Venezuela/ De apellido diáspora. Los migrantes que huyen del colapso económico [Humberto Márquez]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Sep 14 12:24:09 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

15 de setiembre 2018

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Venezuela



Venezuela se apellida diáspora



Venden si los tienen y lo logran, así sea a precios irrisorios, la vivienda,
el auto, la motocicleta, enseres, ropas y adornos, reúnen unos pocos
dólares, toman un autobús y, en muchos casos, por primera vez viajan fuera
de su país: son los migrantes que por cientos de miles huyen de Venezuela.



Humberto Márquez, desde Caracas



Inter Press Service (IPS), 13-9-2018

http://www.ipsnoticias.net/



El colapso económico en este país petrolero que fue por décadas la cuarta
economía latinoamericana, traducida en una imparable escasez y carestía de
alimentos y medicinas, más la inseguridad ciudadana, disparó el éxodo  de
sus habitantes hacia naciones vecinas, en un movimiento que en el corto
plazo aparece como indetenible.



“Lo que ganaba no me alcanzaba para mantener a mis niñas y mandarlas a la
escuela, así que busqué venir a Perú, ya puedo enviar hasta 100 dólares
mensuales a la familia y reúno dinero para traérmela”, dijo a IPS por
teléfono Johnny Velásquez, un instructor de cocina de 39 años, casado y con
dos hijas, empleado como cocinero en un restaurante de Lima.



Fernando García, 60 años, pequeño comerciante, es esposo, padre, suegro y
abuelo de un grupo familiar que decidió migrar al completo a Perú: “La
decisión nos costó muchísimo. La tomamos después de que se enfermaron las
dos nietecitas y no conseguíamos antibióticos”,  dijo a IPS.



“No vemos una solución pronta para Venezuela, vamos a probar suerte”, confió
con tristeza desde su hogar en Cúa, ciudad-dormitorio al este de Caracas,
mientras escoge los bártulos que llevará en su travesía de cinco o seis días
en autobús.



Adriana Lara, de 30 años, maestra de preescolar, ahora empleada en un hotel
de Natal, en el noreste de Brasil, contó a IPS desde su nueva residencia que
“renuncié al seguro de salud para estirar el dinero y comprar comida. Cuando
ya ni así pude, dejé el colegio y decidí marcharme”.



Un argumento casi idéntico dio Mariela Acevedo, de 28 años, madre de un niño
de un año que permanece en Caracas al cuidado de una tía mientras la madre
trabaja en una tienda de Bucaramanga, en el noreste colombiano: “Es muy
simple, el dinero en Venezuela no alcanza”.



Aumenta el flujo y el dramatismo de las historias y las imágenes de quienes
se van, extenuados por la carrera por la sobrevivencia: ya son migrantes
indígenas o habitantes de barriadas urbanas que viven a la intemperie en el
lado brasileño de la frontera, o madres embarazadas o con hijos pequeños que
forman las hileras de quienes, sin medios para pagar un transporte, caminan
por carreteras de Colombia o Ecuador, rumbo al sur.



¿Cuántos son?



Agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estiman que en los
últimos tres años migraron desde Venezuela 2,3 millones de personas, 7,2 por
ciento de los 31,8 millones de habitantes que oficialmente viven en el país,
según dijo el 20 de agosto Stephane Dujarric, portavoz de la Secretaría
General del foro mundial.



Organizaciones humanitarias internacionales elevaron a comienzos de
septiembre la cifra del éxodo a entre 3,5 y cuatro millones.



El sociólogo Tomás Páez, quien dirige un estudio sobre “la diáspora
venezolana” sostiene que unos tres millones han migrado en las últimas dos
décadas. Sondeos de las firmas encuestadoras Datos Group y Consultores 21
dan cuenta de que crece el número de familias en las que al menos un miembro
ya emigró o prevé hacerlo en los próximos 12 meses.



“Todas son cifras estimadas, debido a que mucha gente cruza la frontera solo
para hacer compras, no hay registros certeros en Venezuela, y en algunos
países los migrantes se instalan de manera ilegal, pero aun así se trata de
alrededor de 10 por ciento de nuestros 31 millones de habitantes”, dijo a
IPS el experto Oscar Hernández.



El también conductor del Centro de Capacitación Migratoria consideró que “es
un muy, muy grave drenaje de capacidades. Vamos a pagar muy caro que se
vayan tantos talentos, tantos profesionales, maestros y estudiantes, gente
en lo mejor de su edad productiva”.



En la pública Universidad Central de Venezuela, el mayor centro de estudios
del país, la matrícula se redujo en 10 años, de 47.000 a 32.000 estudiantes,
informó su secretario, Amalio Belmonte.



“Se nos van profesores, estudiantes y personal administrativo, ante la
necesidad de buscar nuevos horizontes”, destacó a IPS Patricia Rosenzweig,
la vicerrectora de la Universidad de Los Andes, con sede en la occidental
ciudad de Mérida.



Gremios de la salud estiman que en lo que va de década han salido del país
unos 20.000 profesionales, entre médicos, personal de enfermería y
terapistas.



El presidente de un importante banco privado confió a algunos corresponsales
extranjeros: “Primero se fueron ejecutivos de finanzas, después técnicos en
informática, ahora recibimos renuncias y más renuncias de empleados de
taquilla y mensajeros motorizados”.



Según últimas cifras aportadas por sus autoridades migratorias, se han
instalado en Colombia 870.000 venezolanos, 414.000 en Perú, 325.000 en
Chile, 80.000 en Panamá, 70.000 en Argentina, 57.000 en Brasil y 16.000 en
Uruguay, mientras que a Ecuador solo en 2018 ingresaron 340.000, de los
cuales 116.000 permanecen en el país y el resto cruzó hacia otros destinos.



A República Dominicana han ido 26.000 venezolanos, más de 10.000 a otras
islas de Caribe, según estimados de varios portavoces oficiales, y en México
unos 9.000 han buscado la “tarjeta de visitantes por razones humanitarias”.



Fuera de la región los mayores receptores son Estados Unidos con 290.000 y
España con 208.000.



Félix Seijas, director de la encuestadora venezolana Delphos, estimó que en
lo que resta de año al menos 800.000 venezolanos más prevén marcharse del
país, aun si no todos concretan esa aspiración.



¿Por qué se van?



“Si la gente prefiere ir a pie rumbo a Lima es porque percibe que su
necesidad llegó al límite y sus condiciones para sobrevivir en Venezuela son
ínfimas. La realidad les indica qué hacer”, observó a IPS la psicóloga
social Colette Capriles, de la caraqueña Universidad Simón Bolívar.



Jonathan Martínez, mesero en un pequeño restaurante del este de Caracas,
dijo a IPS que “tomé la decisión de irme después que Maduro fue reelegido.
La situación no cambia sino que empeora. Reúno (dinero) para los pasajes a
Medellín (Colombia) para mí y para mi esposa”.



El presidente Nicolás Maduro fue reelegido el 20 de mayo para el  sexenio
2019-2025 en elecciones sin participación de la mayoría de partidos
opositores y que fueron consideradas “fraudulentas”  por numerosos gobiernos
de América y Europa.



Tras ser reelegido, Maduro ha demostrado que mantendrá o acentuará las
medidas económicas de corte estatista y la preeminencia de las
organizaciones sociales que respaldan su gobierno, mientras que los partidos
políticos de oposición se muestran desarticulados, sin estrategia unitaria e
incluso han quedado sin registro ante el poder electoral.



Según Efraín Rincón, experto de la firma encuestadora Consultores 21, solo
uno de cada cinco venezolanos que se propone emigrar aduce razones
políticas. El resto alude a la crisis económica.



El parlamento, de mayoría opositora, indicó que tan solo en agosto la tasa
de inflación fue de 223,1 por ciento y la acumulada del año trepó a 34.680,7
por ciento, mientras el Fondo Monetario Internacional estima que la tasa de
inflación puede llegar a un millón por ciento al cierre de 2018 y
economistas  en firmas de consultoría creen que puede crecer aún más.



Maduro activó desde el 20 de agosto un conjunto de medidas con las que
declaró apostar por poner un candado a la hiperinflación y recuperar la
economía.



Ordenó multiplicar por 35 el salario básico  -que aun así apenas llega a 30
dólares mensuales-, contener precios de productos esenciales, mientras
devaluó 96 por ciento la moneda y le quitó cinco ceros,  e incrementó el IVA
y otros impuestos.



Gremios empresariales, la oposición política y economistas independientes
han advertido que las medidas, principalmente por carecer de financiamiento
en divisas, implicarán una mayor emisión de dinero inorgánico (sin respaldo)
y agravarán más todavía los indicadores de la crisis.



Todavía sin cifras sólidas, recorridos por áreas comerciales y mercados de
alimentos registran cierres provisionales o definitivos de negocios,
despidos de trabajadores por no poder asumir las empresas los nuevos costos
laborales, y escasez de alimentos y otros bienes sometidos a regulaciones.



Otro componente de la crisis son las fallas cada vez más prolongadas,
alimentando protestas de pobladores en todo el país, en el suministro de
agua potable, electricidad, gas para cocinar, transporte público y en los
servicios de salud y educación pública.



Se agrega la inseguridad. Caracas y zonas del interior presentan altos
cuadros de criminalidad. A falta de estadísticas oficiales, el no
gubernamental Observatorio Venezolano de la Violencia cifró en 26.616 los
homicidios en el país al cierre de 2017, más de 80 muertes por 100.000
habitantes.



Venezuela fue tradicionalmente país receptor de migrantes. A mediados del
siglo XX recibió por millares a españoles, portugueses, italianos, libaneses
y sirios. Más adelante fue el turno de los suramericanos, dominicanos y
haitianos.



Ahora la corriente ha girado 180 grados y son los venezolanos quienes
protagonizan una dramática diáspora en América Latina, que para muchos
expertos se ahondará a corto plazo y ya se ha convertido en la mayor crisis
migratoria de la historia en América.

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Barrios fantasma



“Era muy difícil en un barrio ver a una mujer deprimida. Hombres, sí,
mujeres, no. Y este año ya hemos tenido tres casos de suicidio femenino. Lo
más consistente en el barrio se está resquebrajando”, dice a corresponsales
el jesuita Alfredo Infante, quien como párroco de La Vega debe atender a la
mitad de los 120.000 habitantes de ese sector del suroeste de Caracas.



En un barrio, término que en Venezuela designa a las barriadas populares
urbanas, que crecen a partir de construcciones informales, “la mujer es la
figura determinante y su imaginario es clave para comprender la degradación
del entorno. Hasta ahora migraban más hombres, pero creo que vamos a ver una
mayor migración femenina”, apuntó.



En el sector Las Torres de La Vega, a las puertas de la carretera
Panamericana y otrora receptor de migrantes, “primero se fueron los
ecuatorianos, luego los hijos de colombianos, después sus padres, luego los
andinos (del oeste venezolano)… antes pasaba por allí y la gente en las
tardes estaba en las aceras, hablando, interactuando. Ahora uno pasa y las
calles están desoladas, parece una ciudad fantasma”, relató el sacerdote.

Según Infante es un fenómeno “indetenible”. “Con el deterioro económico y la
pérdida de calidad de vida estamos entrando en una radicalización de la
depresión social, y eso se va a traducir en un incremento de la migración. Y
los países vecinos olvídense de que la frontera (con Colombia) se cierre, es
demasiado extensa (2.219 kilómetros), porosa y cerrarla solo ayudaría a
mafias que viven de quienes migran, parecido sucede con Brasil”, dijo.



El también experto en temas migratorios de su orden, aspira a que los países
latinoamericanos concernidos por ola migratoria venezolana “hagan como
México y pongan en práctica la Declaración de Cartagena (suscrita por los
países latinoamericanos en 1984), que caracteriza como refugiados a las
personas en situación de migración forzosa, en este caso por el deterioro de
sus condiciones de vida”.

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