Uruguay/ La doble cara de la sombra. Mujica y la "lógica" de la tortura [Martín Palacio Gamboa]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Nov 30 19:16:46 UYT 2018


  _____

Correspondencia de Prensa

30 de noviembre 2018

https://correspondenciadeprensa.com/

redacción y suscripciones

germain5 en chasque.net <mailto:germain5 en chasque.net>

  _____



Uruguay



La doble cara de la sombra



Martín Palacio Gamboa

Brecha, 30-11-2018

https://brecha.com.uy/



I) Luisa Cuesta era el mejor recordatorio de que el poder es, ante todo, un
mecanismo de represión; la represión constituye, en efecto, la naturaleza
misma del poder. (1) Y si tomamos en cuenta que la modalidad represiva del
Estado durante la dictadura no fue un episodio esporádico y desproporcionado
sino, antes bien, una tecnología adoptada racional y centralizadamente,
entenderemos que la desaparición no es un eufemismo sino una alusión
literal. Según la politóloga argentina Pilar Calveiro, este concepto hace
referencia a “una persona que a partir de determinado momento desaparece, se
esfuma, sin que quede constancia de su vida o de su muerte. No hay cuerpo de
la víctima ni del delito. Puede haber testigos del secuestro y presuposición
del posterior asesinato, pero no hay un cuerpo material que dé testimonio
del hecho”. Al respecto, también puede observarse la aseveración que realiza
Judith Filc sobre las desapariciones “sin testigos”: “El doble mensaje del
discurso autoritario, la imposibilidad de determinar qué es verdad y qué no
a partir de una estrategia oficial de ocultamiento (de la clandestinidad del
aparato represivo) produce, en el momento del recuerdo, lo que Shoshana
Felman llama ‘un hecho sin testigos’”. Refiriéndose a los campos de
concentración nazis, Filc señala la especificidad del genocidio clandestino
como “un evento no empírica sino cognitiva y perceptualmente sin testigos,
tanto porque imposibilita el ver, como porque excluye la posibilidad de una
comunidad de los que ven: un evento que aniquila radicalmente el recurso (la
apelación) a la corroboración visual (a la conmensurabilidad entre dos
visiones)”. Es decir, la desaparición de personas provoca la invisibilidad
de los crímenes de Estado, ya que, al no haber víctima, también se
invisibiliza o “desaparece” al victimario. A no ser que se acepte como
viable lo que planteó el ex presidente José Mujica en sus declaraciones en
el Parlamento: “A veces hay cosas que no tienen otra respuesta que la
tortura para encontrar la verdad”.



II) Semejantes torsiones respecto a las prácticas institucionales no han
sido nuevas. En las palabras de Mujica se encuentra una simbiosis con las de
su amigo y compañero Fernández Huidobro. Este último, al ser consultado por
las críticas que realizó el Serpaj (Servicio Paz y Justicia), referidas a
que él contaba con información sobre los detenidos desaparecidos, dio una
respuesta demoledoramente ilustrativa: “Es falso lo que dice esa Ong,
financiada por las peores fundaciones imperiales. Pero si el Serpaj me
autoriza a torturar por un mes, yo capaz que le consigo información”. En el
momento de semejantes declaraciones, Fernández Huidobro era secretario de
Estado. Secretario de Estado durante el gobierno de José Mujica.



La tortura permite la extracción de información y hace posible la
constitución de un saber sobre las fuerzas del enemigo. A la vez, produce un
saber sobre el cuerpo en el que actúa: determina sus zonas débiles,
sensibles, placenteras, dolorosas. Es en la producción y elaboración de ese
saber corporal, de ese despliegue de la relación entre el cuerpo, el saber y
el poder, donde emerge ese personaje siniestro: el torturador como el
ejecutor de esa política corporal. La “lógica” de la tortura muestra esa
economía del castigo en la medida en que la muerte física no es el propósito
de la acción; más bien es una tecnología corporal que potencia la mecánica
del sufrimiento: el “hacer sufrir” y, con el sufrimiento, el despliegue del
terror que ella puede producir en el sujeto torturado. Es quizá por esto que
la tortura refleja de manera más clara esos procesos de “ajuste”, esa
economía política del castigo con la que se pretende dominar y someter por
la fuerza pero no matar, incluso si la destrucción psíquica de las personas
sometidas a ella está siempre presente. Sus efectos no se agotan en el
torturado mismo, sino que repercuten socialmente por una especie de
“resonancia”, que es otra condición del terror.



En las declaraciones de Mujica, como en las que realizara en su momento
Fernández Huidobro, queda clara una lección propia de su paradigma: la
tortura es la forma más directa, más inmediata de la dominación del hombre
sobre el hombre, la cual es la esencia misma de lo político.



III) La respuesta no se hizo esperar. Nilo Patiño, sobrino de Luisa Cuesta,
escribió en La Diaria (27-11-18) lo siguiente: “En vez de decir que Luisa
era una mujer de una dignidad y principios inquebrantables, se dice que es
una ‘reliquia’ de la lucha por los derechos humanos, o una ‘polemista’.
Luisa es mucho más que eso, señor Mujica. Seguramente les hablaba a los
militares el 18 de mayo de 2011 cuando se refirió irrespetuosamente a las
madres de los desaparecidos como meras buscadoras de huesos; a pocas horas,
por demás, de la discusión parlamentaria sobre el proyecto de ley
interpretativo de la ley de impunidad. (…) Su discurso de hoy es tan falaz
como funcional a la cultura de la impunidad y su aspiración al punto final,
ya que –bien se sabe– ninguna conciencia cívica compatible con la vigencia
de los derechos humanos es capaz de admitir tal argumento. No nos engañemos:
ya una vez han escrito en la ley de impunidad, como fundamento: ‘la lógica
de los hechos originados por el acuerdo celebrado entre partidos políticos y
las Fuerzas Armadas’. Hoy nos dicen que la lógica de los hechos que impone
el pacto de silencio de los militares sólo se puede quebrar recurriendo a
los métodos propios del terrorismo de Estado”.



Vale agregar que no es solamente eso lo que nos dicen. Tanto Mujica como
buena parte del Frente Amplio han colaborado a que los itinerarios de la
dictadura militar permanezcan inconclusos. La “teoría de los dos demonios”,
un lineamiento que tuvo su base programática en el informe “Nunca Más” en
Argentina y cuya base fue finamente elaborada en Uruguay por Julio María
Sanguinetti, asentó su reflexión sobre la dictadura alrededor de su posible
retorno y de la necesidad de generar los mecanismos idóneos que acotaran esa
posibilidad. Algunos de ellos fueron la apuesta a la consolidación del
sistema institucional, la práctica activa de la memoria, una sana pedagogía
que dispusiera a las nuevas generaciones a las siguientes posiciones: 1) la
existencia de dos violencias enfrentadas: las guerrillas de izquierda y las
Fuerzas Armadas actuando en nombre del Estado; 2) la relación de
acción/reacción entre las guerrillas y la represión estatal, es decir, la
responsabilidad causal de la izquierda en el inicio de la violencia; 3) la
equiparación entre ambas violencias a partir de relaciones que van desde la
igualación de responsabilidades históricas hasta la equiparación por
simetría de fuerzas y/o de métodos; 4) la situación de exterioridad de la
sociedad en ese conflicto, que es presentada como ajena, inocente o víctima
de esa violencia.



De este modo, el problema se reduce a una cuestión de “educación cívica”.
Tal fue la estrategia del período de transición –en manos de la derecha–,
pero también del liberalismo progresista que integra en la actualidad la
cúpula gubernamental. El horror se congela y se transforma en puro pasado.
Sólo se trata de garantizar su irrepetibilidad, ignorando una forma de
dominio que sólo difiere por sus atributos externos y formales. La cuestión
es que si sólo nos detenemos en el horror, si vaciamos de contenido la lucha
que se llevó a cabo, nunca vamos a darnos cuenta de que el modelo impuesto
aún se sostuvo tras la caída de la dictadura. Y es aquí donde la perversión
de este ideologema se muestra en toda su extensión: busca negar que la
dictadura sigue estando con nosotros, aunque aparentemente el tiempo
transcurrido la haya convertido en algo lejano y extraño.



Pensemos que la principal certeza de la dictadura es la supervivencia de sus
efectos, ya que la pregunta en torno a las posibilidades de que regresen los
tiempos del horror no tiene sentido. Vivimos en él aunque se nos presente
con otros ropajes: la impunidad es uno de ellos. La teoría de los dos
demonios intenta convencernos de que la garantía del no retorno al tiempo
del “caos” y el “horror” implica aceptar el predominio de los sectores
dominantes y aprender a convivir, resignados y promiscuos, con sus efectos.



El problema es que Luisa no lo aceptó.



Nosotros tampoco.



Nota de Correspondencia de Prensa



1) Sobre Luisa Cuesta, ver dossier en:
https://correspondenciadeprensa.com/2018/11/23/uruguay-faro-de-resistencia-l
uisa-cuesta-la-indoblegable-dossier/
<https://correspondenciadeprensa.com/2018/11/23/uruguay-faro-de-resistencia-
luisa-cuesta-la-indoblegable-dossier/>

  _____





---
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
https://www.avast.com/antivirus


------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20181130/7393c964/attachment-0001.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa