Irán/ Un Estado asesino con el apoyo de la izquierda "antiimperialista" occidental [Maryam Fathi - entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Ene 28 12:19:42 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

28 de enero 2018

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Irán

Con la periodista kurda Maryam Fathi

El “engaño” del gobierno de Irán

Las manifestaciones populares más grandes desde 1979, que movilizaron a
amplios sectores de la sociedad a principios de 2018 bajo la consigna “Pan,
trabajo, libertad”, habrían sido coordinadas, según el régimen, por “los
enemigos de Irán”. Esta tesis es defendida también por Nicolás Maduro, quien
denunció la injerencia de Israel y de Estados Unidos e hizo “votos para que
el pueblo y el gobierno de ese país hermano sigan construyendo y afianzando
su propio modelo soberano de país”. Fathi, activista y refugiada kurda de
Irán, rechaza esta lectura: “Me sorprende cuando veo a los partidos de
izquierda occidentales apoyando un Estado como el iraní, tan asesino, tan
autoritario”, dijo en conversación con Brecha. Periodista y activista por
los derechos de la mujer en el Kurdistán iraní, Maryam Fathi hubo de
emprender el camino del exilio ante el riesgo de ser encarcelada. Desde 2011
vive como refugiada política en el País Vasco, donde milita en la asociación
vasco-kurda Newroz.

Alvaro Hilario Pérez de San Román

Brecha, 26-1-2018

https://brecha.com.uy/

—¿Cuáles han sido los motivos de las protestas con que Irán recibió el nuevo
año?

—Los problemas económicos fueron el detonante y, en concreto, el anuncio del
actual presidente, Hasan Rouhani, en el parlamento iraní, de que su nuevo
programa económico, su presupuesto, destina el 50 por ciento de los recursos
a sostener las operaciones militares fuera de las fronteras de Irán. En las
protestas la gente pedía que se olvidaran de Líbano, Siria y Yemen (donde
son conducidas estas operaciones) y que pensara en Irán. Están expoliando al
pueblo para mantener su actual política internacional. La solidaridad con
los pueblos que sufren la guerra es algo diferente a oponerse al envío de
fondos a grupos armados o al Estado sirio. Al mismo tiempo, las partidas
para educación, por ejemplo, eran ridículas en Irán, incapaces de satisfacer
las necesidades de la población.

El problema económico iraní es grande, grave: el 80 por ciento de la
población se encuentra bajo el umbral de la pobreza. Una de las políticas
empleadas por el régimen para perpetuarse en el poder ha consistido en
empobrecer a la población. En su opinión, una población hambrienta y
preocupada por sus necesidades materiales inmediatas no puede ocuparse de
asuntos políticos. Pero, obviamente, no se pueden separar política y
economía, más teniendo en cuenta la importancia que el Estado persa concede
a esta última. Son muchos los años que Irán lleva aguantando el aislamiento;
teniendo dificultades para vender su petróleo y su gas; teniendo problemas
políticos con la Unión Europea y Estados Unidos, que han llevado a la firma
del acuerdo en materia nuclear, acuerdo que no puede resolver décadas de
problemas económicos. Irán tiene un gobierno teocrático radical, portador de
una ideología como la del Estado Islámico; no hay esperanza de cambio con un
gobierno así. Las protestas se dan porque la gente no la tiene. Los jóvenes
no pueden escuchar música en la calle. La gente está triste, la gente tiene
hambre. No hay libertad alguna.

—¿Qué diferencia guardan estas protestas con las de 2009?

—Hay diferentes análisis sobre las últimas protestas en Irán. Desde Europa,
desde el exilio, se piensa que están orquestadas desde fuera, por Estados
Unidos o Arabia Saudita. Por otro lado, los reformistas y los conservadores
se acusan mutuamente. Pero en realidad estas protestas comenzaron en la
ciudad de Mashad, símbolo del nacionalismo persa. Un lugar donde el ex
presidente Majmud Ajmadineyad tiene muchos simpatizantes y quién sabe si
tuvieron parte en el comienzo de las protestas. Lo que está claro es que a
las pocas horas de su inicio la gente se levantó en otras ciudades y
pequeños pueblos donde no había habido ninguna manifestación desde la
revolución de 1979. Ni reformistas ni conservadores esperaban que la
revuelta se extendiera con tanta rapidez y en tantos lugares de Irán.
Tampoco podían imaginar la masiva presencia de jóvenes y mujeres, de la
clase trabajadora, en primera línea. Desde la caída del sha, repito, no se
habían dado protestas tan grandes, y menos aun en los cuatro puntos
cardinales de Irán: Baluchistán, Kurdistán, las tierras de azeríes y árabes,
Teherán…

La diferencia con las protestas de hace nueve años es que entonces fueron
lideradas por el ala progresista del régimen y sólo se dieron en el centro
de Irán, en Teherán; no llegaron a otras comunidades.

Nacieron, por otro lado, de las diferencias políticas entre los dos sectores
del régimen. Las recientes son una erupción que estaba larvada, que se venía
gestando y que tiene entre sus destinatarios tanto a los conservadores como
a los reformistas, quienes en 2009 consiguieron apagar el descontento con la
promesa de nuevas leyes y llevar a la población a las elecciones, a votar,
otra vez más, al mismo Estado, la misma ideología. Si hoy en día hubiese un
referéndum en Irán, los líderes ultrarreligiosos –teócratas– actuales no
ganarían. Sobreviven gracias a la represión, las ejecuciones, las torturas,
la cárcel, al empobrecimiento de la sociedad, a sus intervenciones en otros
estados de Oriente Medio.

Son bastantes los lugares de la región donde se está dando un cambio
político radical. Hasta la fecha, Irán ha conseguido mantenerse alejado de
él, gracias, entre otros factores, a su política internacional que ha
causado tantos y tan graves problemas, por ejemplo en Siria y Yemen, y que
desvía la atención internacional de cuanto sucede en el interior de Irán.

—¿Cuáles son los intereses del Estado iraní en Siria?

—Por un lado está la política de bloques, con Siria, Rusia, China e Irán de
una banda, y Arabia Saudita, Estados Unidos, Israel y Turquía, de otra. Por
otro, está el deseo de Irán de llegar al Mediterráneo: su idea es crear una
suerte de corredor chiita, una media luna chiita, a través de Siria e Irak,
respaldado por sus simpatizantes. Es también una forma de acercarse a Líbano
e Israel. Por eso a Irán le interesa tener buenas relaciones con el Estado
sirio.

—¿El hecho nacional es otro factor a tener en cuenta? Los persas no son
mayoría en Irán.

—El 60 por ciento de la población iraní está compuesto por balochis, kurdos,
árabes, azeríes (N de R: o azerbaiyanos), turcos, turcomanos. Los persas
ocupan la parte central del territorio. Irán es un Estado-nación teocrático
que sólo respeta la cultura persa y la religión islámica chiita. Las
protestas comenzaron en lugares significativos para la conducción del Estado
–Mashad, Isfahán (capital cultural de Irán), Qom (centro espiritual del que
han salido todos los líderes del régimen)–, lo cual muestra la gravedad de
la circunstancia, la crisis ideológica que se vive en el seno del poder.
Vista la situación en el corazón del Estado, los pueblos comprendidos en el
Estado iraní aprovecharon el momento y también salieron a la calle; de
hecho, la mayoría de las muertes se han producido en esta periferia: sólo en
la pequeña ciudad kurda de Kermanshah, por ejemplo, hubo siete muertos en
las protestas.

—Una veintena de muertos, miles de detenidos, ¿cuál es ahora la situación?,
¿qué perspectivas hay?

—El régimen, primero, suspendió todas las comunicaciones telemáticas, cortó
Internet. Son años en los que aplicaciones como Instagram o Telegram juegan
un papel importante para las movilizaciones, ya que no hay ningún medio de
comunicación que no esté bajo la tutela del Estado. No hay partidos de
oposición. No hay alternativa. Internet es fundamental para el intercambio
de opiniones, de informaciones, para formar grupos. Es algo bien sabido por
los líderes iraníes, que además de cortar Internet suspendieron grupos de
Instagram como Ahmed News, que tenía un millón de seguidores.

Lo siguiente fue militarizar las ciudades. Veintiún muertos en tan pocos
días no es cualquier cosa. Si la protesta interna continúa, habrá muchos más
muertos, porque el gobierno es capaz de masacrar a la población. Un gobierno
que realiza ejecuciones públicas es un gobierno genocida en potencia. Sólo
en 2016, según datos gubernamentales, ejecutaron a más de mil presos
políticos y sociales.

—¿Cómo se ve desde la disidencia el apoyo que parte de la izquierda
internacional (como en Argentina o Venezuela, por ejemplo) ha dado al
régimen iraní cuando éste se ve envuelto en problemas? ¿Qué se piensa del
argumento que atribuye la contestación interna a la injerencia de potencias
extranjeras?

—Los que hemos vivido casi toda nuestra existencia en Irán y conocemos al
régimen sabemos que la izquierda clásica, tradicional, está equivocada. El
gobierno de Irán no es anticapitalista ni antimperialista. No hay más que
ver la entente que forma con una potencia imperialista como Rusia. La
izquierda a la que me refiero lleva mucho tiempo engañada por el gobierno de
Irán. Pensar que Estados Unidos y Arabia Saudita están detrás de protestas
tan grandes –realizadas en más de 90 ciudades diferentes y en pueblos tan
pequeños que ni siquiera los líderes iraníes podían sospechar que sus
habitantes salieran a protestar– es una equivocación. Miles de personas
estaban en la calle; de creer en la intervención extranjera habría que
admitir que tienen controlado Irán. Que después de 40 años de silencio,
tanta gente, de tantos lugares, de tantas identidades, salga a la calle
desmiente esa idea.

Por otro lado, en Oriente Medio se está dando un cambio que también
alcanzará a Irán. Los kurdos sabemos muy bien que las potencias extranjeras
tienen sus intereses, que la guerra es una herramienta para realizar sus
políticas en Oriente Medio. Pensar que si la guerra llegase a Irán su
población ya no tendría que seguir aguantando el hambre, la humillación, la
injusticia, la violación de los derechos humanos, la represión, es una
equivocación. Por otro lado, apoyar a un Estado como el iraní es tanto como
apoyar a Estados Unidos. Los estados implicados en la guerra de la región,
los miembros de la coalición internacional, no van a llevar la democracia a
Irán. El pueblo iraní lo sabe y, además, no quiere seguir permitiendo las
políticas internas del régimen. Contra un sistema dictatorial hay que
luchar, pero hay que tener cuidado con los intereses de los estados
capitalistas en un lugar con tantas reservas de hidrocarburos y con un papel
geoestratégico tan importante, como el de Irán.

—Pareciera que la memoria colectiva de parte de la izquierda se congeló con
la caída del sha, y que olvidó tanto la contrarrevolución islámica como la
ejecución de más de 30 mil militantes de izquierda en 1988, al finalizar la
larga guerra contra Irak…

—La revolución que derrocó al sha Mohammad Reza Pahleví en 1979 fue
encabezada por los comunistas (Tudeh) y otros partidos de izquierda, como
Pmoi (Organización de los Muyahidines del Pueblo de Irán) y Fedayín. Quienes
hemos nacido y crecido en Irán sabemos que aquella revolución fue
secuestrada por los fundamentalistas religiosos, un hecho en el que Francia
y Gran Bretaña tuvieron mucho que ver. No olvidemos, por ejemplo, que
Jomeini vivía en Francia. Dada la contrarrevolución, la izquierda protestó:
una república islámica no era aquello por lo que habían luchado. La mayoría
de los militantes de izquierda fueron ejecutados, y quienes pudieron (como
los kurdos, muy activos entonces en las políticas del Tudeh) escaparon a las
montañas o al exilio. Yo nací después de estos hechos, y los he conocido, en
gran parte, gracias a la lectura. A los nacidos después de 1980 nos llaman
“la generación quemada”: porque nacimos bajo un régimen teocrático, tan
represor que no deja que la vida florezca; son generaciones sin futuro. Es
lo que le sucedió a la gente de izquierda: entraban a las ciudades de
Kurdistán (y de todo Irán), sacaban a los varones de sus casas y en la misma
puerta los asesinaban. También los mataban en las cárceles de Teherán,
Isfahán… Fue una masacre. El régimen no permite la disidencia. Los kurdos no
tenemos representación alguna; no tenemos oposición. Hay kurdos en
instancias gubernamentales, kurdos que están a favor del gobierno. Lo mismo
sucede con las mujeres: Irán es la cárcel de mujeres más grande del mundo.
El presidente Hasan Rouhani pertenece al ala de los reformadores, más
abierta, supuestamente, que la otra. Pero en su gabinete no ha habido
ninguna mujer, no hay ministras; porque las mujeres tampoco pueden ser
jueces, no pueden llegar a la presidencia… Me sorprende cuando veo a los
partidos de izquierda occidentales apoyando a un Estado así, tan asesino,
tan autoritario. Irán tiene problemas con los pueblos y naciones, con las
minorías religiosas y las mujeres, con los jóvenes.

—¿Hay por dónde atisbar una solución, una salida, la construcción de una
alternativa en Irán?

—La unidad entre los pueblos, conseguir autonomías democráticas, son
factores importantes. El 11 de enero el Parlamento Europeo acogió una
reunión de representantes de diferentes pueblos de Irán y diputados de
izquierda de Europa. El Partido por la Vida Libre en Kurdistán, Pjak,
propuso allí el confederalismo democrático como salida, como elemento para
el trabajo común. Se está trabajando para formar una confederación
democrática de pueblos de Irán; aunque sea en el exilio. De momento la idea
es llevar la iniciativa a Irán, organizar al pueblo, sensibilizarlo respecto
de estas propuestas, que puedan favorecer la aparición de autogobiernos. Hay
que promover la organización para acompañar nuevas protestas o para hacer
frente a problemas que puedan venir. Sabemos que no podemos esperar apoyo
externo ni un cambio de Teherán: no nos van a traer democracia, sólo más
problemas.

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