Colombia/ ¡No más acoso sexual! El grito de los colectivos estudiantiles feministas [María Luisa Rodríguez Peñaranda[

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Nov 25 21:36:11 UYT 2018


  _____

Correspondencia de Prensa

25 de noviembre 2018

 <https://correspondenciadeprensa.com/> https://correspondenciadeprensa.com/

redacción y suscripciones

 <mailto:germain5 en chasque.net> germain5 en chasque.net

  _____



Colombia



El muro de la esperanza



María Luisa Rodríguez Peñaranda *

Sin Permiso, 22-11-2018

http://www.sinpermiso.info/



Los colectivos estudiantiles feministas gritan ¡no más acoso!



En el marco de las grandes movilizaciones estudiantiles en las que se pide
al gobierno del recién electo presidente Duque sentarse a dialogar sobre la
grave crisis en la financiación de la educación superior pública, emergió
una denuncia que recorre las arterias de la vida universitaria: el acoso
sexual.



Empezó en el baño de los hombres, en la parte superior, al lado del nombre
de un profesor con la frase “acosador, depredador sexual, viejo verde,
depravado”. Como una mancha incómoda fue apropiándose del hall y pasillo
principal de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la
Universidad Nacional, esta vez interpelándonos a todos ¿Quiénes son los
acosadores?, preguntaba la pared. Poco a poco, como si ella misma se
contestara fueron surgiendo nombres completos de profesores conocidos -y
reconocidos- por militar en causas tan nobles como haber participado
activamente en la formulación del acuerdo de paz, ser defensores de derechos
humanos; e incluso ser estudiante con liderazgo.



Ante el estupor por el nombramiento de lo innombrable, la primera reacción
de las directivas fue pintar la pared con un blanco pudoroso, en un
desacertado intento de acallar a las víctimas. De repente lo más preocupante
volvió a ser cómo garantizarle el buen nombre y el debido proceso a los
señalados, la retórica que durante décadas ha permitido que cada denuncia
sea archivada, que la víctima se oculte y que el acosador continúe semestre
tras semestre amedrentando con comentarios soeces, roces, manoseos, besos
impuestos, a las estudiantes y administrativas. “Bienvenidos futuros
abogados y futuras amas de casa”, “señorita, recuerde que está sentada en su
nota” son algunas de las frases que han sido recopiladas por las colectivas
y movimientos de base feminista estudiantil, quienes con paso firme,
formación y empoderamiento, han venido ocupando el vacío institucional para
escuchar, acompañar y darle plena credibilidad al relato de las víctimas.



Como el más obstinado moho, al día siguiente las palabras volvieron a
florecer esparcidas por todo el corredor, esta vez con el uso del lenguaje
incluyente ¿Quiénes son lxs acosadorxs? Y al lado una advertencia “Si lo
quita lo volvemos a poner”. Inmediatamente los nombrados resurgieron y
aparecieron otros. Habitado por frases, preguntas y respuestas, el muro se
convirtió en un lugar de disenso que irrumpía como una oportunidad para
conversar.



A partir de ahí se desató un profundo debate sobre cómo aceptar el muro
anónimo, sobre la conveniencia o no de las acciones directas de algunos
colectivos, y el reclamo de cierto sector sobre la necesidad de que dichas
acusaciones fueran formalizadas. En respuesta a la solicitud de pruebas
sobre las acusaciones, el muro amaneció empapelado con los folios
pertenecientes a lo que sería el inicio de un expediente judicial contra uno
de los estudiantes implicados, con una gigantesca nota “ahí tienen su
hijueputa denuncia formal pintada”, en una clara evocación del epílogo de la
película La Estrategia del Caracol, símbolo de resistencia de los débiles al
poder de los fuertes en la cultura popular colombiana.



Algunas estudiantes decidieron aprovechar la extensión del muro para
ilustrar sobre las diferencias entre la seducción y el acoso; otras
encontraron el ambiente propicio para convocar a una asamblea
triestamentaria logrando llenar el auditorio de la facultad, aunque con
notable ausencia de las directivas.  Los estudiantes también quisieron
aportar generando espacios de conversación sobre una nueva manera de
significar su masculinidad que no les prive del afecto, respeto y
solidaridad como parte central de la gramática relacional.



Si bien en el ámbito jurídico es deber de las víctimas llevar la noticia
criminal ante las autoridades de policía y judicial, también es sabido que
pese a la expedición de leyes que buscan cambiar las practicas
revictimizantes de fiscales, policías y jueces, estás continúan presentes.



De igual modo, la experiencia nos ha demostrado que en nuestra universidad
los procesos disciplinarios son lentos; los funcionarios poseen poca o
ninguna formación en el enfoque de género; las directivas tienen escasa
sensibilidad a las conductas que constituyen violencias contra las mujeres;
el protocolo para la prevención de las violencias de género aún se encuentra
en fase de implementación y por tanto no logra prevenir; el personal
contratado para atender a las víctimas es abiertamente insuficiente por lo
que su cuidado se limita a ofrecer una medida de contención frente al primer
momento luego de la ocurrencia de los hechos de violencia; los tratamientos
psicológicos son prometidos pero duran pocas sesiones o ninguna; el acoso
genera deserción en las chicas y cansancio en las colectivas, estas últimas,
quienes pese a todo su esfuerzo tampoco se encuentran debidamente
financiadas ni preparadas para atender, integralmente y en forma sostenida,
las necesidades de las víctimas.



Ante este panorama revictimizante de normalización de la violencia, así como
de apatía institucional, exigir denuncias se convierte en la mejor
estrategia para silenciar a las mujeres quienes sin un debido acompañamiento
difícilmente pueden alzar su voz. Incluso, si llegan a hacerlo, ante los
obstáculos y barreras para obtener una decisión oportuna y eficaz, se
anticipa que el cansancio vencerá a la víctima. Mientras que para los
acusados la prolongación de la duda abrirá un gran boquete de impunidad a
través del cual suelen desplegar una eficaz  estrategia de backlash que va
desde campañas de desprestigio hasta contrademandas a las víctimas, a los
testigos y hasta a los medios de comunicación que se atrevieron a difundir
la noticia.



Considero que el gran valor del muro es que visibilizó aquello que, viéndolo
a diario, aún algunos se niegan a percibir. Mostró los distintos niveles,
direcciones, orientaciones sexuales y formas en las que se produce el acoso
como reflejo de las asimetrías, en contextos de confianza, o de
vulnerabilidad. Nos enseña que un acosador no es un buen profesor
independientemente de su producción académica, porque ofender a sus
estudiantes o hacer un uso indebido del poder es una falta ética que empaña
su ejercicio profesional.  Además, nos da esperanzas en una masculinidad
renovada en la defensa de los derechos de sus compañeras y compañeros. En
suma, una comunidad académica comprometida con espacios libres de violencias
de género, en el que se está aprehendiendo a  reaccionar ante el abuso en
las aulas. Es más, ha dejado claro que el control social de los y las otras
estudiantes es la mejor manera de poner freno al abuso, y por el contrario,
conductas como el silencio o la risa, son el alimento social de la
discriminación.



El muro también nos recuerda que la desfinanciación de la educación superior
impacta en que las mujeres y seres feminizados de la comunidad académica no
contemos con espacios seguros, con un personal entrenado, formado y
suficiente para la atención oportuna e integral de  las víctimas por el
tiempo que se requiera.



Pero no nos llamemos a engaño, la lucha contra las violencias de género es
ante todo un asunto de voluntad, de compromiso con el respeto a los derechos
humanos de las mujeres a una vida libre de violencias, de capacidad para
ponerse en el lugar del otro, de empatía.



Ser diligentes con las investigaciones, implementar las medidas de
protección a las víctimas legalmente establecidas, instaurar un régimen de
inhabilidades e incompatibilidades que le impida a los profesores incursos
en investigaciones disciplinarias y penales presentarse a cargos de
administración o representación de la Universidad, establecer medidas de
reparación a las víctimas y, sobretodo, aprender de las experiencias previas
para anticiparse a nuevos hechos victimizantes mediante garantías de no
repetición son propósitos que básicamente requieren un mínimo sentido de
justicia, de solidaridad y compromiso con la igualdad. La Universidad
Nacional de Colombia tiene todo para lograrlo, basta con escuchar el muro. 



* María Luisa Rodríguez Peñaranda Profesora asociada, Facultad de Derecho,
Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia.

  _____





---
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
https://www.avast.com/antivirus


------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20181125/721622d4/attachment-0001.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa