Brasil/ Perspectivas del lulismo: el "giro a la izquierda" del PT no pasará de un discurso [Danie Gatti - Esther Solano - entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Ene 26 14:21:25 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

26 de enero 2018

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Brasil

Lula condenado en segunda instancia

Estamos jodidos

Las chances de ser votado en las próximas elecciones presidenciales se
redujeron al confirmarse su sentencia, pero el ex presidente sigue siendo el
único candidato del PT. Aunque el partido gane las elecciones en octubre, es
probable que busque alianzas con la derecha para gobernar. Brecha conversó
con la politóloga Esther Solano, de la Universidad Federal de San Pablo,
sobre las perspectivas políticas de Lula y el PT, y las de la izquierda en
Brasil.

Daniel Gatti

Brecha, 26-1-2018

https://brecha.com.uy/

Las chances de ser votado en las próximas elecciones presidenciales se
redujeron al confirmarse su sentencia, pero el ex presidente sigue siendo el
único candidato del PT. Aunque el partido gane las elecciones en octubre, es
probable que busque alianzas con la derecha para gobernar. Brecha conversó
con la politóloga Esther Solano, de la Universidad Federal de San Pablo,
sobre las perspectivas políticas de Lula y el PT, y las de la izquierda en
Brasil.

No fue sorpresivo, pero sin dudas sí impactante: la ratificación por el
Tribunal Federal 4 de Porto Alegre de la condena por corrupción pasiva y
lavado de dinero impuesta al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva por el
juez Sergio Moro, para peor aumentándola (de 9,5 a 12 años y un mes de
prisión) y por unanimidad, pegó duro en el panorama político brasileño.
Fundamentalmente en ese 35 por ciento de ciudadanos que estaban dispuestos a
llevar por tercera vez al antiguo tornero mecánico a la presidencia en
octubre de este año. “Vamos a volver”, dijo Lula a la multitud reunida en
San Pablo para consolarlo y ovacionarlo después del fallo. “Y sin dudas
vamos a ganar”, agregó, luego de asegurar que la decisión del tribunal era
“una venganza de las elites”. “No exhibieron ninguna prueba para
condenarme”, pero “ellos”, dijo una y otra vez aludiendo, más que a los
jueces, a esas elites que los habrían comprado, “no soportaban más la ayuda
a los pobres del país, no era posible un país así, con un modelo que vivía
ayudando al pueblo trabajador. (…) Ellos nunca toleraron la unidad del
Mercosur, nuestra visita a 39 países africanos, la unidad con los países
latinoamericanos. (…) Ellos no admiten que un metalúrgico sin diploma haya
pasado a la historia como el presidente que más universidades construyó. (…)
Queremos poner al hijo de la empleada doméstica en el mismo lugar que al
hijo de la patrona, y eso no van a poder condenarlo en la justicia”.

En el Partido de los Trabajadores –fundado por Lula décadas atrás como una
formación de izquierda que vista con los ojos de hoy podría hasta ser
tachada de “radical”, y transformado bajo las gestiones del propio Lula y de
su sucesora Dilma Rousseff en una maquinaria electoralista que muy poco o
nada afectó los intereses de las elites– nadie está dispuesto a bajarle el
pulgar al político más popular del país. El PT no tiene plan B, ni C ni D.
Sólo plan L: plan Lula, dijo la presidenta del partido, Gleisi Hoffmann. “La
justicia civil no puede arrebatarle al pueblo la figura que más quiere”,
agregó la joven dirigente del PT, y confirmó que el 15 de agosto Lula será
inscrito como candidato ante las instancias electorales. “Son las únicas
que, llegado el caso, podrían invalidar su postulación”, afirmó.

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Lula cuenta con dos instancias judiciales más para poder revertir el fallo,
y luego con la posibilidad de apelarlo ante las autoridades electorales.

—Pero tiene todo en contra: es muy difícil que los tribunales superiores
anulen un fallo de este tipo, más aun cuando fue decidido por el voto
unánime de los jurados, y es muy probable que la justicia electoral también
lo ratifique, porque la legislación brasileña invalida las postulaciones de
los condenados en segunda instancia y porque también es verdad que la
justicia brasileña está politizada y a Lula se la tienen jurada –dijo a
Brecha la investigadora española residente en Brasil Esther Solano, doctora
en ciencias sociales por la Universidad Complutense de Madrid y profesora de
relaciones internacionales en la Universidad Federal de San Pablo–. La idea
del PT es de todas maneras ganar tiempo y aprovechar al máximo a Lula para
que haga campaña, recorra el país y que pueda, en caso en que se invalide su
candidatura en agosto o setiembre, transferirle su enorme popularidad a
algún otro dirigente del partido.

—¿Esa estrategia no sería contraproducente para el propio PT? ¿Cómo haría
para lograr que un candidato alternativo “prenda” en la gente en apenas unas
semanas de campaña?

—El problema es que no cuenta con nadie con una popularidad ni siquiera
cercana a la de Lula. La popularidad de Lula es infinitamente mayor que la
de su partido, que ha ido perdiendo peso en todos lados, sobre todo en sus
bastiones tradicionales de las periferias urbanas. Además, quienes aparecen
con más posibilidades de convertirse en candidatos del partido están también
involucrados en investigaciones por corrupción en el marco de la operación
Lava Jato. Y hay otro factor: si hoy el PT designara a alguien en vez de
Lula, ese alguien sería objeto de una campaña demoledora de parte de los
grandes medios de comunicación, que en el clima de polarización que reina en
Brasil se han alineado claramente en contra del petismo. También por ese
lado al PT le conviene retrasar la nominación de otro candidato: para
protegerlo lo más posible.

Solano piensa que la afirmación del actual presidente Michel Temer –que en
el plano de la popularidad se encuentra en las antípodas de Lula: es uno de
los políticos con menor nivel de aprobación, apenas 4 por ciento–, de que él
preferiría “derrotar a Lula políticamente” y no en los tribunales, es una de
las tantas incoherencias de los promotores de la operación Lava Jato. No han
marchado a la cárcel políticos contra los cuales sí hay pruebas fehacientes
de corrupción, y Lula, desde la presidencia, es probable que perdonara a
muchos, señala la investigadora. Además hay una paradoja: las elites quieren
desembarazarse de Lula, pero nunca como en los períodos de gestión del PT
esas mismas elites estuvieron tan bien. La universitaria española está lejos
de ser la única en pensar eso. Es más, ese es un dato de la realidad
reconocido sin problemas por dirigentes del Partido de los Trabajadores:
bajo las administraciones de Da Silva y Rousseff, si bien los pobres más
pobres aumentaron sus ingresos y muchos de ellos salieron de la extrema
miseria a golpe de bombazos asistencialistas, los ricos más ricos no fueron
molestados. El PT, incluso, gobernó con ellos y los favoreció, al punto de
que grandes empresas brasileñas trasnacionalizadas, como Jbs, Odebrecht,
Oas, deberían estarle agradecidas. “El PT no sólo gestionó el país en
contubernio con los más ricos, también incorporó sus prácticas y se olvidó
de defender los verdaderos intereses de los más pobres y de los
trabajadores”, aseguró hace un tiempo el veterano activista Jair Krischke,
presidente del Movimiento de Justicia y Derechos Humanos de Porto Alegre.
Solano lo dice con otras palabras: “El gobierno de Michel Temer acentuó el
poder de los empresarios con leyes como la reforma laboral, las
tercerizaciones y la que pretende aprobar de reforma de la seguridad social,
y con una serie de políticas regresivas, pero las elites ya tenían capturada
la economía y la política brasileñas. El PT no tocó la estructura de la
propiedad agraria, no hizo reforma alguna del sistema político, ni siquiera
rozó el poder desmedido de los grandes medios de comunicación. Se propone
hacerlo ahora, después de que el grupo O Globo lanzara la campaña en su
contra, pero ese grupo recibió muchísimo dinero bajo los gobiernos de Lula.
De la misma manera que las grandes empresas, O Globo se le dio vuelta”. Lula
nunca fue uno de los suyos, y además dejó de serles funcional.

***

Solano piensa que así como a la centroderecha y a la derecha no les conviene
desde el punto de vista electoral una candidatura de Lula porque con su
carisma el antiguo dirigente sindical metalúrgico arrasaría a quien será
probablemente su potrillo –el gobernador de San Pablo Gerardo Alckim, del
Psdb del ex presidente Fernando Henrique Cardoso–, el ultraderechista Jair
Bolsonaro no vería con tan malos ojos una postulación del ex presidente.
Bolsonaro está hoy segundo en los sondeos, con 17 por ciento de las
intenciones de voto, lejos de Lula, pero apunta a crecer chupando votos en
sectores que fueran, más que del PT, de su líder. Ex votantes de Lula que se
acercaron al ex presidente no por sus planteos ideológicos sino por su
personalidad, por el hecho de percibirlo como salido de sus propias raíces
populares, hoy se inclinan por Bolsonaro. “Su prédica es muy simple: se
presenta como el único dirigente político ajeno a las tramas de corrupción y
como el único capaz de combatir la inseguridad en un país con 60 mil
homicidios anuales. Mano dura contra la delincuencia, mano dura contra la
corrupción, y mano dura contra los rojos, esa es su receta, e identifica al
lulismo como el artífice de esas tres ‘plagas’.” Con Lula fuera de juego su
camino se le allanaría, sin duda, pero con Lula adentro el ex policía,
famoso por sus dichos racistas, sexistas, homófobos y su defensa de la
dictadura, plantearía un cuerpo a cuerpo que podría favorecerlo. “Tiene
también mucho carisma y está creciendo en las periferias, entre los jóvenes
y también en grandes ciudades como San Pablo, en todas esas franjas donde ha
calado hondo la narrativa de que el PT es el partido más corrupto de Brasil.
Si llega a la presidencia, seguramente gobernará también con las elites y
los sectores más rancios, además de darles mucho poder a los militares, pero
los políticos tradicionales le temen tanto como le teme el lulismo.”

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Solano define a Bolsonaro como “una versión empeorada de Donald Trump”. El
brasileño tiene al estadounidense como su referente ideológico, y ambos son
parte de esa nueva derecha occidental pop, blanca, heterosexual, machista,
desenfadada, que se anima a decir cualquier cosa de cualquiera, se siente
acosada por las minorías de todo pelaje, reivindica la pena de muerte y se
mueve sobre todo en las redes sociales. Bolsonaro llega más a los jóvenes
(su electorado es en 60 por ciento menor de 30 años) que Trump, y el magnate
estadounidense maneja mucho más dinero que el ex policía militar paulista.

En las calles brasileñas esa nueva derecha la integrarían también algunas
iglesias evangélicas o movimientos como Brasil Libre, que son
particularmente agresivos y gritan su odio al rojo, al negro, al gay, a los
inmigrantes, a las mujeres.

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El giro a la izquierda, o en todo caso la apelación al voto de izquierda que
es probable que el PT y su hasta ahora candidato hagan en los próximos meses
de cara a la elección de octubre, no pasará de un discurso, prevé Solano. No
tendrá sustancia, y no sólo porque en Brasil hoy no se están discutiendo
programas ni hay debate ideológico alguno. El PT está capturado por Lula, y
si bien Lula es su único apoyo para crecer, también es su límite. Lula no ha
permitido la emergencia de nuevos líderes, y además ha marcado al partido
con su impronta, y ésta no es de izquierda: la abandonó hace mucho tiempo y
no la retomará. La prédica del PT, si así se le puede llamar, gira en torno
a la figura de su líder carismático y a la persecución política de que sería
objeto. No más que eso.

Por otro lado, en el hipotético y muy lejano caso de que volviera a
gobernar, la tendría muy difícil porque aquel ciclo económico del cual se
benefició una década atrás, cuando los precios de los commodities crecían y
el dinero que ingresaba a las arcas del Estado permitía solventar los
programas sociales de las administraciones del PT, ya no está, y Temer ha
privatizado empresas que daban recursos al Estado y aprobado una legislación
regresiva.

—¿Con quién gobernaría el PT hoy, qué arco de alianzas defendería?

—La gran duda es cómo el PT podría recuperar aquel gran voto popular que
perdió. En las concentraciones de apoyo a Lula que han tenido lugar en estos
días en varias ciudades, incluso las más grandes, estaban los sindicatos,
algunos movimientos sociales tradicionales, como el Mst, pero no aquella
masa no organizada que constituyó su base. Esa estaba ausente.

Por otro lado, los grandes movimientos sociales de hoy, como el de las
mujeres, que ha tomado mucha fuerza, el de los jóvenes de la enseñanza
secundaria, que ha protagonizado una ola de ocupaciones de liceos, o el de
los negros, no tienen vasos comunicantes con los partidos políticos. Con el
PT se miran de reojo. Los jóvenes se politizaron, además, en la época del PT
de Dilma, cuando se aplicaron reformas muy conservadoras, incluso de
derecha, que Lula por supuesto avaló. A esos adolescentes es imposible que
les propongas una interlocución con el PT, no lo consideran siquiera un
partido de izquierda. Reconstruir ese canal parece muy complicado.

Y está el tema de las alianzas de clase. En sus giras, sobre todo por el
nordeste, Lula ha buscado aproximarse a los viejos líderes locales del Pmdb,
ese partido que ha operado para ser la llave de todos los gobiernos, del
signo que sean, apunta Solano. Hay dos Pmdb: el de Michel Temer, que
evidentemente está muy alejado del lulismo, y el de Renán Calheiros, el
presidente del Senado, ligado a las oligarquías del nordeste. Ese sector ya
ha dicho que estaría dispuesto a gobernar con Lula, pero hay que imaginarse
qué puede dar eso, cuando gran parte de las bases sociales del PT, y de su
propio líder, han sido los trabajadores del nordeste, opuestos a esas
oligarquías, que los combaten y los asesinan.

—Una razón más para considerar que no habría ni la más mínima esperanza de
un giro a la izquierda en caso de un hipotético quinto gobierno del PT o
tercero de Lula.

—Sí, claro. También hay que tener en cuenta que es muy difícil gobernar en
Brasil con la estructura de partidos y parlamentaria que tiene. A la próxima
elección se van a presentar 34 partidos, algunos de ellos casi inexistentes.
Nadie puede gobernar solo, pero para el PT está planteado el problema de su
reestructuración, y para la izquierda el de su refundación.

***

Tras el fallo, Krischke comentó a la página web de la Rel-Uita que le
extrañó la distancia que había entre las bases del PT que se trasladaron a
Porto Alegre a respaldar al ex presidente y la dirigencia del partido. “Al
salir de la corte, los abogados defensores eran buscados por la prensa y
brindaron una conferencia en el Hotel Sheraton, donde se alojaban junto a
Lula y los principales líderes del PT. Para mi asombro veo que en la sala
dispuesta para las declaraciones a los medios aparecía el cartel del bufete
de abogados. Mientras tanto los militantes se alojaron en carpas en la zona
cercana a la Corte. Una imagen muy alegórica de la gran distancia entre
cúpula y bases que creo que explica la efervescencia de las movilizaciones
en Brasil”, observó.

Si hay un “pecado”, una falta mayor, del Partido de los Trabajadores, es no
haber sabido, querido o podido construir una hegemonía cultural alternativa
en Brasil, piensan tanto Esther Solano como Jair Krischke. “Después de la
crítica a su política de conciliación, esa es la segunda crítica principal
que se le hace habitualmente a Lula”, afirma la investigadora hispana. “Para
Lula, construir ciudadanía entre los más pobres equivalía a aumentar su
capacidad de consumo, permitirles acceder a mayor cantidad de bienes. Fue lo
que sucedió, pero no hubo una construcción ‘cultural’ distinta. La hegemonía
cultural, de hecho, está hoy más que nunca en manos de la derecha. La calle
es de la derecha, que ha impuesto además un discurso clasista, de odio, de
marginalización, como nunca antes. En resumen, estamos jodidos.”

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