Brasil/ Violencia y odio de clase (Raúl Zibechi)

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Mar 31 17:50:54 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

31 de marzo 2018

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Brasil

 

Violencia y odio de clase

 

Raúl Zibechi

La Jornada, 30-3-2018 

http://www.jornada.unam.mx/

 

 

¿Qué relaciones podemos establecer entre el asesinato de la concejala
Marielle Franco y el juicio penal contra Lula? ¿Cómo vincular la destitución
ilegítima de Dilma Rousseff con la intervención militar en las favelas? ¿Qué
lazos existen entre el aumento exponencial de la violencia contra negros y
negras y los sucesivos récords que está batiendo la bolsa de Sao Paulo?

 

Un hilo de sangre que se llama odio de clase. Un odio heredado de la
esclavitud y del orden colonial en el que prosperó. Los esclavistas sólo se
preocuparon por los esclavos cuando se fugaban y creaban
quilombos/palenques, espacios de libertad y de vida que se convirtieron en
referencia para todos los que vivían encadenados.

 

Aún para quien no defiende a Lula, y sospecha que las acusaciones en su
contra tengan cierto fundamento, parece evidente que su condena y la caída
de Dilma abrieron las compuertas de un odio macizo, colonial y genocida de
los de arriba. En ese clima de odio fue asesinada Marielle, negra,
feminista, lesbiana, nacida en la Maré, un complejo de favelas linderas con
la bahía de Guanabara.

 

La peculiaridad de Brasil, por lo menos en estos años, es que uno por ciento
cuenta con el apoyo de una parte importante de la sociedad, probablemente
entre 30 y 50 por ciento de la población: las viejas clases medias, la
porción de pobres que ascendieron algunos peldaños en la escala social y
todos los que sueñan con emular a los más ricos. Odian a los pobres porque
sienten la espada de Damocles de la precariedad sobre sus cabezas.

 

Sin embargo, no estoy de acuerdo con quienes creen que la amplia y justa
reacción popular al asesinato de Marielle configura una nueva coyuntura. Sin
duda, empeora las expectativas de la derecha y mejora las de la izquierda,
con o sin Lula en el escenario electoral. Pero las cosas son mucho más
profundas y, sobre todo, de más larga duración.

 

Quienes conozcan mínimamente la Maré, el complejo de favelas con más de 150
mil habitantes donde nació Marielle, saben que esto no empezó con la
intervención militar de Michel Temer. Más de medio siglo de historia permite
asegurar que la presión y la represión sobre los favelados nunca cedió, ni
siquiera bajo los gobiernos de Lula y Dilma.

 

Los más veteranos recuerdan con cierta nostalgia el gobierno de Leonel
Brizola en el estado de Río de Janeiro (1983-1987). Junto a su vice Darcy
Ribeiro, ambos del Partido Democrático Laborista, defendieron el
empoderamiento de los pobres, por lo que fueron acusados de paternalistas.
Brizola ordenó a la policía que se abstuviera de realizar invasiones
arbitrarias en las favelas y que reprimiera a los escuadrones de exterminio
parapoliciales. Más de 200 policías fueron procesados. Su gobierno fue la
excepción en la relación con la población pobre y negra.

 

Ante los llamados a la unidad (electoral) y a la formulación de un programa
común (de gobierno) en este año de elecciones presidenciales, conviene
enfatizar en la necesidad de una política que se deslinde tanto de la
confrontación como de las instituciones. Raras veces los esclavos
enfrentaron de modo frontal a los propietarios, porque la asimetría era (y
sigue siendo) brutal. Nunca fueron tan ingenuos como para soñar que su
libertad vendría de cogestionar las plantaciones con sus amos (símil del
proyecto progresista). Toda su energía la ponían en preparar fugas, para
fundar espacios de libertad como quilombos y palenques.

 

¿Cómo sería una política anclada en la fuga del capitalismo, en la creación
de espacios de libertad y en la resistencia a los embates de los opresores?
Creo que es lo que están haciendo las mujeres que luchan, los pueblos
indígenas más decididos y, notablemente, los zapatistas. Necesitamos una
política en clave quilombo/palenque o comunidad indígena/campesina y
popular. Es urgente, necesaria y posible.

 

Es urgente porque debemos desmontar la lógica del enfrentamiento frontal con
el enemigo. No estoy defendiendo el no resistir, el no combatir, sino en la
urgencia de cuidarnos como pueblos y clases, porque el proyecto de arriba es
liquidarnos. El asesinato de Marielle fue respondido con la misma
indiferencia que la desaparición de los 43 de Ayotzinapa. El poder defiende
la represión, mientras las clases medias y los grandes medios culpan a las
víctimas. Dicen que Marielle era narcotraficante.

 

Es necesaria porque debemos mirar el largo plazo y no consumir las pocas
energías colectivas que aún tenemos en disputas que no conducen a ningún
lado o, peor, disipan las energías colectivas en el altar electoral. Los
cuerpos que preparan fugas (del capitalismo, del patriarcado, de la
hacienda, del control institucional) deben entrenarse en tiempos y en
espacios bien distintos que los de los cuerpos que se preparan para ocupar
sillones en las instituciones.

 

Mientras unos necesitan exponerse permanentemente a los focos mediáticos,
los otros preparan en silencio la evasión. Cuando la asimetría de poder es
tan grande como la que observamos entre el uno por ciento y la mitad más
pobre, se debe actuar con extrema cautela y simulando incluso obediencia,
como sostiene James Scott en Los dominados y el arte de la resistencia. Son
culturas políticas diametralmente opuestas, entre las cuales el diálogo es
harto complejo porque hablan lenguas diferentes.

 

Es posible porque ya existe una política de este tipo (anclada en los
quilombos y las comunidades), como lo muestran en Brasil decenas de
organizaciones en las favelas, como las que pude conocer directamente en el
Complexo do Alemão y en Timbau (en la Maré), en Brasilia y en Salvador.

 

El asesinato de Marielle es un mensaje contra la nueva generación de
militantes negros que se multiplicaron desde las movilizaciones de junio de
2013. Este nuevo activismo está tejiendo un hilo de rebeldía que lleva desde
el quilombo de Palmares (1580-1710) hasta la primera favela de Río de
Janeiro (Morro da Providencia en 1897), pasando por el Teatro Experimental
Negro en la década de 1940. Están forjando historias otras, abajo y a la
izquierda.

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