México/ Es la campaña más violenta, pero los presidenciables no hablan de muerte [Eduardo Febbro]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Abr 22 14:00:57 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

22 de abril 2018

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México



La campaña es la más violenta, pero los presidenciables dicen muy poco sobre
el combate a los narcos



Los candidatos mexicanos no hablan de muerte



Un recorrido por las plataformas electorales se parece a un viaje por el
vacío. Frases grandilocuentes, arrebatos líricos contra la corrupción y la
violencia, pero de medidas muy poco. La campaña ha sido la más violenta.



Eduardo Febbro, desde Ciudad de México



Página/12, 22-4-2108

https://www.pagina12.com.ar/





Una de las muertes por violencia del crimen organizado en Acapulco, estado
de Guerrero.Una de las muertes por violencia del crimen organizado en
Acapulco, estado de Guerrero.Una de las muertes por violencia del crimen
organizado en Acapulco, estado de Guerrero.Una de las muertes por violencia
del crimen organizado en Acapulco, estado de Guerrero.Una de las muertes por
violencia del crimen organizado en Acapulco, estado de Guerrero.



Se cuentan los años como se cuentan los muertos. Uno, y el finito se detiene
por ahora en 200.000. Esa es la barbarie que dejaron en los últimos 12 años
los gobiernos de Felipe Calderón (PAN) y del saliente Enrique Peña Nieto
(PRI). En esa cuenta no entran aún las decenas de miles de personas que han
desaparecido, que fueron secuestradas, expoliadas o desplazadas. El horror,
sin embargo, no es un tema central en la actual campaña para las elecciones
presidenciales del próximo primero de julio. El espectro está presente pero
es una figura más que difusa en las propuestas de los candidatos. Muchos
analistas creen que estas elecciones no serán una más, sino un giro
histórico que, si se cumplen las alentadoras previsiones de las encuestas,
llevarán a la presidencia al candidato con perfil más progresista, Andrés
Manuel López Obrador, del partido Morena y al frente de la coalición Juntos
Haremos Historia. Esto rompería la hegemonía del PRI y la del PAN, el
partido que protagonizó en el año 2000 la alternancia con la elección de
Vicente Fox. Sin embargo, ni siquiera el candidato de Morena ha incluido en
su programa medidas visibles contra la violencia. Adelantó la idea de una
utópica y controvertida Guardia Nacional sin agregar otra substancia. Los
tres principales candidatos, Obrador, Ricardo Anaya (coalición Por México al
Frente) y José Antonio Meade, (PRI) evocan la violencia de forma tangencial
y esbozan con la punta de los labios un abanico de lugares comunes que en
ningún caso constituyen un programa.



Estas son las elecciones más opulentas de la historia mexicana y también las
más sangrientas: además del presidente se renuevan 9 gobernaciones y se
eligen a más de 3.000 cargos. La campaña ha sido igualmente la más violenta
que se ha conocido: según detalla un informe elaborado por la consultora
Etellekt, unos 80 políticos han sido asesinados desde que se inició la
mecánica electoral, el 8 de septiembre de 2017. El silencio de los
candidatos es de cementerio. Pese a ello, ninguno de los partidos ha estado
a salvo de los crímenes: el PRI sufrió 29 asesinatos, el PRD 16 y el PAN 8.
El país aspira a la paz, los candidatos no hablan de muerte mientras decenas
de personas mueren cada día con las ejecuciones del crimen organizado. Un
recorrido por las plataformas electorales de los candidatos se parece a un
viaje por el vacío. Frases grandilocuentes, arrebatos líricos contra la
corrupción y la violencia, pero de medidas muy poco. “No contamos con una
estrategia centralizada”, comenta Rubén Salazar, experto en seguridad y
director de la consultora Etellekt. En uno de sus mítines, López Obrador
evocó “una estrategia equivocada” frente a la violencia sin llegar a definir
cuál sería la buena. Hay como una realidad doble, un pliego sobre el otro a
cuya profundidad sólo acceden un puñado de mediadores.



Uno de ellos es el padre Salvador Rangel, el obispo de la diócesis de
Chilpancingo situada en el Estado más mortífero del país, Guerrero. Desde
2017 hasta hoy, 12 precandidatos o candidatos fueron asesinados. El padre
Rangel tuvo que hacer lo que ninguno de los políticos de peso se anima a
realizar: perderse en las sierras de Guerrero con el propósito de
“agradecer” al capo de los narcos su disposición para con los ciudadanos y
negociar una suerte de tregua en lo que queda de campaña electoral. El jefe
aceptó, pero puso un paquete de condiciones. Según reveló el padre Rangel,
le pidieron que los políticos no usaran la plata “para comprar votos” y que,
al cabo de las elecciones, los candidatos que ganaron “cumplan con sus
compromisos”. En Guerrero, ser candidato a un puesto municipal puede
equivaler a una sentencia de muerte. Lo mismo que ser cura o esta, en algún
momento, en el lugar equivocado.



El padre Rangel no tiene miedo sino elocuencia. Cuando subió a la sierra lo
hizo en el helicóptero que pagaron los vecinos de Pueblo Viejo, un lugar
donde no aparece un uniforme ni dibujado. Rangel viajó el Viernes Santo para
agradecerle al jefe de los narcos que hubiera restablecido el agua y la
electricidad. Una vez con él enfrente negoció la tregua: basta de asesinatos
contra los candidatos en el actual curso electoral. No era la primera vez
que andaba por esos parajes. El obispo llegó a la diócesis de Chilpancingo a
mediados de 2015. Apenas pisar ese suelo conoció el horror. Allí operan los
grupos más violentos del Estado de Guerrero: Los Ardillos, Los Rojos, la
Familia Michoacana, El Cártel de la Sierra, Los Tequileros, Los Guerreros
Unidos, Los Caballeros Templarios. Además de mediar entre el cielo y la
tierra Rangel hizo de intermediario entre la vida y la muerte. El mismo
contó, para que no lo acusaran de complicidad con el narco, que sus andanzas
por la sierra comenzaron hace dos años cuando un sacerdote lo interpeló para
que le salvara la vida: los narcos lo tenían amenazado. Entonces, gracias a
una monja que le indicó el camino, fue a la sierra a pedir por la vida del
sacerdote amenazado. El padre se convirtió en un hombre de misiones
difíciles cuyas palabras cortan como guadañas. Primero medio por la vida del
sacerdote, luego intentó negociar los conflictos entre grupos de narcos
rivales para bajar la violencia, después negoció un alto el fuego electoral.
En 2017, el Papa Francisco lo puso al frente de la diócesis de Ciudad
Altamirano mientras nombraba a un sucesor de Máximo Martínez Miranda, el
obispo anterior que dejó su cargo porque le habían asesinado a tres
sacerdotes y lo intentaron secuestrar. Rangel es el interlocutor de los
narcos para apaciguar aquellas tierras calientes y también la autoridad que
dice en voz alta, a menudo en las misas, lo que todo México habla en voz
baja: la alianza silenciosa entre los narcos y el poder político. Rangel
denunció que “varios diputados y presidencias municipales fueron impuestas
por los narcos”. Sus palabras son, cada vez, un latigazo sobre la conciencia
del país. Hace poco declaró: “Guerrero está en manos de los narcos. La
autoridad oficial ha sido substituida por los narcotraficantes”. Razón, en
muchos casos, no le falta. El caso más conocido es el de José Luis Abarca
Velázquez, el cruento Alcalde de Iguala que entregó las riendas de la
localidad a los Guerreros Unidos. Abarca es uno de los culpables “oficiales”
de la desaparición de los 43 estudiantes normalistas en septiembre de 2014.



Cuando el gobierno  ataca al Obispo por sus encuentros con los narcos,
Rangel responde:” ¿Por qué hablar de buenos y malos ?.  ¿Quiénes son los
malos ?”. En México muere todo el mundo y el obispo Rangel dialoga “con los
lobos para ver por qué matan al ganado”. A mediados de febrero de 2018 le
mataron a dos sacerdotes en una carretera de Taxco: Germain Muñiz e Iván
Añorve. En el Estado de Guerrero, en un sólo mes (enero) fueron asesinadas
138 personas. Entre 2013 y 2018, 23 sacerdotes cayeron bajo las balas en
todo el territorio mexicano. Detrás de tantos muertos no hay rostros de
culpables, ni siquiera una estrategia política definida por quienes aspiran
a dirigir el país. En las estadísticas oficiales, cada año es peor que el
anterior: en 2017 fueron asesinadas 29.168 personas (2. 318 en Guerrero). Se
cuentan los días, las semanas, los meses y los años, se cuentan los
gobernadores y los presidentes. Y lo que más se cuentan son los muertos, y
las tinieblas de impunidad y corrupción que aún protegen a quienes aprietan
el gatillo.

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