Nicaragua/ La izquierda y los silencios que matan [Raúl Zibechi]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Jul 20 18:46:00 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

20 de julio 2018

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Nicaragua

 

Nicaragua y la izquierda

 

Silencios que matan 

 

Raúl Zibechi

 

Brecha, 20-7-2018

https://brecha.com.uy/

 

Sin ética la izquierda no es nada. Ni el programa, ni los discursos, ni
siquiera las intenciones tienen el menor valor si no se erigen sobre el
compromiso con la verdad, con el respeto irrestricto a las decisiones
explícitas o implícitas de los sectores populares a los que dice
representar.

 

En este período en el que todos los dirigentes de la izquierda se llenan la
boca mentando valores, resulta muy significativo que se queden apenas en el
discurso. La ética se pone a prueba sólo cuando tenemos algo que perder. Lo
demás es retórica. Hablar de ética o de valores cuando no hay riesgos,
materiales o simbólicos, es un ejercicio hueco.

 

Todos recordamos la gesta del Che en Bolivia, cuando en vez de ponerse a
salvo de las balas enemigas retornó al lugar del combate para ocuparse de un
compañero herido, sabiendo que era más que probable que perdiera la vida en
esa acción, sin ningún sentido militar pero rebosante de ética.

 

Ante nosotros tenemos la segunda oportunidad de que la izquierda
latinoamericana se redima de todos sus “errores” (entre comillas porque se
abusa del término para encubrir faltas más serias), condenando la masacre
que están perpetrando Daniel Ortega y Rosario Murillo contra su propio
pueblo. La segunda, porque la primera sucedió dos décadas atrás, cuando la
denuncia de Zoilamérica Narváez, la hijastra de Ortega, al denunciar abusos
sexuales de su padrastro.

 

El silencio actual de las principales figuras de la izquierda política de la
región y de la izquierda intelectual lo dice todo. Un extravío ético que
anuncia los peores resultados políticos.

 

Culpar al imperialismo de los crímenes propios es absurdo. Stalin justificó
el asesinato de sus principales camaradas porque, dijo, le hacían el juego a
la derecha y al imperialismo. Trotsky fue asesinado vilmente en 1940, cuando
su prédica no podía en modo alguno poner en peligro el poder de Stalin, que
en esos años contaba con el visto bueno de las elites mundiales para
contener al nazismo. ¿Cómo puede ilusionar a los jóvenes una política que se
para sobre una alfombra interminable de cadáveres y de mentiras?

 

¿Cómo pudo José Mujica guardar silencio durante tantos meses –mientras en
Nicaragua morían cientos de jóvenes, y ante la carta abierta de Ernesto
Cardenal– hasta pronunciar al fin algún tipo de crítica a Ortega? ¿Cómo
pueden algunos connotados intelectuales latinoamericanos justificar la
matanza con argumentos insostenibles o con un silencio que los convierte en
culpables? ¿Qué los lleva a pedir la libertad de Lula sin revolverse contra
el gobierno de Nicaragua?

 

En este período tan negro para la izquierda –como aquel de los juicios de
Moscú, que liquidó todo vestigio de libertad en la Unión Soviética– es
necesario rascar hasta el fondo para encontrar explicaciones. A mi modo de
ver, la izquierda pasó de ser la fuerza social, y política que pugnaba por
cambiar la sociedad a resecarse apenas como un proyecto de poder. No “el
poder para”, sino el poder a secas, el tipo de relaciones que aseguran la
buena vida para la camarilla que lo detenta.

 

Fue a través de la lucha por el poder y la defensa de éste que la izquierda
se mimetizó con la derecha. Hoy se argumenta con la lucha contra el
neoliberalismo como excusa para no abrir fisuras en el campo de la
izquierda, con la misma liviandad que antes se argumentaba la defensa de la
Urss o de cualquier proyecto revolucionario.

 

Pocos pueden creer que entre 1937 y 1938 hubiera un millón y medio de rusos
aliados a las potencias occidentales (todos miembros del partido), que fue
la cifra de condenados por la gran purga de Stalin, de los cuales casi 700
mil fueron ejecutados y el resto condenados a campos de trabajos forzados.
Si ese es el precio a pagar por el socialismo, habrá que pensárselo dos
veces.

 

Estamos ante un período similar. Los progresismos y las izquierdas miran
para otro lado cuando Evo Morales decide no respetar el resultado de un
referendo, convocado por él, porque la mayoría absoluta decidió que no puede
postularse a una nueva reelección. No quieren aceptar que Rafael Correa es
culpable de secuestro en el “caso Balda”, ejecutado por los servicios de
seguridad creados por su gobierno y supervisados por el presidente. La lista
es muy larga, incluye al gobierno de Nicolás Maduro y al de Ortega, entre
otros.

 

Lo más triste es que la historia parece haber transcurrido en vano, ya que
no se extraen lecciones de los horrores del pasado. Sin embargo, algún día
esa historia caerá sobre nuestras cabezas, y los hijos de las víctimas, así
como nuestros propios hijos, nos pedirán cuentas, del mismo modo que lo
hacen los jóvenes alemanes increpando a sus abuelos sobre lo que hicieron o
dejaron de hacer bajo el nazismo, escudados en un imposible desconocimiento
de los hechos.

 

Será tarde. Son los momentos calientes de la vida los que moldean actitudes
y definen quiénes somos. Este es uno de esos momentos, que marcará el
porvenir, o la tumba, de una actitud de vida que desde hace dos siglos
definimos como izquierda.

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