Estados Unidos/ ¿Caerá Trump en 2019? [Lance Selfa]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Ene 6 14:07:53 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

6 de enero 2019

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Estados Unidos 

 

¿Caerá Trump en 2019?

 

Lance Selfa *

Socialist Worker, 2-1-2019

https://socialistworker.org/

Sin Permiso, 6-1-2019 

http://www.sinpermiso.info/

Traducción de Carlos Alberto Suarez

 

Cuando Donald Trump se acerca al segundo aniversario de su toma de posesión,
crece la posibilidad de que no llegue a su tercer año de legislatura.

 

Al menos esa es la conclusión a la que un número creciente de personalidades
del establisment en Washington está llegando, dadas las múltiples amenazas
legales y crisis políticas a las que Trump, su familia y su administración
se enfrentan. Considere lo siguiente:

 

La investigación del Departamento de Justicia sobre la posible colusión
entre el equipo de Trump y operativos rusos durante las elecciones de 2016
ha hecho que el director de campaña y el subdirector de campaña de Trump, el
asesor de seguridad nacional, el principal amañador legal de Trump y una
gran cantidad de figuras menores se declaren culpables y colaboren con la
investigación.

 

La imputación de su abogado Michael Cohen por un cargo de violación a ley de
finanzas de campañas electorales ha señalado a Trump como un “co-conspirador
no acusado” en un esquema para asegurar el silencio mediático de dos mujeres
con las que Trump tuvo relaciones sexuales extramaritales.

 

La investigación dirigida por el ex director del FBI Robert Mueller ha
abierto múltiples vías de investigación sobre Trump, su círculo y su
administración, incluyendo el tráfico de influencias de las monarquías del
Golfo, el lavado de dinero y la corrupción del comité de inauguración.

 

Dado que los demócratas tomarán control de la Cámara de Representantes el 3
de enero, la Casa Blanca y las agencias administrativas se enfrentarán a una
ráfaga de citaciones que afectarán a su personal con múltiples solicitudes
de documentos, audiencias en el Congreso y aplastantes facturas legales. Es
de esperar que más casos de corrupción en la administración sean revelados.

 

El personal clave de la administración, del Jefe de Gabinete al Secretario
de Defensa, está huyendo de lo que parece ser un barco que se hunde, y Trump
está teniendo dificultades para encontrar sustitutos.

 

Las bolsas de valores estadounidenses experimentaron su peor caída en
diciembre desde la Gran Depresión, mientras los analistas de Wall Street
señalan la preocupación sobre las políticas comerciales de Trump y una
posible recesión. Las llamadas del Secretario del Tesoro Steven Mnuchin a
los jefes de los bancos más grandes de Estados Unidos para asegurarles que
el gobierno tenía suficiente liquidez monetaria provocaron una caída aún más
fuerte en los mercados.

 

Como si todo eso no fuera suficiente, 2019 comenzó con un cierre forzado del
gobierno federal que dejó a más de 800.000 trabajadores federales sin sueldo
durante los días festivos.

 

******

 

La corrupción y los ultrajes han sido el procedimiento operativo estándar
desde que Trump asumió el cargo. Cualquiera que fuera la opinión oficial de
Washington sobre ellos, tendía a ignorarlos. Pero algo pareció cambiar en
diciembre, cuando Trump anunció la retirada de las fuerzas estadounidenses
de Siria. Esta acción provocó la renuncia del Secretario de Defensa James
Mattis y Brett McGurk, el enviado de Estados Unidos ante la Alianza
anti-Estado Islámico en Siria.

 

Repentinamente, el consenso belicista bipartidista en Washington comenzó a
advertir contra las terribles consecuencias de esta acción y expresó su
preocupación de que Trump había ido demasiado lejos.

 

Los mismos que apoyaron a Trump cuando se negó a criticar a los racistas y
fascistas en Charlottesville, forzó la separación de familias inmigrantes a
lo largo de la frontera de México-Estados Unidos, o trató de quitarles el
seguro médico a millones de personas, descubrieron que Trump ahora
representa una amenaza para la república, y descubrieron que la carta de
renuncia de Mattis, en la que reprendía a Trump por faltarle el respeto a
los aliados y por tener ilusiones en “actores malignos” (Rusia) y en
“competidores estratégicos” (China), es un documento histórico similar al
discurso de Gettysburg de Lincoln.

 

Uno de los principales cronistas imperiales de Washington, Thomas Friedman
del New York Times, hizo un llamado al Partido Republicano para que lleve a
cabo una “intervención”:

 

“Hasta ahora no he estado a favor de destituir al Presidente Trump de su
cargo. Tenía la firme convicción de que lo mejor para el país sería que se
marchara por donde llegó, a través de las urnas. Pero la semana pasada fue
un momento decisivo para mí y para muchos estadounidenses, incluso para
algunos republicanos.

 

Es el momento en que hay que preguntarse si realmente podemos sobrevivir dos
años más con Trump como presidente, si este hombre y su comportamiento
demente — que sólo empeorará cuando la investigación Mueller concluya —
desestabilizan nuestro país, nuestros mercados, nuestras instituciones
claves y, por extensión, al mundo. Y por lo tanto, su destitución ahora
tiene que estar sobre la mesa”.

 

Más vergonzosos fueron los liberales, cuyas críticas a la política de Trump
en Siria comenzó a hacerse eco de la retórica del expresidente George W.
Bush o del exvicepresidente Dick Cheney. Frank Rich, de la New York
Magazine, es un ejemplo:

 

“Tenemos un presidente de los Estados Unidos que está cerrando el gobierno
al mismo tiempo que invita a los adversarios de los Estados Unidos a romper
sus defensas. Las retiradas en Siria y Afganistán, combinadas con la salida
del último alto funcionario de la administración que aspiraba a servir a los
intereses nacionales en lugar de los de Trump, invitan al Estado Islámico,
Rusia, China, Corea del Norte, y a los talibanes afganos a tomar medidas
hostiles contra los Estados Unidos.

 

Esto ha llamado la atención incluso del cínico Mitch McConnell: Se ha
declarado “angustiado” por la dimisión de Mattis, un gran paso en la
escalada retórica de un partido en el que las patéticas expresiones
periódicas de “preocupación” de Susan Collins son motivo de crítica a un
presidente proscrito. Las palabras de Marco Rubio fueron más fuertes, una
táctica para proteger su viabilidad para otra candidatura presidencial, pero
habrá más líderes republicanos indignados.

 

Lo que los indignará no es necesariamente la agenda aislacionista de Trump,
sino el daño que su comportamiento, tanto en el extranjero como en el país,
está infligiendo a los mercados financieros. La pura incertidumbre de una
presidencia caótica está empujando al Dow a su peor diciembre desde la Gran
Depresión.

 

McConnell y su humillado compañero Paul Ryan han tolerado el racismo, la
misoginia y el nativismo de Trump, su debilitamiento de las alianzas de
Estados Unidos, su cleptocracia y su lealtad a Vladimir Putin. También han
tolerado su estafa contra los mineros del carbón, los trabajadores
siderúrgicos y los trabajadores de la industria automotriz de su base
electoral. Pero serán condenados si defienden a un presidente que amenaza
los bolsillos de los donantes del Partido Republicano”.

 

*****

 

Al menos Rich llega a una conclusión importante al final de esa cita. El
factor que ha dado poder a Trump a lo largo de su desastroso gobierno ha
sido la inclinación de los ricos y sus sirvientes en Washington de mirar a
otro lado ante sus transgresiones, siempre y cuando las políticas de Trump
les llenaran los bolsillos con recortes de impuestos y desregulación. Si esa
apuesta deja de dar resultado, entonces Trump debería empezar a preocuparse.

 

Casi desde el momento en que asumió el cargo, los observadores políticos han
advertido que la administración de Trump podría terminar con su impugnación
y su destitución del cargo.

 

Mientras partidarios más fervientes del Partido Demócrata esperan ese
momento desde hace dos años, los líderes del Partido Demócrata han tratado
incluso de evitar hablar de destitución. En su ruta a la elección de
noviembre 2018, los demócratas evitaron los llamamientos a la impugnación
por temor a que Trump los usara para reagrupar a sus partidarios.

 

Al final, Trump tuvo éxito movilizando a sus partidarios, principalmente con
su campaña racista contra la caravana de inmigrantes a la frontera del
sudoeste. La movilización de los partidarios de Trump, junto con la enorme
movilización anti-Trump del lado demócrata, se combinaron para producir la
mayor participación electoral en unas elecciones legislativas en un siglo.
Incluso con la participación de la base de Trump, los republicanos sufrieron
una derrota aplastante.

 

Pero ahora que están a cargo de la Cámara de Representantes, la táctica
demócrata podría cambiar. Ciertamente, la administración Trump, desde el
“lumpen-capitalista” que la preside hasta el elenco de estafadores y
representantes corporativos en cargos administrativos, proporcionará a los
investigadores del Congreso una lista completa de corrupción y actos
indecorosos que podrían provocar enjuiciamientos. Pero estallará un
terremoto político si el informe de Mueller documenta la participación de
Trump en delitos ilegales e impugnables.

 

Hasta ahora, la opinión pública ha asumido que Trump será capaz de superar
la tormenta para llegar a la reelección en 2020.

 

Primero, incluso si los demócratas de la Cámara de Representantes lo
impugnaran, los republicanos del Senado no votarían para destituirlo de su
cargo. En segundo lugar, los memorandos internos del Departamento de
Justicia redactados durante el escándalo Watergate a principios de la década
de 1970 sugieren que un presidente en activo no puede ser imputado. Si
Mueller y el Departamento de Justicia de Trump siguen esa política, entonces
Trump tiene todos los incentivos para aferrarse a la presidencia.

 

Finalmente, los demócratas, habiendo visto cuán efectivo es Trump para
movilizar a la base demócrata, tienen todos los incentivos para no
destituirlo de su cargo.

 

Pero las elecciones de 2018 debilitaron la posición de Trump en Washington,
y los otros signos de caos -desde la caída del mercado de valores hasta las
dimisiones de alto nivel-, han hecho más probable el juicio político.

 

Este fue el mensaje de la veterana periodista Elizabeth Drew en el editorial
del New York Times del 27 de diciembre de 2018. Drew, cuya carrera inicial
incluye un reportaje incisivo del escándalo Watergate, escribió que cree que
Mueller ha descubierto suficientes pruebas para un juicio político de Trump,
y concluye que Trump puede enfrentarse a la disyuntiva a la que Richard
Nixon se enfrentó en 1974: dimitir o ser destituido del cargo. Según Drew,
en una editorial del 27 de diciembre:

 

“No comparto la opinión convencional de que si el Sr. Trump es impugnado por
la Cámara de Representantes, el Senado dominado por los republicanos nunca
agruparía los 67 votos necesarios para condenarlo. La coyuntura determinaría
el resultado, pero la situación actual, que ya está cambiando, habrá quedado
muy atrás para cuando los senadores se enfrenten a esa pregunta. Los
republicanos, que alguna vez fueron aliados firmes del Sr. Trump, ya han
criticado abiertamente algunas de sus acciones recientes, incluyendo su
apoyo a Arabia Saudi a pesar del asesinato de Jamal Khashoggi y su decisión
sobre Siria. También deploran abiertamente la partida del Sr. Mattis.

 

Siempre me pareció que la turbulenta presidencia del Sr. Trump era
insostenible y que los republicanos más importantes finalmente decidirían
que se había convertido en una carga demasiado grande para el partido o en
un peligro demasiado grande para el país. Es posible que ese momento haya
llegado. Al final, los republicanos optarán por su propia supervivencia
política. Casi desde el principio algunos senadores republicanos han
especulado sobre cuánto tiempo duraría su presidencia. Algunos seguramente
notaron que su base no ganó en las elecciones a media legislatura".

 

El hecho de que el aliado de Trump y principal halcón, el senador Lindsey
Graham (R-S.C.), tratase de ayudarlo a amortiguar el culetazo que siguió a
la decisión sobre Siria sugiere que sus principales valedores republicanos
aún no están dispuestos a abandonarlo.

 

*****

 

La última vez que el gobierno de Estados Unidos se enfrentó a una crisis
como ésta, durante Watergate, estuvo a punto de sufrir su mayor derrota en
una guerra (Vietnam) hasta entonces.

 

La crisis de Vietnam, junto con los movimientos sociales de la época,
produjo protestas y disensiones en toda la sociedad estadounidense. En
última instancia, el escándalo Watergate fue resultado de la guerra que
Nixon desató contra la disidencia y cuando su acoso a los radicales se
extendió al Comité Nacional Demócrata.

 

Aunque la crisis actual de la política imperial de Estados Unidos no sea tan
grave como a la que enfrentó el establishment durante Vietnam, hay algunas
similitudes que vale la pena considerar.

 

El plan de Estados Unidos de reestructurar el Medio Oriente a través de la
guerra en Irak fracasó abrumadoramente. Las tropas yanquis en Afganistán ya
han participado en la guerra más larga de Estados Unidos, sin fin a la
vista.

 

Mientras tanto, Estados Unidos se está preparando para las próximas décadas,
donde enfrentará desafíos tanto económicos como militares de China. Aunque
Estados Unidos no enfrenta una crisis imperial como la de Vietnam en estos
momentos, sin duda se encuentra en un período de transición en el que las
estructuras imperiales creadas después de la Segunda Guerra Mundial no
reflejan el equilibrio de poder que está surgiendo en el mundo.

 

Las políticas de “América Primero” de Trump — proteccionismo comercial,
antiinmigración y relaciones bilaterales transaccionales tanto con países
aliados (Canadá, Gran Bretaña, Francia) como adversarios (China, Rusia) —
chocan con la visión del mundo de sectores del empresariado y del
establishment de la política exterior. Esta es la razón por la que la
retirada de Siria y la renuncia de Mattis provocaron un ataque de nervios en
todos los altos cargos oficiales de Washington.

 

Puede que Trump no sepa lo que está haciendo, pero las acciones de su
administración tienen consecuencias que son inquietantes para los guardianes
bipartidistas del status quo. Hasta ahora, estas consecuencias no han roto
la polarización partidista que ha mantenido a Trump a flote a pesar de los
consistentes e históricamente bajos niveles de apoyo público.

 

A finales de diciembre, la popularidad de Trump cayó al nivel de cuando
excusaba a los neonazis en 2017. Todo esto está ocurriendo antes de que una
gran recesión golpee, antes de que Mueller haya entregado su informe final,
y antes de que los demócratas hayan preparado la máquina de investigación
del Congreso.

 

Si los principales jerarcas del Partido Republicano, desde los jefes del
Pentágono hasta los directivos de los principales bancos, comienzan a
concluir que Trump es un lastre para el poder económico y militar de Estados
Unidos, los políticos electos del Partido Republicano comenzarán a
distanciarse de él.

 

En ese momento, la estrategia de Trump de evitar la destitución de su cargo
aunque más de la mitad de los senadores republicanos lo apoyasen, podría
desmoronarse. Trump, por supuesto, no se irá en silencio.

 

Puede que todavía no estemos en ese punto. Pero podría ocurrir antes de que
termine 2019. 

 

* Lance Selfa, militante de la International Socialist Organization (ISO),
redactor de la revista Socialist Worker. Autor de The Democrats: A Critical
History (Haymarket Books, 2012) y U.S. Politics in an Age of Uncertainty:
Essays on a New Reality.

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