Brasil/Debates/ "La izquierda es rehén del PT y el PT es rehén de Lula" [Esther Solano - entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Jul 13 14:18:20 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

13 de julio 2018

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Brasil/Debates

 

Con la socióloga Esther Solano

 

Lula y después 

 

Sigue preso pero encabeza todas las encuestas de cara a las elecciones
presidenciales de octubre. Brecha conversó con Esther Solano, investigadora
de la Universidad Federal de San Pablo, sobre los intentos del PT por
liberar a Lula, las encrucijadas de la izquierda brasileña y la amenaza del
candidato ultraderechista nostálgico de la dictadura militar Jair Bolsonaro.

 

Marcelo Aguilar, desde San Pablo

Brecha, 13-7-2018

https://brecha.com.uy/

 

—¿Cuáles fueron las repercusiones políticas del forcejeo jurídico por la
liberación de Lula, el pasado domingo?

 

—Se puede analizar desde diferentes ángulos. Por un lado, para el público de
izquierdas, progresista y petista, lo que el PT hizo fue lanzar un mensaje
estratégico e inteligente que visibilizó nuevamente el carácter político de
la Operación Lava Jato. Aprovechó la eliminación de Brasil del Mundial y que
estaba de turno el juez Rogério Favreto, que es bastante conocido en el
ámbito petista, y que el PT sabía iba a acceder a la petición de hábeas
corpus. Un juez le da la razón a los abogados de Lula y de repente el juez
Sergio Moro (a cargo de la Lava Jato), que estaba en Portugal de vacaciones,
lanza un despacho urgente diciendo que Favreto no tenía ninguna competencia.
Creo que el PT estaba esperando esa reacción de Moro, le lanzó el anzuelo y
Sergio Moro lo mordió. Así consiguió trasmitir el mensaje de que la Lava
Jato está politizada.

 

Por otro lado, los antipetistas lograron difundir el discurso de que Favreto
es un juez ultrapetista comprado por el partido, y de que el PT está jugando
con la justicia.

 

Pero la masa, esa capa media silenciosa que no es de izquierda ni de derecha
a ultranza, se quedó con la imagen de una payasada judicial. Entonces la
imagen que llega a la población de forma general es de caos institucional en
el Poder Judicial, que está comprado por todos lados, y que no se puede
confiar en él, algo bastante riesgoso. El PT se colocó de nuevo en el juego
político con esta estrategia, pero la imagen que se lanza también a la
población es que la justicia es un caos.

 

—¿Se trató de un manotazo de ahogado del PT para liberar a Lula? ¿O puede
haber posibilidades por esta vía?

 

—Yo realmente creo que ahora mismo no hay posibilidades de que Lula sea
liberado. Lo que juristas próximos al PT visualizan es que probablemente va
a acumular más condenas, porque no podemos olvidar que vienen más procesos.
Hay un cierto consenso, por lo menos entre estos abogados que están cerca –y
obviamente es un consenso no dicho–, de que Lula se quedará en la cárcel. No
se percibe la posibilidad de que Lula sea liberado, y antes de la elección
es prácticamente imposible. Pero creo que lo que el PT está haciendo es
jugar sus cartas políticas. Tiene su peso pesado en la cárcel y a pesar de
su situación tiene un capital político inmenso, y está primero en las
encuestas. Entonces están tratando de politizar al máximo, hacer que el
nombre de Lula no caiga en el olvido, que continuamente esté rondando en lo
medular de la discusión, para acumular más capital político y que a la hora
de la verdad (en setiembre, cuando se resuelva oficialmente que Lula está
inhabilitado y haya que presentar otro candidato) sea suficiente como para
generar una transferencia de votos a otro candidato que les permita por lo
menos llegar a la segunda vuelta. Pero dentro del PT ya casi no se juega con
la idea de que Lula vaya a ser liberado. Este último movimiento dejó muy
claro que el aparato del Poder Judicial no va a dejar que se presente a la
elección. Mostraron las cartas. Por un lado el Poder Judicial, que está
totalmente alineado con que Lula no sea liberado, y por otro el PT, que va a
jugar hasta el último momento por hacer fuegos de artificio político. Esa
será la dinámica de ahora en adelante.

 

—Hasta presentar el tan discutido Plan B…

 

—Es que el PT no tiene otra alternativa: tiene que jugar a eso hasta el
final. El Plan B es la encrucijada petista sin salida, porque postular a
otro significaría admitir que Lula no va a ser candidato, pero hacer eso
sería una doble derrota para el PT. Primero, porque su gran capital político
quedaría en segundo plano, a pesar de que tiene una intención de voto del 30
por ciento y lidera todas las encuestas. Segundo, porque si hace eso está
admitiendo que la Lava Jato es justa. Significa admitir la derrota y las
sentencias de Moro y del Tribunal Regional Federal de la 4a Región (Trf-4).
El PT tiene que seguir detrás de Lula porque es su gran líder, y porque en
el fondo la expresión electoral de los otros posibles candidatos (Fernando
Haddad, Jaques Wagner, Celso Amorin) es a priori prácticamente nula. Lula es
la gran fortaleza del PT pero también su gran debilidad, porque son rehenes
de él y al mismo tiempo tienen que seguir con él hasta el final.

 

—¿Hay alguna posibilidad de que la izquierda llegue unida a la elección?

 

—Primero tenemos que pensar un poco qué significa la izquierda en Brasil.
Porque el problema es que el PT es históricamente tan hegemónico que la
izquierda no petista es prácticamente inexistente en términos electorales. Y
eso si contamos como izquierda a candidatos como Ciro Gomes o Marina Silva.
¿Quién queda en la izquierda? Guilherme Boulos (líder del Movimiento de
Trabajadores Sin Techo, Mtst, y precandidato a la presidencia por el Partido
Socialismo y Libertad, Psol) o Manuela Dávila (precandidata del Partido
Comunista de Brasil, Pcb), pero con expresiones mínimas en el ámbito
electoral. Ese es un gran dilema de la izquierda brasileña. Por un lado, que
la fuerte hegemonía de la izquierda petista ha hecho que fuera del PT
prácticamente no exista nada más a nivel partidario. Y otro problema es que
dentro del PT prácticamente tampoco existe nada fuera del lulismo. Son dos
grandes encrucijadas: la izquierda es rehén del PT y el PT es rehén de Lula.
Ese es uno de los grandes problemas de tener una figura tan grande. No se
invierte en candidatos que vayan a superar esa figura, y ahí se ha creado un
vacío. Ahora que te encuentras frente a ese problema ¿qué vas a hacer? No
puedes formar un gran nombre, no da el tiempo.

 

—¿La derecha tiene chances de ganar la elección incluso sin tener una
propuesta muy clara o seductora?

 

—La derecha tradicional, que es el Partido de la Social Democracia Brasileña
(Psdb), está totalmente deshidratada y tampoco la tiene tan fácil. Está en
otro gran dilema. Aécio Neves (quien llegó al balotaje presidencial con
Rousseff en 2014) se ha desprestigiado muchísimo con casos de corrupción
vinculados a la Lava Jato, y Geraldo Alckmin (ex gobernador del estado de
San Pablo) no supera el 6 por ciento de las intenciones de voto. João Dória
(ex alcalde de la ciudad de San Pablo) continúa haciendo su propio camino y
su candidatura todavía no está descartada.

 

La extrema derecha, representada por Jair Bolsonaro, se aprovecha de esta
situación de la derecha tradicional: si la centroderecha está prácticamente
vacía, pues, ¡a ocuparla! Ahora está en boga una posible alianza de
Bolsonaro con el Partido de la República (PR) –que tiene como 40 diputados e
integra lo que se conoce como “centrão”–, que podría cambiar un poco el
escenario. Si Bolsonaro consigue el apoyo de este partido y esos sectores
del parlamento, tendría más dinero y más fuerza en la campaña. Recientemente
han salido algunas encuestas que dicen que Bolsonaro tampoco supone tanto
riesgo para el mercado, esto también es nuevo. El mercado, que aparecía como
una cierta barrera, que tendría miedo de un candidato tan inestable como
Bolsonaro, aparece ahora naturalizando más su candidatura. Todo esto, sumado
a la fragilidad del Psdb, dibuja un escenario de riesgo.

 

—¿Cómo logró Bolsonaro transformarse en una figura de tanto peso simbólico?

 

—A Bolsonaro se llega como se llega a Trump o a Marine Le Pen. Yo estoy
entrevistando a varios de sus votantes para una investigación, y la gente
dice que vota por Bolsonaro porque es el voto de desabafo, de desahogo, de
la frustración y el desencanto total con el sistema. Esa cosa de “que se
vayan todos”. Es la negación de la política, y eso tiene mucho que ver con
el efecto pos Lava Jato, la idea de que todos los políticos son corruptos,
de que la política es sucia, vergonzante. Bolsonaro se presenta como un
outsider, un poco alejado de las corruptelas, que parece iría a poner un
poco de orden, y dice lo que la gente quiere oír o piensa. La gente percibe
que desde hace años el sistema político brasileño es un caos, que llama
bagunça, y al que alguien tiene que dar orden y normalidad.

 

—¿En esos relatos que has recogido figura la cuestión de las armas? 

 

—Lo más importante es la cuestión de la seguridad pública. Y Bolsonaro es el
típico populista demagógico de derecha que viene con todo ese discurso de
“bandido bueno es bandido muerto”, de aumentar las penas, dar más libertad a
la policía. Y eso es lo que muchas personas quieren, mano dura para acabar
con el desorden también en la seguridad pública. ¿Cuáles han sido las
propuestas del PT en este ámbito? Se ha olvidado del tema. Bajo los
gobiernos del PT hubo los mismos 50 mil o 60 mil asesinatos por año, la
policía continúa matando. La gente, que está desesperada –y es entendible,
porque se mata mucho en este país–, termina escuchando al típico
“visionario” populista y demagogo. El problema es la ausencia de una
contranarrativa.

 

—¿La izquierda está muy focalizada en el juego político en Brasilia?

 

—Es que hay dos izquierdas. Por un lado la izquierda institucional, que es
la petista, que en el fondo lleva muchos años en el poder, y le pasa lo que
a todo el mundo le pasa cuando llega al poder: acaba encapsulándose. Esta
izquierda ha perdido el diálogo profundo con la base, ha perdido las
periferias urbanas. Luego está la izquierda de los movimientos, los
colectivos, la lucha de la calle, que sí está vinculada con la gente pero
que es muy difícil que llegue al poder. Estas dos izquierdas no se
comunican. La gente también lo percibe, y por eso varias personas que he
entrevistado me han dicho que les parece que ahora mismo Bolsonaro es el
político que está más cerca de la gente. Y en el fondo hay algo de razón en
eso.

 

—Ese espacio que la izquierda ha dejado en las periferias, ¿quién lo ha
tomado?

 

—Una buena parte, las iglesias evangélicas. Ese ha sido un cambio social y
político muy fuerte. Y la izquierda se agarra la cabeza y dice “¿ahora qué
haremos?”. Estos evangélicos son un problemón, se les ha dejado ese espacio
político y lo han ocupado con muchísima fuerza. La izquierda no sabe
gobernar con ellos, pero hay que hacerlo porque representan a millones de
brasileños y de alguna forma tienes que establecer un diálogo, no puedes
ignorarlos, que es algo que la izquierda ha hecho mucho.

 

Es curioso, el PT se ha formado con la Iglesia Católica, tiene una raíz
religiosa muy fuerte, y sin embargo tiene una ruptura muy fuerte con las
iglesias evangélicas.

 

—¿Las elecciones de este año modificarán la situación política en Brasil? 

 

—Creo que la solución no está en 2018 ni en el corto plazo. Creo que es
necesario reorganizar el campo de izquierda y eso no es inmediato, es a
mediano o largo plazo. Es necesario repensar lo que fue el PT, que en el
fondo fue una experiencia de éxito, porque movilizó mucho a la sociedad, a
colectivos, sindicatos, intelectuales, etcétera. La izquierda se ha alejado
mucho de varios frentes de lucha que tenía y sin embargo el horizonte
electoral aparece ahora como lo inmediato. Pero en el fondo es una crisis de
largo aliento. La derecha y el campo conservador se han organizado mejor, y
con el golpe de 2016 la izquierda se quedó nocaut total, fue algo muy
traumático, dos años casi perdidos. La gente no sabía interpretar muy bien
lo que estaba pasando. A pesar de que este momento podría aparecer como una
buena oportunidad para que el PT regenerara su imagen, su nombre, sus
cuadros, no ha sido posible hacerlo abiertamente todavía, porque tiene que
defender la candidatura de Lula. Puertas para afuera tiene que ir con Lula a
muerte.

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