Nicaragua/ Tres errores letales del régimen orteguista [José Luis Rocha]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Nov 16 16:55:21 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

16 de noviembre 2018

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Nicaragua



Tres errores letales del régimen orteguista



José Luis Rocha *

Confidencial, 15-11-2018

https://confidencial.com.ni/



Daniel Ortega et al. se refocilan en el éxito obtenido al asestar un mazazo
netamente militar sobre un problema político. Su triunfo artillado sobre una
revuelta cívica fue pírrico por sus consecuencias económicas, fue
despreciable por haberse cebado sobre una población desarmada, pero también
fue innegable y contundente. Aunque el método fue militar -más bien
gamberril-, cosechó algunos logros políticos: levantó la moral en su
militancia más fiel, recuperó el dominio espacial del país, amedrentó a gran
parte de los empresarios, redujo a sus habituales comentarios llenos de
babas al escurridizo Cardenal Brenes, enclaustró al Nuncio Apostólico,
descabezó -enterró, desterró y encerró- parte del movimiento social,
convenció a un sector de funcionarios del gobierno de los Estados Unidos de
que la oposición carece de un liderazgo que pueda tomar con firmeza las
riendas del país y recuperó para Daniel Ortega su reputación de hombre de
armas tomar ante Maduro y otros miembros de esa cohorte de mendigos que se
autodenomina izquierda latinoamericana y que no tiene más estrategia que
sentarse bajo la –ya no tan–opulenta mesa del Alba, ávida de que le caigan
algunas refrescantes salpicaduras de petróleo. Ganosa de celebrar el éxito,
se dejó venir en pleno la comparsa del Alba el 8 de noviembre y sus miembros
se contaron y recontaron a ver cuántos eran todavía y se dieron mutuas
palmaditas de ánimo. Y discursos, porque todos son abundantes de verbo y
pacientes de oído.



“Aguante, comandante, hágale huevos, la victoria es nuestra”, más de un
representante del Comandante petrolero y el Comandante cocalero –que por
prudencia no llegaron– le habrá dicho al Comandante guerrillero. Y el
Comandante se tele transportó a los años 80, su refugio seguro. Quizás
incluso le pronosticaron tiempos peores. No hay problema, añadieron:
Venezuela tiene años de estarse hundiendo y todavía asoma la testuz. Quizás
eso también dijeron y no lo que tenían que decir. No dijeron porque no
saben, no supieron porque no ven, no vieron porque no se asomaron a la
realidad del país que visitaron, donde los errores de Ortega en el manejo de
la crisis están incubando días fatales para él y su familia. A continuación
un inventario mínimo de esos errores:



1. Privarse de su personal más capaz, o del único capaz, sobre todo en
entidades -como el Banco Central de Nicaragua- que en estos delicados
momentos debían mostrar mansedumbre de paloma y sagacidad de serpiente. Su
primer director en la era de Ortega 2.0 fue el Capi (Antenor) Rosales, dado
de baja deshonrosa. No es la única pérdida: en el fragor del combate
represivo, en el Banco Central hubo una desbocada fuga de cerebros. Se
fueron profesionales sandinistas que ocupaban puestos sensibles incluso en
el control político que el FSLN ejercía sobre esa institución, pero que al
mismo tiempo tenían algunas competencias técnicas. Adiós a las cifras,
bienvenidos garrotes, las consignas y la sumisión sin rechistar.



Consecuencia: las propuestas que han salido de esos cráneos que quedaron,
más llenos de consignas que de estadísticas relevantes, han sido ridículas.
Caminan a trompicones entre fracaso y fracaso. El más patente ha sido la
exigua colocación de los bonos con los que el Estado-partido sandinista
planeaba rellenar sus agostadas arcas. No creo que a los tecnócratas del FMI
se les haya escapado la decadencia en la catadura de los interlocutores que
el FSLN les ha ido presentando como contrapartes. A lo que el FMI haya dicho
o no dicho –y sin duda no tuvo ni tendrá palabras halagüeñas-, hay que
añadir que los inversionistas ya dijeron y votaron con su bolsa. Su rechazo
de los bonos es un dictamen sobre el futuro de Nicaragua: un régimen que
cae, unos bonos que de inmediato perderán valor y un futuro gobierno que
acaso no los reconozca.



2. Mantener la olla del rencor caliente. Ortega sigue llenando las
prisiones, enviando a sus esbirros policiales con pistola y cachiporra a que
ahuyenten la clientela de los centros comerciales, y –de nuevo- a sus
esbirros policiales, y también a militares y militantes, esta vez sin
uniforme, con fusiles y capucha, a asaltar viviendas, transeúntes y
negocios. En lugar de buscar cómo emitir señales de que hemos tomado rumbo
hacia otra etapa, la represión sigue en las calles con capturas y diques a
las marchas de protesta, en las escuelas y hospitales con despidos en serie,
en las universidades con revisiones paranoicas y en los juzgados con las
condenas a penas superlativas y arbitrarias.



No sabemos si Ortega se propuso apagar el fuego con gasolina, si quiere
castigar hasta sumergirnos en el noveno círculo del infierno o si todavía
está bajo efectos del terror que experimentó ante las masivas marchas y no
quiere dejar de apretar hasta reducirnos a condición de piltrafa. Sabemos
que esta represión va acrecentando el rencor y también que cada golpe que
asesta tiene un efecto multiplicador del rencor. Cada persona que el régimen
captura, tortura, condena judicialmente, despide, somete a revisiones
abusivas o simplemente asusta, se convierte en un vector del odio hacia
Ortega, el FSLN y el gobierno. En un país donde la familia extendida sigue
en pie y es el punto donde se anudan múltiples relaciones sociales, esta
multiplicación no enfrenta muralla capaz de ponerle freno, circula con
celeridad y penetra los resquicios de las fidelidades más incondicionales.



Con el tiempo, cuando el número de policías y militares desmoralizados vaya
en aumento por la debacle económica que la represión consolida, el rencor
hará su trabajo. Salvo los que se deleitan con prácticas sádicas, que los
hay, los policías encontrarán disparatado seguir dando palos de ciego ante
un enemigo que está en todas partes. Sentirán que no tiene mérito alguno ni
aliciente adrenalínico reprimir a una población no sólo desarmada, sino que
en este momento no está realizando ningún acto que amerite represión armada.



Con el tiempo, el rencor de los represaliados se sumará al de los empleados
públicos que serán despedidos porque no hay cama pa’ tanta gente. El régimen
deberá optar y su sesgo clasista no admite vacilación: preferirá mantener el
puesto y los cinco mil dólares mensuales con que endulza a cada militante de
alto y mediano rango a costa de lanzar a la calle a 20 maestros o empleados
de correos.



3. Descabezar el movimiento. Ortega descabezó el movimiento y eso parece una
práctica atinada. Tal vez la leyó en el manual del perfecto dictador.
Descabezar una organización es arduo, no imposible. Pero un movimiento no es
una organización. Los movimientos tienen varias organizaciones formales e
informales, numerosos integrantes y variadas formas de liderazgo
inclasificables y muy complicadas de rastrear. Es cierto que un buen grupo
de soplones puede hacer un peinado minucioso. Y eso es lo que hicieron los
sabuesos de Ortega. Peor para él. Si de verdad fue neutralizada la mayoría
de personas capaces de darle una conducción al malestar social, la próxima
revuelta podría ser muy anárquica y violenta.



Ortega rechazó el puente de oro que le ofrecieron el gran capital y
–probablemente– el gobierno de los Estados Unidos. Aceptó tener un país por
cárcel porque en ningún otro sitio pueden sus negocios prosperar como aquí y
porque preferiría presidir media hectárea de cascajo investida del rango de
Estado-nación a vivir la vida de un ciudadano ordinario en cualquier retiro
dorado. Decidió enfrentarse a las consecuencias. ¿Les preguntó a sus hijos e
hijas? Cuando la desmoralización de un funcionariado público diezmado por
los despidos, el hambre y el rencor vayan horadando los ánimos, Ortega
deberá enfrentar a las masas, las verdaderas masas que se dirigen a sí
mismas, las herederas de la muchedumbre que tomó la Bastilla y defenestró al
gobierno de Libia. Saludándolo desde su futuro posible, su amigo Gadafi le
dice a Ortega: “Como te ves me vi, como me ves te verás.”



* José Luis Rocha, periodista, escritor y sociólogo nicaragüense,
investigador de la revista Envío (Managua), de la Universidad
Centroamericana José Simeón Cañas, de El Salvador, y de la Universidad
Rafael Landívar, de Guatemala. (Redacción Correspondencia de Prensa]

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