. Pero es
cuestionable que una revolución socialista hubiera tenido lugar sin las
habilidades organizativas del partido bolchevique y el genio político,
estratégico y táctico de Lenin. Contrariamente a las caracterizaciones de la
revolución como un golpe de estado bolchevique, la Revolución de Octubre
llegó al poder como un levantamiento popular impulsada por la clase obrera
industrial rusa aliada con el campesinado. El claro y directo programa
propuesto por el partido bolchevique proponía dos medidas que resonaban muy
profundamente en el corazón de los obreros y campesinos rusos:

-  En primer lugar, poner pronto fin a la participación de Rusia del lado de
los aliados en la Primera Guerra Mundial imperialista, una guerra que había
sangrado al "blanco" imperio zarista y hundido en la miseria a millones de
sus habitantes.

-  En segundo lugar, una reforma agraria radical, aplicando el programa del
Partido Social Revolucionario, un partido no marxista que tenía el apoyo de
los campesinos y que proponía nacionalizar la tierra y distribuirla entre
ellos, con libertad para cultivar y vender su producción.

La primera promesa resultó difícil de mantener por razones ajenas a la
voluntad de los dirigentes bolcheviques: Alemania aprovechó la sublevación
revolucionaria para rechazar cualquier acuerdo de paz y presionar con sus
avances militares hasta que finalmente se llegó a un acuerdo, con gran coste
territorial para Rusia, en Brest-Litovsk a principios de la primavera de
1918. A pesar de estas dificultades, el gobierno revolucionario llevó a cabo
el proceso de paz de rnanera transparente y abierta, exponiendo ante los
pueblos dentro y fuera de Rusia todos los tratados imperialistas y
anexionistas y publicando los acuerdos que el zar había hecho con los
Aliados para participar en el botín territorial que se ganaría después de la
victoria. En cuanto a su reforma agraria, el nuevo gobierno reconoció que, a
pesar de sus deseos no había ninguna posibilidad objetiva de una agricultura
colectiva a gran escala más allá de un pequeño número de experimentos
comunales totalmente voluntarios. Al mismo tiempo, conscientes de la amenaza
que el capitalismo agrario representaba para el campo ruso, el nuevo
gobierno no incluyó el derecho a vender y comprar la tierra en los derechos
de usufructo libre sobre las asignaciones de tierras que daba al
campesinado; esto impidió que la tierra se convirtiera en una mercancía.

Tan pronto como llegó al poder, la revolución implemento políticas
democráticas e igualitarias, incluyendo la extensión y consolidación del
control obrero sobre la producción. Ese proceso había comenzado a difundirse
como parte del "doble poder" que desafiaba al conservador e ineficaz
gobierno provisional que gobernó brevemente Rusia después de la previa
Revolución de febrero que derrocó al zar. Pero el espíritu democrático de la
Revolución de Octubre se expresó sobre todo en la rápida expansión de los
soviets como órganos de democracia de base. Estas instituciones tuvieron su
origen en la Revolución de 1905, año en el que durante el movimiento
huelguista fueron elegidos delegados en varias fábricas, llevando finalmente
a la creación del Soviet de San Petersburgo, que se convirtió en el órgano
político general que representaba a todos los trabajadores y al movimiento
revolucionario en la ciudad. Los soviets resurgieron tras la revolución de
febrero de 1917, eligiéndose delegados revocables de manera inmediata por
quienes les habían elegido, que a su vez eligieron delegados para organismos
soviéticos de coordinación a niveles superiores.

Los primeros soviets de 1917 se extendieron desde Petrogrado a otras grandes
ciudades y a ciudades industriales. Más tarde se extendieron a espacios con
menos presencia proletaria, como aquellos en los que se albergaban grandes
guarniciones militares, y a lugares más pequeños y remotos. Varios partidos
y corrientes políticas de izquierda, socialrevolucionarios, mencheviques,
bolcheviques, anarquistas o algunos grupos socialistas menores, tuvieron una
actividad muy intensa y lograron dirigir esos soviets. Tras la
radicalización de los soviets después de la derrota del intento de golpe de
Komilov en agosto de 1917, los bolcheviques alcanzaron la mayoría en esos
organismos representativos y se estableció la base política y la legitimidad
democrática de la Revolución de Octubre en ese mismo año.

La naturaleza profunda y radical de la Revolución rusa tuvo un gran impacto,
que fue más allá de la clase obrera y el campesinado. La causa de la
liberación de la mujer avanzó mucho con el reconocimiento por el gobierno
revolucionario del derecho al divorcio y al aborto, entre otras medidas
similares. A medida que la revolución avanzaba y se consolidaba, la causa de
otros grupos oprimidos, como minorías étnicas y nacionales, homosexuales (1)
y personas discapacitadas (2), tuvo avances significativos. La educación fue
revolucionada por avances radicales en el acceso popular y la eliminación de
la atrasada y anticientífica filosofía educativa y de los métodos que habían
gobernado el sistema educativo zarista, que sólo estaba al acceso de una
minoría de la población. Las artes se llenaron de innovación, creatividad y
controversia, mientras que contrapuestas escuelas de estilo y pensamiento se
peleaban entre sí, con gran pasión e incluso ferozmente.

Las implicaciones internacionales de la Revolución Rusa a lo largo y ancho
del mundo desencadenaron movimientos y trastornos políticos a lo largo del
mundo-desde China hasta América Latina. La vieja socialdemocracia, cuna de
la tradición marxista clásica en Europa, de la que surgieron los
bolcheviques, entró en crisis y sumió a su izquierda un nuevo movimiento
político internacional, en el que convergían el ala revolucionaria de esa
vieja social-democracia, personas que procedían de otras tradiciones
políticas, como el sindicalismo y el anarquismo, y personas de reciente
politización sin experiencia política organizada previa, para crear la
Internacional Comunista en 1919.

La contrarrevolución estalinista

A finales de los años veinte, sin embargo, como resultado del ascenso al
poder del estalinismo, todos los logros mencionados de la Revolución de
Octubre se encaminaban hacia su extinción. La democracia soviética y el
control obrero habían desaparecido hacía mucho tiempo y se había establecido
un estado totalitario de partido único que contaría con el apoyo de una
policía secreta despiadada y del infame sistema Gulag de trabajo forzado en
campos de concentración.

A finales de los años veinte y principios de los treinta los campesinos
fueron incorporados forzosamente a las granjas colectivas estatales, en un
sangriento proceso que incluyó la creación deliberada de una hambruna en
Ucrania. La clase obrera industrial fue obligada a realizar trabajo
obligatorio no remunerado y fue superexplotada por la política gubernamental
del estajanovismo (sistema de incentivos salariales basado en la competencia
entre los trabajadores) con el apoyo de los sindicatos oficiales, que se
habían convertido en meras correas de transmisión del gobierno.

La libertad artística desapareció y la estética estalinista oficial del
realismo socialista se hizo dominante. El estalinismo también abandonó los
principios internacionalistas de la Tercera Internacional de 1919,
imponiendo en su lugar una política chauvinista rusa que subordinaba las
políticas y prácticas de los partidos comunistas extranjeros a los intereses
del Estado ruso. El régimen adoptó una cínica política exterior de
realpolitik, incluyendo el Pacto Hitler-Stalin de 1939, que llevó a la
partición de Polonia, quedándose Rusia con su parte oriental y Alemania con
su parte occidental.

Revirtiendo los logros de la Revolución de Octubre, el régimen de Stalin
también adoptó una política muy conservadora en cuestiones de género y
familia. Reapareció una vez más el antisemitismo oficial, llevando a
acusaciones mendaces, que supuestamente justificarían castigos despiadados,
llegando hasta las ejecuciones de médicos y escritores judíos durante los
últimos años del gobierno de Stalin. Millones de personas fueron
encarceladas y asesinadas por el régimen de Stalin a través de ejecuciones,
hambrunas creadas deliberadamente, el Gulag y las políticas genocidas contra
grupos étnicos como los alemanes del Volga.

¿Por qué degeneró la Revolución rusa?

Se han dado muchas explicaciones de por qué la Revolución rusa degeneró en
la pesadilla estalinista. Según el determinismo cultural de algunos de los
primeros analistas de Rusia soviética, como Nicholas Berdyaev, Bernard Pares
y Sir John Maynard, gran parte de la degeneración rusa posrevolucionaria se
explicaba por el supuestamente carácter inmutable del autoritario carácter
eslavo y de sus instituciones históricas. Mucho más importante en cuanto a
su influencia política fue la escuela ortodoxa, o del "totalitarismo"
,hegemónica durante muchos años, representada en la obra de personas como
Zbigniew Brzezinski, Adam Ulam y Leonard Shapiro, que se alinearon con la
línea política de Estados Unidos y sus aliados occidentales durante la
Guerra Fría. Como crítico revisionista de esa teoría, el historiador Stephen
F. Cohen resumió el punto de vista de la escuela del totalitarismo, en lo
que respecta a los primeros años de la Revolución rusa y el Estado
soviético:

“En octubre de 1917, los bolcheviques (comunistas), un pequeño y poco
representativo partido, ya embrionariamente totalitario, usurparon el poder
y traicionaron así a la Revolución rusa. A partir de ese momento, en 1917,
la historia soviética fue determinada por la dinámica política totalitaria
del partido Comunista, tal y como la marcó su líder originario, Lenin. Esto
es la política monopolista y ortodoxia leninista, el dogmatismo
programático, el liderazgo disciplinado y la organización burocrática
centralizada. Habiendo monopolizado rápidamente el nuevo gobierno soviético
y creado un rudimentario partido-estado totalitario, los comunistas ganaron
la guerra civil rusa de 1918-1921 por medio de la disciplina, la
organización y la crueldad" (3).

A partir de ahí, los comentaristas ortodoxos trazaron una línea recta que
iba directamente desde la Revolución rusa hasta el estalinismo como
desenlace lógico de los orígenes supuestamente totalitarios. Aunque tanto
los estalinistas como los apologistas de la Guerra Fría en el mundo
occidental sostuvieron el mito de que no había diferencia entre los partidos
bolchevique y estalinista, numerosos historiadores, como Alexander
Rabinowitch, William Rosenberg y el propio Stephen F. Cohen, señalaron que
antes del proceso de degeneración burocrática que comenzó con la Guerra
Civil de 1918-1920, el partido revolucionario bolchevique había sido
pluralista y democrático. Por ejemplo, líderes bolcheviques como Lev Kamenev
y Gregori Zinoviev siguieron siendo líderes importantes del partido después
de octubre de 1917 aunque se habían opuesto a la Re-volución de Octubre, y
aunque Nikolái Bujarin defendió públicamente una línea política radicalmente
opuesta a la de Lenin respecto a la Paz de Brest-Litovsk en 1918, siguió
siendo dirigente del partido durante muchos años más. Lenin fue considerado
el "primero entre iguales" de los líderes bolcheviques y estuvo en el lado
perdedor en muchas decisiones controvertidas del partido incluyendo las
primeras decisiones sobre cómo lograr la paz con Alemania, hasta que
finalmente se aceptó su opinión. Esa discusión dentro del partido se hizo
pública y se reflejó en los órganos de prensa de las diversas tendencias
bolcheviques contendíentes. Muy alejado del carácter totalitario que le
atribuyó la escuela ortodoxa, el partido bolchevique se caracterizó no sólo
por una pluralidad de posiciones políticas sobre la guerra y otros asuntos,
incluso sobre la toma del poder, sino también por una tendencia crónica al
faccionalismo que, sin embargo, no le impedían converger habitualmente en la
denominada "unidad en acción".

La conexión entre el leninismo en el poder y el estalinismo

Es cierto que el "leninismo en el Poder" que surgió de la Guerra Civil se
convirtió en la dictadura de un solo partido. Pero aún era cualitativamente
diferente del sistema totalitario estalinista que comenzó a desarrollarse a
finales de los años veinte. El sistema de Stalin asumió el control completo
de toda la sociedad soviética, incluyendo no sólo la vida política y
económica del país, sino también la dirección y el control de campos tan
diversos como las ciencias, la cultura y las artes. Toda crítica y oposición
a este sistema fue sofocada por medio de un duradero reinado del terror y
por el uso masivo de trabajos forzados; las peores características de este
sistema no fueron eliminadas hasta después de la muerte de Stalin en 1953.

Sin embargo, afirmar que el "leninismo en el poder" era diferente del
estalinismo no significa que lo que ocurrió bajo el primero no influyera en
el desarrollo de este último o que las opciones tomadas en tiempos de Lenin
no influyeran en el desarrollo del estalinismo. Esto es eludido por muchos
autores socialistas, entre ellos por Chris Harman en su frecuentemente
citado artículo "Rusia: cómo se perdió la revolución"(4). Para Harman, la
suerte de la revolución -y su muerte- quedó echada una vez que la clase
obrera fue diezmada en la guerra civil. Las instituciones soviéticas
evolucionaron hacia una vida independiente de la clase de la que habían
surgido. Los obreros y campesinos que lucharon en la Guerra Civil no podían
gobernar colectivamente desde sus puestos en las fábricas. Los trabajadores
socialistas esparcidos por todas las zonas de guerra tenían que ser
organizados y coordinados por un aparato gubernamental centralizado ajeno a
su control, al menos temporalmente. Los bolcheviques, según Harman, no
tenían otra alternativa:

"No podían abandonar el poder sólo porque la clase a la que representaban se
había disuelto mientras luchaba por defender ese poder. Tampoco podían
tolerar la propagación de ideas que socavaban la base de su poder,
precisamente porque la propia clase obrera ya no existía como un organismo
organizado colectivamente para poder determinar sus propios intereses".

Para Harman, sin embargo, las muchas decisiones tomadas por los líderes
revolucionarios desaparecen prácticamente del registro histórico. Ignora la
opción más decisiva tomada por Lenin y su círculo, que fue la de transformar
la necesidad en virtud al equiparar y considerar colindante el socialismo
con el aparato institucional no democrático que emergió de la Guerra Civil,
justificado por Harman como respuesta provisional para gestionar la
incapacidad de gestionar el poder colectivo por los trabajadores socialistas
dispersos por las zonas de guerra. El artículo de Harman señala varios
aspectos importantes y valiosos, pero no hace un examen crítico de la propia
actuación de Lenin y de cómo pudo haber facilitado el surgimiento del
estalinismo.

De hecho, las opciones tomadas por el "leninismo en el poder" no se
limitaron a no renunciar a parte del poder y a no tolerar a los partidos de
oposición, sino que también afectaron a muchos asuntos críticos en torno a
los cuales individuos y grupos bolcheviques diferían de la línea hegemónica
bolchevique sostenida por Lenin. Uno se refería a la represión y al terror
antes y durante la Guerra Civil. Fue fuente de continuas críticas y debates
dentro del gobierno revolucionario y del ámbito bolchevique. Esas críticas
se centraban principalmente en las políticas y prácticas de la policía
secreta -la Cheka-creada a finales de 1917 para combatir la
contrarrevolución, que a menudo fue abusiva y corrupta, a pesar de la
rectitud de Félix Dzershinsky, jefe de la Cheka, y que incluso violaban
deliberadamente la política gubernamental (5).

Como se detalla en mi libro Before Stalinism: The Rise and Fall of Soviet
Democracy (6), entre estas voces críticas no estaban sólo las de
revolucionarios como Víctor Serge, que llegó a ser muy conocido en
Occidente, sino también las de viejos bolcheviques como Mikhail Stepanovich
Olminsky (1863-1933), miembro de la redacción de Pravda y amigo personal de
Lenin y Krupskaya durante mucho tiempo, que en repetidas ocasiones expresó
sus críticas en las mismas páginas de Pravda. De hecho, a fines de 1918,
Pravda, entonces bajo la dirección de Bujarin, publicaba más artículos de
detractores que de partidarios de la Cheka. Este tipo de crítica pública a
la Cheka no sobreviviría al gobierno de Lenin.

Es cierto que Lenin no sostenía las peores estupideces y excesos de la
Cheka. Con frecuencia se esforzaba por detener algunos de esos excesos en
casos individuales; Maxim Gorky fue una de las personalidades que se
pondrían en contacto desesperadamente con Lenin para detener una u otra
detención o ejecución, a menudo con éxito. Pero Lenin no hizo nada
sustantivo, desde el punto de vista político e institucional, para controlar
o invertir de manera significativa los poderes ilimitados de la Cheka. En
cambio, como en otras áreas de la vida soviética, Lenin tendió a ver en el
cambio de responsables políticos una solución a los problemas políticos y
burocrático-estructurales de la Cheka.

Terror rojo y castigo colectivo

En un asunto críticamente importante, Lenin no sólo se alió con los peores
excesos de la Cheka, sino que los alentó: el castigo colectivo, la práctica
oficialmente sancionada de castigar no sólo a las personas concretas que
realmente cometieron crímenes contrarrevolucionarios, sino también a sus
familias, clase social y a los grupos étnicos a los que pertenecían.

El enfoque de Lenin se expresó de la manera más dramática en su conflicto
con los dirigentes bolcheviques en Petrogrado cuando, en verano de 1918,
éstos rechazaron la política de castigo colectivo e incluso aleatorio,
etiquetada e impulsada por el propio Lenin como "Terror Rojo", en respuesta
al asesinato de líderes bolcheviques. Según detalla el historiador Alexander
Rabinowitch en su libro de 2007 The Bolsheviks in Power: The First Year of
Soviet Rule in Petrograd (7), la Cheka de Petrogrado, en contraste con las
políticas imperantes en Moscú durante la Guerra Civil, desestimó las
políticas dirigidas a "restaurar el orden" a través del terror y se centró
en medidas concretas encaminadas a detener la violencia, los crímenes
económicos y los abusos de poder. Con respecto a esto último, desarrolló
directrices para regular estrictamente las investigaciones y para descubrir
a los chekistas falsos y corruptos. A los ciudadanos se les dio un par de
días para entregar armas, bombas, granadas y explosivos no autorizados sin
amenazarles con ejecuciones. Los procesos judiciales se aceleraron para los
presos políticos que estaban en las cárceles esperando ser procesados,
decisión que también fue influenciada por la necesidad de reducir la
población carcelaria de Petrogrado (8). El conflicto entre los enfoques de
Moscú y Petrogrado llegó a un punto crítico cuando un líder bolchevique de
Petrogrado Volodarsky fue asesinado el 20 de junio de 1918. Algunos
bolcheviques del distrito y algunas delegaciones obreras exigieron la
represión inmediata como represalia por el asesinato de Volodarski. El
Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado, se reunió en una sesión de
emergencia para discutir el inflamado estado de ánimo y llegó a la
conclusión de que había que oponerse a la política de linchamientos.
Enfurecido por esta decisión, Lenin inmediatamente cablegrafió una fuerte
reprimenda a Zinoviev, Lashevich y otros dirigentes: "Sólo escuchamos hoy
que en Piter los trabajadores querían responder al asesinato de Volodarski
con el terror masivo y que vosotros los habéis contenido. ¡ Esto es
in-tol-er-able!" (9)

Aunque un no declarado Terror Rojo en todas sus formas se había estado
aplicando en Moscú y otras ciudades rusas durante meses, Lenin sólo logró su
completa, aplicación en Petrogrado después de que el líder bolchevique de
Petrogrado Moisei Uritskii fue asesinado y de que en agosto hubiera un
atentado contra Lenin en Moscú. El dirigente bolchevique del partido en
Petrogrado ordenó un Terror Rojo a gran escala, incluyendo ejecuciones
sumarias masivas (10). Pero a mediados de septiembre, según cuenta
Rabinowitch, el Consejo Sindical de Petrogrado, dirigido por los
bolcheviques y alarmado por el carácter indiscriminado de este Terror Rojo,
se dirigió a los dirigentes del partido en Petrogrado pidiendo el
establecimiento de controles y salvaguardias estrictas sobre los
fusilamientos en general, sobre las detenciones y registros en las oficinas
sindicales y sobre las detenciones de funcionarios sindicales. Incluso
Zinoviev, que había abogado poco antes por dar vía libre al Terror Rojo, se
preocupó por los arrestos y fusilamientos de bolcheviques, simpatizantes
bolcheviques y personas que desempeñaban un papel importante en la
administración gubernamental. También se sintió exasperado por la dificultad
con que se encontró para obtener información sobre los de la prisioneros
detenidos en la prisión Cheka por presumirse que eran de clase burguesa,
incluidos profesionales, figuras importantes del teatro y la música,
especialistas técnicos en los soviets y en los buques de la flota del
Báltico, así como médicos luchando contra las enfermedades epidémicas en
Petrogrado y en todo el páis. Estaba claro que la "justicia de linchamiento"
temida por los dirigentes de Petrogrado había conseguido imponerse y que
nadie se sentía seguro (11).

Se ha argumentado que, aunque fuesen excesivas, se trataba de medidas
adoptadas durante la Guerra Civil y, por tanto, justificables dada la
necesidad de combatir las atrocidades aún mayores perpetradas por los
opositores terroristas y los ejércitos blancos. Uno de los problemas que
tiene este argumento es que el castigo colectivo fue tema polémico en los
círculos gubernamentales poco después de la Revolución de Octubre y antes
del comienzo de la Guerra Civil. Isaac Nachman Steinberg, líder de los
socialrevolucionarios de izquierda que fue Comisario de Justicia durante la
coalición entre los eseristas de izquierda y los bolcheviques al principio
de la Revolución, se opuso firmemente a esta política gubernamental mientras
ocupó ese cargo a finales de 1917 y principios de 1918. Señalando la
diferencia entre las opiniones y las acciones contrarrevolucionarias, abogó
por castigar éstas y no aquellas. También se opuso enérgicamente a la
decisión del presidente de los soviets en la capital de Estonia que, al
enterarse de una trama contrarrevolucionaria urdida entre la aristocracia
terrateniente de origen germano, proscribió a toda esa casta, excepto a los
hombres menores de 17 años y a las mujeres menores de 20 años, en lugar de
castigar sólo a los culpables involucrados en ese complot. La orden no se
llevó a cabo porque los dirigentes soviéticos no querían enemistarse con el
gobierno alemán con el que estaban negociando el fin de la guerra (12). La
misma política de castigo colectivo se aplicó a otros conflictos armados,
como en el caso del decreto de junio de 1921 que ordenaba el castigo de las
familias de los campesinos involucrados en las llamadas rebeliones
campesinas "verdes” en la zona de Tambov, un conflicto que era
sustancialmente diferente del anterior enfrentamiento armado durante la
guerra civil con los contrarrevolucionarios “blancos.”(13)

Como investigué en mí libro de 1990, durante ese mismo periodo se
desarrollaron otras prácticas preocupantes, incluyendo violaciones
importantes de la democracia soviética y en el seno del partido, del control
obrero, de la libertad de prensa y de la legalidad socialista. Como en el
caso del Terror Rojo, estas prácticas y las justificaciones políticas
presentadas por el gobierno tuvieron un impacto sustancial en la cultura
política de la Rusia soviética y un serlo efecto sobre las normas de
comportamiento político aceptable. Esto ayudó a socavar la capacidad
política y organizativa de la sociedad rusa para resistir el empuje
totalitario del estalinismo. Las instituciones y la cultura política
imperante en el país arrebataron a los ciudadanos soviéticos, incluyendo a
lo que quedaba de la clase obrera y del campesinado, los medios para
resistirse ante el establecimiento del sistema estalinista.

Política de Lenin respecto al Terror

Es irónico que entre los líderes socialistas de su tiempo Lenin hubiera
insistido en la importancia y necesidad de las luchas democráticas para
promover la causa revolucionaria. Incluso en su injustamente muy criticado
¿Qué hacer? subrayó la centralidad de la lucha por la democracia política en
contraste con la indiferencia y hostilidad de los economicistas, que
minimizaron la lucha política contra el zarismo. Su polémica a finales de
1915 con Parabellum [Karl Radek], adscrito a otra facción socialdemócrata,
fue aún más incisiva en sus argumentos favorables a la centralidad de la
democracia política para el socialismo:

"Debemos combinar la lucha revolucionaria contra el capitalismo con un
programa y una táctica revolucionaria en torno a todas las reivindicaciones
democráticas: una república, una milicia, la elección popular de los
funcionarios, la igualdad de derechos de las mujeres, la autodeterminación
de las naciones, etc. Mientras el capitalismo exista todas estas exigencias
sólo podrán alcanzarse de forma excepcional, e incluso entonces de manera
incompleta y distorsionada. Basándonos en la democracia ya alcanzada y
exponiendo su carácter incompleto bajo el capitalismo, exigimos el
derrocamiento del capitalismo, la expropiación de la burguesía, como base
necesaria para la abolición de la miseria de las masas y para la institución
completa y global de todas las reformas democráticas. ...Es ... inconcebible
que el proletariado, como clase histórica, sea capaz de derrotar a la
burguesía si no se prepara para ello por medio de la educación en el
espíritu de la democracia más coherente y resueltamente revolucionaria"
(14).

Sin embargo, había un aspecto de la política de Lenin que puede ayudar a
explicar su cambio político durante la Guerra Civil: su "cuasi jacobinismo",
es decir, su visión positiva del terror jacobino francés y su énfasis en la
dedicación y conciencia revolucionaria que un partido debía alcanzar. En
contraste con Marx y Engels (15), Rosa Luxemburg (16) y el Trotsky temprano
(17), todos críticos del jacobinismo, Lenin llego a describir, en su folleto
Un paso adelante, dos pasos atrás, al socialdemócrata revolucionario lcomo
"el jacobino indisolublemente vinculado a la organización del proletariado y
ahora consciente de sus intereses de clase". Esto era consistente con su
énfasis en lo que podían lograr la dedicación revolucionaria y la conciencia
de unos pocos grupos, como los partidos. Este enfoque era diferente al que,
reconociendo el carácter indispensable del liderazgo político, enfatizaba el
desarrollo de instituciones democráticas de clase tales como comités de
fábrica, sindicatos y soviets (18).

Hacia una teoría de la democracia revolucionaria

Así, la derrota de la revolución rusa no vino solamente de fuerzas
exteriores hostiles, sino también desde dentro de la revolución. Como
demostró la degeneración de esta revolución después de 1918, la pérdida de
poder de la clase obrera no fue un acontecimiento de la noche a la mañana
sino el resultado de un proceso de deterioro que llevó al surgimiento y
consolidación de una clase burocrática con intereses propios. Después del
derrocamiento revolucionario del viejo orden, la ausencia de democracia
obrera reforzó el aspecto jerárquico de la división del trabajo, que se
convertirá en el caballo de Troya burocrático dentro de las filas
revolucionarias. Como señaló el líder comunista anti-estalinista Christian
Rakovsky en 1928:

"Cuando una clase toma el poder, una de sus partes se convierte en agente de
ese poder. Así surge la burocracia. En un estado socialista, cuando la
acumulación capitalista está prohibida para los miembros del partido
dirigente, esta diferenciación comienza como funcional; más tarde se
convierte en social. Pienso aquí en la posición social de un comunista que
tiene a su disposición un coche, un bonito apartamento, vacaciones
regulares, y está recibiendo un salario máximo autorizado por el partido;
una posición que difiere de la del comunista que trabaja en las minas de
carbón y que recibe un salario de cincuenta a sesenta rublos mensuales (...)
La función ha modificado el órgano; es decir, la psicología de los
encargados de las diversas tareas de dirección en la administración y en la
economía del Estado ha cambiado hasta tal punto que no sólo objetiva, sino
también subjetivamente, no sólo materialmente sino también moralmente, han
dejado de formar parte de esta misma clase obrera" (19).

Para los socialistas de hoy, un reexamen de la Revolución rusa debería ser
parte de un esfuerzo para iniciar la construcción de una teoría de la
política de una transición post-revolucionaria al socialismo a la luz de esa
experiencia.

* Samuel Farbe nació y se crió en Cuba y ha escrito muchos libros y
artículos sobre dicho país. Su último libro, The Politics of Che
Guevara:Theory and Practice. Es profesor emérito del Brooklyn College de la
City University de Nueva York. Texto traducido y originalmente publicado en
Trasversales 42 / octubre 2017 a partir de su versión original en inglés,
“One Hundred Years of thc Russian Revolulion: A Retrospeclive View” en New
Politics, Summer 2017, XVI, No. 3, 10-17,
newpol.org/content/one-hundred-years-russian-revolution-retrospective-view

Notas

1.Thomas Harrison, "Socialism and Homosexuality," New Politics (No. 46,
Winter 2009), 19-21; Sherry Wolf, "LGBT Political Cul-de-Sac: Make a
U-Turn," New Politics (No. 46, Winter 2009), 34.

2. Keith Rosenthal, "Disability and the Russian Revolution", International
Socialist Review, Parts I and II, Issue 102, Fall 2016, 71-91, Issue 103,
Winter 2016-2017, 89-109.

3. Stephen F. Cohen, Rethinking the Soviet Experience: Politics and History
Since 1917 (Oxford University Press, 1985), 5-6.

4. Chris Harman, "Russia: How the Revolution Was Lost", International
Socialism (1st series, No. 30, Autumn 1967), 8-17.

5. Así, cuando el 17 de enero de 1920 el gobierno bolchevique abolió la pena
de muerte, excepto en los distritos donde se llevaban a cabo operaciones
militares, la Cheka emitió una orden secreta instruyendo a sus funcionarios
para transferir prisioneros a la zona de operaciones militares donde podrían
ser ejecutados. Véase Lennard D. Gerson , The Secret Police in Lenin' Russia
(Temple University Press, 1976), 161.

6. Samuel Farber, Before Stalinism: The Rise and Fall of Soviet Democracy
(Verso, 1990).

7. Alexander Rabinowitch, The Bolsheviks in Power: The First Year of Soviet
Rule in Petrograd (Indiana University Press, 2007). El profesor Rabinowitch
es también autor de The Bolsheviks Come to Power: The Revolution of 1917 in
Petrograd (W.W. Norton and Company, 1978; con reciente reedición por
Haymarket Books).

8. Rabinowitch, 221.

9. Rabinowitch, 314 - 316.

l0. Rabinowitch, 330 - 331.

11. Rabinowitch, 340 - 341.

12. Steinberg, 1.N., In the Workshop of the Revolution (Rinehart and
Company, 1953), 97, 105.

13. Farber, 122-123.

14.  V.I. Lenin, The Revolutionary Proletariat and the Rights of Nations to
Self-Determination, Collected Works, vol. 21, August 1914 - December 1915
(Moscow: Progress Publishers, 1964), 408-09.

15. Para una descripción detallada de las opiniones críticas de Marx y
Engels sobre los jacobinos y el terror francés, véase Hal Draper, nota
especial C, "The Meaning of `Terror 'and `Terrorism' in Karl Marx' Theory of
Revolution, Volume III, "The Dictatorship of the Proletariat" (Monthly
Review Press, 1986), 360-374.

16. Rosa Luxemburgo consideraba que el jacobinismo conducía directamente a
las ideas putschistas de grupos pequeños propias del francés Blanqui y del
terrorismo nihilista del ruso Nechaev. Peter Nettl, Rosa Luxemburg, Abridged
Edition (London: Oxford University Press, 1969), 195 .

17 León Trotsky, "Part IV: Jacobinism and Social Democracy," in Our
Political Tasks, www.marxists .org/archive/trosky/1904/tas ks/ch .05 .htm En
este folleto, Trotsky observa con astucia que los jacobinos eran utópicos e
idealistas que tenían "total desconfianza hacia las personas reales. La
'sospecha' era el metodo inevitable para servir a la Verdad", lo que
contrastaba con lo que Trotsky veía como la "confianza revolucionaria " de
la socialdemocracia.

18. Para una discusión más completa del "cuasi jacobinismo" véase Farber,
208-215.

19.. Christian Rakovsky, “The Professional Dangers of Power" en Tariq Ali
(ed.) The Stalinist Legacy (Middlesex, England: Penguin Books, 1984), 49,53.

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