Uruguay/ Se acerca el invierno. La economía en fase de estancamiento [Gabriel Oyhantçabal/Rodrigo Alonso]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Abr 7 14:44:10 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

7 de abril 2019

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Uruguay

 

Los últimos datos del Pbi indican tendencia al estancamiento

 

Winter is coming 

 

Gabriel Oyhantçabal/Rodrigo Alonso *

Brecha, 6-4-2019

https://brecha.com.uy/

 

La reciente publicación de las Cuentas Nacionales de 2018 confirma una
tendencia que se avizora desde hace tiempo: Uruguay consolida la fase otoñal
de su ciclo económico y se prepara para recibir el invierno. Según las
últimas cifras, el producto bruto interno (Pbi) creció 1,6 por ciento en
2018, a lo que se suma el estancamiento de los últimos tres trimestres. En
los cuatro años completados de gobierno de Tabaré Vázquez, el Pbi creció un
promedio de 1,57 por ciento por año, muy lejos del 5,4 por ciento promedio
de los primeros dos gobiernos del Frente Amplio. Una tendencia similar
registra el poder de compra de los salarios. Entre 2005 y 2014, creció 4,25
por ciento al año, mientras que desde 2015 lo hizo a razón de 1,56 por
ciento y, en 2018, apenas 0,18 por ciento, a lo que podemos agregar 60 mil
puestos de trabajo menos durante el último período de gobierno. Dado que el
elenco político y económico no ha cambiado, las causas del declive hay que
buscarlas en otro lado.

 

Una primera aproximación resulta de analizar la tasa de ganancia observada
antes del pago de impuestos (línea negra en la gráfica), jerarquizando
aquello que la economía neoclásica esconde: el capitalismo es un organismo
social que sólo funciona si produce más dinero. La evolución reciente de
este indicador entre 2000 y 2018 evidencia una fase de recuperación a
posteriori de la crisis de 2002, que se extendió con oscilaciones hasta
2013, luego de la cual la tasa de ganancia inició una fase de retracción
sostenida.

 

Esta crisis de rentabilidad está produciendo una verdadera huelga de
inversiones, lo que se observa al analizar el esfuerzo inversor (barras
grises), que se obtiene al medir la inversión total menos las amortizaciones
sobre las ganancias totales. Este indicador muestra que, si entre 2007 y
2015 los capitalistas destinaron en promedio 11 por ciento de sus ganancias
a incrementar la masa de medios de producción de la economía, en 2017 y 2018
dicho porcentaje se volvió negativo. Esto significa que se están comiendo
sus propios activos, que vendría a ser lo mismo que cuando una familia tiene
que vender el auto y la casa para hacer frente a sus gastos cotidianos.

 

Estas tendencias no hacen más que evidenciar la fase otoñal del ciclo
económico uruguayo. Se trata de una estación caracterizada por el
estancamiento, que en términos políticos se expresa en una suerte de empate,
puesto que ningún sector social le puede imponer al otro el ajuste necesario
para relanzar el crecimiento. Como nadie está ganando, crece el malestar
social de los empresarios que no tienen la rentabilidad esperada y de los
trabajadores que ya no ven crecer su capacidad de consumo. Y, cuando el
malestar crece, el fusible es el gobierno de turno. No por casualidad,
cambios políticos centrales en la historia de Uruguay han estado precedidos
de otoños (e inviernos) económicos.

 

***

 

Las estaciones económicas no son algo exclusivo de Uruguay. Los ciclos
económicos de expansión y crisis son inherentes de las sociedades
capitalistas, y no porque las crisis sean una anomalía o el resultado de
malas políticas, sino porque, por el contrario, son la fase necesaria para
preparar una nueva etapa de expansión mediante la liquidación de las
empresas ineficientes y la reducción de costos laborales e impuestos. Sin
embargo, dadas sus propias características, en Uruguay estos ciclos son más
pronunciados.

 

Esto porque, al menos hasta ahora, las fases de crecimiento de la economía
uruguaya dependen de dos variables centrales: la apropiación de renta
agraria y la inmigración de capital extranjero (deuda externa y/o inversión
extranjera directa), que en general llega cuando la renta agraria está en
expansión. Cuando ambos factores se combinan, Uruguay está en verano, ya que
la economía tiene a disposición un fondo extra que permite viabilizar a unos
capitalistas que hace tiempo perdieron el tren global de la productividad.
Con este turbo que es la renta agraria, la economía crece, los salarios se
expanden, el Estado puede aumentar sus gastos brindando más y mejores
servicios, cae el desempleo e incluso se atraen trabajadores del resto del
mundo. Es el tiempo en el que se escucha hablar de “la democracia modelo de
América Latina”, la “Suiza de América”, el “país de primera”.

 

Pero tanto la renta agraria como los flujos de capital extranjero dependen
de factores internacionales. Si los precios de los bienes primarios que
Uruguay exporta caen y las tasas de interés internacionales suben, el país
comienza a observar cómo se marchita lo que en verano había florecido. Sin
esos dos flujos, la tasa de ganancia se retrae, los capitales inician su
huelga de inversiones y el Pbi se estanca. Sin condiciones para seguir
acumulándose, el capital empieza a presionar para bajar salarios, con el
argumento de que es para defender el empleo y recortar el gasto público
(bajar impuestos) en aras de la muy cristiana austeridad.

 

***

 

Para volver a la primavera, primero hay que pasar por el invierno: la
estación del desempate, que desnuda las contradicciones del capitalismo
uruguayo y resuelve los nudos que traban la recuperación de la tasa de
ganancia aliviando gastos. En nuestra historia reciente, los inviernos
fueron las estaciones para liquidar el capital sobrante, bajar salarios,
recortar el gasto público y expulsar población trabajadora sobrante. Durante
la última dictadura militar, el salario real cayó 50 por ciento y emigró
alrededor de 10 por ciento de la población. La crisis del neoliberalismo
noventero desembocó en 2002, nuevamente con la caída del salario real, el
recorte del gasto público y la emigración de miles de trabajadores y
trabajadoras.

 

Mal que nos pese, el problema de fondo no parece estar en el plano de las
políticas económicas o los elencos políticos, puesto que estos son más bien
mediaciones entre el movimiento estructural y su expresión concreta. El
problema de fondo es la estructura, lo que no significa que lo económico
determine lo político, sino que ambos son dos caras de un mismo movimiento
general y constituyen una unidad. Los uruguayos, pero también los
latinoamericanos en general, vivimos entrampados en una estructura social
que periódicamente, cuando llega a sus cuellos de botella, nos enfrenta a
los unos y a los otros en una disputa directa por el reparto de una torta
que se reduce y por la propia supervivencia: el empresario que precisa
abaratar costos para continuar conduciendo su capital, el trabajador que
lucha por el empleo y el salario para sobrevivir, el cuentapropista o el
pequeño productor que luchan para sostener su lugar como pequeños
mercaderes.

 

***

 

Con el otoño instalado, la fuerza en el gobierno viene respondiendo al
creciente malestar con tres elementos discursivos: remarca que ellos
gestionaron el verano económico, recuerda que en los noventa se vivía pésimo
y que la región hoy está peor, y ofrece “más y mejor gestión” para enfrentar
la desaceleración. El problema es que cualquier propuesta que quiera
enfrentar la tendencia general con el empeoramiento de las condiciones
materiales de vida y el deterioro de los marcos de convivencia social y
política a las que nos lleva el capital en su fase regresiva precisa, como
programa de mínima, enfrentar decididamente la estructura de desigualdad
económica y política de Uruguay.

 

El dilema con la concentración del ingreso y la riqueza no radica únicamente
en que es injusto y lesiona las bases de una democracia plena, sino además
en que es ineficiente a los efectos de diagramar un proyecto de sociedad
sostenible económica, política y ambientalmente. La desigualdad trae
aparejada una estructura de privilegios de clase altamente costosa, en tanto
parte del excedente económico que producimos uruguayos y uruguayas; termina
dilapidado en consumo suntuario o alojado en activos en el exterior. Según
datos recientes del Banco Central, hoy permanecen acumulados en el
extranjero activos propiedad de privados uruguayos por más de 24.000
millones de dólares, es decir, más de 40 por ciento del Pbi nacional actual.
A lo que debemos sumar los 1.400 millones de dólares que, anualmente, la
sociedad uruguaya transfiere a los propietarios de tierras sin ningún tipo
de trabajo como contrapartida, cifra superior al presupuesto anual del Mides
y del Ministerio del Interior. La paradoja es que, en muchos casos, son
estos mismos rentistas que tienen sus capitales en el exterior los que luego
nos hablan de la importancia del esfuerzo, el trabajo y la austeridad. ¿A
quién se le está pagando por no trabajar en Uruguay? Más que el costo del
Estado, lo que hay que bajar es el costo de la elite nacional, que no es
precisamente el quincemilpesista, el laburante público o la señora que cobra
un plan alimentario, que son sectores en los que hoy se nos propone ajustar.

 

La consolidación del otoño y el advenimiento del invierno no es cosa a
despreciar. Históricamente, estas etapas han aparejado un incremento de la
conflictividad política y se han resuelto con un recambio más o menos
drástico de las formas de gobernabilidad o de los elencos políticos. No
somos la democracia sueca porque no somos el capitalismo sueco. La última
vez que ingresamos a una larga fase de estancamiento luego de un boom de
crecimiento apalancado por la renta agraria (neobatllismo), el Estado
uruguayo terminó destrabando el empate a favor del capital mediante una
dictadura cívico-militar.

 

Hay que preguntarse si el estancamiento y la crisis que puede seguir a la
bonanza rentista no se llevará puestos también los marcos de convivencia
política que emergieron del pacto del Club Naval (1), entre ellos, la
impunidad, cuyos coletazos llegan hasta hoy. El tiempo gira en el aire y,
para cambiar las tendencias en curso, la primera tarea es reconocer el
capital en el centro de nuestros problemas. 

 

* Integrantes de la Fundación Trabajo y Capital y del comité editorial del
colectivo Hemisferio Izquierdo:  www.hemisferioizquierdo.uy
<http://www.hemisferioizquierdo.uy/> 

 

Nota 

 

1) Se refiere al El Pacto del Club Naval fue un acuerdo alcanzado el 3 de
agosto de 1984 entre los máximos jerarcas militares y representantes de los
partidos Colorado, Frente Amplio y Unión Cívica que posibilitó el retorno
del régimen democrático a Uruguay, después de más de once años de gobierno
cívico-militar. (Redacción Correspondencia de Prensa)

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