Brasil/Debate/ ¿Sufrimos o no una derrota histórica? [Valerio Arcary]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Jul 25 16:24:00 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

25 de julio 2019

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Brasil/Debate

 

¿Sufrimos o no una derrota histórica?

 

Valerio Arcary *

Esquerda Online, 25-7-2019

https://esquerdaonline.com.br/

Traducción de Ernesto Herrera - Correspondencia de Prensa

 

Una pregunta está presente, dramáticamente, en la cabeza de millares de
activistas de izquierda. ¿Cómo fue posible haber llegado a esta situación?
¿Cómo fue posible que la extrema derecha, a través de un aventurero
neofascista, haya conquistado, a través de las elecciones, la presidencia?
¿Podemos concluir que sufrimos una derrota histórica? O en palabras simples:
¿qué horas son? Para actuar todos los días precisamos saber qué  horas son.
Para una militancia revolucionaria precisamos saber en qué coyuntura
estamos.  

 

El marxismo trabaja con varios niveles de temporalidades. Consideramos
épocas, etapas, situaciones, coyunturas, en diferentes grados de
abstracción. Vivimos, desde la Primera Guerra Mundial, en la época del
imperialismo, o de apogeo y, al mismo tiempo, decadencia del capitalismo.
Estamos en la etapa abierta por una derrota histórica en 1989/1991, la
restauración capitalista. En el Brasil la situación es reaccionaria hace
algunos años. Y después de la votación de la reforma previsional, hace dos
semanas, se cerró la coyuntura abierta por las manifestaciones del 15 de
mayo. 

 

El argumento de este artículo es que estamos en situación reaccionaria, pero
no aconteció todavía una derrota histórica. Pero la verdad, también, es que
sólo en algunos años de distancia y perspectiva es posible conferir, sin
grandes márgenes de error, si se trata de una derrota político-social
histórica o no.  

 

Una derrota histórica no es un cambio de coyuntura. Significa que el cuadro
estructural de la relación de fuerzas fue alterado de forma desfavorable por
un largo período. Se trata de una derrota mucho más que una derrota
electoral. Más grave, también que una derrota político-social. Se trata de
la más serias de las derrotas. Cuando una derrota histórica se precipita,
toda una generación pierde la esperanza de que la vida puede cambiar a
través de la movilización colectiva. Será necesario que una nueva generación
adulta, madure a través de la experiencia de la lucha social. 

 

La Comuna de París de 1871 fue una derrota histórica. El centro del
movimiento obrero giró para Alemania por el intervalo de una generación. La
derrota de la revolución rusa de 1905 no fue una derrota histórica. Así como
hay derrotas históricas, hay también victorias históricas. La revolución
rusa de 1917 fue una victoria histórica. Demostró, por primera vez, que una
revolución socialista era posible. Hay victorias y derrotas históricas que
son, esencialmente, nacionales. Hay aquellas que, por su impacto, tienen una
dimensión internacional. 

 

El ascenso del nazi-fascismo en los años 1920 fue una derrota histórica
internacional. Primero en Italia, después en Portugal, a seguir en Alemania,
finalmente en España, abriendo el camino para la Segunda Guerra Mundial. El
ascenso del estalinismo en la URSS fue una derrota histórica internacional.
La derrota en la guerra civil en Grecia en 1945 fue una derrota histórica,
pero, nacional. El golpe de 1964, en el Brasil, fue una derrota regional. El
golpe en Chile, en 1973, fue una derrota histórica. La más grave de la
derrotas históricas en los últimos treinta años fue la restauración
capitalista en la ex URSS. Tuvo dimensión internacional. Cerró una etapa que
se extendió entre la victoria del nazismo, a partir de 1944, y 1989/1991,
con la disolución de la URSS. 

 

La tradición marxista-revolucionaria nos legó una referencia teórica sobre
el tema. Hay una regla que nos puede orientar. Existen situaciones
contrarrevolucionarias, reaccionarias, estables, prerrevolucionarias y
revolucionarias. Y debemos considerar las situaciones transitorias entre
ellas. Si la derrota fue histórica no estamos en una situación reaccionaria.
Estamos en una situación contrarrevolucionaria. El régimen
democrático-electoral ya fue desalojado o está en vías de serlo, porque el
equilibrio de poder entre las instituciones fue o está por ser subvertido.
Porque no tiene más sustentación en la estructura social. La superestructura
política del Estado se irá a doblar ante la nueva relación social de
fuerzas. 

 

Sabemos, evidentemente, qué proceso de derrotas nos trajo hasta aquí. De las
jornadas de Junio de 2013 a la muerte del camarógrafo de Bandeirantes (1);
de la relección dramática de Dilma Rousseff en 2014 a la nominación del
banquero Joaquim Levy como ministro de Hacienda; de las movilizaciones de
masas de la clase media en 2015 al impeachment en 2016; del gobierno Temer y
la aprobación de la reforma laboral en 2017, a la condena y prisión de Lula,
y a la derrota electoral. Finalmente, la aprobación de la reforma de la
Previsión Social. 

 

La respuesta no es simple. Ella es compleja, o sea, tiene muchos factores.
Pero existen dos extremos en el debate. Una simplifica, testarudamente, el
significado de la derrota, que es resumida a un accidente electoral,
sobrevalorizando, el impacto de la cuchillada en Juiz de Fora (2). La otra
maximiza el sentido de inflexión de la relación social y política de fuerzas
que es, exageradamente, interpretada como derrota histórica.

 

Debemos evitar tanto la testarudez ideológica, cuanto la exageración
retórica. Porque contaminan un análisis lúcido. Parece una ilusión óptica o
una exageración, insistir que existiría un hilo de continuidad entre las
Jornadas de Junio de 2013, que estaban en disputa, y las movilizaciones
reaccionarias de 2015/2016 por el impeachment. Pero parece, también, una
testarudez estéril, insistir en no admitir que el giro reaccionario de la
clase media ya estaba presente en las calles en Junio de 2013. 

 

La dinámica que prevaleció desde 2015, tenía una tendencia desfavorable.
Pero eso no autoriza concluir, por un vaciamiento retroactivo de la
perspectiva del presente, porque sabemos el desenlace, que la elección de
Bolsonaro era inevitable. No era. Errores políticos graves de subestimación
del peligro de un “invierno siberiano” representado por Bolsonaro, decisivos
para la victoria de la extrema-derecha.

 

En un análisis de coyuntura es necesario estudiar las relaciones de fuerza
en los conflictos sociales sin perder el sentido de las medidas. Debemos
considerar una escala de calidad, y calificar las diferencias de calidad.
Exageraciones impresionistas no ayudan. Inseguridad no es lo mismo que
desesperanza. Desaliento no es lo mismo que postración. Debemos ser capaces
de hacer mediaciones. 

 

Existe el peligro de una derrota histórica en el horizonte, si el gobierno
Bolsonaro no fuera detenido. Existe el peligro del “invierno siberiano”.
Pero Bolsonaro no es imbatible. No será a través de tácticas electorales
para 2020 o 2022 que abriremos un camino. Bolsonaro puede y debe ser
derrotado en las calles por la movilización de millones. Preparemos el Día
Nacional de Lucha del 13 de agosto. Confiemos en nuestra lucha. 

 

Quien no se cansa, alcanza. 

 

* Miembro de la coordinación nacional de Resistencia, tendencia interna del
PSOL (Partido Socialismo y Libertad).

 

Notas

 

1) Se refiere a Santiago Ilidio Andrade (49 años) camarógrafo de TV
Bandeirantes, muerto por un cohete en la cabeza mientras cubría, el 6 de
febrero de 2014, las manifestaciones en Río de Janeiro contra el aumento del
pasaje de ómnibus. En su momento, un simpatizante del PSOL fue indicado como
el autor del disparo. (Redacción de Correspondencia de Prensa)

2) Alude al ataque contra Bolsonaro, en la ciudad de Juiz de Fora, estado de
Minas Gerais, el 7 de setiembre de 2018, el victimario había sido afiliado
al PSOL hasta 2014, sin embargo declaró que los motivos de la agresión eran
“personales”. (Redacción de Correspondencia de Prensa)

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