Brasil/ El arranque de Jair Bolsonaro (Dossier]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Sab Ene 5 02:21:44 UYT 2019
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Correspondencia de Prensa
5 de enero 2019
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redacción y suscripciones
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Brasil
La asunción de Jair Bolsonaro
Dos Brasil
Brasil despertó de la resaca de la nochevieja con un nuevo presidente, que
asumió el cargo siendo fiel al fondo y la forma que lo catapultaron a la
victoria. El ex militar prometió en su discurso erradicar todo vestigio de
“socialismo” y combatir la “ideología de género”. En un país más polarizado
que nunca, quienes no lo votaron temen que lo que se abrió el martes sea el
período más negro de la historia nacional reciente.
Esther Solano, desde San Pablo
Brecha, 4-1-2019
https://brecha.com.uy/
Cada cuatro años los brasileños inauguran el año con un inquilino nuevo en
el Planalto, el palacio de la presidencia en Brasilia. Esta vez le tocó al
hombre que dijo que prefería tener un hijo muerto en un accidente que un
hijo homosexual. Jair Bolsonaro tomó posesión de su cargo el martes 1 como
38° presidente de la república de Brasil en una Brasilia tomada por un
fortísimo esquema de seguridad que desplegó más de 6 mil agentes. Las
medidas para la prensa fueron las más restrictivas de toda la historia de la
democracia, humillantes, se podría decir, como para dejar claro que su
relación con los periodistas en los próximos cuatro años será tensa.
El momento generó una enorme expectativa. Para sus detractores es un
autoritario, incluso un fascista, que toma el control de Brasil. Para ellos,
el reciente escándalo de corrupción de su hijo Flávio Bolsonaro, hoy
diputado, muestra la verdadera cara del clan. El Ministerio de Hacienda de
Brasil descubrió que durante 2016 y 2017 su chofer movió 1,2 millones de
reales (algo más de 320 mil dólares), suma evidentemente incompatible con el
salario de alguien cuyo trabajo es conducir un coche. La investigación de
Hacienda cita las conexiones del empleado con Flávio Bolsonaro y la futura
primera dama. Parece que todo se quedaba en familia. Sin embargo, los
partidarios de Jair Bolsonaro no podían estar más eufóricos. Según los
resultados de un sondeo de Datafolha, en diciembre el optimismo de los
brasileños está batiendo récords: 65 por ciento piensa que la economía
mejorará en los próximos meses. Es el mayor nivel de confianza desde 1997.
Los industriales también parecen felices. El índice de confianza del
empresario industrial alcanzó 63,2 puntos, el mayor desde setiembre de 2010
(de 63,3 puntos), cuando Brasil vivía la euforia de la era Lula. Tanto era
el entusiasmo de estos últimos días que muchos grupos organizaron paquetes
turísticos para asistir a la ceremonia en Brasilia. Había para todos los
bolsillos. Desde San Pablo el pasaje más barato, 62 euros, era de autobús y
había que pasar la noche dentro del vehículo. Como son 17 horas de carretera
desde esta ciudad a Brasilia, los que optaron por ese viaje se perdieron la
nochevieja; pero un patriota es un patriota. Para los bolsonaristas más
refinados algunas agencias prepararon viajes de avión y hotel. En este caso
el pasaje ya rondaba los 570 dólares.
El “día D” tuvo varios momentos ceremoniosos, pero esta vez el simbolismo
fue más allá del mero protocolo. Desde la Catedral Metropolitana de
Brasilia, el ex capitán Bolsonaro, de 63 años, acompañado de su esposa,
Michelle Bolsonaro, de 34, se encontró con su vicepresidente, el general
Hamilton Mourão, también acompañado de su esposa, Paula Mourão. Fue la
primera vez que en la vida pública brasileña un general caminó detrás de un
capitán. En coches separados llegaron hasta la Cámara de Diputados, donde
fueron recibidos por el presidente del Senado, Eunicio Oliveira, el
presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, y el presidente del
Tribunal Supremo, José Antonio Dias Toffoli. Fue la foto de la cara de
póquer, aunque tampoco es que las caras de póquer sean desconocidas para los
políticos. El encuentro entre estos hombres representó las polémicas que han
marcado estos últimos meses y que, sin duda, marcarán al nuevo gobierno. En
noviembre Eunicio Oliveira tuvo un grave enfrentamiento verbal con el futuro
ministro de Economía, el ultraliberal Paulo Guedes, que quería imponer sus
propias reglas para votar la reforma de las pensiones ignorando y
atropellando los ritos de la Cámara. Rodrigo Maia también está en pie de
guerra contra Onyx Lorenzoni, futuro ministro de la Casa Civil, el
ministerio que en Brasil se encarga de la articulación política. Ambos son
del mismo partido, el Demócratas (Dem) y ambos luchan por su control. En
octubre Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente, dijo, en un momento de
bravuconería autoritaria, que si el Tribunal Supremo daba problemas se
podría cerrar y que “para cerrarlo bastan un soldado y un cabo”, a lo que
Dias Toffoli replicó afirmando por carta que “atacar al Tribunal Supremo es
atacar a la democracia”.
Simbolismos
En todas las fotos, hombres blancos. La cara del nuevo gobierno.
Otro símbolo que no pasó desapercibido a nadie fueron los países invitados.
El estadounidense Donald Trump, el héroe de Bolsonaro, no fue a la fiesta.
Envió al secretario de Estado, Mike Pompeo. Trump prefirió twitear en vez de
tomarse el avión: “Felicidades a Jair Bolsonaro que ha hecho un gran
discurso. Estados Unidos está contigo”. Pero quien más ha llamado la
atención ha sido el primer ministro israelí, Biniamin Netaniahu. Días antes
de la toma de posesión, el 28 de diciembre, en el primer viaje de un jefe de
gobierno de ese país al gigante sudamericano, Netaniahu viajó a Brasil para
encontrarse con Bolsonaro, a quien considera “amigo de Israel”. Brasil, el
país que hace ocho años fue uno de los primeros de Latinoamérica en
reconocer a Palestina como Estado, el país cuya comunidad libanesa triplica
a la del propio Líbano, ahora dice que quiere cambiar su embajada en Israel
de Tel Aviv a Jerusalén, contrariando décadas de decisiones diplomáticas.
Bolsonaro llegó a decir, en una entrevista con el periódico Estado de São
Paulo, que no negocia con terroristas (refiriéndose a Palestina). El
ultraderechista Viktor Orbán también estuvo presente en la ceremonia de
asunción del martes 1. El húngaro y Bolsonaro tienen estilos muy parecidos.
Las presencias fueron simbólicas, y las ausencias también. A Venezuela y
Cuba les llegó una invitación, pero después esta les fue retirada. En un
twit del 16 de diciembre Bolsonaro había publicado que representantes de
“regímenes que violan las libertades de sus pueblos” no estarían presentes
en la asunción presidencial. Lo mismo sucedió con Nicaragua. El futuro
ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araujo, publicó, también en
Twitter –la herramienta oficial de comunicación del nuevo gobierno, al
estilo Trump–, que “frente a las violaciones del régimen de Ortega contra la
libertad del pueblo de Nicaragua, ningún representante de este régimen será
recibido al evento del día 1”. Estas actitudes marcan un cambio bastante
radical respecto de la política exterior que el Partido de los Trabajadores
(PT) ejerció sobre todo en los gobiernos de Lula: era próximo a Cuba y
Venezuela y siempre se posicionó a favor de la resolución del conflicto
palestino-israelí mediante la creación de dos estados independientes. Sí
estuvo presente, en cambio, el boliviano Evo Morales, integrante del mismo
“eje del mal” que forman Cuba, Venezuela y Nicaragua. Por cierto, Mauricio
Macri, desde la vecina Argentina, tampoco se dignó a viajar a Brasilia.
Como esta no fue una toma de posesión habitual porque Bolsonaro no será un
presidente habitual, algunos ritos no fueron respetados. El PT, el gran
partido opositor, con 56 diputados y más de 47 millones de votos, no estuvo
representado en la ceremonia. Continúa acusando a Bolsonaro de haber hecho
una campaña mentirosa y manipuladora basada en fake news. Para el PT, el 1
de enero culminó el proceso de golpe jurídico-parlamentario que se inició en
2016 con el impeachment a la presidenta Dilma Rousseff y continuó en 2018
con la prisión de Lula y la prohibición de su candidatura. La presidenta del
partido, Gleisi Hoffmann, anunció (oh, sorpresa, también en Twitter):
“Estuvimos en todas las posesiones presidenciales desde la apertura
democrática. Esta vez no estaremos. Tenemos un compromiso con el voto, pero
no con su uso para odiar, exterminar, excluir derechos del pueblo”.
Finalmente, en su esperado discurso el nuevo presidente dijo: “Vamos a unir
al pueblo, respetar las religiones y nuestra herencia judeo-cristiana (…).
Enfrentando la ideología de género Brasil será libre (…). El ciudadano de
bien merece disponer de medios para defenderse (…) el pueblo se ha liberado
del socialismo”. Religión, conservadurismo reaccionario, antifeminismo,
exaltación de las armas como liberación. Una de las palabras más repetidas
del discurso presidencial: “Dios”. Previsible. El más puro estilo Bolsonaro.
Brasil era, el martes, dos países: el de quienes, bandera en mano y vestidos
de verde y amarillo, celebraron la llegada del nuevo presidente con
entusiasmo, y el de quienes, cabizbajos, piensan que el país entra en el
período más autoritario de su democracia. Veremos a quién el tiempo le da la
razón.
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El plan económico y social del gobierno
João Pedro Stédile/João Marcio *
Por las declaraciones del presidente, el suyo será un gobierno comandado
directamente por hombres de negocios comprometidos con la reducción del
“costo Brasil”, o sea, con el aumento de la ganancia privada. Un gobierno
con ese perfil no sólo continuaría, sino que radicalizaría la agenda de
Michel Temer, a fin de implantar:
•La reducción brutal de los costos de remuneración de la fuerza de trabajo
(esto es, la reducción del salario mínimo y el fin de diversos derechos
laborales, combinados con el deterioro de las condiciones laborales mediante
la generalización del trabajo intermitente, de la tercerización y del
desmonte de la justicia laboral).
•La propiación privada de todos los recursos naturales posibles (petróleo,
minerales, tierra, agua y biodiversidad), eliminando cualquier traba
burocrática o legal, y pasando por encima de las poblaciones tradicionales y
las preocupaciones ambientales. Para eliminar toda barrera ambiental colocó
a un ministro agresivo, sin experiencia y totalmente alineado con el
agronegocio y los grandes capitalistas que lo financiaron.
•La privatización de las 149 empresas estatales. Dejarán sólo una parte de
Petrobras. Ellos estiman que pueden recuperar para los cofres públicos cerca
de 850.000 millones de reales que ayudarán a enmascarar el déficit público.
Sin embargo, esa cifra representa apenas dos años de los intereses que el
gobierno les paga a los bancos. Y en ese proceso entreguista entra la
aprobación de la cesión de Embraer a la Boeing, ya en proceso final de
venta, pero aún sin la aprobación final del gobierno, por la cláusula de
reserva.
•La privatización de la seguridad social. El problema no es el déficit ni
los privilegios (sobre todo de jueces y militares, que no serán
modificados), sino que los bancos quieren el derecho de implementar un
sistema previsional privado, soñando con los grandes fondos de pensiones.
•El desmantelamiento y la privatización de la educación pública mediante la
reducción de recursos e inversiones en escuelas y universidades; la
implantación masiva de la enseñanza a distancia a través de empresas
privadas; la sustitución de los concursos públicos para técnicos y
profesores por la contratación tercerizada; la reducción de las becas de
estudio, investigación y apoyo a la permanencia en las universidades; la
imposición de rectores por el Ministerio de Educación y la persecución
ideológica a la libertad de enseñanza e investigación.
•El desmantelamiento y la privatización de la salud pública (mediante el
desfinanciamiento del Sistema Único de Salud, la mala regulación de las
empresas privadas de salud, la generalización de las asociaciones
público-privadas como modelo de gestión y la sustitución de concursos
públicos por la contratación temporal tercerizada.
•La privatización del sistema financiero público.
•El desarrollo de la industria armamentista (nacional y extranjera),
mediante la liberación del porte de armas y la prioridad presupuestaria
orientada a las demandas de las policías y las fuerzas armadas.
•Un modelo de seguridad publica todavía más belicoso, menos responsable
frente a la sociedad y menos responsable jurídicamente.
•El alineamiento externo de Brasil y su subordinación a los intereses
económicos de Estados Unidos, y también un alineamiento político con los
gobiernos de derecha, como los de Italia, Israel, Taiwán, colocando al país
en una agenda militarista contraria a su tradición diplomática y que pone en
riesgo la paz en la región.
Implantar una agenda de este tipo (el “libre mercado” para los de arriba y
el “sálvese quien pueda” para los de abajo) sólo es posible con
intimidación, persecución y violencia.
Desde el punto de vista personal, el presidente es un imbécil, un personaje
tosco, sin cultura, que nunca fue tomado en serio, ni en las fuerzas
armadas. Sólo es confiable para el “mercado” porque va a tercerizar todas
las decisiones estratégicas de su eventual gobierno. Esta es la lectura que
hacen los agentes económicos relevantes que han pagado la cuenta de su
campaña. El problema (para ellos) es que Bolsonaro está poco preparado hasta
para entenderlos, lo que crea un horizonte de imprevisibilidad e
incertidumbre para los “inversores”. Además el sujeto no tiene base social
organizada ni partidaria, capaz de darle sustentación de masas (el Psl es un
fenómeno de ocasión, sin consistencia programática).
Por otro lado, Bolsonaro carga con un autoritarismo que es constitutivo de
su figura pública, del cual no puede renunciar sin negarse a sí mismo. Y eso
es lo que genera una reacción contraria socialmente plural y hasta ahora
internacionalmente consensual.
En suma, sólo convence de hecho a los fanáticos que lo siguen. Los
capitalistas lo están utilizando ahora, pero ya le avisaron que su plazo de
validez es la ejecución de las reformas neoliberales. Después ya no será
indispensable.
El problema (para todos) consiste en que, después de abierta la caja de
Pandora, los demonios no vuelven fácilmente y, como dice la ley de Murphy,
nada está tan mal que no pueda empeorar.
* Marcio es profesor en la Universidad Federal Rural de Rio de Janeiro y
Stédile es miembro de la Coordinación Nacional del MST y de la Vía
Campesina-Brasil. Brecha tomó esta nota, publicada originalmente en Nodal,
de www.rebelion.org y reproduce fragmentos.
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Bolsonaro: primeras medidas de gobierno contradicen discurso de campaña
En su toma de posesión, el mandatario oficializó medidas que entran en
conflicto con sus promesas
Cecília Figueredo
Brasil de Fato, en español, 4-1-2019
https://www.brasildefato.com.br/
Traducción de Pressenza
Jair Bolsonaro (PSL) subió la rampa del Planalto coleccionando dichos,
desmentidas y rectificaciones. El presidente electo repitió eslogans y no
explicó ninguna de sus propuestas.
En el primer discurso presidencial, el capitán retirado se propuso “liberar
a la patria del yugo de la corrupción”. Durante la campaña electoral, había
prometido “tolerancia cero” a la corrupción, aunque el plan del gobierno
presentaba pocas propuestas de políticas eficaces para combatir la
malversación de fondos. La campaña de Bolsonaro también lo promovió como un
candidato “limpio” por no haber sido condenado por corrupción.
Sin embargo, Bolsonaro aparece en la lista de investigados de la Operación
Furna da Onça (cueva de la onza) –un desdoblamiento del Lava Jato en Río de
Janeiro– en un escándalo financiero que también involucra a su hijo senador
y a la primera dama.
Como informó la prensa el 6 de diciembre, el Consejo de Control de
Actividades Financieras (COAF) elaboró una lista de 75 nombres de
funcionarios y ex funcionarios de la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro
(Alerj), con cuentas que mostraban movimientos sospechosos. Fabrício
Queiroz, ex asesor de Flavio Bolsonaro –senador electo en octubre e hijo
mayor de Jair Bolsonaro–, está en la lista del Ministerio de Hacienda.
El informe de COAF cita a nueve asesores y ex asesores que hicieron
depósitos en la cuenta de Fabrício Queiroz, ex chofer de Flávio Bolsonaro.
La investigación muestra un movimiento sospechoso de R$ 1,2 millones en su
cuenta entre enero de 2016 y enero de 2017, suma incompatible con sus
ingresos.
Usando un tono agresivo, el Jefe de gabinete, Onyx Lorenzoni esquivó las
preguntas de la prensa sobre el caso Coaf. El Ministro de Justicia, Sérgio
Moro, optó por el silencio.
Por otra parte, el 31 de octubre de 2018, Bolsonaro informó a través de su
cuenta de Twitter, que en su gobierno no habría “condenas por corrupción”:
“Nuestros ministerios no estarán compuestos por personas condenadas por
corrupción como sucedió en los últimos gobiernos. Anunciaré oficialmente los
nombres en mis redes sociales. Cualquier información más allá de eso, es
mera especulación maliciosa y sin credibilidad.” (@jairbolsonaro) 31/10/18
Hasta ahora al menos nueve de sus ministros han sido investigados o acusados
en juicios, entre ellos Onyx Lorenzoni, el Jefe de Gabinete, que admitió
haber recibido “caja 2” (dinero no registrado) de la empresa JBS en 2017.
Según la Folha de São Paulo, transcurridos 15 meses de asumido el crimen, no
ha habido rendición de cuentas ni se abrió una investigación.
El equipo de Bolsonaro también incluye a Ricardo Salles, ministro de Medio
Ambiente denunciado por irregularidades administrativas, acusado de ocultar
cambios en los mapas de zonificación ambiental del río Tietê. En su toma de
posesión, el presidente afirmó que creó un “equipo de manera técnica, sin el
tradicional sesgo político que hacía que el Estado fuera ineficiente y
corrupto”.
Ni elegante ni técnico, el equipo ministerial de Jair Bolsonaro tiene 22
nombres, siete más de los prometidos durante la campaña presidencial.
¿Control de gastos?
En el plano económico, Bolsonaro aprovechó su discurso de toma de posesión
para reafirmar la defensa del “libre mercado”, la apertura al capital
extranjero y la reducción del Estado, que califica de “ineficiente”.
Tras la victoria de octubre, en una entrevista de TV Record, el nuevo
presidente citó las privatizaciones y la desregulación como una salida para
“destrabar” la economía: “Debemos desburocratizar, desregular, buscar formas
que los inversores, los patrones y los empresarios puedan emplear sin tanta
burocracia”.
También en relación a lo que él llama desburocratización, durante la campaña
electoral dijo a Rede TV que su gobierno priorizaría la contención del gasto
con sólo 15 ministros elegidos por criterios exclusivamente técnicos, sin
intereses de partidos políticos. Pero en diciembre, según Valor Económico,
Bolsonaro señaló a sus interlocutores, que está a favor de la aprobación en
el Congreso del proyecto de ley 9.252/2017, una medida que significa la
cancelación de las deudas de los ruralistas, que tendría un costo de R$ 17
mil millones para las arcas públicas.
“Presidente para 208 millones” ¿Será así?
“La oposición es bienvenida. La libertad de expresión es sagrada y vamos a
hacer un Brasil diferente actuando de esta manera. Gobernaremos para 208
millones de personas, no sólo para los que me votaron.”
La declaración, hecha en una entrevista con SBT, Rede TV, Band, Globo y TV
Record, es del mismo autor que antes, en una transmisión en vivo dirigida a
sus partidarios en la Avenida Paulista – São Paulo–, prometió “barrer a los
rojos del país”: “Ustedes, banda de delincuentes, verán a una policía civil
y militar con respaldo legal para hacer cumplir la ley en sus lomos. O se
encuadran y se someten a las leyes, o le van a hacer compañía al borrachín
en Curitiba (refiriéndose al ex presidente Lula). Se van todos ustedes a la
punta de la playa”.
Además del tono utilizado y el abuso de poder implícitos en el discurso, la
“punta de la playa” a la que se refiere el presidente electo es la base de
la Marina en Restinga da Marambaia (Río de Janeiro), donde los opositores
eran ejecutados y eliminados durante la dictadura militar.
Minorías
Durante la campaña presidencial, el capitán reformado cambió el tono varias
veces al hablar de derechos humanos y minorías, tratando de suavizar el
discurso intolerante por el que fue conocido durante toda su carrera como
diputado.
En su primera entrevista después de ser elegido, Bolsonaro dijo que “no
importa el color de la piel, la orientación sexual, la región en la que
naciste, el género; somos iguales”.
Sin embargo, en abril de 2017, durante una conferencia en el Club Hebreo de
São Paulo, adoptó un tono racista al hablar de inversiones públicas en
quilombos. “Estaba en un quilombo en Eldorado Paulista. Fíjense que el
descendiente africano más liviano pesaba siete arrobas. ¡No hacen nada! Yo
creo que ni para procrear sirven ya. Más de 1.000 millones de reales al año
se gastan en ellos”.
Jair Bolsonaro ya ha dicho que la violencia paterna puede “revertir” la
homosexualidad de los hijos. Declaró que sería incapaz de amar a un hijo
homosexual, y que no corre ese riesgo porque sus hijos fueron “bien
educados”.
“No voy a decir una hipocresía: prefiero que un hijo mío muera en un
accidente a que aparezca por ahí con un bigotudo. Para mí, habrá muerto
igual”, dijo.
En 2008, durante una audiencia pública que discutía la demarcación de la
reserva Raposa Serra do Sol, después de que el indígena Jacinaldo Barbosa le
arrojara agua, Bolsonaro dijo: “Debería comer hierba ahí afuera, para
respetar sus orígenes”.
El capitán reformado se opone a la demarcación de tierras indígenas con el
argumento de que perjudican el agronegocio y no favorecen el desarrollo.
Así, una de sus primeras medidas fue transferir al Ministerio de
Agricultura, ahora bajo el mando de Tereza Cristina da Costa (DEM) –que
fuera líder de la bancada ruralista de la Cámara–, la función de identificar
y demarcar las tierras indígenas. Además, ha prometido revisar la
demarcación de la Tierra Indígena Raposa Serra do Sol.
El presidente electo es criticado por los movimientos de mujeres por sus
declaraciones machistas. Eso es lo que llevó a miles de mujeres a las calles
durante la campaña, en las movilizaciones #EleNão contra su candidatura.
Bolsonaro también fue condenado por daños morales a la diputada María do
Rosário, por haberle dicho que “no la violaría porque ella no valía la
pena”, y ya se manifestó en contra de la igualdad salarial entre hombres y
mujeres.
Medio ambiente
Durante la carrera presidencial Jair Bolsonaro desconoció las instituciones,
poniendo invariablemente en sospecha las reglas electorales, las urnas
electrónicas y la Corte. También amenazó con retirar a Brasil del Acuerdo de
París para combatir el cambio climático, si era elegido. Al igual que el
presidente estadounidense Donald Trump, que retiró a Estados Unidos del
pacto mundial sobre el clima, Bolsonaro dijo el 3 de septiembre que era
desfavorable al acuerdo porque Brasil tendría que “pagar un precio caro”
para cumplir con los requisitos.
“Lo que está en juego es la soberanía nacional, porque hay 136 millones de
hectáreas de tierra sobre las que perdemos injerencia”, dijo Bolsonaro a los
periodistas antes de un almuerzo con empresarios del sector de seguros,
encabezados por la Confederación Nacional de Compañías de Seguros Generales,
Jubilación Privadas y Vida, Salud Complementaria y Capitalización (CNseg) en
Río de Janeiro.
El día antes de la segunda vuelta, el candidato volvió atrás: “Pongamos por
escrito que no está en juego la ‘Triple A” [Amazonas, Andes, Atlántico] ni
la independencia de ninguna tierra indígena, que yo firmo; yo firmo no, yo
mantengo el Acuerdo de París”.
En su discurso del primer día de gobierno, la protección del medio ambiente
fue prácticamente olvidada por el presidente, que sólo mencionó a los
congresistas afirmando que “el sector agrícola seguirá desempeñando un papel
decisivo, en perfecta armonía con la preservación del medio ambiente”.
En defensa de los intereses de la bancada ruralista, uno de los primeros
actos presidenciales del capitán reformado fue el vaciamiento de la
Fundación Nacional del Indio (FUNAI), al asignar la identificación,
delimitación e demarcación de las tierras indígenas, al Ministerio de
Agricultura.
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