Argentina/ Fuga de divisas, destino de los dólares del FMI [Fabián Kovacic]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Jun 15 13:05:30 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

15 de junio 2018

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Argentina



Destino de los dólares del FMI



Fuga de divisas, una tradición argentina



Argentina se endeudó con el Fmi para paliar su iliquidez en dólares, pero se
mantiene el mismo sistema financiero desregulado, responsable de la sangría
de divisas. Con el macrismo y el acuerdo con el Fondo, la fuga de capitales,
un deporte nacional de larga data, parece encontrar su punto de éxtasis.



Fabián Kovacic, desde Buenos Aires



Brecha, 15-6-2018

https://brecha.com.uy/



De a poco, el gobierno argentino va mostrando las cartas de su acuerdo con
el Fondo Monetario Internacional (Fmi) para recibir un préstamo de 50.000
millones de dólares, y el alcance de sus consecuencias empieza a
vislumbrarse. De confirmarse las versiones oficiales, dicho acuerdo sería
firmado el próximo 20 de junio, en el Día de la Bandera, símbolo de la
soberanía nacional. Toda una ironía.



El jueves 7, antes de partir al encuentro del G7 en Canadá, el presidente
Mauricio Macri anunció que el primer tramo de 15.000 millones estará
disponible a mediados de julio próximo. El anuncio de la línea de crédito
generó euforia entre los operadores de la Bolsa de Comercio, volvió a elevar
el valor del dólar. Los motivos del festejo en la Bolsa hay que buscarlos en
los trascendidos de la letra chica del acuerdo pactado por el gobierno con
el Fmi.



La dieta FMI



Se trata de un acuerdo stand by (“en espera”, un crédito desembolsado en
varias etapas, sujeto al previo cumplimiento de ciertas condiciones) de tres
años de duración. Para recibirlo entero, Argentina deberá reducir su déficit
fiscal del actual 3,2 por ciento del Pbi al 2,7 por ciento para fines de
2018; al 1,3 por ciento en 2019 y que en el 2020 baje a cero, una meta casi
imposible, ya que el crecimiento de la inflación, que se debe al aumento del
dólar, impacta directamente en la canasta básica de alimentos y repercute en
toda la economía a mediano plazo. Otra condición del Fondo es recortar las
jubilaciones y pensiones (aunque aún no se ha divulgado con cuánto ni en qué
plazos), la obra pública (en un 81 por ciento a lo largo de los tres años) y
los aportes del Tesoro nacional a las provincias (en un 74 por ciento). Los
números resultan tan crudamente elocuentes que José Luis Broda, economista
titular de la consultora Broda y Asociados, y cercano al macrismo y al
menemismo en los años noventa, reclamó la necesidad de abrir “comedores y
merenderos en todo el país durante las 24 horas del día, todos los días de
la semana” para sobrellevar las consecuencias de “este acuerdo necesario”.



El acuerdo incluye, además, una reforma de la carta orgánica del Banco
Central (Bcra) que le otorgará más autonomía y eliminará todas las
transferencias del Bcra al Tesoro nacional, lo que implica que desaparecerán
bonos como las letras del Banco Central (Lebacs), títulos de corto plazo (de
30 días) con una alta tasa de interés.



Para otros economistas, como Mercedes Marcó del Pont, titular de la
Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (Fide), el endeudamiento con
el Fmi “era previsible porque resulta inherente al modelo económico” del
gobierno actual (véase “Los dólares del Fmi ya están destinados a fugarse”,
Brecha, 11-V-18).



Mecanismos de fuga



A los dólares que salen del sistema económico argentino el Bcra los llama
“formación de activos en el exterior”. Es el nombre técnico con que suele
disfrazarse un fenómeno creciente en la economía, mejor conocido como fuga
de divisas o de capitales, y cuyo nacimiento data de 1977, cuando se creó el
decreto-ley para las entidades financieras, firmado por el dictador Jorge
Videla y pergeñado por su ministro de Economía, José Alfredo Martínez de
Hoz. La salida de dineros del circuito económico hacia destinos externos es
una característica inherente al modelo económico del gobierno de Mauricio
Macri y su alianza Cambiemos, desde que asumió la presidencia. Sobre ello
coinciden todos los economistas consultados por Brecha para esta nota.



“El producto bruto interno de un país es la riqueza producida por los
trabajadores, empresarios, comerciantes, empleados del Estado; los públicos
y los privados. Esos ingresos producidos se dividen en consumo y ahorro,
según la tabla de las cuentas nacionales. Parte del ahorro se convierte en
inversión para permitir la reproducción del sistema económico del país.
Cuando ese dinero termina convertido en moneda extranjera y es depositada en
cuentas bancarias extranjeras o en inversiones financieras, estamos ante un
proceso de fuga de divisas o capitales”, explicó a Brecha el economista
Claudio Lozano, ex diputado nacional y titular del Instituto de Pensamiento
y Políticas Públicas (Ipypp).



“La transferencia de dineros al exterior es legal en el país y se considera
ahorro en moneda extranjera”, señaló a Brecha la ex titular del Bcra Marcó
del Pont. “Se trata de un ahorro sin uso específico que sale del sistema
económico”, agregó. La crisis del dólar en mayo pasado llevó al gobierno a
pedir ayuda al Fmi, porque la salida de divisas del país ya alcanza casi
42.000 millones dólares desde la llegada de Macri al poder en diciembre de
2015, es decir, en menos de tres años. La cifra se acerca a los 50.000
millones de dólares, el monto total del crédito acordado con el Fmi y, según
datos oficiales y de consultoras cercanas al gobierno, es probable que
Argentina alcance esa cifra a comienzos de 2019.



“El gobierno plantea que es necesario desregular completamente la economía
para lograr la llegada de inversiones que presume productivas, pero eso no
ocurre y es necesario recurrir al crédito externo, porque los capitales
extranjeros que llegan lo hacen atraídos no por las oportunidades de
inversión productiva, sino por las altas tasas de interés que ofrece el
país. Se llevan el dinero que obtienen como ganancias por la especulación
financiera y es así que el crédito que llega desde el Fmi vuelve a entrar en
ese circuito especulativo y luego vuelve a salir del país. Eso no se
sostiene en el tiempo”, señaló Marcó del Pont.



Un negocio redondo



Una vía habitual por la que se fugan capitales de Argentina es la compra de
las Lebacs, un tipo de bono creado por el Bcra en 2002, cuando el país era
presidido por el peronista Eduardo Duhalde, luego de la caída del gobierno
de Fernando de la Rúa en 2001. Las Lebacs presentan una oportunidad de
inversión financiera sabrosa. El riesgo es bajo (el Banco Central garantiza
el pago). El rendimiento es rápido (vencimiento de 30 días) y alto; mientras
que en su creación la tasa de interés rondaba el 15 por ciento anual, bajo
el gobierno de Mauricio Macri el interés aumentó del 26 por ciento anual al
40 por ciento en menos de medio año, un récord (síntoma de la falta de
liquidez del Banco Central).



Las Lebacs son el instrumento con que los grupos de especuladores locales,
los capitales golondrina (capitales financieros que entran y salen de un
país con rapidez: ingresan dinero para hacer inversiones a corto plazo y en
cuanto consiguen la ganancia se van) y los fondos buitre reactivaron
brutalmente la llamada “bicicleta financiera”. Estos capitales especulativos
ingresan sus dólares al país, los cambian a pesos, compran Lebacs, las
colocan a 30 días, con lo que obtienen un interés del 3,3 por ciento (el
equivalente mensual del 40 por ciento anual), venden los bonos y, con la
diferencia, vuelven a comprar dólares que, gracias a la ausencia de
restricciones y regulaciones, pueden sacar libremente del país hacia
cualquier destino, incluidos los paraísos fiscales.



Tal es el impacto de este negocio sobre la fuga de capitales que el propio
Fmi le puso como condición a Argentina eliminar las Lebacs.



Pero Marcó del Pont señaló que la operatoria de fuga de divisas no se hace
sólo con las Lebacs. “Todos los bonos emitidos por el Ministerio de Economía
pueden ser formas de fugar capitales. También las regalías y las patentes
son formas de fugar divisas. Las mineras y las grandes corporaciones
agropecuarias tampoco tienen restricciones para sacar sus ganancias del
sistema económico argentino, porque desde febrero de 2016, cuando Macri
firmó los decretos que eliminaban las retenciones, pueden disponer de sus
dineros como quieran”, agregó.



Ahorro en dólares



Para la economista, la fuga de divisas es un fenómeno estructural y cultural
en Argentina. “No es una cosa que se vea en otros países de la región. Es
que el argentino incorporó el dólar como forma de ahorro y cree que debe
atesorarlo fuera del país, ponerlo a resguardo de los vaivenes de la
situación económica local. Eso no se ve en Uruguay, ni en Brasil, tampoco en
Chile o en Colombia. Es un fenómeno argentino que nació en los años
setenta”, señala Marcó del Pont.



En el mismo sentido apunta el jefe del área económica de la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), Eduardo Basualdo, quien junto
a un equipo de economistas publicó el libro Endeudar y fugar. Un análisis de
la historia económica argentina de Martínez de Hoz a Macri (Siglo XXI
Editores, Buenos Aires, 2017). El libro explica la génesis del fenómeno
argentino y lo ubica a mediados de los años setenta, con la llegada de la
dictadura militar instalada en 1976. Sin embargo, para entenderlo a fondo,
Basualdo considera que el fin de la edad de oro del capitalismo de posguerra
en esos años setenta fue el fin de un paradigma económico y el comienzo de
otro. Al proceso de industrialización iniciado tras la Segunda Guerra
Mundial, cuando los capitales trasnacionales desplegaron un modelo de
industrialización por sustitución de importaciones, le siguió otro basado en
la valorización financiera, la preeminencia de la economía apoyada en las
finanzas y la especulación, que se convirtió en el eje ordenador de las
relaciones económicas. “En ese contexto, y junto con el auge de los flujos
financieros a nivel mundial, tuvo lugar también un drástico viraje tanto en
las características de los deudores y los acreedores externos como en la
dimensión y el papel que cumplía el endeudamiento externo en la economía
argentina”, sostiene Basualdo. “La deuda externa dejó de estar en función de
la expansión de las actividades productivas, a pesar de que se trataba sobre
todo de capitales industriales, y pasó a vincularse a la apropiación de una
ingente renta financiera; la deuda dejó de ser un modo de financiamiento de
la inversión o la formación de capital de trabajo y se convirtió en una vía
para obtener renta financiera”, agrega.



Historia de una fuga



El antecedente que permitió el cambio de paradigma en el modelo de
acumulación, para pasar de la industrialización a la valorización
financiera, lo constituyó en Argentina el Rodrigazo. Así se conoció al
paquete de medidas económicas implementadas por Celestino Rodrigo, ministro
de Economía del gobierno de María Estela Martínez de Perón en junio de 1975,
por el que se devaluó la moneda un 160 por ciento con la correspondiente
caída del salario, que pasó en pocos meses de representar el 42 por ciento
del Pbi a menos del 30 por ciento, ya en los primeros días del gobierno
militar instalado en marzo de 1976. “En ese junio de 1975 se publicó por
primera vez en un diario de Buenos Aires la venta de un apartamento cotizado
en dólares y no en pesos argentinos. Fue toda una novedad y el primer
antecedente de cómo los argentinos vieron un refugio a sus ahorros en el
dólar”, apunta Marcó del Pont.



El programa económico del ministro Martínez de Hoz incluyó la ley de
entidades financieras promulgada en 1977 y la reforma del sistema
financiero, que abrió indiscriminadamente la economía y la toma de deuda
externa por parte de empresas e instituciones privadas. Estos cambios
legislativos provocaron la proliferación de instituciones financieras,
cuevas o mesas de dinero –como se las llamó en los círculos ligados a la
Bolsa de Comercio en esos días–. Entre 1977 y 1981, “de cada 100 dólares
ingresados (al país, a través de un crédito del Fmi) como deuda, 90 se
fugaban al exterior por medio de esos mecanismos económicos conocidos como
bicicleta financiera: nula regulación de salida de capitales al exterior por
parte de personas físicas o sociedades”, señala Basualdo en su libro. La
crisis de la deuda en América Latina ocurrida en 1982 detuvo momentáneamente
el ciclo de endeudamiento y fuga para convertir la fiesta privada en crisis
pública: el Estado se hizo cargo de las deudas privadas gracias a la
intervención del entonces titular del Banco Central, Domingo Cavallo, que
las estatizó.



Con la vuelta de la democracia en 1983, el gobierno del radical Raúl
Alfonsín debió lidiar con los sectores económicos concentrados (campo,
industria, finanzas), hasta que en 1988 recurrió al plan Primavera, con el
que pretendía controlar la inflación. Pero sólo logró una nueva emisión de
bonos que permitieron fugar dólares al exterior y generar una estampida
inflacionaria que en 1989 hizo adelantar la entrega del mando presidencial a
Carlos Menem. Durante el período menemista iniciado en 1989 se implementó la
convertibilidad, que implicó la paridad cambiaria entre el peso y el dólar,
lo cual otorgó rigidez a la economía, pero en un primer momento consiguió
acomodarla frente a la hiperinflación heredada. Tal como señaló a Brecha el
economista Matías Kulfas, entre 1991 y 1993 se produjo un importante ingreso
de capitales externos para la compra de empresas estatales.
“Paradójicamente, por cada dólar que ingresaba al país se fugaba otro a
cuentas fuera del sistema económico argentino”, recordó. Y es que la
convertibilidad obligaba al Banco Central a mantener las reservas que
garantizasen una base de respaldo a los dólares adquiridos, y por eso debió
endeudarse para garantizar liquidez, ya que tenía un déficit recurrente en
las cuentas fiscales. Kulfas pone como ejemplo de la fuga de divisas en los
años noventa las acciones de 11 grupos económicos argentinos que, tras
recaudar 6.750 millones de dólares por la venta de empresas y paquetes
accionarios, sólo reinvirtieron en el mercado productivo 1.020 millones de
dólares y el resto fue a parar a activos externos.



La convertibilidad sirvió para la reelección de Menem, pero en 1998, tras la
crisis económica en Asia, que repercutió con más fuerza en Brasil y se
instaló en la región sudamericana, ese modelo empezó a mostrar signos de
agotamiento y comenzó a hacer agua en 1999, para hundirse definitivamente en
2001 a raíz de la salida masiva de capitales del país incendiado. Entre 2000
y 2001 se produjo una salida de 6.200 millones de dólares cada año y el
gobierno de la Alianza, encabezado por Fernando de la Rúa, se vio obligado a
tomar deuda para blindar la economía. Uno de los principales implicados en
esta fuga de divisas fue el Banco General de Negocios, propiedad de los
hermanos José y Carlos Rohm, que terminaron procesados y en prisión por
haber sido los principales arquitectos de la salida de dineros hacia
Uruguay. El mecanismo que se implementó tiene semejanzas con la situación
actual, porque en ambos casos los gobiernos, el de Fernando de la Rúa y el
de Macri, recurrieron al blindaje con créditos externos que en definitiva
terminan fugándose mediante bonos al exterior.



La fiesta continúa



“En cualquier caso, se trata de falta de regulaciones en el sistema
financiero y económico del país”, aseguró Marcó del Pont. “La cultura del
dólar está instalada entre los argentinos, de manera que para desactivarla
es necesario un programa económico que tenga un marco alternativo incluyendo
aspectos jurídicos y que contemple otras formas de ahorro creíbles para
recuperar la confianza en el sistema económico del país. Cuando era titular
del Banco Central participé de un encuentro internacional y el único país
similar a Argentina resultó India, cuya población está aferrada al patrón
oro. El resto de los países no padece semejante situación de desconfianza al
punto de fugar dineros como forma de ahorro”, señaló Marcó del Pont.



Tanto para Lozano como para Marcó del Pont la llegada del crédito del Fmi no
frenará la salida de capitales. “El Fmi podría pedir que se regule el
sistema financiero del país, tal como lo señala el artículo 6 de su
estatuto. Sin embargo, no está entre las condiciones planteadas para liberar
el primer tramo del préstamo”, apuntó la titular de Fide.



Los señores “Panama Papers”



Los Panama Papers desnudaron en 2016 los negocios de los principales
funcionarios públicos del gobierno argentino, desde el presidente Mauricio
Macri a ministros del gabinete nacional, secretarios e intendentes
municipales de algunos distritos del Gran Buenos Aires. Así los empresarios
devenidos funcionarios públicos debieron reconocer cuentas bancarias en
paraísos off shore.



“No voy a traer mi dinero al país hasta que no generemos confianza”, se
defendió el ministro de Energía, Juan José Aranguren, directivo de la
petrolera Shell hasta el 10 de diciembre de 2015, cuando asumió como
ministro. Durante una exposición en Diputados, el ministro de Finanzas, Luis
Caputo, pidió a una legisladora que no lo expusiera ante la prensa por sus
cuentas en el exterior, porque sus hijos eran adolescentes y podrían sufrir
el escarnio público. Todos tienen algo en común: habilidad para las finanzas
que implica retirar dineros del circuito nacional y trasladarlos a otros
destinos, lejos del país.



Según Basualdo, la fuga de capitales en los casi tres años de macrismo tiene
puntos de contacto con los años de la dictadura y la valorización
financiera. “Las políticas puestas en marcha indican la intención de
restaurar la preeminencia del capital respecto del trabajo, con una
valorización financiera sustentada en el endeudamiento externo y las
producciones primarias exportables”, señala en su libro.



“Lo cierto es que un modelo económico como el que plantea el gobierno, que
cree que abriendo la economía de par en par, sin regulaciones, va a atraer
capitales para inversión productiva y no de especulación financiera,
necesita el ingreso permanente de flujos de capital para permitir sostener
la balanza comercial. Una economía estancada desde hace casi cinco años como
la argentina no funciona de otra manera y así va a volver a darse la
bicicleta financiera que termina con dineros tomados como deuda por el
Estado y sacados del sistema por los privados”, remató Marcó del Pont.



Las variables macroeconómicas no preanuncian, por ahora, una crisis similar
a la de 2001 para el sistema económico. “En primer lugar porque no hay una
estrategia rígida como la de la convertibilidad de 2001 que ataba el dólar
al peso. Hoy la flotación cambiaria permite márgenes de maniobra a los
bancos como para navegar la situación”, aseguró Claudio Lozano. Marcó del
Pont advirtió sin embargo sobre “crisis cambiarias recurrentes si no se
equilibra y regula la cuenta capital del sistema económico”. La fuga parece,
para este modelo, una forma de vida que con el acuerdo firmado con el Fmi a
tres años será heredado por el próximo gobierno. Macri apunta a ser
reelecto. La oposición tiene la palabra.

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