Historia/ "La mundialización permitió que naciese el capitalismo" [Alain Bihr]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Oct 10 23:29:16 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

10 de octubre 2018

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redacción y suscripciones

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Historia

 

Entrevista a Alain Bihr

 

"La mundialización permitió que naciese el capitalismo"

 

A l´encontre, 21-9-2108

http://alencontre.org/

Viento Sur, 9-10-2018

https://www.vientosur.info/

 

Alain Bihr es un sociólogo con una importante obra sobre la historia del
movimiento obrero y también de la extrema derecha. Se considera un comunista
libertario. Sus últimos trabajos abordan la cuestión del capitalismo desde
un ángulo socio-histórico con fuerte inspiración marxista. Le hemos
entrevistado con ocasión de la aparición del primer tomo de su gigantesca
historia del nacimiento del capitalismo titulada La primera edad del
capitalismo (1415-1763), Tomo 1: La expansión europea, coeditada por
ediciones Syllepse y ediciones Page 2.

 

-Le Comptoir: ¿Por qué has escogido esas fechas, 1415 y 1763, para iniciar y
acabar tu Primera edad del capitalismo?

 

Alain Bihr: La elección de fechas para acotar períodos históricos largos
tiene siempre algo de arbitrario. Sólo se puede justificar como motivo de
ilustración de opciones teóricas más profundas. En este caso, la de 1415
tiene relación con la tesis central de la obra: la expansión de Europa
occidental que comenzó a apoderarse de los continentes americano, africano y
asiático, lo que permitió culminar las relaciones capitalistas de
producción, marcando la primera edad del capitalismo. En 1415 los
portugueses fueron los primeros en lanzarse a esta aventura, apoderándose de
Ceuta: iniciaron así su lento descenso a lo largo de las costas occidentales
de África, que les permitió, a finales del siglo XV, tras haber doblado el
cabo de Buena Esperanza, llegar al océano Índico, donde conquistarían
rápidamente un inmenso imperio comercial, desplazando por la fuerza a los
mercaderes-navegantes árabes, indios y malayos que hasta entonces ocupaban
una posición predominante. Se puede considerar por tanto esta fecha como la
inauguración de la expansión europea de ultramar.

 

La elección de una fecha de fin del período es más delicada. Se apoya en
otra tesis central de mi obra: el punto culminante del proceso de conclusión
de las relaciones capitalistas de producción se encuentra en la lucha
entablada entre las principales potencias europeas por el predominio en
Europa occidental que es el centro del primer mundo capitalista. En 1763
terminó la guerra de los Siete Años, en la cual Gran Bretaña confirmó su
constante superioridad naval y a cuyo término inflingió una gran derrota a
Francia, haciéndole perder su colonia de Quebec y reduciendo a casi nada su
implantación en las Indias. Tras el doble fracaso de Luis XIV en las guerras
de la Liga de Augsburg (1688-1697) y de Sucesión de España (1701-1713),
fracasos en los que Gran Bretaña tuvo una participación decisiva, esta nueva
victoria confirmó la posición hegemónica adquirida en Europa y que mantuvo
durante más de siglo y medio, sobre todo frente a las empresas napoleónicas.

 

-Hay muchos debates sobre el nacimiento del capitalismo. Braudel lo hace
remontar a la Edad Media en la que ve un inicio de capitalismo comercial,
mientras su discípulo Le Goff explica que no se puede hablar de capitalismo
durante toda la Edad Media por algunas limitaciones impuestas por la Iglesia
católica y la ausencia real de dinero. ¿Cuál es tu opinión sobre este tema?

 

Mi opinión es que ni Braudel ni Le Goff saben de lo que se trata cuando
hablan de capitalismo. Tampoco son los únicos: la inmensa mayoría de quienes
emplean este término no comprende verdaderamente su sentido, al no haber
leído o comprendido a Marx. Para éste, el capitalismo es un modo de
producción, esto es un tipo de sociedad global, de totalidad social, que se
desarrolla sobre la base de relaciones de producción determinadas, haciendo
surgir formas de sociedad civil e instituciones jurídicas, administrativas,
políticas, así como formas de consciencia (morales, religiosas, filosóficas)
originales porque son apropiadas a estas relaciones de producción. Por
consiguiente, hablar de capitalismo comercial, o financiero o industrial no
tiene sentido: el capital puede descomponerse en fracciones industrial,
comercial y financiero pero no desde luego el capitalismo. Y preguntarse si
se puede o no hablar de capitalismo en pleno corazón de una Edad Media
europea feudal es igual de absurdo.

 

Lo que se puede encontrar es un capital mercantil (comercial y usurero) ya
poderoso, apoyado en ciudades y en redes de ciudades (el ejemplo tipo es la
Liga Hanseática), que se revaloriza y acumula con el control del comercio
lejano, en el continente europeo y entre Europa y Oriente (próximo o lejano)
pero que domina también los intercambios cercanos (entre ciudades y campos)
y que comienza, en este marco, a desbordar del proceso de circulación hacia
el proceso de producción en forma de trabajo en comandita,
instrumentalizando el trabajo a domicilio de campesinos (por ejemplo, en el
hilado y el tejido) o de artesanos que escapan a las reglamentaciones
corporativas (por ejemplo en las minas y la metalurgia rural). Y sobre esta
base se asiste a la formación de una proto-burguesía mercantil que mantiene
relaciones complejas con los señores feudales, laicos o religiosos, que
forman el orden dominante, relaciones de alianzas y de compromisos, según
circunstancias, rivalidades y conflictos. En pocas palabras, archipiélagos
capitalistas en un océano feudal.

 

-Dices que la mundialización no es la culminación del capitalismo sino su
origen. ¿Puedes explicarnos esta idea?

 

Por partir de la metáfora que acabo de emplear, la cuestión es cómo estos
archipiélagos capitalistas llegan a apoderarse del océano feudal,
desplazando a los propietarios territoriales feudales de su posición
dominante y transformándolo de arriba abajo para convertirlo en su propio
ámbito y hacer nacer un mundo capitalista, en una palabra: el modo
capitalista de producción. Es la vieja cuestión del paso del feudalismo al
capitalismo que tanta tinta ha hecho correr. Mi hipótesis directriz en esta
obra es que hizo falta el rodeo de la expansión europea, llevada a cabo por
capitalistas comerciantes con el apoyo de aparatos de Estado, para que esta
transición pudiera realizarse. En este sentido, sostengo que la
mundialización (la integración tendencial del planeta y de la humanidad en
una misma red de relaciones económicas y políticas) permitió que naciese el
capitalismo. Un proceso que no está acabado y continúa todavía en nuestros
días. En suma, la historia del capitalismo se confunde en un sentido con el
del proceso que de dio origen y que no ha cejado desde entonces de
proseguir, ampliándolo y profundizándolo.

 

Un paradigma actual, en torno a las global histories, dice que la
mundialización no es de ayer. Aunque estés de acuerdo con eso, insistes sin
embargo en señalar la especificidad de la mundialización tal como se produjo
en Europa/Occidente. ¿Cuál es esta especificidad y qué la distingue de otros
períodos y contextos históricos que han conocido la presencia o incluso el
crecimiento de intercambios internacionales?

 

Al igual que con el término capitalismo, reina una gran confusión en torno
al de mundialización, que los estudios que se reclaman de la global history,
a su vez muy diferentes entre sí, no permiten disipar sino todo lo
contrario.

 

Los modos de producción precapitalistas han podido hacer nacer mundos, en el
sentido de espacios más o menos vastos, comprendiendo formaciones sociales
diversas, integrando intercambios mercantiles, la subordinación (en grados
diversos y bajo múltiples formas) a un mismo poder político y ósmosis
culturales. En este sentido, el Imperio romano constituyó un mundo centrado
en el Mediterráneo, lo mismo que el Imperio chino desde los Han y más aún a
partir de los Tang. Pero ninguno de estos mundos tuvo una dimensión
planetaria, ni actual ni potencial. Mientras que la expansión comercial y
colonial europea a partir del siglo XV inaugura y esboza un proceso que, a
través de la interconexión de los continentes europeo, americano, africano y
asiático y la división del trabajo esbozada desde entonces entre ellos, va a
hacer nacer finalmente un único y mismo mundo de dimensión planetaria
centrado en Europa. Es algo que nunca antes se había producido y que supone
franquear un umbral irreversible en la historia de la humanidad.

 

-Un concepto clave de tu obra es el «devenir-mundo del capitalismo». ¿Qué
significa?

 

Utilizo esta expresión, de apariencia pedante y poco elegante, para evitar
precisamente las confusiones ligadas al término mundialización. Designa el
proceso histórico (plurisecular) por el que el capitalismo invade y somete a
la humanidad y al planeta enteros, incluyéndolos en un mismo mundo y, por el
mismo movimiento, constituyéndolo como tal, es decir como un modo de
producción específico. De hecho, como lo indico en la introducción general
de la obra en la que he iniciado su análisis (La prehistoria del capital,
Édicións Page 2, Lausanne, 2006, obra disponible en la web Les classiques
des sciences sociales de l’UQAC, Universidad de Quebec), el devenir-mundo
del capitalismo es una de las dos dimensiones fundamentales de la formación
del modo de producción capitalista, siendo el otro el devenir-capitalismo
del mundo: el proceso no menos histórico por el cual las relaciones
capitalistas de producción someten todos los ámbitos y niveles de la
actividad social (todas las relaciones sociales y todas la prácticas
sociales), trastornando (destruyendo, marginando, integrando y
transformando) todo el legado histórico anterior haciendo emerger así
realidades sociales originales, desconocidas hasta entonces por la
humanidad. En suma, el proceso por el que las relaciones capitalistas de
producción se apropian de toda la extensión y la profundidad de la
existencia humana para configurar un mundo específico, el del modo de
producción capitalista. Aunque este último resulta a la vez de un
devenir-mundo del capitalismo y de un devenir-capitalismo del mundo.

 

Por qué intentar explicar la evolución del capitalismo poniendo el foco en
criterios “socio-geo-políticos” (expansiones coloniales y comerciales,
relaciones entre centro, semi-periferia y periferia, etc.), y no, por
ejemplo, en la evolución de la técnica y de la ciencia, sin la cual no
habría habido capitalismo ni siquiera colonización? Por ejemplo, según
Edward P. Thompson, el nacimiento del capitalismo ha sido en gran parte
posible por la invención del reloj y la racionalización del tiempo que ello
ha permitido y que influye en relación al trabajo.

 

Aunque, como toda práctica social, la técnica dispone de una autonomía
relativa, creo que es un error hacer de ella un deus ex machina y el motor
de la historia, como durante mucho tiempo lo ha hecho un cierto marxismo que
parece prolongar Thompson. Si hay que conceder primacía a un factor
explicativo, debería serlo a las relaciones de producción en su conjunto y
no a la técnica, que en el mejor de los casos no es más que un elemento de
ellas: estas relaciones son las que explican por qué y cómo se desarrollan
las técnicas. Dices que, según Thompson, la invención del reloj hizo posible
la racionalización del tiempo y de esta forma permitió la formación de las
relaciones capitalistas de producción. Pero antes de preguntarse qué hizo
posible la racionalización del tiempo, habría que preguntarse qué la hizo
necesaria. ¿Por qué medir el tiempo y hacer de esta medida una dimensión
clave del proceso social de trabajo? Porque el capital es un «valor en
proceso», como dijo también Marx: un valor (bajo la forma autonomizada de
moneda) que quiere valorizarse (conservando su cualidad y aumentando su
cantidad) haciendo producir y circular mercancías; y el valor no es en sí
mismo más que la forma fetichista que toma el trabajo social en las
condiciones de su división mercantil impuesta por las relaciones
capitalistas de producción; una determinada cantidad de valor sólo mide una
determinada cantidad de trabajo (abstracto), cuyos diferentes factores son
el número de trabajadores, la duración de su trabajo, la intensidad de éste,
etc. Dicho de otra forma, es imperativo medir el tiempo porque las
relaciones capitalistas de producción hacen de la duración del trabajo uno
de los factores clave de la valorización del capital. Y este imperativo
explica las investigaciones emprendidas para constituir aparatos capaces de
medir lo más exactamente posible el tiempo: los relojes.

 

Si el progreso técnico pudiese explicar el nacimiento del capitalismo,
entonces éste no debiera haber aparecido en Europa occidental sino en China
y mucho tiempo antes. Porque China fue la sede de la invención y difusión de
instrumentos y procedimientos técnicos que precedieron en siglos, y en
algunos casos en dos milenios, a su reinvención o difusión en Europa
occidental, como lo ha puesto en evidencia la monumental obra emprendida por
el historiador británico Joseph Needham. Pero no ocurrió así. Lo cual sigue
planteando problemas a todos aquellos, que siguen siendo muchos, que razonan
en esos términos – cf. el último intento llevado a cabo por Kenneth Pomeranz
(autor de Una gran divergencia: China, Europa y la construcción de la
economía mundial, 2010). Mientras que dando la primacía a las relaciones
sociales de producción, se abre una perspectiva muy fecunda, como he
intentado hacerlo en el capítulo consagrado a China en el tercer tomo de mi
obra.

 

-¿Qué diferencia tu enorme trabajo de investigación de otros intentos por
analizar el desarrollo del capitalismo en el mundo y en el largo plazo
(Wallerstein, Braudel…)?

 

Yo me he esforzado sobre todo en tratar la materia histórica a partir de
algunos conceptos claramente definidos y conocidos. Comenzando por los de
capital, relaciones capitalistas de producción, reproducción de las
relaciones capitalistas de producción, relaciones de clases, diferencia
entre estructuras de orden y estructura de clases, Estado y bloque en el
poder, sistema de Estados, etc. Lo que reprocho a Wallerstein, y más aún a
Braudel, es su debilidad conceptual: la pobreza y fragilidad de su aparataje
conceptual. En particular, ni uno ni otro dominan no sólo el concepto de
capitalismo sino ni siquiera el de capital; no comprenden la diferencia
entre capital mercantil y capital industrial, ni el salto cualitativo que se
opera en la dinámica capitalista cuando se pasa de un capital que se
valoriza exclusivamente por el juego de los intercambios de mercancías y de
dinero a un capital que se valoriza haciéndose cargo del proceso de
producción, con todas sus implicaciones geográficas, sociales, políticas,
culturales, etc. Por eso, ellos mismos esterilizan a menudo algunas de sus
ideas-fuerza; por ejemplo, en Wallerstein, el despiece del mundo capitalista
entre un centro, semi-periferias y periferias, etc.

 

-¿Qué resistencias hubo durante estos tres siglos al desarrollo de lo que
denominas «protocapitalismo»?

 

Me es difícil responder brevemente a esta cuestión. En la medida en que esta
primera edad del capitalismo (para la que empleo el término
protocapitalismo) señala la última fase de la transición del feudalismo al
capitalismo en Europa occidental, se puede decir que todo lo correspondiente
al feudalismo constituyen factores de resistencia. Los factores objetivos de
resistencia son así innumerables: está en juego todo el espesor de las
estructuras feudales y hará falta cambiarlas para que pueda llegar el
capitalismo. En cuanto a los factores subjetivos, lo representan los grupos
sociales que tienen las de perder con este cambio. Se encuentran entre “los
de arriba”: la parte de la nobleza que no puede o no quiere transformar sus
modos de explotación y de dominación del campesinado para adaptarlos al
desarrollo de la economía mercantil y monetaria dominada por el capital
mercantil. Pero también entre “los de abajo”: una gran parte del campesino
amenazado de expropriación de sus posesiones para unirse a las filas del
protoproletariado en formación.

 

La situación en las formaciones centrales (oeste europeo) es de hecho más
compleja. Ya que entre aquellos que tienen interés en completar las
relaciones capitalistas de producción y que constituyen su punta de lanza,
no es raro encontrar a quienes, simultánea y contradictoriamente, temiendo
tener que pagar las consecuencias del proceso, intentan frenarlo o llevarlo
por desvíos y caminos alternativos. Esto se puede ver en episodios de
revolución burguesa producidos durante este período (en los antiguos Países
Bajos en rebelión contra la corona española, en la Inglaterra de los
Estuardo, cuando la Fronda en Francia) donde una parte de la burguesía
mercantil acaba por adoptar posiciones contrarrevolucionarias porque sus
intereses inmediatos (comerciales, financieros, institucionales, etc.) la
hacen ser solidarios del Estado monárquico que debe ser derribado.

 

En cuanto a lo que ocurre en las periferias coloniales y comerciales de
Europa occidental, las principales resistencias proceden de las poblaciones
indígenas que son las víctimas señaladas y de los poderes políticos
preexistente que no quieren dejarse destruir o instrumentalizar por los
europeos.

 

-¿Qué papel ha jugado el Estado moderno en estas premisas del capitalismo?

 

Como todo el período protocapitalista, el naciente Estado moderno es una
especie de Jano. Como este dios romano, posee una doble cara, una está
vuelta hacia el pasado feudal que contribuye a conservar, la otra mira hacia
el futuro capitalista cuyo advenimiento favorece. De hecho, la importancia
relativa de sus dos caras dependerá de las relaciones de fuerza entre la
nobleza (más exactamente, su capa superior, la aristocracia nobiliaria) y la
burguesía (más exactamente la gran burguesía mercantil) que
institucionaliza. Allí donde la primera es ampliamente predominante, el
Estado (todavía feudal-monárquico) está por completo al servicio de sus
intereses territoriales y de sus privilegios jurídicos y fiscales
tradicionales, frenando el desarrollo de la burguesía protonacional, hasta
el punto de esterilizar todos los factores potenciales de culminación de las
relaciones capitalistas de producción que puedan surgir: la España de los
Austrias es el ejemplo típico en los siglos XVI y XVII, incapaz de sacar
beneficio de las inmensas riquezas extraídas de sus colonias americanas y
filipinas para promover un desarrollo protocapitalista autocentrado. Allí
donde, por el contrario, triunfa la burguesía mercantil, por lo general tras
una ruptura revolucionaria más o menos importante con el antiguo orden
feudal, hay un Estado que, por sus políticas fiscales, comerciales,
diplomáticas y militares, se pone enteramente a su servicio: el principal
ejemplo es el de las Provincias Unidas nacidas de la revuelta de los
antiguos Países Bajos contra la España de los Austrias, cuyo régimen
republicano dominó el siglo XVII europeo. Entre estos dos polos extremos hay
toda una gradación de posiciones, ocupadas por Estados monárquicos que
tienden al absolutismo, precisamente por el hecho de estar presos de los
conflictos y a la vez de los compromisos entre la aristocracia nobiliaria y
la gran burguesía mercantil. La Inglaterra de los Tudor y después de los
Estuardo, así como la Francia de los últimos Valois y después de los
Borbones, son buenos ejemplos. La evolución de las relaciones de fuerza
entre estos dos grupos explica en definitiva tanto su respectiva historia
política como el rumbo que toma la lucha entre ellas a partir de finales del
siglo XVII por el predominio en Europa.

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