Venezuela/ ¿Por qué volvió a ganar el chavismo? [Manuel Sutherland]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Oct 22 17:22:12 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

22 de octubre 2017

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Venezuela

¿Por qué volvió a ganar el chavismo?

Contra todos los pronósticos, el mapa venezolano se pintó otra vez de rojo.
¿Qué pasó el 15 de octubre?

Manuel Sutherland *

Nueva Sociedad, octubre 2017

http://nuso.org/

El pasado domingo 15 de octubre fue un día muy especial en Venezuela. Contra
casi todos los pronósticos, el oficialista Partido Socialista Unido de
Venezuela (PSUV) obtuvo un triunfo holgado en las elecciones para
gobernadores y dejó a la oposición contra las cuerdas. En el medio de la
crisis económica más fuerte en la historia moderna del país, el gobierno
pudo asestar un duro golpe a la moral de la oposición que aseguraba
representar al 85% del electorado y obtuvo 18 de las 23 gobernaciones en
juego. Completamente atónitos, gobiernos de Estados Unidos, España,
Argentina y de otros países hostiles al chavismo, declararon írrita la
elección y victimizaron a los vencidos. Cabría preguntarse cómo, por qué y
cuándo se gestó una derrota tan inesperada por la «comunidad internacional»
antichavista y cuáles son las perspectivas para un futuro inmediato que se
torna aciago para quienes enfrentan al gobierno.

La olímpica negación estatal de la peor crisis económica de la historia

Toda oposición en el mundo soñaría competir en unas elecciones contra un
gobierno cuyos resultados económicos son tan catastróficos. Desde el
gobierno se niega la crisis y se insiste en ver todo lo que ocurre como una
serie de conspiraciones para sabotear al gobierno que lucha contra una
«guerra económica» mundial. Sus voceros ideológicos dicen (textualmente):
«Repetimos: no estamos ante una crisis económica».

Desgraciadamente para quienes vivimos en Venezuela, es menester decir que
por cuarto año consecutivo el país presentará la inflación (aún no
publicada, pero estimada en cerca de 400% para la mitad del año 2017) más
alta del mundo (en 2015 fue oficialmente de 181% y en 2016 se estimó en
274%). El déficit fiscal es de dos dígitos (por sexto año consecutivo), el
riesgo país elaborado por JP Morgan es el más alto del globo (3.193 puntos),
la cantidad de reservas internacionales es más baja de los últimos 20 años y
asistimos a una tremebunda escasez de toda clase de bienes y servicios
esenciales (alimentos y medicinas). Los cálculos más moderados afirman que
desde 2008 hasta 2016 hay una caída acumulada del PIB del 15,4%. La caída
del año 2012 hasta el 2016 es de 20,2 %. Las estimaciones más conservadoras
nos llevan a pensar que el PIB Per cápita para 2017 será tan bajo como el de
1961. Los números son tan negativamente abrumadores que el gobierno se ha
negado a publicarlos desde el tercer trimestre de 2015. La economía de
Venezuela jamás en su historia ha descendido por más de dos años
consecutivos; a la fecha, con toda seguridad tendremos 4 años de
decrecimiento.

Elecciones sorpresivas en una economía arruinada

Las elecciones realizadas hace pocos días debían realizarse –según la
Constitución– en diciembre de 2016. Y su aplazamiento generó fuertes
críticas de la oposición. Finalmente, hace unos meses el Consejo Nacional
Electoral (CNE) anunció que las elecciones se realizarían en diciembre de
2017 y que el 30 de julio se celebrarían elecciones para una Asamblea
Nacional Constituyente (ANC). Estas últimas se realizaron contra viento y
marea y ante la negativa de la oposición a participar, el gobierno tuvo una
plácida victoria en lo que se parecía más a una elección interna del Gran
Polo Patriótico (GPP), en el poder, que a una elección general.

La ANC, o como la apodan los chavistas amigos del Western, la peacemaker,
vino a derrotar por completo al movimiento insurreccional opositor, que
estuvo casi 4 meses en las calles intentando derrocar al presidente Nicolás
Maduro con toda clase de estrategias, por momentos similares a las de la
Primavera Árabe y a las «revoluciones de colores». Las movilizaciones
masivas y pacíficas concluyeron en una suerte de aventura golpista de un
sector de la oposición que contó con descarado financiamiento desde EEUU y
Colombia, y que acabó en una derrota trascendental que vació las calles de
Caracas.

Fue así que con la ANC en las mieles del triunfo, pese a los
cuestionamientos a su elección, el gobierno decidió adelantar las elecciones
regionales originalmente postergadas en aras de mantener la llama viva del
chavismo de base que apoya incondicionalmente a un gobierno que lo considera
suyo.

El Consejo Nacional Electoral (CNE), ni corto ni perezoso, procedió al
adelantamiento electoral con una celeridad que contrastaba con el tiempo que
se tomó para evaluar las firmas entregas por la oposición en 2016. A la
carrera, el CNE procedió a organizar las elecciones y aprovechar el momentum
político de auge del gobierno. En tales circunstancias, la campaña electoral
en sí misma duró alrededor de dos semanas y a la oposición en bloque no le
quedó otra que asistir a los comicios y organizar unas apresuradas
elecciones primarias para elegir a sus candidatos.

Creyéndose las propagandas que ellos mismos construyen y a los encuestadores
que ellos mismos pagan, la Mesa de Unidad Democrática (MUD) pronosticaba
obtener el 90% de las gobernaciones, aun cuando denunciaban el ventajismo y
el uso obsceno (diríase, pornográfico) de los recursos del Estado por parte
del PSUV. Con una soberbia a toda prueba, desdeñaron entonces las
herramientas fundamentales del gobierno, una tríada compuesta por:

1. La engrasada maquinaria electoral del PSUV en franco maridaje con la
distribución de prebendas clientelares

2. La aceitadísima maquinita de imprimir dinero inorgánico (el aumento en la
base monetaria emitida por Banco Central de Venezuela (BCV) para el período
1999- junio de 2017 fue del 331.131,39%, es decir, un aumento de más de
3.311 veces)

3. La postergación del ajuste macroeconómico y el mantenimiento de subsidios
del 99,99 % al precio de la gasolina, transporte, agua etc. que hoy son casi
gratuitos (un huevo equivale a tres o cuatro tanques de gasolina de un auto
particular).

Esa tríada ha sido perfeccionada por el gobierno y ha mutado en una
descomunal forma de biocontrol. Esa forma de control del metabolismo social
se demuestra particularmente potente en las regiones donde el Estado es la
única fuente de empleo e ingresos y hay muy pocas empresas privadas. En
circunstancias en las cuales miles de personas sufren de una penosa
inanición, las políticas descritas en la triada son especialmente efectivas.
Sin necesidad de extorsionar o chantajear a la población más empobrecida, la
expansión del gasto público clientelar funge como un igualador social muy
eficaz y muestra un camino de ascenso social vertiginoso a quienes tan
siquiera administren alguna micro dádiva que el gobierno suelta, a través de
las mil y un formas de clientelismo popular que ha diseñado con esmero y
detalle.

Poco atenta ante lo evidente, la oposición se sentía excesivamente confiada
y se limitó a hacer una propaganda electoral mediocre y aburrida. Los
resultados la abofetearon con singular virulencia.

Sorpresas

La noche del día 15 de octubre vino con una sorpresa. El mapa del país se
tiñó de rojo, el gobierno ganó 18 de 23 gobernaciones (con 54% del voto
nacional y una participación record del 61% del padrón electoral) y la MUD
lució acéfala, sin liderazgo y completamente abrumada por una realidad que
se niega a reconocer.

Aun cuando la oposición se cansó de denunciar el ventajismo en el uso de
recursos del Estado para hacer campaña, se quejó de las inhabilitaciones
políticas a varios de sus partidarios, protestó porque el CNE recortó los
plazos para hacer sustituciones de candidatos (impidiéndoles borrar a
quienes habían perdido las primarias), reclamó por reubicación de centros
electorales (715.502 ciudadanos fueron afectados por el proceso de
reubicación), tenía la certeza del triunfo, más allá de toda evidencia
empírica.

El mismo 15 de octubre la MUD denunció que algunos colectivos chavistas
agredieron a votantes con «aspecto de opositores» en zonas de mediano y alto
poder adquisitivo y que hubo amedrentamiento en unos centros de votación.
Sin embargo, a ningún opositor se le ocurrió que perderían de esa forma. La
derrota metió a la oposición en un laberinto y la supuesta desaparición del
voto chavista devenía en un espejismo. Además evidenció como falsa la
creencia de que la mencionada triada que sostiene al gobierno era
inefectiva.

El primer instinto fue cantar «fraude», decir que habían ganado al menos 15
gobernaciones y que el gobierno se las había «robado», a pesar de las 14
auditorías (el venezolano es el sistema electoral más auditado del mundo) en
las que ellos participaron activamente; a pesar de que sus testigos de mesa
estuvieron en todo el proceso y a pesar de que el proceso es uno de los
pocos en donde se abren las cajas de votación al final del día y se hace una
auditoría en caliente. En el país no hubo una sola denuncia de disparidad
entre el conteo manual y el que ofrecieron la máquinas de voto electrónico
(con respaldo en papel). La elección fue acompañada incluso por 1.300
observadores internacionales de diversas tendencias. Ninguno hizo denuncias.

Los resultados fueron generalmente abiertos a favor de los candidatos del
chavismo por 6, 10 y hasta 30 puntos de ventaja, y en los sitios en que ganó
la oposición la lucha tampoco fue cerrada. La única sombra posterior a la
votación fue el retraso en la proclamación del candidato oficialista en el
estado Bolívar, donde se encuentra el arco minero. Allí, el candidato MUD
dijo que le hicieron fraude y que la totalización no coincidía con las actas
que él tiene. Esa sola gobernación va a ser sometida a un escrutinio más
profundo.

La tríada oficialista

Como lo hemos afirmado, la oposición parece haber actuado de espaldas a la
situación concreta del país. Obviando el enorme poder político que puede
desplegar la tríada oficialista, pensó en derrotar fácilmente al gobierno y
se ha estrellado con un muro. De manera dramática, ha recogido los frutos de
las desastrosas aventuras golpistas llamadas: «guarimbas+trancazos», suerte
de cortes de ruta que incluyeron armas, linchamientos y agresiones de todo
tipo a personas que son (o parecen fenotípicamente) chavistas. Esa oleada
destructiva que secuestró por meses a miles de personas en urbanizaciones
tapiadas con escombros y basura fue un factor importante en la disminución
del voto opositor. Los saqueos y el vandalismo fueron vistos con horror
incluso por opositores que los sufrieron. Los ataques a individuos y a la
pequeña propiedad privada perpetrados incluso por personeros del hampa común
pagados para sembrar el terror en las calles, se revirtieron como políticas
nefastas a los dos principales partidos que las protagonizaron: Voluntad
Popular y Primero Justicia. Estos hechos, junto con la dura represión
estatal, causaron 140 muertes y centenares de heridos.

El partido que representa a la socialdemocracia y que tomó una actitud
generalmente distante ante la anarquía virulenta de las «guarimbas»: Acción
Democrática (AD), fue el gran ganador dentro de la debacle al ganar 4 de las
cinco gobernaciones que cayeron en manos de la oposición en una elección en
la que la abstención de parte de la oposición mejoró las posibilidades de
los candidatos del PSUV.

Aprovechando este tren electoral de triunfos, el chavismo evalúa ahora
adelantar la elección para alcaldías para diciembre de este año. También
comenzó a barajar el plan de adelantar las elecciones presidenciales, que
debían realizarse a fines de 2018, para el mes de marzo. De insistir en los
errores del pasado, la soberbia y el irrespeto a las bases chavistas, y de
continuar subestimando en la práctica el populismo clientelar en la base más
empobrecida, la oposición puede perder nuevamente las elecciones y sus
posibilidades de sacar del poder al chavismo serán aún menores. 

* Economista e investigador del Centro de Investigación y Formación Obrera
(CIFO_ALEM) de Caracas, Venezuela.

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