El Salvador/ Elecciones presidenciales. Bukele, un caudillo 2.0 [Alfredo Ramírez]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Feb 1 09:59:33 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

1° de febrero 2019

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El Salvador

 

Elecciones presidenciales 

 

Bukele, un caudillo 2.0

 

Con un discurso anticorrupción y privilegiando la comunicación por las redes
sociales, Nayib Armando Bukele ha sacudido el escenario político
salvadoreño. Las últimas encuestas dan al empresario y ex alcalde como
ganador de las presidenciales en la primera vuelta el próximo domingo. Este
político heterodoxo, que no se ha querido definir ideológicamente, ha
demostrado ser un verdadero animal político que hoy amenaza con acabar con
el bipartidismo que ha dominado la política salvadoreña desde el fin del
conflicto armado.

 

Alfredo Ramírez, desde San Salvador *

Brecha. 1-2-2019

https://brecha.com.uy/

 

En 1992 el gobierno salvadoreño de la Alianza Republicana Nacionalista
(Arena) y la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación
Nacional (Fmln) firmaron unos acuerdos de paz que pusieron fin a casi veinte
años de conflicto armado y a 12 de guerra civil declarada. Acuerdos que
fueron históricos, en el sentido de que abrieron un período de esperanza
democrática cuando el militarismo salió del poder después de alrededor de
cuarenta y ocho años. Ingenuamente, la sociedad salvadoreña pensó que, una
vez terminada la guerra civil, el juego de partidos iba a promover una
sociedad más pacífica y democrática de cara al nuevo milenio. Por desgracia,
esto no ha sido así: durante los últimos 27 años, el bipartidismo se ha
establecido, trasladando el conflicto armado a las campañas electorales y a
las urnas, y los epítetos de “oligarca”, “guerrillero”, “capitalista” y
“comunista” han sido utilizados por unos y otros para difamar y atacar a los
dos partidos políticos más grandes –Arena y Fmln–, los mismos que,
irónicamente, firmaron aquellos ejemplares acuerdos de paz.

 

Hoy parece que finalmente el lenguaje de la Guerra Fría ha quedado en el
pasado, pues, para estas elecciones presidenciales, una nueva figura
política ha aparecido, prometiendo terminar con el bipartidismo. Su nombre
es Nayib Armando Bukele.

 

Este joven empresario, que inició su carrera política en las filas del Fmln,
ha logrado conquistar facciones políticas descontentas de ambos partidos
para lograr un apoyo sin precedente: las más recientes encuestas le dan más
del 50 por ciento de la intención de voto en un sistema que requiere el 50
por ciento más un voto para ganar, por lo cual el domingo 3 podría
convertirse en el próximo presidente del país en la primera vuelta de las
elecciones.

 

Fenómeno político

 

Con 37 años, el candidato favorito es dueño de una distribuidora de
motocicletas y varias empresas publicitarias. Su padre fue un importante
miembro de la comunidad palestina en El Salvador y una figura pública
influyente, considerado un intelectual cercano a la gente. Por su perfil de
empresario y sus antecedentes, Bukele podría ser señalado como simpatizante
de la derecha, pero, de hecho, su incursión en la política llegó con el
Fmln, cuando fue elegido alcalde de un importante municipio cercano a San
Salvador entre 2012 y 2015. Entre 2015 y 2018 pasó a ser alcalde de la
capital salvadoreña con la promesa de rescatar el centro histórico de la
ciudad, que estaba hundida en suciedad y comercio informal. En menos de tres
años, consiguió lo que había prometido, y su trabajo como alcalde lo precede
y lo sitúa en la mirada pública como un servidor público que cumple sus
promesas.

 

Lo que algunos medios de comunicación, nacionales e internacionales, han
llamado “el fenómeno Bukele” se explica por el desgaste de los partidos
tradicionales (que cargan con condenas por corrupción), por los retos que
suponen los altos índices de pobreza y violencia en El Salvador, pero
también por cómo Bukele ha desarrollado su campaña electoral; ha demostrado
que sabe explotar al máximo sus acciones a través de creativas y efectivas
estrategias publicitarias, y parte de su éxito se explica por su heterodoxa
forma de acercarse a la gente, principalmente a los jóvenes.

 

Una arena de problemas 

 

Arena es un partido de derecha que logró configurarse –de la mano de
políticos anticomunistas guatemaltecos– como el segundo partido político más
importante para la década del 80. En 1989 logró llevar como presidente a un
empresario, Alfredo Cristiani, y firmar el histórico acuerdo de paz. Después
de las elecciones de 1994, donde Arena y el Fmln se enfrentaron como
partidos políticos en contienda electoral, ambos sufrieron escisiones
significativas. Una de las más importantes para la derecha fue el caso de
los diputados que en 2009 pasaron a formar el partido Gran Alianza Nacional
(Gana) debido a diferencias con la cúpula de Arena. Este partido ha
participado en las últimas elecciones para diputados y alcaldes con relativa
fortaleza, y es la tercera fuerza política del país. Además, dos presidentes
del país, Francisco Flores, ya fallecido, y Antonio Saca, ambos de Arena, se
encuentran actualmente encarcelados por corrupción tras ser hallados
culpables por enriquecimiento ilícito mientras estaban en el poder entre los
años 1999 y 2009. La credibilidad del partido Arena ha sido entonces puesta
en duda por la población y por la opinión pública. El partido se ha alejado
de los ex presidentes condenados y ha tratado de renovarse con hijos y
familiares jóvenes de los fundadores del partido.

 

Del lado del Frente 

 

Si bien la derecha ha sido acusada de enriquecimiento ilícito y de emplear a
familiares de los gobernantes en puestos de gobierno clave, e, incluso, sin
la preparación necesaria, la izquierda sufrió de males muy parecidos.

 

El Fmln fue también constituido en 1980, como fruto de cinco organizaciones
guerrilleras con diferentes enfoques de izquierda, desde los ideales de
liberación nacional hasta el comunismo. Una vez terminada la guerra civil
salvadoreña en 1992, el Fmln se convirtió en un partido político legalmente
establecido. Ese proceso llevó a que algunos miembros renunciaran al Frente.
Años después, con la aparición, entre 2004 y 2005, de una facción del Fmln
conocida como “los renovadores”, que eran señalados como poco ortodoxos y
“oportunistas”, se generó una división de la izquierda que debilitó al
partido como institución, aunque en el corto plazo fue capaz de recuperarse
de la crisis. Para 2009, y después de 30 años de gobiernos de derecha, el
partido de izquierdas logró llegar a la presidencia en un proceso histórico
que combinó su caudal de votos fieles con la fuerte personalidad de un
periodista salvadoreño con mucha simpatía, Mauricio Funes. Como presidente,
Funes denunció abiertamente casos de corrupción de los gobiernos de Arena y
fue muy crítico de la forma en la que se había gobernado el país. Sin
embargo, una vez fuera del poder en 2014, fue señalado de enriquecimiento
ilícito. En consecuencia, el primer presidente de la izquierda en la
historia de El Salvador decidió exiliarse en Nicaragua y denunciar
persecución política. En enero de 2019 se sumaron dos órdenes de captura
contra Mauricio Funes; su caso sigue abierto.

 

Pobreza y marginación 

 

Las condenas de los tres ex presidentes salvadoreños por casos de corrupción
ha permitido que la opinión pública se exprese y condene libremente estos
casos. Ambos partidos pagaron el precio de la corrupción con pérdidas de
simpatizantes y votantes.

 

Sumado a estos problemas, los salvadoreños señalan a ambos partidos
políticos por su incapacidad para resolver problemas estructurales de la
sociedad, como la pobreza y la falta de oportunidades de empleo. Muchos
salvadoreños consideran hoy que la guerra civil y los Acuerdos de Paz
debieron haber resuelto las inequidades sociales, así como haber creado
oportunidades de empleo y emprendedurismo. Estas deudas se siguen
resintiendo y reclamando a ambos partidos. En un país que crecía alrededor
del 6 por ciento anual en la primera mitad de la década del 90, los
estimados de crecimiento del 2 por ciento actuales son muy bajos, eso sin
contar la tasa negativa de 2009 (cuando el crecimiento fue de -3,1 por
ciento), justo en la transición entre los gobiernos de izquierda y derecha.

 

El problema de la pobreza y falta de oportunidades ha llevado también a la
migración masiva de salvadoreños hacia Estados Unidos, generando una
dependencia de las remesas familiares que alcanzaron los 2.200 millones de
dólares en 2018 (El Salvador está dolarizado desde el 2000).

 

El 34 por ciento de los hogares del país se declararon en pobreza en 2016,
lo que equivale a 2,5 millones de personas en un país de poco más de 6,5
millones de habitantes.

 

En el mundo de las maras 

 

A la pobreza se une otro problema social importante, que ha alimentado
titulares de medios en el mundo: las pandillas salvadoreñas. Conocidas como
“maras”, las pandillas en El Salvador son un fenómeno trasnacional que
acompaña la falta de oportunidades y la migración. En la actualidad, se sabe
de la fuerte presencia de las pandillas MS-13 y Mara Salvatrucha en lugares
tan lejanos como Rhode Island o Los Ángeles, en Estados Unidos, así como en
los centroamericanos países de Honduras y Guatemala, donde son vistos como
grupos delincuenciales muy violentos.

 

El fenómeno de las maras apareció en El Salvador a inicios de la década del
90, justo al final de la guerra civil. La migración a Estados Unidos provocó
que jóvenes migrantes o hijos de migrantes ilegales fueran deportados a El
Salvador, donde decidían juntarse y crear comunidades suburbanas que
empezaron a apropiarse de los barrios y vecindarios en los que vivían. En el
presente, las maras han crecido junto con el crimen organizado y el
narcotráfico que atraviesa el istmo centroamericano, con el resultado de que
la población salvadoreña tenga la impresión de vivir constantemente en
peligro.

 

La inseguridad es una de las quejas más grandes –quizá la más importante–
dentro de las encuestas y en la opinión pública en general. En un país que
registra uno de los más altos niveles de violencia en América Latina, esto
no es una sorpresa. Las tasas de homicidios –provocados por las maras o no–
son extremas: en 2018 hubo 3.340 homicidios, lo que equivale
estadísticamente a 50,3 muertes por cada 100.000 habitantes o a 9,3 muertes
diarias en todo el país durante todo el año. La violencia es tan alta en un
pequeño país de 22.000 km2 que periódicos estadounidenses nombraron a El
Salvador en 2016 como “la capital de la muerte”.

 

Las estadísticas son innegables, pero existe una geografía de la violencia
que restringe estos niveles de violencia a zonas bien identificadas del
territorio salvadoreño. Así como en la mayoría de los países de América
Latina, zonas residenciales y comerciales existen detrás de muros, portones
y seguridad privada, donde los jóvenes salen y se divierten libremente hasta
altas horas de la noche. Son espacios donde es posible caminar sin miedo a
toda hora. Pero los contrastes y las desigualdades sociales hacen que, a los
pocos metros de los residenciales de lujo, se encuentren realidades
impactantes de pobreza o violencia extrema. A tres décadas del surgimiento
de las maras, las nuevas generaciones de pandilleros ya no se incorporan a
estas: ahora simplemente nacen dentro de ellas.

 

Un animal político

 

Bukele ha sido acusado de ser poco transparente con el manejo de los fondos
públicos, aunque no ha sido demostrado ningún delito por su parte o sus
allegados. En 2018, al concluir su período como alcalde de San Salvador,
criticó fuerte y públicamente a la dirigencia del Fmln, lo que le valió la
expulsión del partido. Pero el joven político-empresario supo utilizar ese
proceso a su favor, aprovechándolo para denunciar la falta de democracia
dentro del partido de izquierda.

 

A partir de ese rompimiento, Bukele realizó una acción poco vista en la
política salvadoreña: decidió anunciar su candidatura a la presidencia en
Facebook, sin partido y sin plan de gobierno. En cuestión de meses, logró
acumular mucho apoyo y crear un movimiento ciudadano llamado Nuevas Ideas.
Este no logró inscribirse como partido político, por lo que Bukele se
inscribió en el pequeño partido Cambio Democrático (CD), de centro
izquierda.

 

En una acción aún confusa, el Tribunal Supremo Electoral sancionó a CD con
un proceso de eliminación, a pesar de tener un diputado activo en la
Asamblea Legislativa. Ante la imposibilidad de inscribir a su partido Nuevas
Ideas, y de participar con el CD, Bukele volvió a hacer lo impensable y se
alió con el grupo de diputados disidentes de Arena, Gana –que se
autodenomina como un movimiento plural de derecha–, y así, inscrito en el
último minuto, lanzó su candidatura presidencial.

 

Bukele ha adoptado una estrategia electoral simple pero directa: anunciar un
ataque a la corrupción. Ha logrado utilizar el descontento de la mayoría de
la población y expresarla a través de redes sociales de manera efectiva sin
posicionarse ideológicamente. Su trabajo territorial no ha sido muy extenso,
pero ha logrado visitar todos los departamentos del país, aunque su
argumento principal es que las redes sociales le permiten llegar más allá
que los tradicionales medios de comunicación y los mítines políticos. Con
dos o tres tuits diarios y trasmisiones desde la sala de su casa a través de
Facebook, Bukele ha logrado colocarse como el candidato favorito de la
población según las más recientes encuestas.

 

Divisiones y desgastes 

 

Para estas elecciones presidenciales, Arena ha construido una alianza
política, con dos partidos de derecha y la Democracia Cristiana, que ha sido
nombrada Alianza por un Nuevo País. Su candidato, Carlos Calleja, ha sido
educado en Estados Unidos y es hijo de un empresario salvadoreño dueño de la
cadena de supermercados más grande del país, con más de 100 sucursales. La
estrategia electoral de Calleja se ha basado en un despliegue territorial a
nivel nacional en busca del apoyo de las bases sociales de las diferentes
localidades salvadoreñas.

 

La principal dificultad de esta alianza de derechas –aunque los periódicos
de mayor circulación del país la han callado­­– son las divisiones dentro de
Arena. Es bien conocido que el proceso para seleccionar a Carlos Calleja
generó cierta división interna, así como también lo hizo la postulación de
su compañera Carmen Aída Lazo, una economista con poca simpatía por parte de
los miembros de Arena más tradicionales, por no ser una “arenera” de camisa
sudada, es decir, miembro tradicional del partido.

 

Por su parte, el Fmln llega a la elección con el desgaste de 10 años en el
Ejecutivo y una opinión pública que lo acusa de no cumplir sus promesas de
gobierno. Aunque impulsó ciertas iniciativas sociales importantes a favor de
los sectores menos favorecidos de la sociedad –como educación gratuita,
universidad pública gratuita y paquetes escolares con libros y uniformes
gratis para estudiantes que lo necesitan–, se le reprocha la falta de
acciones concretas en seguridad.

 

El Fmln ha sido incapaz de controlar y revertir las olas de violencia que
han convertido a El Salvador en “la capital de la muerte”. Y, por si esto no
fuera suficiente, los escándalos del ex presidente Funes por enriquecimiento
ilícito y su exilio en Nicaragua, así como el nepotismo de los dos gobiernos
de izquierda, le han valido señalamientos de ser corrupto. Además, las
relaciones diplomáticas cercanas a Venezuela y Cuba de los gobiernos del
Fmln han llevado a que parte de la población, que es muy conservadora,
señale al partido de antisistema o anti-Estados Unidos. Y es en este
contexto que optó por la estrategia de seleccionar como su candidato a Hugo
Martínez, un diplomático con posgrados en el extranjero, pero miembro del
Fmln desde que era guerrilla.

 

El Fmln se declara como el “único” partido auténticamente de izquierda y
trata de capitalizar su antecedente como vanguardia del pueblo salvadoreño,
apelando a la nostalgia de sus ex combatientes y simpatizantes.

 

A pesar de su popularidad, en su plan de gobierno, el candidato Bukele
ofrece proyectos similares a aquellos planteados por el desarrollismo de
mediados del siglo XX: un tren, un aeropuerto en el extremo oriental del
país y el desarrollo de la agroindustria en la zona norte. Y en materia de
seguridad, uno de los campos más importantes de cualquier plan de gobierno,
su propuesta se limita a aumentar salarios y bonos a policías e invertir en
tecnología de vigilancia. Como estrategia de prevención de la violencia,
plantea educación y deporte. Una propuesta tímida y que continúa una
tendencia de gobiernos anteriores.

 

El cansancio de la población hacia un sistema bipartidista juega en favor de
Bukele, quien se presenta como una propuesta nueva y libre de los errores
del pasado. Por otro lado, al igual que en otros países de América Latina,
el caudillismo ha sido una característica de la política salvadoreña.

 

¿Es Bukele un caudillo? Eso sólo lo dirán las elecciones del 3 de febrero y
su desarrollo como político. Pero su camino recorrido, los comentarios en
redes sociales, las conversaciones de los salvadoreños en la calle, las
referencias implícitas y explícitas de sus contrincantes indican que es un
trending topic y que está en camino de convertirse en una figura política
fuerte en quien las mayorías ponen sus esperanzas. 

 

* Alfredo Ramírez es historiador y profesor de la Universidad de El
Salvador.

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