Ecuador/ Un huésped incómodo. La entrega de Assange al Reino Unido [Decio Machado]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Abr 18 07:39:52 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

18 de abril 2019

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Ecuador 

 

La entrega de Assange a Reino Unido

 

Un huésped incómodo

 

Decio Machado, desde Quito

Brecha, 17-4-2019

https://brecha.com.uy/

 

El pasado 11 de abril, el fundador de Wikileaks, Julian Assange, fue
expulsado de la embajada de Ecuador en Londres. El gobierno de ese país le
había retirado minutos antes el estatuto de asilo, lo que desembocó en las
dramáticas imágenes que dieron la vuelta al mundo con Assange arrastrado por
agentes de la Scotland Yard a un furgón policial, para ser luego confinado
en la prisión de Belmarsh, una cárcel de alta seguridad ubicada en el
sudeste de la capital británica, lugar que se conoce popularmente con el
apelativo de “el Guantánamo de Londres”.

 

Más allá de que la diplomacia ecuatoriana y su gobierno nacional hayan
quedado en entredicho con tal acción violatoria del derecho interno e
internacional, conviene hacer un repaso rápido de cómo llegó Julian Assange
a la embajada ecuatoriana en Londres y sus seis años y diez meses de
permanencia en ella.

 

Fue el martes 19 de junio de 2012 cuando Assange llegó a esas instalaciones
diplomáticas. Chompa de cuero, casco de moto y una piedra en el zapato para
cojear convincentemente fueron el camuflaje utilizado por quien nos
desvelara, entre otras cosas, las atrocidades estadounidenses en la guerra
de Irak y Afganistán, así como las injerencias del Departamento de Estado en
la política nacional de prácticamente todos los países del planeta.

 

Negociada de antemano con las principales autoridades de la cancillería
ecuatoriana, el gobierno del pequeño país andino dijo acceder a la petición
de asilo político con base en criterios que se fundamentan en la defensa de
los derechos humanos y el respeto a convenciones y tratados internacionales.
En el fondo, desde el inicio hasta el final de dicha operación política se
ocultaba la intención de reposicionar al entonces presidente de la República
del Ecuador, Rafael Correa, como un adalid de la libertad de expresión,
mientras en el interior del país el periodismo crítico era amenazado y
perseguido por el régimen.

 

Assange, empujado por su necesidad de protección internacional, accedía así
a ser herramienta y producto de la estrategia político-publicitaria de un
gobierno menor en un país de escasa importancia geopolítica.

 

***

 

Confinado en 19 metros cuadrados en una misión diplomática londinense que ni
siquiera dispone de un patio interior donde recibir la luz del sol, la
convivencia entre un Assange cada vez más desquiciado psicológicamente y
unos funcionarios ecuatorianos de perfil ideológico más bien conservador y
procedencia social elitista no fue fácil. El fundador de Wikileaks no se
dejó domesticar tampoco por las presiones recibidas del gobierno ecuatoriano
en diversos momentos. En octubre de 2016, se le cortó por primera vez el uso
de Internet, por orden del entonces mandatario Rafael Correa. La decisión se
tomó tras presiones del secretario de Estado estadounidense John Kerry, en
el marco de las filtraciones de documentos de Wikileaks sobre la candidata
presidencial Hillary Clinton. En un comunicado público del Ministerio de
Relaciones Exteriores ecuatoriano, se reconoció entonces que al asilado
australiano se le había “restringido temporalmente” su sistema de
comunicaciones, dado que “el gobierno del Ecuador respeta el principio de no
intervención en los asuntos de otros países y no se inmiscuye en procesos
electorales en curso ni apoya a un candidato en especial”.

 

Esta circunstancia volvería a suceder en marzo de 2018, ya bajo el gobierno
de Lenín Moreno, actual inquilino del palacio presidencial de Carondelet, de
Quito. En la ruptura definitiva entre Moreno y Assange que se dio entonces,
el mandatario ecuatoriano indicó que había heredado del gobierno anterior
“una piedra en el zapato”, en referencia a la protección del fundador de
Wikileaks. El rompimiento se dio tras una fracasada operación diplomática
realizada por la hoy presidenta de la Asamblea General de Naciones Unidas.
María Fernanda Espinosa, quien ejerció como titular de la cartera de
Exteriores en el gobierno de Lenín Moreno hasta mediados de junio de 2018,
había intentado sacarlo de territorio británico mediante la nacionalización
ecuatoriana de Assange y su nombramiento como consejero diplomático con
salario de funcionario público.

 

Assange debía empezar a ejercer su cargo el 19 de enero de 2018 y el plan
fracasó ante la negativa de Reino Unido, que evidentemente nunca reconoció
el estatuto de asilado de un Julian Assange ya inclinado, en su evolución
personal, a desarrollar actividades afines a los intereses estratégicos
geopolíticos rusos. Espinosa anularía inmediatamente después aquel
nombramiento, dejando al descubierto las pueriles limitaciones estratégicas
del gobierno ecuatoriano.

 

Con José Valencia ya como titular del Ministerio de Relaciones Exteriores,
la situación del australiano se complicó notablemente. Valencia, un
diplomático de carrera, ya había dado muestras de sus posiciones pro
estadounidenses durante la crisis de Angostura de 2008 –violación de la
soberanía territorial de Ecuador por Colombia por medio del bombardeo de un
campamento clandestino de las Farc–. La llegada de Valencia al frente de la
cartera ocurrió en el marco del fin del ciclo progresista, momento de
realineación de las políticas exteriores de Sudamérica con los intereses de
la Casa Blanca. De aquellos barros, estos lodos… Es así como, apoyado por
sus colaboradores más directos, el presidente Moreno se sacó la “piedra en
el zapato”.

 

***

 

Sin embargo, y más allá de vergüenzas políticas internacionales, todo el
procedimiento implementado por el Ministerio de Relaciones Exteriores es de
dudosa legalidad. Quito le retiró indebidamente la nacionalidad ecuatoriana
a Julian Assange –una necesidad legal para entregarle a Scotland Yard su
nuevo prisionero–, violando la Constitución y la ley de Ecuador. Con el
argumento de que dicha nacionalidad había sido otorgada irregularmente por
la canciller anterior, el gobierno actual ignoró –urgido por los tiempos
impuestos por intereses extranjeros– la obligación de garantizar a Assange
el debido proceso. Este acto de desnaturalización debería haber sido
validado por un juez en materia administrativa, y eso no sucedió.

 

En paralelo, y según la relatora especial de Naciones Unidas sobre
ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias, Agnes Callamard,
Ecuador ha expuesto a “graves violaciones a sus derechos humanos” a Julian
Assange por retirarle la protección diplomática. Incluso la propia defensora
del pueblo ecuatoriana, a contracorriente del gobierno y la posición
generalizada en los medios de comunicación convencionales del país, expresó
sus críticas al respecto e indicó que la decisión gubernamental “ha limitado
los derechos a la nacionalidad, asilo, el principio de no devolución y las
garantías del debido proceso previstos en la Constitución de la República,
la ley de movilidad humana y en los instrumentos internacionales de derechos
humanos”.

 

Acorralado ante semejantes argumentos, el gobierno de Ecuador se ha visto
obligado a mantener un “show mediático” ante su ciudadanía, con la
articulación de una narrativa que hace referencia a una trama de
ciberespionaje internacional. Conscientes de que la lucha por el poder
implica el control del mensaje, se desarrolló un disparatado discurso
oficial en el que se implica a supuestos hackers rusos en territorio
nacional –a los que nunca se encontró–, a un desarrollador sueco de software
libre amigo de Assange y especialista en protección de datos, e incluso a la
mascota que acompañó a Assange en su tiempo de confinamiento en la embajada.
Según el embajador ecuatoriano en Londres, se sospecha que el gato –hoy
desaparecido– adoptado por el fundador de Wikileaks en sus tiempos de
reclusión diplomática estuviese entrenado por el huésped indeseado para
portar sofisticados dispositivos de espionaje en su collarín.

 

En resumen y más allá del riesgo que hoy pende sobre la libertad e incluso
la vida de Julian Assange, no cabe duda de que la acción ecuatoriana sobre
este caso le daría la razón a Goethe, cuando dijo: “Contra la estupidez,
hasta los dioses luchan en vano”.

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